24 ene 2021

INSISTIENDO, ERRE QUE ERRE; DE LA CHINA MANDARINA CON UN MATIZ AMBIENTAL

  

Yo sigo en la línea de que las pandemias vienen del Este, como esta de la Covid19.

Y sostengo que la gripe del 18 -la mal llamada Spanish Flu- llegó con el reclutamiento, por Francia e Inglaterra, de chinos -como mano de obra y auxiliares- que en la primavera de 1917 se cruzaron Canadá y el Atlántico para llegar a los campos de Europa: unos a trabajar en labores agrícolas y otros a servicios auxiliares.

Mark Osborne Humphries, en 2014[1], le puso origen al problema: epicentro en la región de Shanxi (China) y vector de propagación desde el puerto de Weihaiwei[2], en la primavera de 1917, para que en el otoño de ese año se produjeran los primeros casos en Estados Unidos de la “fiebre china”, lo que ya no podía ir dando una pistita del origen de aquella pandemia, que entro en la historia de la contienda un cincelado 5 de marzo de 1918 y que de Canadá pasó a los Estados Unidos casi el mismo tiempo que llegó a Europa.

Y es que, sin abandonar un origen oriental, tenemos otro ítem más en la cuestión -otro más a mi buchaca-.

En aquella Europa metida hasta las cachas en la Gran Guerra, se reporta en suelo francés y en los primeros meses de 1917, un potente brote de gripe y neumonía bacteriana que se había desatado en la principal base de la Fuerza Espedicionaria británica, situada en Étaples, en la desembocadura del río Canche, en Pas de Calais. Allí se llegaron a hacinar a cerca de  cien mil soldados, en pésimas condiciones de habitabilidad, junto a unas marismas donde patos, gansos y otras aves migratorias tenían un hábitat idóneo, que compartían con piaras de cerdos. El paraíso del bestiario en medio del infierno de la guerra.

Las aves, sabemos, son la fuente de la mayoría de las gripes, y los cerdos -contaba Michele Catanzaro en julio último en La Vanguardia- “son unas ‘cocteleras’ en las que distintas infecciones se mezclan y evolucionan con rapidez”. Pues otro minipunto para mi cuestión.

Y es que, hasta la atestada base de Étaples llegaron, desde las colonias francesas de ultramar y para defender la metrópolis, miles de soldados de las llamadas unidades ‘indígenas’ que habían sido reclutados en Indochina, Laos y Camboya (el antiguo reino de Annam, al Sur de China) y resulta que en las reseñas de los oficiales médicos galos se describen ya en las primerías de 1917 cientos de muertes por la “neumonía annamita[3]. ¿Verde y con asas?, ¡alcarraza!

Llegó del Este; nos la trajimos del Este.

Luego, las mutaciones la fueron complicando y la cepa se hizo más mortal. Una variante, surgida en Sierra Leona[4], llegó a Francia a través de soldados británicos y se reforzó en agosto de 1918. Su origen, desconocido; como el de la variante de Massachussets, de por las mismas fechas. Y se sigue estudiando, como fleco de la cuestión. Ya verán como hay vector del Este, chino o conchinchino.

Y ya puestos a meterle presión a la cosa tenemos varios estudios, incluso del Taubenberger del Post de ayer, que echan una pizca de culpa a la virulencia del virus por el empleo de gases tóxicos, en especial del gas cloro, en los campos de batalla de la IGM. Antxon Erkoreka, director del Museo Vasco de Historia de la Medicina, de la Universidad del País Vasco, sostiene en varios trabajos que algunos de los gases empleados en el conflicto “son mutagénicos”. Vamos, que interaccionan con los virus y les llevan a mutar, lo que podría haber promovido su evolución hacia una variante más letal. No todos coinciden con esa posibilidad que, por crear más neblina mayor, dejamos por aquí.

Y a estas alturas del Post nos vamos a la anomalía ambiental, que es el lío que nos faltaba.

A partir de 1916 se produjo una anomalía ambiental que reportó abundantes lluvias, incrementándose en el bienio 1918-1919 y complicándose especialmente con frío. Este reforzamiento ambiental vino a coincidir con las grandes batallas de la IGM/WWI: Champagne (Verdún), Somme, Ypres… donde los gases tóxicos tuvieron también su protagonismo.




Los registros conseguidos corroboran los relatos históricos sobre precipitaciones torrenciales en los healdos campos de batalla, generando un aumento de bajas militares por neumonía y otras infecciones.

Además, esas condiciones ambientales alteraron significativamente los patrones de migración de las aves de los pantanales del Canche (y otros ríos europeos), en especial del Anas platyrhynchos (pato mallard, ánade real, pato silvestre), el reservorio primario para el virus de la gripe aviar H1N1, que sostienen muchos científicos.

La lluvia, el barro y el frío convirtieron aquellos campos de batalla en lodazales inmundos que sirvieron a los corresponsales de guerra para describir el suelo de las trincheras como “tumbas líquidas”.

La anomalía ambiental trajo otra fatal consecuencia: fallaron las cosechas, lo que ocasionó hambrunas que ayudaron a debilitar aún más a la población con penosas condiciones, bajas defensas y paupérrima alimentación.

La coincidencia entre precipitaciones torrenciales y aumento de la mortalidad en las ondas pandémicas se pone de manifiesto a través de gráficas como las que acompañan el texto que señalan morbilidad enfrentando condiciones ambientales y mortalidad por infecciones respiratorias, como ahora mismo también se están estudiando con la Covid19.

Por la anomalía ambiental de lluvias y frío, la migración del ánade real se interrumpió y hubo notables incrementos de población de estos patos silvestres que generaron mayor cantidad de excrementos en sus hábitats, lo que contribuyó a aumentar la carga viral por deyecciones de aves infectadas. Un nutrido grupo de investigadores habla de una tasa de infección, por superpoblación, que pudo llegar al 60% de las colonias de patos mallard, especialmente juveniles, ‘inmunológicamente ingenuos al virus” -señala Lennard Bengtsson en sus artículos-, que permanecieron en los pantanos de Canche, propagando la pandemia.

Y un añadido al problema de base: la exposición de otros mamíferos, especialmente humanos y cerdos, a los cuerpos de agua infectados por lo patos explicarían las conexiones en la transición del virus y su virulencia en determinados casos.

Total, que una anomalía ambiental alteró la costumbre migratoria de un puñetero pato que complicó el problema de un puto virus que, como siempre, nos llegó de China o de la Conchinchina, creando unas condiciones ideales para la supervivencia y replicación del bicho. Así las cosas, no podemos subestimar, a la luz de los estudios, la contribución de un cambio ambiental -y la acción humana- a la morbilidad pandémica en coinfecciones neumocócicas.

Todo está todo muy interconectado.

 


 

PD. Escribí intencionadamente “cambio ambiental” y no “cambio climático”. Ojito al dato.

 

Gráficos, del trabajo de AF More, CP Loveluck, H Clifford, MJ Handley, EV Korotkikh, AV Korbatov, M McCormick y PA Mayowski, The impact of a six-year climate anomaly on the “Spanish Flu” Pandemic and WWI

 

 



[1] Paths of Infection: The First World War and the Origins of the 1918 Influenza Pandemic; M. O. Humphries. SAGE Journals,

[2] Comisariado británico entre 1898 y 1930; tras retornar el territorio continental, la Royal Navy mantuvo el control de la isla de Liugong (frente a Weihaiwei) hasta la invasión japonesa de 1940.

[3] Sostiene John Oxford, virólogo de la Queen Mary University de Londres

[4] Costa occidental africana; colonia británica en 1808 y protectorado desde 1896 hasta su independencia en 1961

23 ene 2021

DE PATOS Y DE MURCIÉLAGOS; DE ESCANDINAVOS Y SINOS

Lo mismo, el lunes 25 pueden ya los de la misión de la OMS, cuarentena pasada, salir de su hotel y comenzar a peinar la guedeja china en busca del origen perdido del SARS CoV2. Que mucho bombo de que llegaron, pero aún están en el hotel, panza arriba, en confinamiento preventivo mientras les espían los emails y les atrezan los escenarios.

Yo, aprovechando el impasse, y he echado la vista atrás para trasladarles una historia de escandinavos y virus.

Comencemos, hilando nuestra historia, por Tollef Larson Brevig, un pastor luterano noruego, nacido en Telemark en 1857, que emigró a los Estados Unidos y allí ejerció como tal. En 1894 el gobierno norteamericano, fruto de un acuerdo con lapones noruegos (samis) para enseñar a los inuit/inupiat nativos de Alaska a mejorar la crianza de rebaños de caribúes y renos, acordó enviarles, al pueblo de Teller (Estación de Renos Teller), un pastor para las necesidades espirituales. Los samis finalizado su trabajo volvieron a la Laponia noruega, pero Brevig y su familia permanecieron en aquel lugar hasta 1917 implicándose tanto en la comunidad -ofició de maestro, médico, jefe de correos y capitán marítimo- que hasta les buscó un mejor emplazamiento, al otro lado del golfo, que en 1919 fue bautizado como Brevig Mission.

Brevig Mission, Alaska (un soleado día de verano)

Brevig Mission, Alaska (el resto del año)

Bañada por el mar de Bering, Brevig Misión fue bandeando los años y asentando población; ahora tiene casi 400 habitantes y aeropuerto (faltaría más). Se ubica en la salida al mar de la cuenca del Imuruk, a más de 65ºN (frío alasqueño), mirando al sur (algo es algo), en la bahía de Port Clarence, frente a Teller.

En 1918 tenía 80 habitantes y entre el 15 y el 20 de noviembre de 1918 la gripe A se llevó por delante a 72 de ellos en una única oleada, dejando solo a niños y adolescentes. Hoy sabemos que el virus les llegó con el correo; la trajo el cartero, en trineo. Y allí se quedó el virus, enterrado con las víctimas en el suelo siempre congelado. Breving Mission entró en la historia de las pandemias en 1918 y en la historia de la medicina desde entonces como testimonio del legado mortal de un virus que la prensa de la época comenzó llamando “de los patos”.

En un Zoom profesional de la tarde del jueves volvió a entrar Brevig Mission en escena con una clara referencia a la “gripe de los patos”, mientras transitamos esta “gripe de los murciélagos”. Y así ha llegado a esta Post el sueco Johan Hultin, nacido en 1924 y formado en la Universidad de Iowa. Hoy, con 95 año, residiendo en California, es toda una celebridad en patología vírica.

En 1950, con 25 años, Hultin quiso dar el campanazo con su tesis doctoral sobre el virus de la gripe del 18 -H1N1- tras haber hablado con el antropólogo Otto Geist quien desde la Universidad de Alaska le habló de la devastación en Brevig Mission; Hultin decidió ir en busca del virus perdido.

Entonces, llegar hasta allí fue una aventura. De Teller a Brevig tuvo que navegar en un esquife de piel de morsa, pero se ganó al consejo tribal y le dejaron desenterrar cuerpos (helados en terreno helado) para investigar. A aquellas 72 personas las habían enterrado 33 años antes un grupo de mineros enviado por el gobierno, equipados con trajes de perforación en hielo, desde Nome, otra población alasqueña famosa por otra epidemia y la desesperada carrera por conseguir la antitoxina diftérica que ha hecho entrar en la historia a perros de trineo como Balto, con estatua en Central Park, y Togo.

Cementerio de Brevig Mission, Alaska (1950)

Hultin, en 1950, tomó muestras de tejido pulmonar de cuatro cuerpos hallados en aquel cementerio de permafrost y muerte congelada. Utilizando durante el viaje el CO2 de los extintores de a bordo, intentó que las muestras de tejido llegaron intactas al laboratorio en Iowa; pero no consiguió su objetivo.

Hultin ejerció como patólogo en varios hospitales de California y desarrolló investigaciones sobre bioterrorismo y trabajos para otros departamentos californianos. En 1997, leyó en Science un artículo del investigador del Instituto de Patología de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos (AFIP), Jeffrey Tauberberger, sobre la caracterización inicial genética del virus de la influenza trabajando sobre muestras de tejido pulmonar de dos soldados fallecidos a finales de 1918 conservada en el Museo Médico Militar en tacos de parafina. Tauberberger había sido capaz de secuenciar nueve fragmentos de ARN viral de cuatro de los ocho segmentos genéticos del virus. Desde 1986 se disponía de la técnica de la reacción en cadena de la polimerasa (PCR) para obtener copias de fragmentos de ADN y así poder identificar virus y bacterias; técnica que Hultin no disponía en 1950 y Tauberberger sí, pero sin virus.

Las pocas muestras de tejidos conservados de aquellos soldados fallecidos en 1918 estaban muy deterioradas, pero con la técnica PCR y buenas muestras se podría conseguir. Nadie recordaba Brevig Mission, salvo Hulting que, con 72 años a cuestas y envidiable vitalidad, escribió a Tauberberger y se ofreció de nuevo a ir a Brevig Missión, como en 1950.

Con los medios técnicos de finales de los noventa, Hultin aterrizó en el aeropuerto de Breving Mission y consiguió las autorizaciones pertinentes y la colaboración tribal. Localizó el cuerpo de una joven inuit, obesa (el exceso de tejido graso protegió la conservación del virus), y le extirpó los pulmones, enviándolos, en equipo adecuado, al AFIP de Washington. Hultin, acabado el trabajo, colocó dos cruces blancas en el helado cementerio de Brevig Mission y regresó a California. A los pocos días le confirmaron que habían conseguido el virus. Hultin lo había logrado; 46 años después había conseguido su muestra.

Johan Hultin en Brevig Mission. 1997. Ante las cruces que puso y que tienen los nombres de las 72 víctimas “de la pandemia de influenza”

Y en 1999, al ser publicado en PNAS por la doctora Ann Reid el hallazgo, se le incluyó como coautor.

Los tejidos de los dos soldados parcialmente conservados y el aportado por la joven inuit localizada por Hultin determinaron que el H1N1 había estado dando vueltas por el mundo entre 1900 y 1915 hasta llegar a la fórmula mortalmente dominante de 1918. Hultin fue galardonado como Alumno Distinguido por la Universidad de Iowa en 2000, y en 2009 se otorgó un Doctorado Honoris Causa en Ciencias. Hultin consiguió en 2009 ser el Dr. Hultin, la meta de 1950.

Todos los trabajos desarrollados entre 2000 y 2020 no han llegado a precisar si es cierto que la del 18 fue “la gripe de los patos”, aunque el análisis filogenético parece indicar que la fuente principal de la NA del virus de 1918 era de naturaleza aviar; pero los investigadores del XXI no han podido determinar aún el recorrido desde la fuente aviar hasta la forma pandémica final del virus.

En esta historia hay también un burgalés, Adolfo García Sastre, catedrático de microbiología de la Escuela de Medicina Monte Sinaí de Nueva York (que ha aparecido en TV en varios telediarios) que es coautor, junto al Dr. Peter Palese, a la hora de reconstruir el virus para investigación; pero eso es otra historia, como la de la anomalía climática que alteró las costumbres migratorias de los patos.

Desde 1918, el mundo ha experimentado otras tres grandes irrupciones de este virus -1957, 1968 y 2009- que fueron muchísimo menos severas y muy localizadas, aunque la de 1957 (H2N2) y la de 1968 (H3N2) dejaron por el millón de muertos cada una de ellas.

 

El Dr. Hultin y su esposa, en la prensa local de California este verano

 

PD. Esperemos que todos a una como ahora estamos y con los datos del equipo OMS en China no tardemos tanto en saber como ha sido la cosa. No sé si queda otro Hultin por ahí; y tanta paciencia.

 


12 ene 2021

DE QUE YA TENEMOS DÍA INTERNACIONAL DE LA PREPARACIÓN ANTE LAS EPIDEMIAS

 

Ya tenemos de todo. Aún estamos lidiando con er bisho, apenas si hemos comenzado a vacunar, y ya estamos de celebración. Sepan que el ‘próximo’ lunes 27 de diciembre de 2021 vanos a celebrar el DíaInternacional de la Preparación ante las Epidemias. Tenemos casi un añito para prepararnos y celebrarlo convenientemente.

España, junto a países tan trascendentes como San Vicente y las Granadinas, Tayikistán, Guinea Ecuatorial, Qatar, Senegal, Vietnam, Palestina y Camboya, ha presentado la propuesta que, tras ser aceptada, consagra el 27 de diciembre de cada año, a partir de 2021, como Día Internacional de la Preparación ante las Epidemias. Bueno, no seamos malvados y digamos que también en la propuesta están Canadá, Corea del Sur (República de Corea; pues la del Norte es la República Democrática Popular de Corea), Nicaragua, Níger y Singapur. La crème de la crème.

Y la cosa está muy bien -por qué no-: el 27 de diciembre, mediante actividades de educación y concienciación, habremos de resaltar la importancia de la prevención de las epidemias y, lo más importante, la preparación y colaboración para darles respuesta.

Colaboración. Esa está siendo la clave. Y los chinos, lo mismo que han anulado toda referencia al laboratorio de Shanghái que contó al mundo la primera secuenciación del SARS CoV2 (hay quien dice que hasta lo han cerrado) han dado luz verde al viaje de la misión de la OMS para investigar el origen de la pandemia y así, la decena de expertos internacionales llegará el jueves 14 de enero, tras meses de preparativos, incertidumbre y desesperantes retrasos.

De momento, dos semanitas de cuarentena a los que llegan no sea que les metan el bicho en el país, lo que son dos semanitas más para poner en orden la cosas y que les cueste más cumplir su misión de “llevar a cabo labores de investigación conjuntas con expertos chinos sobre el rastreo del nuevo coronavirus”.

Recordemos que, en el mes de mayo de 2020 Pekín había accedido a que una misión internacional investigara in situ. Y hasta hubo reuniones preparatorias, desde octubre Y, prácticamente, ocho meses después, los chinos les dan luz verde y aún habrán de esperar la cuarentena en un hotel del país. Vamos, tiempo para llegar a un parto… y parir un ratón. Al tiempo.

Y es que, en diciembre último, uno de los integrantes de la misión, el veterinario alemán Fabian Leendertz, declaraba a la agencia France Press que el objetivo de la misión “no es encontrar culpable a un país o a una autoridad”. ¿Qué pasa?; ¿Qué lo tenemos ya muy claro? A lo que parecen ir es a “entender lo que pasó para reducir el riesgo en el futuro”, lo que entra perfectamente en el espíritu de la conmemoración que habremos de ir preparando para el próximo 27 de diciembre en que seguiremos sin saber nada de nada; ni siquiera de la inmunidad vacunal porque si no agilizamos el ritmo de vacunación, en las próximas uvas vamos a estar como en estas.

En el lío están, aún, los 7º Juegos Mundiales Militares (10.000 atletas militares, de 110 países, en Wuhan, China, 18 al 27 de octubre de 2019). Es que me los sitúan los chinos al mismo nivel que la importación de marisco como origen de la pandemia; que les metimos er bisho en casa con eso de ir a Wuhan a competir con uniforme.

Nosotros, España, en la maleta de vuelta metimos una medalla de bronce; y los Estados Unidos, sólo ocho (3 de plata y 5 de bronce); los chinos se quedaron con 239 medallas, de las que 113 fueron de oro: un ejército de atletas.

También metimos en la maleta amoxicilina, con la que fueron tratados, al menos, dos uniformados españoles que padecieron síntomas de gripe compatibles con el nuevo coronavirus durante su estancia en Wuhan. Y al menos otros dos mostraron dolencias nada más llegar a sus destinos en España. 65 días después de clausurar los juegos fue cuando China alertó a la OMS. En la Academia Básica del Aire, de León, de donde era uno de ellos, hubo un pico de contagios en enero. Un quinto militar, que estuvo en Wuhan, también tuvo su gripazo en el mes de diciembre.

Que se podía investigar si pillaron er bisho; digo yo. Pues se les ofreció -en junio, con pasmosa celeridad- hacerse pruebas a los 167 miembros de la delegación y 148 lo hicieron: 6 dieron positivo en anticuerpos; como otros militares franceses, italianos y suecos. Por cierto, 19 pasaron del tema. Otra irresponsabilidad más.

Al que fueran militares extranjeros los que llevaron er bisho a Wuhan -y en concreto militares yanquis- se acogió, cual clavo ardiendo- el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Zhao Lijian, cuando soltó aquello de “podría ser el Ejército de los Estados Unidos que trajo el Coronavirus a Wuhan” cuando los Juegos Mundiales Militares de Wuhan, en octubre de 2019. Podría ser; lo dejó caer, no los acusó. Y al Global Times, que es el Diario del Pueblo (PCCh) pero en inglés, le faltó tiempo para sacarlo por todos lados.


Esto vino porque el 12 de marzo de 2020, el director del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos, Robert Redfield, en una declaración ante el Congreso de su país, admitió que algunos casos diagnosticados como “gripe estacional” entre septiembre y octubre de 2019 pudieran deberse al Covid. ¡Tate!, fueron ellos; largó el chino.

Y encima estaba rulando lo del Evento 201 (NY, octubre 2019) donde 15 expertos mundiales (ante 130 reputados especialistas) simularon un escenario como el que estamos viviendo ahora, a instancias del centro Johns Hopkins para la Seguridad en la Salud, el Foro Económico Mundial, y la Fundación Bill y Melinda Gates. Concluyeron que la próxima pandemia grave -y la Covid19 estaba en puertas- no sólo causaría grandes pérdidas de vidas, sino que también podría desencadenar importantes consecuencias económicas y sociales en cascada que podrían contribuir en gran medida al impacto y sufrimiento global. Y ahí están sus 7 conclusiones.

El caso es que de hipotéticos cerdos en granjas de Brasil (Evento 201) hemos pasado a reales murciélagos de Mojiang y la manipulación en Wuhan. Y lo que concluyan los expedicionarios de la OMS.

El evento 201 comienza a disminuir a los 18 meses de empezar y con 65 millones de muertos; seguiría activo hasta una vacuna efectiva o con el 80-90% de la población expuesta, con lo que podría quedar como una enfermedad infantil endémica, tratable. Camino llevamos.


Confiemos en que no sea así; pero de momento ya tenemos día para concienciarnos de que la responsabilidad primordial de actuar corresponde a los gobiernos; que la OMS tiene su papel a la hora de coordinar (a ver si se da por aludida y no sigue de quintacolumnista chino); que es básico reafirmar la importancia de la cooperación internacional para responder a las epidemias; que es clave estar preparados para responder lo más rápido y apropiado al virus que sea y que es necesario fortalecer las cuestiones de prevención (aplicando la experiencia adquirida). Que hay que concienciar y sensibilizar a la población mundial de los riegos y las consecuencias que las pandemias traen.

A la vista de comportamientos irresponsables y bandadas negacionistas se entiende que esta es una labor de enjundia; como la de disponer de sistemas de salud sólidos y resilientes. A esto, por cierto, se indica en la resolución que existe un Reglamento Sanitario Internacional que cumplir (desde 1951); que el último, de 2005, entró en vigor en 2007 y es vinculante para todos los países de la OMS; que desde 2017 se tiene en Naciones Unidas como meta común, de enfoque multisectorial, el concepto Una Salud, concebido para diseñar y aplicar programas, políticas, leyes e investigaciones en el que múltiples sectores se comuniquen y colaboren para lograr mejores resultados de salud pública teniendo en cuenta Una Salud humana, Una Salud animal y Una Salud vegetal; incluso Una Salud Ambiental. Por principios, que no quede.

Para ver si cala esto entre la población recuerdan que las pandemias traen pobreza en todas las dimensiones y formas posibles y recurren a la Agencia 2030 y los Objetivos de Desarrollo del Milenio, donde el ODS 1 es el Fin de la Pobreza y el ODS 17 el de las Alianzas para lograr los objetivos. Que el ODS 3 es Salud y Bienestar.


9 ene 2021

DEL TRUMPAZO AL TRUMPISMO

 

El 9 de noviembre de 2016 escribí un post, en este Blog, sobre “el Trumpazo”: la victoria de Trump. Argumentaba que para los europeos había sido una sorpresa, pero para los yanquis no. Citaba entonces a Allan Lichtman, un politólogo y profesor de Historia de la Universidad Americana (Washington DC) -afiliada a la Iglesia Metodista- que había desarrollado un método -Keys to the White House- para predecir si el candidato del partido en el poder (en los EEUU, claro) ganaba o perdía las elecciones: en realidad si se le reelegía o se le botaba, tras la votación celebrada el primer martes después del primer lunes de noviembre.

El método Lichtman utiliza trece factores históricos para predecir si el candidato del partido que ocupa la presidencia ganará el voto popular en la elección para presidente de los Estados Unidos (independientemente de que quien esté en la Casa Blanca sea el candidato). Para llegar a establecer el sistema estadístico que condensa sus 13 cuestiones clave, Lichtman estudió los resultados de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos entre 1860 y 1980, a las que aplicó los métodos estadísticos que utilizaba el geofísico ruso Vladimir Keilis-Borok para predecir terremotos (y no quiero hacer chistes fáciles entre presidentes yanquis y sismología planetaria). Lichtman desarrolló su método y desde 1984 viene clavando el nombre del ganador. Hasta en 2016 clavó el triunfo de Trump -por un error, que descubrió después; y así lo reconoció- y en agosto de 2019 el de Biden. El caso es que Lichtman acierta.

En 2016 contaba yo que todos en el planeta nos habíamos dado el trumpazo; para bien o para mal. Quienes de aquello me informaban -y los cuatro lo han vuelto a hacer-, mis amigos, siguen igual que entonces. Uno, aún no se ha venido a vivir a España -como nos lleva vendiendo la última década-; viene con asiduidad estival y siempre nos promete que en la próxima se queda entre nosotros. Otro sigue destilando esencia de Trump por los poros, aunque ya ha asumido que no ganó y está destrozado por el espectáculo de la tarde de Reyes. El tercero se me enfada porque le comparé los ‘rodea el Congreso’ -los nuestros y el suyo, más violento-, aunque ya ha abandonado la querencia trumpista que nunca le entendí (es ultravioleta y no le pegaba nada su pose). Y el cuarto, conseguido el doctorado, se nos ha vuelto a casa, oficia en la Academia y pasa -pero que muy mucho- de yanquilandia, hasta el extremo de no querer ni hablar del peluquín; lo suyo fue un desengaño amoroso con aquel país, con una chica y con el atar los perros con longanizas.

Todos coinciden: en el ADN europeo no hay capacidad posible para entender el sentir profundo de aquel país. Pero gracias a esa idiosincrasia, me dice el de California, disfrutáis de un espectáculo diario en “los Midia”: Para bien o para mal, ¿qué sería de vuestros noticieros y periódicos sin nosotros?, me dice con arrogancia. Y la verdad sea dicha, desde octubre de 1492 nos va la marcha aquella. Tienen vidilla, son carne de telediario.

De hablar con los cuatro -aunque uno de ellos va de mudito, pero se calienta y larga- deduzco que no ven el problema en Trump, sino en la falta de banquillo republicano, y en el monstruo que han creado, el trumpismo, en un territorio donde todos quieren ser WASP[1]. Y los que lo son, reivindican que lo son. Esto es lo mismo que me contaron hace 4 años.

El que se ha venido passpaña -el mudito- me dice que están tan polarizados como nosotros; por eso en 2018 -en las midterms[2]; algo así como una reválida- los demócratas le dieron la vuelta a la cámara de representantes y hemos tenido a Nancy Pelosi (hoy ya con 80 tacos) hasta en la sopa. ¿Quién no se acuerda de esa imagen de romper el discurso de Trump sobre el Estado de la Unión? (Trump le había negado el saludo y en cuanto terminó, mientras todas aplaudían, ella lo rompió… y Pence hace como que no se entera.

No obstante, coinciden todos, a Trump se lo han llevado por delante sus maneras; que no convencen a todos. Vale que la gestión de la pandemia nos puede parecer (desde aquí) una aberración; pero allí no a todos les parece así. Lo de Floyd es otra cosa. Y es que han sido muchos los que no podían respirar en aquel país con sus maneras. Trump quiso polarizarlo todo y resulta que aún quedan muchos WASP que no quieren ser tan WASP como él. Además, apostó por los Proud Boys[3] (Muchachos orgullosos) y se encontró con que esa deriva le pasó factura. Hay mucha gente que no está por revolucionarse a todo trapo.

Biden, que despierta tanto interés como un apartida de curling en El Aiún, apelando a la normalidad, le ha sacado 7 millones de votos populares y de quicio: 81.231.888 votos (51’38%) frente a 74.223.251 votos (46’91%) que se traducen en 306 votos electorales frente a 232.

Según The Washington Post, Trump ha promediado 23 falsedades por día. A mitad de mandato había acumulado 10.000; en tres años 16.000; y a estas alturas de enero va ya por las 29.500 atendiendo al análisis FactChecker’s de este periódico.

Trump fue (para lo que queda hasta el 20 de enero) el presidente de mayor edad en jurar el cargo; el de mayor fortuna económica; el primero sin haber servido en las fuerzas armadas y sin haber desempeñado cargo público en administración alguna. También le cupo el honor de haber sido el quinto en haber llegado a presidente por voto electoral, tras haber perdido en voto popular[4].

Si tiramos una raya a estos cuatro años de trumpismo resulta que, si bien no ha conseguido construir ni 400 km de su muro de 3.000 en la frontera con Méjico, resulta que ha conseguido que ese país y Guatemala endurezcan sus políticas migratorias y baje la presión en su frontera Sur. Eso, o que los 15.000 agentes de Inmigración incorporados casi en el primer año hacen su trabajo. El programa DACA que implantó Obama ha frustrado sus deportaciones latinas y la cuestión se va normalizando; pero se ha cargado el Obamacare.

En materia económica, heredó una economía fuerte y en expansión y, aún con la que está cayendo, la ha mantenido y mejorado en varios frentes. Por aquí está también la guerra comercial con China y con la Unión Europea y los aranceles; y la evolución de la pandemia, que insufla un cúmulo de incógnitas a esta ecuación socioeconómica.

Estados Unidos se retiró del Acuerdo del Clima y, en mayo último, de la OMS (por su seguidismo de China) en plena pandemia; pero terminará volviendo. Y aunque no entró en conflicto bélico alguno -cosa inaudita en un presidente yanqui- tiene en su haber “operaciones de castigo”.

Bueno, ya habrá quien analice más y mejor el tiempo Trump.

Trump está que se va; ¿y el trumpismo?

 

Viñeta de Ricardo Martínez, en la 2 de El Mundo (09/01/2021)

 

 



[1] WASP (White, Anglo-Saxon and Protestant) es el acrónimo en inglés de «blanco, anglosajón y protestante». Se trata de un término informal, descriptivo de un grupo social cerrado de estadounidenses de elevada posición social, descendientes de británicos y de religión protestante que históricamente ha ostentado el poder social y económico en los Estados Unidos, y es asociado a los estadounidenses blancos que defienden los valores tradicionales y rechazan la influencia de cualquier etnia, nacionalidad o cultura ajena a la suya. Se emplea para referirse a los estadounidenses blancos cristianos protestantes, excluyendo judíos, católicos, negros, asiáticos, eslavos, amerindios, gitanos, italianos, turcos e hispanos.

[2] Elecciones de mitad de periodo donde se eligen los 435 escaños en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, y 33 o 34 de los 100 escaños en el Senado de los Estados Unidos. Además, 34 de los 50 estados de Estados Unidos eligen a sus gobernadores para períodos de cuatro años. Y Vermont y New Hampshire (que los eligen cada dos). También se celebran elecciones a nivel municipal (alcaldes y cargos públicos) y se pronuncian sobre iniciativas ciudadanas.

[3] Organización nacionalista, ​ ​ anticomunista, antifeminista, ​sólo para hombres, con vínculos con supremacistas blancos, que se involucra en la violencia política.

[4] Como los presidentes Adams (6º Pte; 1824), Hayes (19º; 1876), B. Harrison (23º; 1888) y George W. Bush (43º; 2000)

6 ene 2021

DE LA CUESTIÓN Y DELPUÑETERO ORIGEN DE LA CUESTIÓN

 

 

Vaya por delante que este Post sólo es un cúmulo de reflexiones sobre esa quimera diaria de procurar estar al tanto de la información.

Por ello les cuento que, a los pies del Himalaya -en China- se ubica región de Yunnan; la China menos conocida, rica en minerales y otras cuestiones que no hacen al caso. En Yunnan (que es más grande que Alemania o Japón y pelín menor que Paraguay) se encuentran localizaciones tan dispares como Shangri-La -(James Hilton y sus Horizontes perdidos) con el gran monasterio tibetano de Sumtseling (s. XVI, ‘el Potala de Yunnan’) que a menudo es comparado con el palacio de Lhasa- y, aquí es donde voy, una vieja mina de cobre, abandonada, en Mojiang (que también es un rincón grande como un disgusto).


Este primer lunes de enero, el portavoz chino del Ministerio de Asuntos Exteriores Hua Chunying volvió a sacar a la luz a Matthew Pottinger, asesor adjunto de Seguridad Nacional de los EE.UU. que desde junio -recordemos- viene diciendo que este virus tiene su origen en la manipulación de otro hallado en abril de 2012 en trabajadores de una antigua mina de cobre fallecidos por una neumonía que, si en un principio se apuntó a fúngica, resulto de origen viral. Pottinger dice que se escapó del laboratorio de Wuhan, donde ‘trabajaban’ con el virus primigenio hallado tanto en murciélagos como en los mineros muertos. Para los chinos, “se trata de una mentira sobre un rumor de baja calidad” (del comunicado oficial).


Y en occidente llevamos ya una semanita dándole cuerda a la cuestión: un equipo de Associated Press que se fue a comprobar la veracidad de la cuestión a China fue interceptado en Mojiang y no ha podido sacar conclusiones fuera del país.
 Desde China se limita la información, se impide el acceso y se cuestionan las informaciones. ¿Esa mina encierra el origen de la cuestión? Varios Medios han referido la cuestión en los últimos días de 2020; en el argentino Clarín se puede leer sin las complicaciones de la lengua de Chéspir).



La OMS, el etíope Tedros Adhanos, colgaba un tweet en la tarde de ayer martes mostrando su decepción por los retrasos en los permisos de entrada para quienes tienen que ir a China a “encontrar” el origen del SARS CoV2 este de las narices que muta y remuta. Ahora sabemos -la cepa inglesa- que el aminoácido 501 (en realidad un cambio de aminoácidos en la posición 501: asparragina por tirosina) tiene una mayor interacción molecular con el receptor ACE2 (la enzima que le abre la puerta a la célula al virus para que infecte a sus anchas), lo que ha disparado los contagios.

Y necesitamos cuanto antes tener todas las claves del virus y posibilitar que las vacunas actúen en consecuencia. Gracias a las vacunas ya hemos erradicado del planeta varias enfermedades. Hay que trabajar en ello.

Y respecto ‘ar bisho’ que nos ocupa, un hecho que parece cierto -y mientras los chinos sigan así irán engordando más, hasta quedar requeteprobado- es que en abril de 2012 una neumonía acabó con la vida de tres o cuatro mineros -o exmineros (no se nos ponen de acuerdo)-; atacó a media docena, pero los dos más jóvenes la superaron sin problema. Y, hasta ahí, poco más del asunto.

¿Trabajaron los chinos con ese virus?

Sobre esto ya hay más literatura que en los 21 kilómetros de estanterías de la Barnes & Noble, frente a Union Square, de Nueva York. Artículos y papers por doquiera que busquemos.

Han entrado en el cuerpo a cuerpo de la información científicos y personajes del nivel de George Gao Fu (Centro de Control y Prevención de enfermedades chino), Shi  Zeng-Li (viróloga de Wuhan, llamada por los entendidos Batwoman), Monali Rahalkar (microbióloga del Aghakar Research Inst.), David Relman (Stanford College of Medicine), Alina Chan (bióloga del Inst. Broad, del MIT, y de la Univ. de Harvard), Jonna Mazet (Univ. California-Davis), Linfa Wang (Escuela Duke-NUS, de Singapur), Bi Yuhai (Academia China de Ciencias), Alexander S. Kekulé (Inst. de Bioseguridad de la Univ. Martin Luther King, en Halle-Wittemberg), el genetista israelí Ronen Shemesh, Nicola Petrovsky (Facultad de Medicina de la Univ. Flinders, en Adelaida, Australia), Ruan Jishou (Univ. Nankai, de Tianjing, Li Hua (Univ. de Huazhong, en Wuhan), Declan Butler (periodista científico de Nature) y muchos más -que obvio para que esto no parezca un listín telefónico- para dejar claro que unos por otros, la casa sin barrer.

Entre los chinos, ganas de confundir; muchas. Que si con el nombre que identifica al virus primigenio, para complicar la investigación; que si con el paciente cero (del mercado), que si con la paciente cero (del laboratorio de Wuhan, de la que se procura no hablar), que si tapatín, que si tapatán. Siempre, excusas de mal pagador. Pero es que hay tanta gente investigando por en medio que al final el virus ‘primigenio’, lo llamen como lo llamen, ha quedado identificado y ese más del 96% de coincidencia pesa mucho. Luego, con las fechas, los chinos han seguido enturbiando. Aclarado y aceptado (más o menos) lo de abril de 2012, resulta que desde 2015 han ‘estado trabajando’ con él -con ‘er bisho’- en el laboratorio de Wuhan. Esos trabajos parece que han tenido como denominador común aquello de “infectar más y mejor las células humanas”. ¿Para qué? Pues parece que “para establecer -o anular- el llamado ‘eslabón perdido’ trabajando en ‘el sitio de escisión de la furina”. La furina es una proteína (que todos llevamos ‘de serie’) que le facilita al virus el camino infectivo.

El caso es que con lo que se cree que era el virus del murciélago de la mina de Mojiang y un virus viable recreado a partir de un genoma sintético para estudiarlo bien han creado al monstruo que se escapó; y no cuando ellos dicen. Lo de la cajita de pescado congelado que les llegó de fuera (Dr. Bi Yuhai) es ya de chiste cuando pesa mucho la cuestión de si “la recombinación del virus fue inadvertida o consciente”. Se les ha ofrecido esa salida a los chinos, pero es que niegan la mayor a pesar de que ya en 2013 informaron de la capacidad del virus con el que trabajaban en Wuhan de infectar a humanos a través de la ACE2 que es la misma clave que utiliza ‘er bisho’.

Total: que sin dejar operar al equipo de periodistas que fue allí a investigar e impidiendo la llegada del equipo de médicos de la OMS, pues… verde y con asas, alcarraza.

De momento, por aquí, esperando que aprueben la vacuna de Moderna, que la fabriquen (acabado y llenado de los viales) los de Rovi (en Madrid) y tengamos un plan en condiciones para inyectarla.



Da cuenta hoy El Economista de un estudio de Boston Consulting Group donde se dice que “España ha sido el último gran país en preparar una campaña de vacunación y en adoptar una estrategia clara”. Da cuenta El Mundo, hoy también, del particular reparto de dosis: ¿Por qué Cataluña, con el 15’9% de los mayores del primer grupo de vacunación, concentra el 16’8% de las dosis y Madrid, con el 13’1, recibió el 12’4?; ¿O la Comunidad Valencina, con el 10’7% de los mayores, el 8’5% de las dosis? ¿Tiene esto una explicación?, pues que nos la den.



Yo es que me acuerdo de que en una mañana nos vacunaban a todo el colegio; y en La Inmaculada de Alicante éramos un montón. Y en la mili, a dos bandas, se hacían todo un CIR en una sentada. ¿Cómo se puede tardar tanto en hacerlo?

Hoy sabemos que difteria, tétanos, tosferina, poliomielitis, sarampión, rubeola, parotiditis, varicela y papiloma humano son enfermedades -varias de ellas víricas- que se considera que han sido erradicadas. La Viruela, también; era la gran enfermedad infecciosa del planeta y desde el 8 de mayo de 1980 la OMS la considera erradicada. Hay vacuna hasta para la gripe. Desde que en 1948 se instaló en Londres el Centro de la Investigación de la gripe (WIC) hasta el desarrollo de la Red de Vigilancia Mundial de la Gripe (GISN) ha pasado mucho tiempo y se ha conseguido una vacuna que, aunque no la ha erradicado (aún), todos reconocemos que es eficaz. ¿Y si entre todos aplicamos un poquito de por favor -¡Oído, China!- y conseguimos toda la información para atacar eficazmente ‘er bisho’?

Por cierto, que la apuesta española por la vacuna, a través de los trabajos del CSIC, parecen bien posicionados, aunque tardarán un poco. Un virión sintético (un virus creado en laboratorio y sin capacidad de reproducirse al introducirse en una célula) dará el pego y combatirá al SARS CoV2 de las narices.

1 ene 2021

DE 2021... Y LA MASCARILLA... QUE LLEGÓ PARA QUEDARSE...

 

El problema de los años, como este de 2021 que acabamos de comenzar, es que, como en el arte de Cúchares[1], hasta el rabo todo es toro. Por delante nos quedan, cuando menos, 364 días y 6 horas. Y puede comenzar el año entrando bien al trapo… y salir de cada lance revolviéndose de pitones, como en 2020.

¡Que buen principio el de 2020!; ¿se acuerdan? Íbamos navegando a toda vela y el océano y los vientos nos eran propicios. Menuda singladura aventurábamos. La velocidad de la nao en el mar sólo la limita la eslora de la embarcación -por aquello de la ola de proa y la ola de popa y la situación de empuje- y llevábamos hace hoy justo un año, una excelente deriva y un buen barco -España-, aunque con serias dudas sobre quién iba a la caña.

Al poco de comenzar a navegar el 2020, se nos presentó la tormenta perfecta -que sólo habíamos vivido en las películas- y nos pilló el toro sin los deberes hechos y con ínfulas de autosuficiencia. Al primer quiebro que nos hizo el morlaco 2020, descubrimos que habíamos dejado las industrias esenciales relacionadas con la medicina, desde la más elemental a la más compleja, en manos de chinos; y nos hicieron quedar como ellos en el imaginario popular. Engañados como chinos. ¿Sabremos algún día lo que pagamos y lo que nos colocaron?

Los analgésicos y las mascarillas han sido las cuestiones determinantes.

Con esta, he saludado yo al 2021

Ellos -los chinos- y sólo ellos las fabricaban en cantidad suficiente y precio asequible. En particular, ahora, la N95 inventada por el taiwanés Peter Tsai en 1992 para los trabajadores industriales. Se convirtió, junto a la ‘quirúrgica’, en la más demandada.

La N95 triunfó porque resultó muy eficaz, nada más comenzar el siglo XXI, ante la tuberculosis y en 2003 frenó el SRAS[2]; todo el mundo recomienda la N95, sin olvidar la más llevadera quirúrgica.

Ya hemos vuelto a fabricar mascarillas en la vieja Europa desde hace unos meses. Porque las tenemos que usar a diario y tanto depender de China nos ha salido caro.

Fueron los japoneses los que empezaron a usar las mascarillas de manera diaria en 1917 con los primeros espasmos de aquella gripe que llamaron ‘española’ y que se manifestó en 1918. Pero las ‘inventaron’ los chinos cuando la Gran Peste de Manchuria de 1911 (que ya se manifestó en 1910). La enfermedad -la peste- fue identificada por médicos rusos en cazadores de marmotas; la propagación, aérea, por los chinos.

La primera solución, el uso de mascarillas, lo implementó un médico malayo formado en la Universidad de Cambridge; el primer estudiante de etnia oriental en esa universidad. Wu Lien-teh, que fue requerido por la Corte Imperial China para dar respuesta a la crisis sanitaria. Y la dio.

El doctor Lien-teh, con la experiencia de la peste china de 1855, determinó que la transmisión era por vía aérea y para evitar contactos físicos prohibió los entierros, ordenó quemar cadáveres -y las casas donde se hubiese producido una infección y contagios-, estableció confinamientos y cuarentenas obligatorias (hasta utilizó vagones de ferrocarril para confinar), restringió los viajes y obligó a usar mascarillas de tela. Y hasta convocó la Conferencia Internacional sobre la Peste de abril de 1911, el primer gran evento de este tipo que reunió a un equipo internacional de científicos preocupados por el control de las enfermedades. Esta es la idea embrión para la OMS, tras la IIGM.

El éxito de Lien-teh para contener la infectabilidad fue utilizar la mascarilla quirúrgica de occidente de por aquellos años, de tela, reforzando sus capas con algodón y otros tejidos: la llamaron máscara ‘antiplaga’.

En Europa, desde el siglo XVI, utilizaban mascarillas los llamados ‘médicos de la peste’ a instancias de Charles de Lorme, médico que fue de los Medici y de los reyes de Francia Enrique IV, Luís XIII y Luís XIV. A él se le atribuye el primer EPI o uniforme médico para luchar contra esta plaga: sombrero, abrigo largo hasta los pies, botas de caña alta, guantes, anteojos, vara (para tocar) y máscara “con nariz de medio pie” (unos 15 cm) para proteger de la miasma[3]. En ella se introducían gasas con hierbas, ungüentos, vinagre y triaca[4] para que hicieran de filtro.

En el siglo XIX había evolucionado la mascarilla y se empleaba la que el bacteriólogo e higienista Carl Flugge había pedido confeccionar al médico polaco Jan-Antoni Mikulicz-Radecki: consistía en una compresa de muselina[5] para la nariz y la boca.

En 1911 triunfó la propuesta de Lien-teh que mejoró las iniciativas occidentales.

 Naturalmente que hubo quien no creyó en la eficacia de la mascarilla del malayo. Se cuenta el caso del médico francés Gerald Mesny que le fue a decir que aquello de la utilidad de la mascarilla era un cuento chino… y  Mesny, en Manchuria, se contagió y murió a las primeras de cambio.

Ante el éxito de la mascarilla se desató la fiebre de mejorar el invento, pero ninguna otra mascarilla superó la ecuación eficacia/coste de la de Lien-teh. Y hasta ahora.

Se popularizó la mascarilla de Wu Lien-teh cuando la gripe del 18, pero a partir de 1921 se olvidó. Entonces, en 1923, cuando el desastre de septiembre en la isla de Honshu, en el área Kantó (Tokio, Yokohama, Chiba, Kanagawa y Shizuoka), con una secuencia terremotos, tsunamis e incendios -aire irrespirable y devastación- se consagró el uso de la mascarilla entre la población japonesa que, de nuevo ante la gripe asiática de 1934, terminó imponiéndose y por aquellos lares -antes de la Covid19- por lo de la contaminación del aire en las ciudades es de lo más habitual a diario.

La mascarilla de Tsai, la N95, es digna heredera de la de Lien-teh y de la tecnología que fue apareciendo tras las guerras mundiales y las aplicaciones de nuevos tecnologías y textiles. Y en especial del amianto y de la salud de los mineros en los Estados Unidos.

Y aquí entra la compañía Minnesota Mining & Manufacturing, la de las tres emes -3M- ;la inventora del papel de lija y la cinta adhesiva; y del post-it y del estropajo Scotch brite, etc., etc. En 1961, a partir del diseño para un sujetador femenino, de una copa de aquellas, salió la primera máscara burbuja. Al poco, la Oficina de Minas de los Estados Unidos se implicó con 3M en la mejora de esta propuesta y se fue avanzando en conceptos y tecnología de filtrado para operarios de la minería y la industria.

Pero esa, como siempre, es otra historia

Y, aparte de la mascarilla, lo que nos trae este 2021 es incertidumbre a raudales.

Incertidumbres sobre mil y una cuestiones, porque con unas simples gotas de raciocinio nos damos cuenta de que no salen las cuentas entre viales, personas, fases y calendario vacunal para que todo se nos arregle; que aún queda mucho por delante. Pero lo vamos a lograr.

 

 



[1] En honor y recuerdo de Francisco Arjona,‘Cúchares’; como al rejoneo se le llama el arte de Marialva en honor y recuerdo de Pedro José Alcántara de Menezes y Noronha Coutinho, IV marqués de Marilva y en cuya memoria lucen los caballistas portugueses, en su casaca -a la federica-, un lazo negro en la espalda en señal de duelo.

[2] Síndrome Respiratorio Agudo Severo, neumonía atípica causada por el coronavirus SARS-CoV que apareció por primera vez en noviembre de 2002 en la provincia de Cantón, en China.

[3] Efluvio dañino que se decía desprendían los cuerpos enfermos, las materias en descomposición y las aguas estancadas. La Teoría Miasmática, formulada por Thomas Sydenham (1624-1689) y Giovanni María Lancisi (1654-1720) sostenía que el conjunto de emanaciones fétidas de suelos y aguas impuras, eran la causa de enfermedad. Obviamente, la teoría ha quedado relegada y sustituida por la Teoría microbiana de la enfermedad.

[4] Preparado polifármaco compuesto por varios ingredientes distintos (en ocasiones más de 70) de origen vegetal, mineral o animal utilizado en botica desde el siglo III aC hasta el XVIII.

[5] Tela fina de algodón que se creía originaria de Mosul (Irak), aunque su origen se sitúa en lo que fue la región india de Bengala, hoy Bangladesh.