En los últimos días me han llegado hasta a hablar del Turismo durante la II República. Vale, hablemos de los 187.000 turistas de 1931, de
los 202.000 de 1932, de los 200.000 de 1933, de los 191.000 de 1934… y sin
datos ciertos de 1935[1],
aunque se apunta que rondaron los 200.000 turistas. Y claro, contraponiéndolos
con los 19.000 de 1940 de la España “Nacional” (¡qué c… tenían aquellos
turistas!; ¿de dónde c… serían?; Europa estaba en guerra, IIGM), los 31.000 de
1941, los 30.600 de 1942, los 72.000 de 1943, los 34.000 de 1944, los 40.000 de
1945, los 83.000 de 1946 (ya con la IIGM terminada). Bueno, el caso es que
hasta 1949, con 284.000 turistas, la España salida de la Guerra Civil no supera
las cifras de visitantes turísticos de la España de la República. Y los turistas
que recibía España de 1940 a 1946 resultan ser, en su inmensa mayoría,
peregrinos de todo el mundo, estudiantes (principalmente iberoamericanos) y
grupos de invitados; también hubo algún grupo de refugiados adinerados y mucho “despistado”;
pero turistas a fin de cuentas estadísticas.
No hubo color entre una situación y otra, ni en España ni en
Europa. Y no son comparables.
También hay que señalar que hubo “turistas” entre 1936 y
1939 en la España en guerra (en ambos bandos), pero se trataba de “invitados
de propaganda” que acudían a visitar su trozo de “zona leal” y contarlo
después. Eran periodistas, intelectuales y personajes, simpatizantes de la cusa
de turno. Y hubo muchos. El “Bando Nacional” creó las llamadas Rutas
de Guerra que tras la contienda se llamaron Rutas Nacionales muy bien
publicitadas y factibles… si se podían hacer.
Bueno, esos son los datos. Pero he leído incluso criticar,
con datos de la OMT, que hasta 1950 la
España franquista no consiguió más que una modestísima cuota en el mercado
mundial de sólo un 1’8% de los turistas totales… con una Europa de
postguerra, pero esto tiene su aquél. Después de esto yo ya creo que eso es
estulticia pura direccional o bidireccional.
No podemos pasar por alto que entre 1931 y 1949 la economía
española, aunque no tenía dependencia absoluta de la agricultura (que sí daba
empleo al 50% de la fuerza laboral) sí dependía de cómo nos fueran las
cosechas. Y si bien antes de 1939 la industria española (y los servicios) no
dependían absolutamente del mercado interior, a partir de entonces sí; y mucho.
Nuestras exportaciones, durante todo ese periodo de 18 años, eran,
principalmente agrícolas y todo, absolutamente todo, estaba en función de los
ciclos agrarios.
Guste o no, la Guerra Civil empobreció al país y dejó las infraestructuras
de transporte (¡y alojamiento!) bajo mínimos. De las carreteras, hablar poco;
del ferrocarril, ni hablar. Eso sí, desde 1939 España contaba con Reglamento de Alojamiento Hotelero, Reglamento de Guías e Intérpretes y ¡Reglamento del uso de la palara “Turismo”!;
no a todo se le podía poner el sambenito de Turismo o turístico. Turistas,
pocos; pero reglamentos, todos.
Ya en 1942 llegaría el Reglamento
de Agencias de Viajes, el Sindicato
de Hostelería y el Crédito Turístico.
La cosa se empezaba a ver muy clara… en cuanto, aseguraban, pasara la IIGM.
Pero el ámbito administrativo, clarito. De 1948 es el Spain is different
Y triunfaron las democracias occidentales (y la URSS), y
entre 1945 y 1947 llegó el casi total aislamiento del Régimen (bloqueo internacional
decretado por la ONU). Pero se inició la Guerra
Fría y la posición de Vigía de
Occidente recuperó, reconozcámoslo, la tendencia de los “naturales” flujos
turísticos desde 1948; hasta abrimos
las fronteras con Francia cerradas desde 1946. La verdad es que mejoraron los
lazos anticomunistas con los EEUU (1947, enlaces aéreos) y con Gran Bretaña
(1948; se autorizaba a los británicos a visitar España siempre que no gastaran
más de 35 libras por persona y viaje[2]
-como para viajar de turismo a Francia o Italia-). Francia en cuanto se
abrieron las fronteras, no importunaba el devenir turístico.
Una medida muy beneficiosa fue la del “cambio turístico”; los
turistas (y españoles que traían divisas) mediante acreditación con su pasaporte, podían acceder al cambio turístico que era mucho más
interesante que el cambio oficial. En 1949 el cambio oficial de 1 libra
esterlina era de 44 pesetas, pero el turístico se elevaba hasta las 77 pesetas;
el dólar estadounidense, de 10’95 pasaba a 25 pesetas; y el franco francés, de
3’128 a 7’142 pesetas.
Hay un libro básico de aquellos días: “Síntesis de la Economía Española”
(1946); es del economista Manuel Fuentes
Irurozqui donde se apunta a la
recuperación por el Turismo. En el diagnóstico que le hace a la economía
española de entonces sale a relucir la tradicional
incapacidad exportadora industrial, la impredicibilidad
de las cosechas y el continuado y
creciente déficit de la balanza por cuenta corriente. Se necesitaban
divisas a corto plazo porque la economía española estaba colapsada; “en
bancarrota”, se apunta. Fuentes señala que “con un tipo de cambio preferente
el turismo será un gran activo”. En 1949 se adoptaban las primeras
medidas de alta eficacia direccionadas al turismo “por su favorable repercusión en la balanza de pagos y por los
beneficios que reporta a industrias como la hotelera, la de producción de artículos
de artesanía, las artes industriales y otras”.
Benidorm, años 50. Playa de Levante |
En 1959 llegaría
el Plan de Estabilización (21.07.1959);
España ya recibía el 6’2% del turismo mundial y conseguía el 4’3% de los
ingresos con 2’9 millones de turistas… que se concentraban, mayoritariamente,
en sólo 9 de las 50 provincias
patrias, y casi la mitad de aquellos turistas lo hacían en los meses de julio y
agosto. Esto, vemos hoy, reportó impactos en los paisajes natural y humano de
aquél país, que alcanzó a la economía y a la sociología y afectó al tráfico y
al aparcamiento, al abastecimiento de aguas, a la recogida de residuales y
fecales, al suministro eléctrico, a las llamadas telefónicas, a la recogida y
tratamiento de basuras, a la atención sanitaria… ¡a todo! Tanto, que se modificó la estructura económica del
país; primero de las provincias afectadas y al tiempo, a todo el país. Entre 1959 y 1975 España se consolidó como
destino turístico preferido en verano de los destinos de sol y playa, incluso
de la diversión nocturna, con aquella publicidad de las “tres eses” (sun,
sand & sex; sol, arena y sexo) amparadas en el auge de las clases medias y trabajadoras, las vacaciones pagadas y el
aumento de renta disponible, pero, sobre todo, gracias a la revolución de los transportes (charter de avión) y la intermediación del viaje (TTOO)
sin olvidar la proximidad de España a
los destinos emisores y la idiosincrasia
del país.
Es que lo que se encontraba en España pesaba más que la
documentación exigida para entrar en el país. Llama la atención que en 1941 se
necesitara el visado turístico, el
¡¡permiso de salida!! (que expedía
la Policía Española) y el “tríptico”,
un documento que se debía presentar tanto a la entrada como a la salida del
país y en el que se demostraba carecer de antecedentes policiales, que ¡los
propósitos del viaje era legítimos! y que tenía efectuadas las reservas
de hotel. Levanto mucha polémica, pero el caso es que Francia exigía lo mismo y
a nadie le molestaba presentarlo[3].
En 1952 se dejó de exigirse el “tríptico”
a los viajeros aéreos (y el permiso de salida a todos) y hasta 1955, como en
Francia, se le siguió exigiendo a los que lo hacía en sus vehículos.
Ah, y entre 1946 y 1954 se cobraba, en el permiso de salida,
una tasa: 15 pesetas eran de la Póliza de Turismo. (Una tasa turística, vamos).
[1] Cifras
extraídas de “El progreso económico de
España (1850-2000)”, de Leandro Prados (2003), Fundación BBVA y "Sector exterior", en “Estadísticas Históricas de España. Siglos
XIX y XX”; A. Carreras y X. Tafunell, Fundación BBVA (2005)
[2] Valencia
Atracción, nº 164; Septiembre de 1948
[3] Sasha D
Pack. “La invasión pacífica: los turistas y la España de Franco”; Turner Noema
(2009) pág 89
Lo que más me ha gustado es buscar hoteles en estrasburgo, son encantadores y poder dentro lo mejor del mundo, me gustaría poder recomendarles ésta grandiosa ciudad.
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