Le voy a llamar Barrio
Cero de Benidorm porque no sé cómo llamarle; que si Casco Antiguo, que si
Casco Viejo, que si Casco Tradicional. Ni en eso nos
ponemos de acuerdo.
Y todo viene por el Post del 15J
Hace algunos años (marzo 2006) desarrollé una suma de referencias
para la elaboración de un Catálogo de
Tipologías Urbanas para esa zona de la ciudad. El Catálogo, finalmente, no
se llevó a cabo y las referencias que elevé siguen durmiendo el -dicen- sueño
de los justos. En principio, pienso, algo conozco sobre lo que voy a escribir.
Por lo general, el Barrio
Cero este a la que aludo, es el área a la que se asocia la noción de núcleo original -fundacional- de la
estructura urbana de la población que ha llegado hasta nosotros. En ocasiones,
puede llegar a mantener -aún- la estructura
funcional, incluso monopolizar funciones
urbanas superiores y actividades administrativas, bancarias, comerciales,
culturales, de negocio, de ocio y despachos profesionales. Vamos; seguir vivo.
“Los centros históricos son el origen de la propia vida de la ciudad[1]” y mantienen la traza que
ha sobrevivido al devenir de los tiempos, definiendo un callejero repleto de vivencias y creado a golpe de acontecimientos
sociales. Por ello, esos centros, exigen tratamientos para llevarlos a la
conceptualidad actual para que sigan albergando el hueco del corazón que fueron
antaño de la ciudad.
Hasta bien entrados los 50
del siglo XX estos Barrios Cero no sufrieron cambios funcionales en ninguna
parte de España; es más, hasta los 80
los centros históricos fue el centro, aunque fueran degradándose. Eso se debe a
que la ciudad original se fue haciendo a
sí misma entre todos, mientras que la ciudad moderna es diseño de unos pocos.
La ciudad antigua es ejemplo de habilidad integradora; lo que no siempre le
ocurre a la ciudad moderna que polariza esa cuestión.
Recuperar el origen de la ciudad no es cosa de la segunda
mitad del XX. Rafael Sanzio (Rafael
de Urbino; Rafael a secas) ya le pidió (siglo XVI) al Papa Alejandro VI “recuperar el trazado y los lugares la vieja
Roma”. Aquello fue una excepción porque no será hasta el XIX (1883) cuando el Congreso de Arquitectos Italianos reivindique recuperar los viejos
centros históricos e irlos dotando de la funcionalidad perdida.
En España esas ideas no se pusieron en marcha hasta 1915 (legislación sobre Monumentos
Nacionales) y ya en 1924 dieron un
aldabonazo con el Estatuto del Urbanismo Municipalista. Las primeras leyes de Centros Históricos llegarán en
1926 (preservación de Tesoros
Artísticos) y 1933 (legislación
específica amparada en la Carta de
Atenas, de 1931). También
llegará la Ley del Suelo (que
alertaba de que no se matara a los viejos lugares, 1956) y desde 1980
(atendiendo también a la Carta de Quito
de 1967) proliferan las
legislaciones específicas del Estado
español y de las CCAA en una
clara línea del tiempo donde pasamos del
monumento concreto al ámbito general de barrio. Pese a todo esto, hasta el Real Decreto 2329/83 en España hay absoluto desinterés por estos Barrios
Cero que por lo general se fueron degradando, incluso, una década después. En 1995 triunfan ya netamente las líneas
regeneracionistas, aunque, como siempre, hay casos aislados y muy
significativos.
Desde finales de los
80 la mayoría de los Ayuntamientos
tomaron, con mayor o menor efectividad, cartas en el asunto y amparándose en
planes con siglas que nos son familiares -PEPRI[2], PERI[3],
ARI[4] y CHA[5]-
comenzaron a filosofar primero (muchísimo debate teórico, porque no se tenía ni
idea de qué hacer con estos lugares) hasta que se decidieron a establecer catálogos de realidades físicas y -sobre
todos- sociales para estudiar,
valorar y llevar a cabo iniciativas.
Las verdaderas soluciones -que no hacía falta estudiarlas
mucho- llegaban siempre de la mano de las muy necesarias inversiones económicas
(enterrar mucho dinero en el subsuelo y en rehabilitaciones físicas y sociales)
para evitar la degradación, y el problema siempre fue la dotación económica
para transformar aquellos lugares, por lo que la primera iniciativa que se
tomaba, siempre muy barata, fue la de peatonalizar…
para evitar males mayores.
Pero ahí no se acaban los problemas; podemos decir que al peatonalizar afloraban otros problemas que
estaban latentes y larvados, pero no olvidados, y que requerían medidas
urgentes. Hay clamorosos fallos en esto de la peatonalización, pero no
entraremos hoy en detalles…
Contado esto, el Barrio
Cero de Benidorm es mayoritariamente peatonal
aunque mantiene una red de rodadura
para dar servicio de acceso a residentes
y a suministros logísticos. No se trata de una estructura urbana dormida,
es ajena al concepto de Patrimonio Histórico
pero mantiene una importante esencia
cultural e incluso señas y rasgos de
identidad propia. Si bien ha perdido
parte de su estructura comercial arcaica, mantiene una vitalidad residencial importante que se complica ante
la estrechez de la red viaria.
Lo mejor es que tiene todas sus infraestructuras renovadas desde hace década y media y alberga zonas de indudable atracción turística
al tiempo que conviven, con desigual fortuna, zonas de restauración y ocio
nocturno con viviendas residenciales.
Lo peor es que la aplicación inicial de unas ordenanzas municipales de la construcción
sumamente permisivas a lo largo de tres largas décadas condicionó la escala y el paisaje urbano. Grave es que se constante
una laxitud impenitente diaria en el
cumplimiento general de las ordenanzas.
En los próximos días destriparemos este Barrio Cero de Benidorm que unos llaman Casco Viejo, otros le
dicen Casco Antiguo y los documentos lo llaman Casco Tradicional. A ver
si nos aclaramos.
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