Sí, de piedra me he quedado cuando me he dado de bruces con
el “cementerio
de árboles” de Benidorm en una esquinita de la Zona Escolar del Salt de
l’Aigua.
El círculo amarillo enmarca el triángulo rojo que ocupa el "cementerio" |
Una vez, allá por 2010 (un 27 de febrero, y lo conté en el
blog un 5 de mayo, lunes), en una tertulia radiofónica vespertina (Radio
Benidorm que fue) ya critiqué que se
intentaran recuperar unos árboles que se “arrancaban” de su hábitat “natural”
urbano de la avenida de Jaime I cuando la remodelaban. HOSBEC, la patronal
hotelera de Benidorm, ya había salido a la palestra denunciando la tala de los
árboles y criticando tanto al Ayuntamiento como a los llamados “grupos
ecologistas” que no había puesto el grito en el cielo. El concejal de turno nos
dijo que se iban a recuperar replantándolos.
Yo exploté. Ante una foto que apareció en la mesa yo
escribía: “En la tertulia del jueves Pepe Marcet me enseñaba la foto de una
empalizada… los árboles de esa avenida (Jaime I) han terminados “plantados” en
un terreno por l’Aigüera, creo. Parecía el paso previo a levantar, por el 7º de
Michigan, un fuerte Comansi de los que hacen época. Un monumento a la muerte
arbórea; unos junto a otros –ignoro el marco de plantación- trasplantados para
mal morir. Me pareció un bosque ya petrificado…” como el de Lesbos,
Grecia. (03.05.2010).
El caso es que hoy los he visto el triste cementerio.
Ya, en su día, le dije al político que regía en temas de
Medio Ambiente que aquello fracasaría. Hoy he encontrado “aquellos árboles” en
un deambular vespertino, apurando un Partagás de enjundia, y, tristemente, he
comprobado que no sobrevivieron: naturaleza muerta. Y no se trata de un
bodegón.
Bueno, la verdad es que es patético el conjunto. Ya sólo son
madera inerte; faltos de vida están, inútiles. Es que no sirven ni para leña.
Eso sí, tienen “intacta” su instalación de riego por goteo
en superficie. Y destaca cual negro manchurrón -en níveo pendón- sobre un
terreno casi tan blanco como el citado pabellón. ¿De dónde les llegaría agua?;
¿quizás del inmediato IES l’Almadrava? Terrible. ¿Cómo se les ocurrió
plantarlos allí? Aquél suelo parece ser un batidos de cascotes y arena de obra.
Pero más terrible es aún el “marco de plantación” al que yo
aludía en 2010: dos palmos por cuatro palmos. Sí, la unidad de medida aplicada
parece que es el palmo. Aunque no sé si se trata del palmo hispano de 20’873
cm (vamos, una cuarta (21 cm) de toda la vida -y no sé de qué-, que antaño
también se decía) o el palmus romano de 7,3926 cm que era
el equivalente a 4 digitus… y 1 dígitus, cuentan, equivalía 18’4
mm.
Todo esto para decir que están tan cerca unos de otros que, naturalmente,
era inviable que arraigaran y sobrevivieran a su extrañamiento.
¿Cómo alguien de Medio Ambiente fue capaz de permitir ese
monumento a la muerte de unos árboles que a nadie molestaban en su emplazamiento
de Jaime I? Y lo que aún es más grave: con “un par” nos vendió -y le compramos-
que era para recuperar los árboles.
Hoy he visto cómo los “plantaron”. Es increíble que nadie
protestara sacando los pies del tiesto. Viendo lo visto hoy me parece tal el
cumulo de despropósitos que no lo enmiendan ni con mil Días del Árbol que ahora
tanto se afanan en celebrar. Y no es por el medio centenar de troncos que
inhiestos apuntan al cielo; es por la mala baba de hacerlo así.
En fin, que como un monumento a la estulticia medioambiental
ahí siguen. Están junto a algunos ejemplares de maceteros de esos que diseñó
Bofil para el parque de l’Aiguera y que debieron costar parte del riñón que no
nos extirparon para mediopagar el parquecito de marras que tiene menos verde de
porte que el jardín de los Pin y Pon.
Con cosas así se entiende que nuestras playas (arena) tengan
la consideración de parque urbano. Esa medida está muy bien… aunque choque
frontalmente con el concepto de parque: prados, jardines y arbolado.
Aquí, lo que nos falta son árboles… aunque tengamos un
catálogo de árboles singulares. Vamos, que “a falta de pan, buenas son tortas”;
o que “a falta de faisán, buenos son rábanos con pan”.
Es que aquí tenemos como árboles singulares un pino
piñonero y un almez (lledoner, en valencià) lindando con l’Alfàs del Pi, una morera
en la Finca “Mon Bresol” (18 m), un algarrobo en el Barranco de Lliriet
(del Lliriet dels frares), de tortuoso tronco, un eucalipto rojo en “El
Tossalet” (20 m), un olmo en la Partida del Barranco de
Coves, el ficus de la Plaza Triangular (6 metros de diámetro de tronco),
algunas yucas, un minúsculo y raquítico tejo en la Avda. de
Europa, un taray en la Avenida Tamarindos, el famoso pino piñonero de la Cruz,
las seis araucarias de la Avda. de la Comunitat Valenciana, la chopera
del barranco del Lliriet y la pinada del barranco del Murtal… y
algunas palmeras y unos pocos arbolillos más en alguna calle cuyas aceras lo
permiten… y poco más que algunos reductos de pinada nada cuidada.
Casi todos los árboles singulares están en propiedades privadas.
¡Menos mal!
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