Un amigo me pasó ayer noche por WatsApp el horario oficial para el día de hoy, el Día del fin del Mundo. ¡Cachis la!
A las 8’30 AM es el momento de la apertura oficial del Día
del Fin del Mundo. Ya no me daba tiempo a ir a que Serafín me recortara la
barba.
Y de esta guisa me enfrento a la cruel realidad: viernes 21
que es, miro el resguardo de la Primitiva… y tan pobre como ayer. Es, en efecto,
el Fin del Mundo. Me podía haber resuelto la papeleta, con un ERE sobre mi
cabeza.
Pero no me desanimo.
A las 8’45, rezaba el programa, se produciría el
advenimiento del primer tsunami. Y a las 10’00 h se le daba la bienvenida a los
OVNIS extraterráqueos, que a las 10’30 h se marcaban un flashmob al ritmo del Aserejé.
Los siguientes actos eran menores, salvo el de la comida (14’00 h), y luego ya
se complicaba la cosa, a la hora del café mismamente, con la inversión de los
polos magnéticos y el pifostio consecuente. Y luego ya venía, a media tarde, el
acabose sangriento con lío, incluso, de zombies… y hasta teníamos cena de
supervivientes con final apoteósico con regalos de “amigo invisble”. Puag, qué
asco. En fin, pelillos a la mar. En su conjunto, para no perdérselo.
Esto era la última lectura de anoche. Gracias por el envío.
Tenía previsto subir a la Marca Hispánica para acudir a la investidura de Mas… y se me han quitado las ganas.
Esto se acaba.
Y así que, en esas, me he levantado hoy viernes 21 un poco
más tarde que de habitual (esto, dicen, se va a acabar) y viendo que estábamos
a punto de inaugurar oficialmente la cosa con arreglo al programa de mi amigo, nos
hemos ido Putoperro y yo, playa adelante,
con la intensión de subirnos a Sierra Helada para hacer como Patxi cuando sube
a Artxanda para ver cómo se ve Bilbao sin él. Joder, un tsunami es un tsunami y
aquí, misma y directamente, en línea recta, al sur, tenemos una falla de
subducción, en Argelia, en la costa argelina, y teníamos el mar Mediterráneo
cual balsa de aceite. Bueno, nos hemos subido hasta el primer mirador que está
en la revolteta de la calle Alcalde
Manuel Catalán y allí estábamos, cual Patxi en el Artxanda, viendo como los
rayos del sol se abrían paso entre las nubes mientras observábamos el sky line de Benidorm… y ni flores. Ya el
programa ha comenzado mal. A las 9’30 nos hemos bajado, tirando de veguero -faltaría
más, que el puro mañanero abre el espíritu-, y otra vez rumbo a casa. ¡Qué
decepción! Va y no se cumple el principio del programa.
Playa adelante, viaje de vuelta, las gaviotas se estaban
enseñoreando de la arena. A esa hora se distinguía claramente entre el personal
aborigen -y patrio- y el transpirenaico. Estos últimos tiraban de camiseta,
pantalón corto y sandalias; no importa la edad. Estamos a 21 de diciembre y en
el Día del Fin del Mundo mundial, y ellos de tal guisa. Los del lugar, abrigados
como si estuviéramos en la Estación Polar Cebra y nos hubieran mandado a poner
gasoil al generador. Putoperro parece
un yak tibetano; la cosa no iba con él (El fin del mundo de los perros es otro
día). Y, a todo esto, contarles que sólo teníamos 11º; pero el sol no se arrancaba…
de ahí lo del generador y el gasoil.
Cabizbajo y meditabundo seguía mi derrotero -y Putoperro conmigo; faltaría más- y
reparé que la arena está tan alta que no se veía desde el paseo marítimo el
mínimo batir de las olas. ¡Coño!, todo el mundo contándonos que aumenta el
nivel del mar y aquí bajando. Bueno, debe ser cosa de que las marejadillas “suben”
la arena.
Por cierto, frente al Tor Maraya un belén de arena. ¡Cáspita!,
un belén que atenta contra lo planteado por el Papa Benedicto en su libro: da protagonismo a los semovientes
tradicionales del Portal de Belén. En primer plano, con un par, el buey y la mula. Bueno, me ha
explicado el artista que es un recurso para encuadrar al niño en el centro de
la escena, que muy tieso la preside; que él no entra en eso del calor animal ni
en otros planteamientos de la escena. Bueno, vale, allá él con los integristas.
Ah, por cierto, el cartelito de atrás dice: “Comunitat Valenciana. ÁREA SALUDABLE”. Están en todo… y eso que
esto se acaba.
Me vuelvo a casa corriendo que están a punto de dar la
bienvenida, según programa, a los OVNIS. Y el flashmob ese de los OVNIS no me lo pierdo. Los ufólogos estarán
desmadrados.
Y llego a casa, enciendo el ordenador… y hasta la página de
inicio de Google me recuerdan que
hoy termina, o ha terminado, el décimo tercer
Baktún de los Mayas. ¡Jó!, que
hartazón.
Bueno, mientras quede veguero (y Penderyn) hay vida… y tengo
por algún lado un libraco de esos que te regalan por Navidad (y mandas al baúl
del olvido) que hablaba del Código de
Dresde que es, de donde dicen todos, arranca esto. De la última página de
un rollo de más de 3’5 metros y 74 jeroglíficos es de dónde sacan lo del fin
del mundo para hoy. Y es que es una historia de un chasco: el matemático que lo
traduce (para esto han quedado los matemáticos) cree descubrir un tesoro maya
oculto en Guatemala… y va a Guatepeor: el fin del mundo en la última página.
Putoperro me
mira atónito. Yo aquí en la ventana viendo la mañana vestirse de sol… que es el
fin del Mundo. Un amigo me invita a que baje al Lucca-NO (que tiene su historia)
a tomar un vino. Es media mañana; tiempo de ir… por si luego esto se acaba. Putoperro, tú te quedas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario