Ha llegado a la conclusión de que nuestra Democracia no está
asentada.
Y no ha sido porque unos pocos han podido vender su caduca
mercancía con mitológica habilidad de canis
lupus con piel de cordero tertuliano ajeno al género ovis aries por la que nos está cayendo, sino porque lo que debiera
ser un simple intercambio de cromos
(Juan Carlos por Felipe) se ha
convertido desde las 10’30 de la mañana del plácido 2 de junio de 2014, en
pasto de tertulias y voces de República.
Olvidan los corifeos
que República es un sistema político
fundamentado en el imperio de la Ley -en nuestro caso, la Constitución de
1978- y en la igualdad ante la Ley. Ignoran
-o tal vez no quieren saber que-, insisto, República
es el gobierno de la Ley y Democracia
es el gobierno del pueblo. Y aquí, pese a quien pese, sigue vigente la
Constitución (que tal vez necesite un par de ñapas, por el uso que le hemos dado) que es Ley de Leyes, y es
principio básico en nuestra ordenación la igualdad ante la ley (aunque habría
que afinar).
La
soberanía de la ley, la separación y el control entre poderes, la igualdad ante
la ley, el ejercicio de la ciudadanía (el sufragio), la periodicidad en los
cargos, la publicidad de los actos de gobierno, la responsabilidad de
funcionarios públicos y políticos, la práctica del respecto y la tolerancia y,
finalmente, la idoneidad como condición del acceso a los cargos públicos son la
base del sistema político que se entiende como República. Y,
¿todo eso, con sus más y sus menos (“la
idoneidad como condición de acceso a cargos públicos”, y pienso en algunos
que nos representan), no es lo que nos
hemos dado los españoles?
En la Monarquía, a secas, el monarca ejerce con carácter
vitalicio y, las más de las veces, hereditario. Desde la remota antigüedad,
cuentan, tuvo carácter “quasi divino”.
Hoy, eso, está felizmente superado. Es más, la nuestra es una Monarquía Parlamentaria. Vale que Don Juan Carlos jurara ante unas Cortes
franquistas (ahí estaba Alejandro Rodríguez
Valcárcel, presidente del Consejo de
Regencia, con aquello de “desde la emoción en el recuerdo a Franco:
¡Viva el Rey!, ¡Viva España!”), pero fue, el Rey, mascarón de proa de
esta nave en la travesía por los procelosos océanos de la Transición.
Así pues, teniendo para mí la misma trascendencia el mero
hecho de cambiar la titularidad de la Corona que ayer El Pozo Murcia ganara
ayer al FC Barcelona en el Liga Nacional de Fútbol Sala, no entiendo la mitad
de las cosas que se han dicho hoy sobre la República y esas convocatorias
reivindicativas.
¿No
tratarán algunos -me pregunto- de confundir Monarquía parlamentaria con República presidencialista?
Ya lo dejó dicho Aristóteles: “un motín de gente no es una
República”.
Momento habrá de elogiar (incluso criticar) la trayectoria
del Rey, pero no confundamos la gimnasia con la magnesia… Uy, que esto me lleva a dejar constancia de
que Magnesia es un lugar de Grecia, en la planicie de Lidia, en Tesalia. Allí,
en Magnesia, desde siempre se localiza sin mucho esfuerzo la periclasa (óxido de magnesio) con
propiedades magnéticas (sin llegar al óxido ferroso-diférrico, magnetita). Y cuentan
que en Grecia inventaron esto de la Democracia (Gobierno del pueblo)…
No, si al final va a tener que ver todo esto algo (bastante,
ya verán), con la magnesia.
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