Bueno, pues ayer mañana, camino de Madrid, nos cayó una buena
desde Villena hasta Chinchilla, especialmente en el Puerto de El Blanco (898 m
que dice el cartel; 930 m que decía mi GPS, aunque al pasar por las antenas se
leyó 970 m). Lluvia seguida de nieve, en ventisca; y fuertes rachas de viento.
Fue bajar de Chinchilla a Albacete… y ni gota, ni gota; ni copo, ni copo. Los
cartelones de las radiales madrileñas anunciaban nevadas para hoy… pero no nos
ha nevado, y sin problemas hasta La
Terreta.
Luego, en Madrid, cosas que tienen los entierros: se habla
de todo. Hasta se llega a hablar del finado.
A la gente no se le caía de la boca lo de la ciclogénesis explosiva. ¡Qué paliza con
lo de la ciclogénesis!
Yo, recuerdo (porque lo ha contado hasta la saciedad don Antonio Gil Olcina, catedrático de
Geografía) cuando se introdujo el término “gota fría” en las informaciones de
los Medios de Comunicación a finales de los 70… y ya, la “gota fría”, forma parte
de nuestro acerbo cultural en cuantito caen más de cuatro gotas. El término gota
fría es de los años 30 del siglo XX (Kaltlufttropfen; Richard Sherharg
y Wladimir Köppen), pero aquello no salía de círculo académico. Y en cuanto
saltó a los tabloides, se desmandó la cosa. Ahora no paramos de hablar de gotas
frías ante lluvias de enjundia, pero resulta que gotas frías hay unas
cuantas “cada temporada”, pero que unas “maduran” y otras no. No todo lo que
desmanda en primavera -u otoño- por estas tierras surestinas es una gota
fría. En más de un post ya hemos hablado de esto.
Ahora la hemos tomado con la ciclogénesis explosiva. Menos mal que a nadie en meteorología
audiovisual le ha dado por mentar el palabro ciclolisis, que, si no, tenemos tela para rato. La ciclogénesis es la generación -o génesis-
de un sistema de bajas presiones, y la ciclolisis
es la desaparición (o disipación; rotura, vamos) de un sistema de bajas presiones.
Pero este no nos ocupa.
A mí, como “palabro”
de estos para conversación de velatorio, me gustaba más el de “trócola”.
Me acuerdo de los Gomaespuma y el
anuncio del purito Reig donde salía la famosa “trócola”: mejor, la “juntade la trócola”. Pero ahora a todos les ha dado por la ciclogénesis apellidada explosiva.
Pero bueno, con la que está cayendo, vayamos a la
meteorología climatológica que nos ocupa. La
ciclogénesis es la formación de un ciclón. Y ciclón no es más que una borrasca
de esas que aparecen en nuestros mapas españoles del tiempo con una letra “B”.
El ciclón/borrasca
es una zona de bajas presiones.
Resulta que vamos a tener que ir ahora a pedirle explicaciones al Sr. Piddington, un capitán de la marina
mercante que si bien nació en Gran Bretaña pasó toda su vida profesional por el
Indico, porque fue el primero en señalar el sentido rotacional en esas zonas de
bajas presiones que desatan inestabilidad, por haber “inventado” el palabro.. Se basó Piddington en el
griego (kyklón, que da vueltas) y puso el nombrajo ciclón en multitud de memorándums durante la década de los 40 del
siglo XIX. Vamos, que lo bautizó.
El ciclón/borrasca/baja
presión se va formando con el paso del tiempo y tiene sus afecciones
por donde discurre. Si el proceso de formación es muy, pero que muy, rápido se
le califica de “explosivo”… y así llegamos al palabro que nos ocupa, “ciclogénesis explosiva”, que
aplicamos a una situación en que la presión atmosférica llega a bajar 10
milibares en 12 horas (o 20 en 24 horas).
Y ya hemos metido otro palabro: milibar. El milibar
es la milésima parte de un bar, y ese bar viene del griego baros
(peso) y que en realidad el bar viene a equivaler a la presión
de una columna de mercurio de 760 mm de altura, a 0º C, en situación de
gravedad normal. Vamos, 1 atmósfera.
La
presión atmosférica a nivel del mar viene siendo de 1.013’25 milibares… según
se acordó en 1954 en la Xª Conferencia General de Pesas y Medidas (celebrada,
como todas, en Sèvres, París). Bueno, allí en realidad se dijo que era de 1.013.250 dinas/cm2. En fin, que por
debajo de 1.013’25 milibares estamos ante una zona de bajas presiones (ciclón,
borrasca) y por encima de esa cantidad estamos en zona de altas presiones
(anticiclón).
En el Sistema
Internacional de Unidades (SI),
heredero del antiguo Sistema Métrico Decimal (SMD o MKS), instaurado
en 1960 para todo el mundo pero que ni los EE.UU. -ni Birmania, ni Liberia-
aceptan como prioritario (pero sí lo siguen a rajatabla), la presión se mide en pascales. Y como el pascal es muy manejable
lo utilizamos en un amplio abanico de posibilidades que van desde el yottopascal
(10 elevado a -24 pascales) al yottapascal (10 elevado a 24
pascales), estando por ahí en medio el hectopascal
(10 elevado a 2; vamos, por 100 pascales) que es a lo que equivale el milibar
de antes.
Los dos últimos párrafos se resumen, pues, en que un milibar equivale a 1 hectopascal… de ahí que la presión de los ciclones (y de los anticiclones, que son todo lo contrario) se mida, desde que impera el SI, en hectopascales.
Bueno, pues todo esto viene a cuenta de que los ciclones y los anticiclones (buen
tiempo, en general porque la subsidencia impide la formación de nubles) y su formación o génesis son de toda la
vida, aunque hasta que Henry Piddington
no le puso nombre a la célula de baja presión -ciclón- nadie le dio por
citarla como tal más allá de “un tiempo
de perros”. Ahora bien, si la célula no es de entidad gorda, gorda, por
estas latitudes la llamamos borrasca
y dejamos el término ciclón para los
tropicales (que también llamamos huracanes -en el Atlántico, nombrajo
que le pusimos los españoles cuando los indios taínos decían que era cosa de su
dios del mal, un tal Jurakán- y
tifones –en el Pacífico-).
En fin, que esto de la ciclogénesis
es más antiguo que Lucy, la austrolopithecus
afarensis encontrada en Etiopía. Pero se ha puesto de moda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario