LOS ALBORES DEL TURISMO…
Y DEL URBANISMO TURÍSTICO
Con
los criterios higienistas del XIX se
ensalzarán las virtudes del Sol y
los ambientes marinos, con lo que la
sociedad giró su atención hacia las playas
y las zonas de costa. Los médicos
comenzaron a recomendar los espacios costeros -por el iodo de la brisa marina-
y el veraneo tomó una componente social.
Como
digo, coincidió el momento de la irrupción del higienismo con el auge de la literatura
romántica y la explosión de las artes
gráficas, que nos acercaron las imágenes bucólicas de las villas romanas, junto al mar, que hacía
relativamente poco que habían comenzado a descubrir los arqueólogos. Y a partir
de ese momento surgieron, con ámbito competitivo con el Imperio Romano, las
primeras construcciones modernas de marcada tendencia turística. Y junto a
ellas, y con mucho mayor arraigo, el saludable hábito por la brisa marina y los
baños de mar: incluso por recomendación médica.
Así,
ya en 1893 se ofrecen con destino a
Benidorm “paquetes turísticos” que permiten estancias organizadas de 12 días, a precios populares, con llegada y
regreso en tren (18 horas desde Madrid a Alicante, a los que sumar los
posteriores desplazamientos en carruaje hasta Benidorm); los llamados “trenes
botijo” hasta Alicante, y desde la Posta de “La Balseta” a Benidorm. Este servicio funcionó hasta 1917,
estimándose que trajo unos 35.000 veraneantes a Benidorm; bastantes más a
Alicante.
El
turismo, el veraneo de entonces, supuso el cambio más trascendental en la
percepción del espacio litoral.
Benidorm
tuvo que adaptarse a este nuevo fenómeno y el urbanismo entró en liza.
Con
el tiempo, la opción del turismo ha llegado a colmatar buena parte del espacio
litoral mediterráneo que inicialmente
tenía muy poco valor, pero ha inducido la construcción de numerosas
infraestructuras favorables a la inmensa mayoría de la población.
La
incidencia del turismo en la construcción costera se produjo en dos etapas claramente diferenciadas: la etapa inicial de los balnearios y la
etapa de ocupación intensiva turístico-residencial. La primera supuso una
ocupación selectiva de la costa, con escaso desarrollo urbano. La segunda es,
esencialmente, la que nos ocupa.
En esta segunda etapa se
percibe la costa como un espacio público natural destinado al disfrute y, sólo muy
modernamente, cualquier actuación que atente contra este espíritu es vista con
recelo por una parte importante, cada vez mayor, de la sociedad.
En el transcurso de un
siglo hemos pasado de leyes que estimulaban la explotación del espacio costero
(entendido como recurso económico) a una nueva legislación protectora con estos
espacios complementada con instrumentos de ordenación del territorio que tratan
de racionalizar y limitar el crecimiento que, a su vez, es el elemento
dinamizador de la economía del lugar.
El
uso turístico de la costa ha supuesto la introducción de nuevos tipos de obras
costeras y la ocupación masiva de espacio creando modelos de urbanismo de costa.
En
realidad, la planificación urbana del
desarrollo costero español surgió de la iniciativa privada y se inició en
Gerona, en los años veinte del siglo XX y en el término municipal de Castell-Platja d’Aro.
Playa de Sa Conca y Bahía de Sant Pol |
En
concreto, en el extremo de Levante de la Bahía
de Sant Pol, en la playa de Sa Conca, al norte de Sant Feliú de Guixols, cuando la
familia Ensesa (Josep Ensesa Gubert
y familia) comenzó la construcción de la Urbanización
S’Agaró, en 1924, bajo la
dirección del arquitecto gerundense Rafael
Masó i Valentí, en estilo novecentista.
El
Hostal
La Gavina es el ejemplo más recordado de la iniciativa de los Ensesa. S’Agaró es hoy todo un símbolo.
Tras
el éxito de S’Agaró, en 1929 se pone en marcha el segundo gran
proyecto español de urbanismo turístico: el Poble d’Estiueig “La Ben Plantada”,
en Reus, obra conjunta de los
arquitectos José Luis Sert y Josep Torres Clavé. Sert era un genio
aristócrata, filocomunista, que aprendió el oficio con Le Corbusier y colaboró
muy activamente en el Plan Masiá de Barcelona.
La
inmediata década de los años treinta trajo la proliferación de estas realidades
de urbanismo turístico en nuestro país.
En
1933 y 1935 se presentan sendos proyectos en la provincia de Alicante muy cercanos a nosotros. Se
trata, en 1933, del Proyecto de Ley para el saneamiento y urbanización de la Ciudad-Jardín
de la Playa de San Juan, en Alicante, que promueve directamente el
ministro Indalecio Prieto. Llega junto a un Concurso
de Ideas para una ciudad satélite de Alicante dentro
de la política de promoción de las playas como centros vacacionales y de
turismo que acomete el Gobierno de la República. Y en 1935 se presentará el Proyecto
de Urbanización de la Playa de El Arenal, en Jávea. Ambos no se terminaron de desarrollar por
una clara falta de visión de conjunto, el conflicto civil que estalló en 1936 y
la incredulidad de los gestores públicos sobre el futuro de la opción turística.
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