No sé si se me acuerdan, pero en mayo de 1992 el Parlamento ruso (las dos cámaras -la Duma de Estado
y el Consejo de la Federación- reunidas en sesión extraordinaria) ya declaró ilegal la cesión que se había hecho en 1954 de Crimea a la entonces República
Socialista Soviética de Ucrania.
Recordemos que Crimea, República Autónoma desde 1921, había
sido cedida por decisión de Nikita
Jruschov. Desde 1954 Crimea no
quiere ser ucraniana y Moscú quiere hacerse con ella. Hasta ahora, “nadie” había
encontrado la forma de deshacer lo que Jruschov
había hecho. Veo con asombro que Putin sí.
Recordemos: Jruschov había nacido en Kalínovka (Rusia), muy cerca de la frontera ucraniana, y tenía
especial inclinación hacia aquella república donde había forjado su juventud e
iniciado su carrera política (Yúzovka/Stalino, Dónest, Rutchenkov,
Petrovo-Marinzky…).
En 1939, a las órdenes de Lenin, había gobernado el
territorio ucraniano; tras la IIGM volvió a hacerse cargo de él. Además, Nina Petrovna Kujarchuk, una ucraniana,
fue su tercera y definitiva compañera (Nina Jruschova) desde 1923 al final
de sus días (registró su matrimonio en 1965 para reconocer a sus hijos Serguei
y Elena). Además, Lázar Kagánovich,
líder comunista de Ucrania, fue su mentor. Tenía Jruschov verdadera pasión por
Ucrania y por ello les cedió el territorio crimeano.
Dicen que el “podemos hablar de igual a igual” fue
la contribución de Jruschov a la modernización del PCUS. Hasta entonces la palabra del Secretario General era ley. Tal
vez por eso la decisión de entregar Crimea a Ucrania nadie se había atrevido a
revocarla; todo lo más, a cuestionarla.
Recordemos también que en octubre de 1964 el Presidium y el
Comité Central del PCUS decidieron al alimón “el retiro voluntario” de
Jruschov. Brézhnev y Kosyguin se repartieron el poder, y
Jruschov fue enviado a un apartamento; lo que le permitió escribir sus memorias
y hacerlas llegar clandestinamente a Occidente (1970; Jruschov recuerda). Murió
en 1971. La casi totalidad de sus obras y decisiones fueron revisadas y
terminaron por ser olvidadas, abolidas o destruidas, por “erráticas”. Pero a lo de Crimea nadie le metió mano.
Y así pasaron los años, enquistándose la cosa. Sebastopol era cada día más rusa y
militar. De hecho en los mapas de Ucrania, y su división por “raiones
(distritos)”, al llegar a Crimea, aparece un trocito en blanco, junto a la
costa sur-suroeste que se corresponde con Sebastopol. Sebastopol: estatus de Base Militar.
La verdad es que ya en los acuerdos de noviembre de 1990 -que desembocaron en la Independencia ucraniana-
se planteaban negociaciones específicas para resolver la cuestión crimeana
cuantos antes. Los rusos esgrimían la necesidad de atender a “la
libre voluntad de la población” mayoritariamente rusa (59%, frente a
24% ucranios), militares y familias de militares (o muy vinculados con los
antiguos servicios de la Nomenklatura; 6% entre estos dos grupos). El resto son
tártaros (6%) y musulmanes (5%).
Ya con Boris Yeltsin,
en mayo de 1992, se aprobó la declaración que abre este post,
pero no se atrevieron a adoptar resolución alguna al respecto.
En abril de 1992
el parlamento de Crimea -Consejo Supremo
de la República Autónoma integrada de Crimea- aprobó, incluso, convocar un
referéndum proponiendo una reforma constitucional (para agosto de ese año),
donde también planteaban una salida hacia Rusia aunque, parece ser que, lo que
buscaban es una mayor autonomía, chinchando a Kiev. Y molestaron.
En las elecciones de
1994 (que Crimea, como buena República, celebra sus propias elecciones
presidenciales) ganó Yuriy Meshkov,
del Movimiento Republicano por Crimea (RDK)
liderando la coalición “Rossiya” y
anunció estrechas relaciones con la entonces Federación Rusa hasta la anexión. Pero entonces la economía le
empezó a ir mucho mejor a Ucrania que a Rusia, y poco a poco se fue
desencantando la opinión pública crimeana -tanto por el uso de la moneda rusa,
como de los horarios rusos, como de todo lo ruso-, y empezaron a mirar a
Ucrania. Entonces (1995) Leonid Kuchma,
presidente ucraniano, consiguió que el Consejo Supremo crimeano, aboliera el
cargo de presidente de la República de Ucrania y se desdijeran de las reformas
constitucionales y aceptaran los principios de la Constitución de Ucrania, y la
soberanía ucraniana. ¡Lo que hace el hambre!
Pero ahora (2014) las cosas están al revés: las pelas las tiene Moscú y el hambre viene de Kiev. Meshkov volvió a
Moscú en 1995 y desde allí ha estado maquinando una y otra vez para que Crimea
vuelva a Rusia. Con cualquier pretexto ha vuelto a Crimea a reivindicar la
salida de Ucrania y la integración en Rusia; y el RDK está muy vivo. En julio
de 2011, Kiev -cansada de la labor de Meshkov- le restringió la entrada en
territorio ucraniano (que incluye Crimea) por cinco años… pero Meshkov tiene
muchos seguidores. Y ahora en Moscú está Putin.
Y Putin acaba de salir, cuando esto escribo, a decir que lo
de Kiev -lo del Euromaidán, la destitución
de Yanukovich y el nombramiento de Turchínov-
fue “un golpe de Estado anticonstitucional
y armado”.
No querías arroz; pues dos tazas, Catalina.
Putin apuesta por el escapado Yanukovich, y el primer
ministro crimeano, Serguei Axionov
(no hay presidente de la república autónoma, recuerden, pero sí primer
ministro) ya ha anunciado un referéndum sobre Sebastopol para el 30 de marzo… y eso está ahí mismo. Toda
Crimea no, pero Sebastopol… de momento.
Esto, se veía venir. No me digan que no. Y esto no ha
terminado.
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