Pepita Orozco Foto: Mario Ayús |
Como cada viernes de temporada (que también nos vamos de
vacaciones) acudimos el último vienes 13 al Hotel Meliá Benidorm para nuestra tradicional tertulia “Los
cafés del Meliá”. Ni imaginábamos cómo nos iba a vapulear Holanda horas
después y nos atraía conocer más de nuestra invitada, lo que molesta -y perturba-
en el Casco Antiguo e incluso lo del
movimiento vecinal. Nuestra contertulia era Pepita Orozco, benidormera del 54, del carrer Sant Miquel, hija de
benidormer y alfasina, con abuelos centrados en las tierras de la familia León
y almazara propia; vamos, del terruño. Pepita ejerce de benidormera “pata negra”.
Ya en 1991,
cuando fue por primera vez (también lo fue en 1999) presidenta de la Asociación
de Fiestas Virgen del Sugrafio -la de las Fiestas Mayores Patronales-, debatí
con ella en Radio Benidorm sobre la
casta de “fills de poble” (que ella representaba) y el resto del pueblo, los
“forasters”
(yo y otros como yo, entonces y ahora). No sé si pretendía -y pretende- preservar
el ADN de los primeros, pero terminé señalandole -ya entonces- la división
entre “aborígenes” benidormeros y gente
que había venido (hemos venido) de más allá del cíngulo montañoso que rodea
Benidorm y lo hace tan maravilloso. Nunca llegamos -ni jamás llegaremos- a
entendernos. Me parece absolutamente xenófoba
(por no escribir la palabra nazi; hale, ya está) esa discriminación. Lo mío, con el personaje, viene de lejos. Ya
empecé, en su día (nada más llegar a Benidorm), por criticar que se le cambiara
el nombre a la patrona: de Virgen del
Naufragio a Virgen del Sufragio,
y como nadie me da ni una nimia explicación medianamente inteligible -Sufragio en su concepción etimológica de
ayuda y favor (el escape se lo brindo yo)- pues no lo acepto.
No obstante, le reconozco su mérito y su labor: alguien
tiene que hacerla.
Se formó, como tantos otros niños de Benidorm, la contorná y
más allá, en el Colegio de las Monjas (Hermanas de la Doctrina Cristiana) y en el
Colegio
Lope de Vega, “cuando de verdad era internacional”
y allí convivió con otras formas de vida y estilos de alimentación. “Yo no
pedía a mi madre otra cosa para desayunar que copos de avena”; es que sus
compañera alemanas (en Benidorm vivían varias familias de origen alemán con
pasado aledaño al NSDAP) desayunaban eso y eran muy altas.
Pepita cursó Magisterio en Valencia y marchó después a
Zaragoza donde estudió Teología con las Hermanas de Santa Ana. Hoy es, además,
miembro del Consejo Pastoral de San Jaime y Santa Ana, en Benidorm. Y también
fue una de las primeras alumnas de Dolores Santadell en Benidorm: ballet y
hasta llegó al Conservatorio de Valencia.
Su primera frase tertuliana fue de las que parece que se
labran en el mármol: “No todo el mundo quiere Benidorm como lo
quiero yo”. Premisa absolutamente desconcertante para abrir boca. ¿Qué
sabe ella de cómo queremos los demás a Benidorm?, ¿qué se yo de cómo lo quiere
ella?
A ello añadió lo de “el olvido de la memoria de lo que es
Benidorm es lo peor”. Bueno, coincido en que “Es muy duro que un pueblo pierda
la memoria”, pero no es achacable -mantengo y defiendo- a los forasters
que un día llegamos a Benidorm a “arrebatarle” la identidad que ella propala;
todo lo más, mantengo, un fallo garrafal que de los que presumen de ADN pata
negra benidormero. Eso de foraster del poble de Benidorm lo
llevo con inmenso orgullo; no quiero que me confundan con los de un ADN que no
tengo. Nací en Alicante, me crié en Orihuela, estudié en Murcia y he recorrido
media España en destinos profesionales.
“Antes, la calle era nuestra”, señaló con tremendo pesar. Y yo
me acordé de Fraga Iribarne, ministro de la Gobernación en 1976, con aquél “la
calle es mía”; me dejó el mismo regusto en la boca. Las calles son de
la ciudad y de sus ciudadanos, y estos las ordenan y gestionan a través del
Ayuntamiento. Y son los ciudadanos, cada 4 años, los que ponen y deponen a sus
gestores. La perversión del sistema, el olvido de los munícipes de sus
cometidos, es lo que hace crecer la participación ciudadana ocupando el espacio
de la inacción municipal.
Luego siguió con aquello de “nos hemos dejado invadir; primero
fueron los vascos”. Estuve a punto de saltar. Sólo quien desconoce su
Historia es capaz de cometer los mismos errores. Se refiere a la zona “vasca”
de un Casco Antiguo/Tradicional que primero colonizaron los británicos… y antes
se pretendió su andalucización.
Ella defiende el Casco
Antiguo de Benidorm… que en todos los documentos urbanísticos de esta
ciudad no aparece como tal, sino como Casco
Tradicional. Ella -y otros muchos más-, con legítimo derecho, quiere seguir viviendo allí y el
problema es que desde siempre hemos venido desestructurando ese trozo de
Benidorm: “No quiero que el Casco Antiguo sea un parque temático de locales”;
ni usted, ni nadie. Tal vez es que “ha llegado el momento de decir ¡Basta!”,
defiende Pepita -y la apoyo-, como defiende el comercio tradicional y hasta los “bares tradicionales”: “¿dónde
se puede comer salazón en un bar de Benidorm?” preguntó. Y sólo nos
salieron dos bares en todo el pueblo… pero la salazón no es una seña de
identidad autóctona local; lo es tanto como el pulpo seco y las huevas de sepia
de todo el Levante mediterráneo.
Critica Pepita Orozco que “Benidorm no tiene proyecto global
que contemple, incluso, las diferencias de barrios y zonas” -y no le
falta razón- y que no haya “autoridad moral que sea capaz” de
acometer la empresa -que no la hay-. Eso mismo lo llevamos manteniendo en la Tertulia
desde hace cinco temporadas. Insiste Pepita Orozco en criticar que Benidorm “sólo
se mueve en pos del Turismo y no del
vecino”, que “hay poco interés en los detalles”,
que “la
invasión se puede ordenar”, que “hay que cumplir las ordenanza municipales”
(¡faltaría más!; pero todos: Ayuntamiento y ¡¡vecinos!!), “la dejadez de la escena urbana”
y hasta de lo de Facebook y el “no eres
de Benidorm si…” que ha pasado ya coger un tono “chabacano” (no pronunció esa palabra, pero es que no entiendo lo
que escribo a velocidad del rayo; no entiendo mi propia letra).
Como representante del movimiento vecinal señaló su “deseo
de mejorar la vida de los vecinos” y criticó la “dejadez de la escena urbana”
en general, al tiempo que urgía a “transformar Benidorm”, denunciando
que hay un cierto “empacho de éxito” (turístico) y que “a los vecinos no se nos hace
apenas caso” (y eso que hay un Consejo Vecinal con 25 asociaciones de
vecinos) porque, dijo, “los vecinos son una minoría”. ¿? ¿Olvida que los vecinos son
ciudadanos? No sé, me pierdo; me perdí de continuo.
Los vecinos tienen derecho a vivir en sus barrios; el Casco
Antiguo/Tradicional de Benidorm es fruto de una supina dejadez -desde siempre-
por lo que ha sido desestructurado y colonizado por el ocio en determinados
tramos y calles. Es un enclave de la ciudad en que, mantiene Pepita Orozco, “no se
han unificado criterios desde hace 15 años”. Yo diría que la última vez
que se le miraron las tripas al barrio fue hace, eso, 15 años, y desde
entonces, a un ritmo desenfrenado, ha ido perdiendo identidad y vitalidad
urbana. Y eso ha sido problema de todos. El “nos tenemos que hacer una cura de
humildad” no puede abarcarnos, querida Pepita, a todos…
Tú misma: cuando esgrimes el “No todo el mundo quiere Benidorm
como lo quiero yo”, ¿te refieres a criterios -en magnitud- de cantidad
o calidad?
Ah, defiende Pepita el valenciano/el valenià. Nada que
objetar. Y, ¿por qué no la rotulación bilingüe? Es por evitar ese rótulo que
asoma en algún lugar benidormer que dice “Roba amiga” que no es otra cosa que
una organización que recoge ropa -Ropa amiga- pero que escrito sólo en
valencià, para los que no son aborígenes -o doctos en la lengua de Eiximenis o
Fuster- marca, al detectarla y leerla, una expresión de asombro en su cara;
especialmente en la de las mujeres.
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