7 oct 2018

DE ROBIN GRANT: MI CASA ES BENIDORM (y II)


La prodigiosa memoria de Robin Grant comenzó pasada la taurina hora de las cinco de la tarde a desgranar nombres que son historia del Turismo: Aniceto Tisca, los hermanos Enrique y Juan Teixidó y Ramón y Martín Casals, junto a otros destacados emprendedores del nivel de Vicente Guasch, Pascual Mora, José Rosell o José María Caballé. Todos son nombre históricos del turismo y la hotelería que han creado cadenas nacionales e internaciones; y Robin los ha tratado en primera persona y los visto subir como la espuma, pero a golpe de esfuerzo.

Y de pronto su voz se torna amarga: “el 15 de agosto de 1974, quiebra Court Line”. Court Line fue el mayor operador del concepto ‘cheap & cheerfull’ (barato y divertido; que todo está ya inventado) y arrastró a todos los operadores turísticos el día que anunció su quiebra. Robin repite: “el 15 de agosto” que es cuando se conoció, pero el lío se fraguó en la tarde del 14 de agosto.

La verdad sea dicha, Clarksons ya arrastraba pérdidas desde 1971 y representaba el 40% de Court Line, con lo que la matriz ya estaba tocada del ala tras el verano del 73. La Guerra del Yom Kipur (árabe-israelí) de octubre del 73 puso patas arriba el mercado del petróleo y a medio mundo. Egipcios y sirios atacaron por sorpresa Israel (que ya les había machacado en la Guerra de los Seis días, en 1967, y clamaban venganza) y durante cuatro días fueron los reyes del mambo, pero los israelíes contratacaron y en los veintiún días siguientes no sólo recuperaron territorios sino que se plantaron a 100 km de El Cairo y a 32 de Damasco. Intervino la Comunidad Internacional y paró aquello. Pero la humillación militar sufrida por los árabes les llevó a querer castigar a los aliados israelíes con una rebaja de la producción de petróleo. Y como los países aliados de Israel eran la inmensa mayoría de los occidentales, pues... el precio del crudo se triplicó y el del refino se sextuplicó. Resultado: crisis de las economías industrializadas. Israel ni se enteró de la movida económica: tenía pozos en el Sinaí y le salió redonda la jugada.

Sí, aquello ocurrió en 1974 cuando aquí comenzábamos a vivir el ocaso del Régimen y allí, en el Reino Unido, se sumían en el bache que el empecinamiento de los mineros del carbón, en su reivindicación contra el gobierno conservador de Edward Heath, los estaba metiendo. Los británicos padecían el grueso de la crisis con ‘semanas de tres días’ -para poder ahorrar energía; hasta la TV cerraba emisiones a las 22’30 cada día-, y no estaban para vacaciones. El mercado turístico británico se hundió entre el 30 y el 40%.

El caso es que en aquella situación socioeconómica local y global las pérdidas acumuladas por los TTOO asociados a Court Line y la falta de apoyos del nuevo gobierno laborista de Harold Wilson para que la compañía saldara sus cuentas en el negocio naviero, en el que también estaban, hicieron que el 14 de agosto, debiendo más de 7 millones de libras, Court Line proclamaran quiebra y dejaran a casi 50.000 turistas británicos colgados por el mundo y se instara la liquidación voluntaria de las sociedades; los trabajadores quedaron en la calle. Aquello pilló a Robin, con casa recién comprada en Londres y la familia creciendo. El silencio, la atención que le prestábamos, sonaba en la sala.
Robin Grant, junto a José Mª Díez y otros tertulianos en Los cafés del Meliá. (Fotos: M. Ayús)
Pero como dice Robin: “cuando una puerta se cierra, se abre una ventana” y Viajes Interplanet de Benidorm le ofrece empezar desde aquí. Y “con mucha tristeza dejamos nuestra casa de Londres y con siete maletas y un baúl nos vinimos”. Pero recuerda, con tono reivindicativo: “Si todos los hoteles hubieran devuelto a Clarksons los créditos, no hubiera quebrado”.

Y dicho esto, de pronto, la cambia el rictus y la sonrisa vuelve a iluminar el rostro. Se ríe: “reservé en el Hotel Don Pancho tres noches y cuando llegue con todo aquél equipaje en recepción se asustaron; era sólo por tres noches porque enseguida nos mudamos al Playmon Fiesta”.

Y así comenzó Robin Grant a ser de Benidorm.

A estas altura del relato Robin fue una catarata de experiencias y anécdotas de aquél Benidorm de la segunda mitad de los setenta donde las agencias movían viajes, excursiones, cambio de divisas y muchas cosas más. Negocio.

En 1981 se sumó al equipo de Hoteles Servigroup como director comercial y nos contó toda aquella gratificante experiencia, mientras la familia se consolidaba -Pilar y sus hijos Lara, Jonathan y Alex-, en Benidorm. Un Benidorm de “muchas salas de fiesta y hoteles” en una España que vivía “los años del plomo”, en alusión a ETA. Robin ya era uno más de Benidorm y sentía las cosas de España como suyas. Eso sí, o paraba de viajar y comercializar camas.

En 1993 deja Servigroup y encamina sus pasos nuevamente hacia el Hotel Don Pancho y es allí, hablando con Paco Sellés es cuando nuevamente al cerrarse una puerta se abre una ventana. Otro grupo hotelero de Benidorm precisa sus servicios como director comercial y otra vez en órbita. De este grupo pasará a Hoteles Poseidón hasta 2012 en que apuesta por la jubilación, aunque se mantiene en contacto con un mundo al que ha dedicado su vida.

Robin vivió en primera persona la llegada del mercado ruso y no se cansa de elogiar lo mejor de todos con los que ha trabajado en Benidorm: “Caballé y Pere Joan apuestan siempre por la calidad”.

Tiene claras las cosas sobre el Turismo: “El Turismo es como el fútbol. Las normas son las de siempre, pero ahora los jugadores son atletas y derrochan calidad”. “El turismo es el que hay, pero cuando yo llegué había 25 destinos en Europa y ahora hay 2.500”. Y sobre Benidorm es tajante: “Siempre habrá mercado para nosotros; recordad que siempre hemos sobrevivido a multitud de cosas -y las enumeró-; hemos tenido suerte y la tendremos; porque haciendo las cosas bien siempre saldremos adelante”.

Se quejó de que “quizás nos falta implicación a nivel destino” y recordó que “el éxito de un hotel está en la suma de pequeños detalles, pero sólo tienes una oportunidad de crear una buena sensación”. Es consciente de que esto ha cambiado: “hemos pasado del jefe de recepción al comunity manager sin darnos cuenta”. Y critica una cuestión de Benidorm: “el comercio es hoy una asignatura pendiente” y “los hoteles no volverán a superar el 95% de ocupación”. En cuanto al mercado inglés convino con Moncada que “en el último año la libra ha caído un 10% mientras que los precios han subido un 20%” y al Brexit, lo tiene claro: “llegarán al final a un acuerdo; estoy seguro al 99%”, aunque convino con Díez que “el precio del petróleo, la sobreoferta del mercados y la falta de pilotos es más grave que la falta de conexiones”.

Y ahora que la vida de le ha golpeado, un ictus en 2009 y hace nada y menos un poco más cerca, Robin pasea entre amigos, que somos muchos, y se convierte en referente y Wikipedia turística para los que investigamos los detalles de este proceso del Turismo nuestro de cada día.

Nos alerta de cosas a futuro y se muestra tranquilo: “Ir a casa, para mí, es llegar a Benidorm”.

Gracias Robin por tal derroche de memoria y conocimientos.

Alguno te esperaba con kilt, sporran y chaqueta de Argyll… cosas de escoceses, y nos apareciste por la tertulia “Los cafés del Meliá” como un paisano mediterráneo que contempla la obra bien hecha con el mismo entusiasmo que aquel Robin que enseñó Edimburgo a los gurkhas, o el Robin que llegó al Hotel Arcadia, o el Robin se presentó ante el coronel Crosby, o el Robin que llegó a Interplanet, Servigroup o Poseidón. Nuestro Robin.






6 oct 2018

DE ROBIN GRANT: MI CASA ES BENIDORM




Y como viernes que era, pasó a tomar café con nosotros, en el Meliá Benidorm, un escocés de pura cepa que se nos ha hecho benidormer: Robin Grant.

Alguna vez había pasado por la tertulia “Los cafés del Meliá” de la mano del tertuliano y amigo José María Díez; alguna vez compartimos mesa, mantel, café, copa y afable conversación, con ellos dos, Manolo Moncada y yo, pero esta era la gran ocasión porque le teníamos gana a ese álbum de vivencias y anécdotas del mundo del Turismo que atesora Robin Grant.

Del mismo Edimburgo, de la añada del 47 y sexto de diez hermanos, Robin nos pintó su desnivelada ciudad natal de tal forma que creíamos subir la empinada calle Victoria o plantarnos ante Bute House. Incluso nos enfrentamos a cruzar el río Forth en ferry; cuando Robin era niño sólo estaba el puente ferroviario que hoy es Patrimonio de la Humanidad. El Forth Road se inauguró en 1964 y para entonces Robin ya estaba por Londres y por elmundo.

Madre enfermera y padre chófer de un aristócrata: “teníamos lavadora en casa y en el garaje, junto a los coches cajas de té de Ceilán (hoy Sri Lanka), vino y champán”, pero también recuerda Robin el Edimburgo de la “cartilla de racionamiento hasta bien entrados los años 50 para el azúcar y esas cosas”.

Casi entramos con él a aquella escuela que presidía un gran mapa del Imperio Británico; nos reímos con su ingenuidad espontanea de niño: “¡Madre mía, todo eso era nuestro!”. Nos trasladó al Edimburgo engalanado de 1953 y al paso de la comitiva por Princes Street casi vitoreamos a la real pareja. Robin nos hizo partícipes de su emoción en la Fiesta de la Coronación de Isabel II y el duque de Edimburgo y, por fin, supimos cómo comenzó en esto del turismo.

Un mayor retirado del Ejército le pidió a su padre, con quien había servido en Egipto, un guía turístico para un grupo de oficiales gurkhas, nepalíes integrados en el Ejército británico con su emblemático y curvo cuchillo kukri, que asistían al acto y con 12 años Robin ofició de cicerone (que es palabra inglesa, aunque parezca italiana; que se lo pregunten a Joseph Addison en Dialogue on Medals).

Se le iluminaba el rostro a Robin al recodar en aquel Edimburgo de niñez el mítico espectáculo del vaquero Roy Rogers, su caballo “Trigger” y su perro “Bala”. O cuando el Celtic ganó la Copa de Europa, Copa de Campeones que se llamaba oficialmente, en 1967 con la anécdota del salto y la rotura de la lámpara. Justificación: fue el primer equipo británico en ganarla. Eso merecía el cabezazo a la lámpara.

Terminó Robin como funcionario de Hacienda y un recuerdo más a un profesor que tenía siempre sobre el piano The Daily Worker (que era del PC de los EE.UU. y se editaba en Nueva York) y The Times y algo así como que “leyendo los dos te enterarás de las cosas”, aunque la mejor frase de Ronald Stevenson que recuerda Robin es aquella de “si puedes poner en el plato de tu hijo un huevo más, lo harás”, para ilustrar a los alumnos que en ocasiones hay que hacer concesiones frente a tu ideario.

Tras una estancia de tres semanas en Hungría en aquel 1967, antes de que el Mayo francés le diera un vuelco a Europa, en un pub de Londres, en el que completaba el salario, conoció a un guía que trabajaba en España y terminó en Sitges aprendiendo español, por lo que en marzo de 1968 se compró un paquete de vacaciones de 12 días “en el Hotel Arcadia de El Arenal, de Palma de Mallorca y… ya me quedé; al acabar las vacaciones ya estaba trabajando en el hotel”. Recuerda de aquella estancia que “no había ni mantequilla ni mermelada para desayunar; sólo ‘pa anb oli’” y ríe y nos contagia su risa. Entra en liza “un amigo español de Sóller” y al poco, al Torre Azul, “un hotel más grande”.

Pero en esa parte del trabajo del Turismo, en la recepción del hotel, las jornadas eran agotadoras: “doce horas cada día”. Y veía Robin el trabajo de los guías y eso le animó a tocar a la puerta de Clarksons, en Palma, donde le recibió “el coronel Crosby, un militar retirado muy simpático que sabía ‘latín’”. Había trabajo en Alemania, pero no en Mallorca. Un tanto decepcionado se volvió a su hotel; “era un viernes, pero el lunes me llamaron y me incorporé a Clarksons en el Hotel Carolina, en Cala Ratjada”, junto a Capdepera.
Tertulianos en tertulia: José María, Robin, Reyes y Eduardo. (Fotos: Mario Ayús)


Y aquí entra en juego la portentosa memoria de Robin Grant. Nombres, fechas, datos se amontonan sobre la mesa: “el señor Fluixá, dueño de Viajes Iberia, era el duelo del Hotel Carolina; y el director era Tom Gallick”, otro personaje que debería pasar por la tertulia. Y hasta nos contó la aventura de la multa de “dieciocho mil pesetas, una fortuna, que le puso la Guardia Civil por entrar rápido en una curva con peligro de accidente”.

Terminaba la temporada turística y volvía con sus padres y hermanos. Para la de 1969 lo envían a Fuengirola y vuelve la memoria de Robin a señalar rutas, hoteles, personajes, anécdotas y lugares, como “el restaurante Los Montes, en la carretera Málaga-Granada, donde actuaba ‘el chico de Coín’”, su pasión por el flamecno o la breve aventura laboral con la compañía norteamericana ITC que le llevará al Atalaya Park de Estepona y al Estoril -de Estoril, Portugal, junto al casino-, “pero quebró ITC y salí de Estoril, antes de empezar a trabajar, en el primer vuelo que conseguí”. Clarksons lo volvió a contratar e ITC le pagó los gastos.

Aquí, de nuevo en Clarksons, se detuvo Robin en explicar lo que fue aquél grandioso turoperador británico. Que si Clarksons Holidays, que si Clarksons Tours, que si aviones para acá y para allá, que si Alemania o Noruega, Holanda o Austria… hasta llegar a la anécdota del Renault Gordini. Sí, le llamaban ‘el coche de las viudas’; mi padre tuvo uno y a mí me gustaba. A Robin, el suyo, comenzó a echarle humo cerca del aeropuerto de Nuremberg y allí lo dejó. Tomó el primer vuelo y… a los pocos días la Interpol localizó a su familia en el Reino Unido para preguntar si sabían algo de quien había abandonado aquel coche en Nuremberg. Nos reímos por la gracia con la que Robin lo contaba.

En 1972 promociona en Clarksons a Contract Manager y ya la vida le cambia. Se casará al año siguiente, 1973, con Pilar, a la que había conocido nada más llegar a Clarksons, en el Hotel Carolina y fija residencia en Londres. Pero en aquellos años Robin contrataba para Clarksons en Formigal y en toda la Costa Mediterránea… con lo que llegamos a Benidorm… Y eso, y todo lo que traerá consigo la convulsa década de los 70 será protagonista del próximo Post.

Es que Robin es amigo y su know-how no se puede dejar pasar sin la importancia que tiene.