Cuando el Informe
Stern (Stern Review on the Economics of Climate Change, 30.10.2006) salió a
la palestra se dijo que “el colapso climático puede llegar a provocar
una reducción anual de entre el 5 y el 20% del PIB mundial”. Estábamos
aún un tanto lejos de la crisis en la que aún seguimos metidos, más de uno puso
el grito en el cielo, sus barbas a remojar y las orejas tiesas. Tal vez eso último
le valió para escuchar de don Nicholas que “el futuro es prometedor para las
economías que apuesten por el desarrollo sostenible”. Al poco ya salían
informes, algunos auspiciados por el propio Stern y el Banco Mundial (y otros),
que venían a decir que “apostar por las tecnologías eficientes
abriría un mercado de 500.000 millones de euros en 2050”. Siempre se
remataba con la frase “el futuro es de
los emprendedores”. Y como eficiente se entendió todo aquello que diera
dinero; vamos que I+D es “ingresar más dinero”.
Hasta el Future
Trends Forum de la Fundación Bankinter Innovación animó por aquí, por estos
lares, a meternos “en un nuevo mundo de oportunidades”. Como ejemplos se proponían:
automóviles híbridos, industrias energéticas, biocombustibles, seguros y
productos de gestión del riesgo, transportes, construcción eficiente,
planificación territorial, climatización, tecnologías de la información,
consumos eficientes, reciclado, agricultura y agua. Incluso el ICEX lanzó en su web “España y las oportunidades asociadas alcambio climático”. Bueno, aquí nos centramos en lo del mercado del derechos
de emisiones; parte de un absurdo. Otros lo han hecho mucho mejor.
La Escuela de Negocios Judge, de Cambridge, comenzó en 2007 a
emitir informes al respecto; Lloyds
no le fue a la zaga. Luego la crisis ralentizó la cosa, pero no se dejó de
trabajar.
Ahora un libro parece querer sacarnos los colores a todos
porque hay quién ha hecho los deberes en esto. Ahora resulta que hay “víctimas”
y “especuladores” cuando, en realidad, hay gente que no ha hecho los deberes.
La verdad incómoda de Alberto Arnoldo Gore deja paso ahora a la realidad en un
momento de turbulencia. Y no vale rasgarse las vestiduras. El libro en cuestión es Windfall: The Booming
Business of Global Warming; de
McKenzie Funk. The Penguin Press, 2013 (Ganancia inesperada: El negocio
en auge del Calentamiento Global). En 48 horas me tiene ganado a mí; no
por el mismísimo CC, sino por cómo actuamos. Está en inglé y me cuesta… un mundo. Pero lo disfruto.
Hay quien dice que este baile a cada uno le irá de una
forma. Así, mientras más de uno piensa en esos territorios que dicen quedarán
bajo el nivel del mar, los separatistas de Groenlandia esperan que el deshielo
ártico les haga, por fin, liberarse de Dinamarca en cuanto puedan explotar sus
recursos minerales y gasísticos hoy, aún, bajo los hielos “permanentes”.
Rusia espera ganar tierras de cultivo y hasta China compra
tierras en Ucrania (que lleva ya un tiempecito afectada por una crisis bestial)
para cultivarlas en su momento y en su beneficio. Comenzaron los chinos a
comprar en África, pero las maltrechas praderas ucranianas les han parecido
mejor. Dar de comer a los de casa se ha convertido en el objetivo de rusos y
chinos. Por cierto, los últimos estudios también señalan, ya lo dijimos, una
mejora en las pesquerías generales de latitudes altas; los rusos están que se
salen.
África es un polvorín demográfico falto de oportunidades y
necesitado de soluciones. Ahí también se trabaja; pero mal. En 2005, por
ejemplo, se parió el acuerdo CEN-SAD para que once países pusieran en marcha la
Gran Muralla Verde -desde Senegal hasta Somalia- para luchar contra la
desertificación y ganar tierras de cultivo. Hablamos de un muro verde de 7.775
km de largo y 15 de ancho; la vieja idea de Thomas Sankara de los años 80 que
se plasmó en 2005… y que en 2011 parece que ya tenía prevista la financiación,
pero de los 115 millones de dólares iniciales que pagó el mundo desarrollado sólo
han llegado 32… que los señores de la Guerra de algunos de aquellos territorios
han destinado a armas. Así, el negocio es el de las balas.
Por cierto, China comenzó a levantar su “fortificación verde”
en el año 1978. Se trata de un muro verde de 4.500 km -desde Xijiang a
Heliongjiang- para frenar el avance del Gobi. Se calcula que para el año 2074 (estamos
en 2014, recuerdo) lo habrán completado. Es que no se trata de plantar y
plantar; hay que esperar a que se consolide. Cada chino mayor de 11 años debe
plantar 3 árboles por año.
Pues si los africanos no han comenzado ni en 2014 y no están
mucho por plantar… su muro será un bluf. Y un problema para Europa.
En fin, que los que sí que han hecho caso de las
recomendaciones de los años 2007, 8 y 9 pues tienen ahora un camino hecho; no
por eso que llaman Cambio Climático, sino porque dominan una tecnología que
otros van a comenzar a demandar dentro de nada. Israel es líder mundial en desalación y fabricación de nieve
artificial; han tenido que recurrir a ellos para que los Juegos de Sochi no
fueran un fracaso.
Llamó en su día (2008) la atención que el Deutsche Bank creara el primer fondo de inversión para este
tipo de iniciativas del CC. Ahora
muchos (bancos) se tiran de los pelos por no haberlo previsto. Los alemanes han
financiado (y finanzan) tanto a la francesa Veolia como a la china Douyuan
Global Water y así tienen a los dos líderes mundiales en desalinización y
renovables; a la denostada Monsanto
(que ha comprado Climate Corporation, que estudia el clima en todo el planeta)
como a la británica Syngenta, a la
canadiense Viterra o a la anglo
suiza Glencore Xtrata. Incluso a Oxitec, que desbancará a Mosanto en
problemática transgénica. Hasta ha invertido en fertilizantes con la noruega Yara y la norteamricana Agrium. Tienen hasta capital en la
holandesa Royal Boskalis, con
infraestructuras medioambientales en medio mundo. Desde el Deutsche Bank también
se han metido en compra de tierras (Schroder
Global Climate Change Fund), en grupos de distribución de alimentación (Carrefour y Tesco), y hasta en seguros y reaseguros (Munich Re, Swis Re, State Farm y Allstate)… A estos no les pilla en toro.
Pero hay muchos otros fondos que siguen invirtiendo en esos
campos.
Las previsiones de Stern no han funcionado, pero al pairo de
ellas ha surgido un nuevo concepto de negocio. Y voy por la página 72.
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