En mi niñez, el único “Felipe” que conocí era “el
abuelo Felipe” que era el padre de un amigo de mi padre, un señor muy
mayor y con boina (por ello, “abuelo”),
que vivía en un chalé de Vistahermosa, frente a la vía del tranvía (muy
hundida, en trinchera -recuerdo-,y frente al Colegio Inmaculada de los
Jesuitas) en Alicante. Era un señor entrañable que tenía muy bien cuidados los
naranjos del jardín de aquél chalé. Bueno, el Señor Ángel tenía un hijo
al que también llamó Felipe (en
homenaje a su padre, el “abuelo Felipe”) y que hoy es un
importante letrado en Alicante; entonces, aquél Felipe, era un chaval que iba a
cursos superiores al mío.
Ni un Felipe más
en mi vida hasta Pedro De Felipe.
Permítanme este juego onomástico con el Post que nos ocupa por tratarse de uno
de los héroes de La Sexta, que no es una cadena de TV y sí la sexta Copa de
Europa (11.05.1966; Heysel, Bruselas) que ganó el Real Madrid. De Felipe sustituyó a Santamaría (siempre se ha dicho
que “en el eje de la zaga madridista”;
vamos, que era defensa central). Valiente y muy sólido; sus cromos estaban bien
cotizados.
Después de estos (3, estos tres) ni un solo Felipe más hasta
Felipe de Borbón y Grecia. Y veo en
el INE que en España tenemos sólo 44.371 “Felipes”; los “Juanes” somos 381.245, aunque nada que ver con los “Pepes” que suman 672.826 y que, ni por
remota ilusión, son los nombres más comunes de España después de la Transición.
A partir de 1975, los nombres más comunes son otros.
Felipe, colego -a la vista de los acontecimientos-, no es
nombre muy común. Y eso que Felipe de
Betsaida era uno de los 12 Apóstoles
(el 5º en ser llamado con aquel “sígueme”)
y terminó predicando por la actual Turquía, donde murió de viejo. Al final,
dicen, está enterrado en la Basílica de los Santos Apóstoles, anexa al Palacio
Colonna, en el barrio de Trevi, en Roma. Allí están los restos, dicen, de
Felipe y Santiago “El Menor”; pero
está dedicada a los 12 Apóstoles.
No es de extrañar, pues, que Felipe de Borbón y Grecia llegue a reinar con el sólo el numeral 6:
Felipe VI.
Hoy vamos de Felipes.
El primer Felipe patrio fue Felipe de Habsburgo, al que llamaron “El Hermoso” (y no fue
cosa de los españoles llamarle así, que quién así le llamó fue el rey Luis XII
de Francia). Este Felipe fue rey de Castilla al matrimoniar con Juana, hija y heredera de los Reyes
Católicos, a la que llamaron “La Loca”
(¿de amor?). Este Felipe I murió a los 28 años ¡por beber un vaso de agua fría
tras jugar un partido de pelota!... y todos miraron de reojo, faltaría más, a
Fernando “El Católico”. ¡Válgame
Santa María!”. Este Fernando “le pegaba”
a todo.
El segundo Felipe es Felipe
II “El Prudente”, nieto de Felipe
I, que lo mismo es un “arquitecto de virtudes” que un “monstruo
fanático” se mire por lado u otro del espejo: leyenda blanca/leyenda negra. Ya
saben aquello de que en sus dominios no se ponía el Sol. Llegó este Felipe a
ser Rey de Inglaterra (algo más de cuatro años, mal que les pese) al casarse
con María I Tudor de Inglaterra.
El tercer Felipe, Felipe
III “El Piadoso”, hijo del Segundo.
Prefirió el teatro y la caza a los asuntos de gobierno que dejó en manos del
duque de Lerma, primero, y del duque de Uceda, después. Ya el colmo, el de
Lerma, a su vez, delegó en su propio valido, el capitán de la guardia alemana,
Rodrigo Calderón. Aquí ya nos fuimos yendo de madre.
El cuarto Felipe, Felipe
IV “El Grande” o “El
Rey Planeta” o “El Pasmado” (¡no semos naide poniendo motes!) Y con él
perdimos en Rocroi; palmar Los Tercios
y todo comenzó a ir de mal en peor. Fue rey durante 44 años y medio y aunque
también tuvo su valido (el conde-duque de Olivares) en la segunda etapa de su
mandato tomó las riendas del Gobierno de la nación, bien auxiliado (Méndez de
Haro y el duque de Medina de las Torres), pero ejerciendo de tal. Era hijo de
Felipe III y fue padre (extramarital) de importantes hombres (y una mujer) de
la Iglesia Española. La vida es así; no la he inventado yo.
El quinto Felipe fue Felipe
V “El Animoso”; el primer Borbón.
Fue durante 45 años (y 3 días) Rey, y por dos veces. Abdicó a favor de su hijo
(Luis I “El Bien Amado”), pero el
joven monarca murió de viruela a los ocho meses y Felipe V retomó el timón. El Duque
de Anjou llegó de rebote al trono de España y no comenzó con buen pie y
estalló la Guerra de Sucesión
(1701-13) que terminó con la aplicación de los Decretos de Nueva Planta para Aragón, Valencia, Mallorca y Cataluña
(donde aún le duelen a ERC). Hay que reconocerle que la situación económica y
financiera del Estado era una castaña y él, y sus ministros, sentaron las bases
para reorganizarlo todo; efectuó reformas políticas, administrativas,
económicas y educativas: la educación pasó a manos del Estado, aunque por falta
de profesores cualificados la primaria siguió en manos de la Iglesia. Fruto de
una enfermedad depresiva fue volviéndose patológicamente melancólico hasta
morir.
Y el sexto Felipe es, y será, Felipe VI a secas. Ya veremos qué hace.
Tiempo al tiempo, porque no se le proclamará hasta después
del 16 de junio, tras su juramento. Heredará eso de “Rey de Castilla, de León, de Aragón, de las Dos Sicilias, de Sevilla,
de Jerusalem (¡Ahí es ná!), de
Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Cerdeña, de
Córdoba, de Córcega, de Murcia, de
Jaén, de los Algarves, de Algeciras, de Gibraltar (¡me encanta!), de las Islas Canarias, de las Indias
Orientales y Occidentales (¡que no quede!) y de las Islas y Tierra Firme del Mar Océano (¡Olé, Olé y Olé!;
como Putoperro de los Cojones, el semoviente de la unidad familiar: ve un
chinarro y lo mea), Archiduque de
Austria, Duque de Borgoña, de Brabante, de Milán, de Atenas y Neopatria (¡Bravo
por los Almogávares!; donde hubo, queda),
Marqués de Oristán, Conde de Habsburgo, de Flandes, del Tirol, del Rosellón, de Gocéano (condado y castillo
de Cerdeña; que está bien escrito), de
Cerdeña y de Barcelona, y Señor de Vizcaya y de Molina.
No va más.
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