9 ene 2022

DE UN VERMÚ DE BABY BOOMERS

 

En una pugna sui generis[1] de víspera de Reyes entre el amigo Carlangas (que se nos vino de vacaciones a la Terreta[2] con su Miró Gran Reserva) y yo (y mi Valdespino) creo que he salido ganador en la primera competición espirituosa de 2022; esta vez sobre licorosos vinos compuestos y fortificados (alias vermut/vermú). El jerezano, sinceramente (y me lo ha reconocido Carlangas), ha ganado esta partida; y eso que Cataluña -y Reus en particular- presume y con fuerza de ser la cuna del vermut español. Esta vez, Carlangas ha mordido el polvo[3].

Y, lingotazo viene, lingotazo va, nos hemos puesto a hablar de cosas peregrinas, al sol de Levante, y ha salido a relucir el artículo de Javier Arroyo, en El País (4 de enero de 2022)[4], dando referencia a la investigación de Miguel Ángel del Arco -profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Granada- que, asegura, “compromete” dice Arroyo, los mitos del primer franquismo. Concluye que fue un relato falso… A buenas horas, mangas verdes[5] con lo de la “pertinaz sequía” y otras zarandajas.

La pertinaz sequía del franquismo duró apenas un año. El aislamiento internacional fue mayoritariamente voluntad del régimen y los desastres de la guerra no fueron tan grandes como para no poder remediar los llamados años del hambre en España, una década larga en la que muchos españoles vivieron en la miseria y con serias dificultades para comer”. Esto es pasarse varios pueblos sin mirar registros pluviométricos, tablas de producción y exportación y los recortes de celuloide de la época. Eso sí, “La dictadura siempre encontró razones externas para justificar el desastre, pero, como explica Del Arco, los motivos estaban siempre dentro, en sus propias decisiones”.

Por ello, lo que sí que habría que señalar es que ¡ni tanto, ni tan calvo, que se le vean lo sesos!, (que es como termina el dicho).

Vale que se ha explotado mucho respecto a la autarquía[6] lo de la “pertinaz sequía” -como causa de la baja producción agraria e industrial, los frecuentes problemas de abastecimiento, incluso energético, y todo lo demás que provocaron “los años malos”/”los años del hambre[7]”- pero ya con la perspectiva de los años vividos (estudiados a fondo y analizados al detalle) todo lo escrito, dicho y repetido sólo evidencia que el país estaba hecho unos zorros desde que comenzó el siglo XX y máas tras la guerra del 36; y que los dirigentes políticos -y es lo principal- no fueron capaces, durante mucho tiempo, de enmendarle la plana a la situación y taponarle tanta vía de agua al barco patrio para que navegara en la tempestad de los tiempos. (vaya, absurdamente poético).

El caso es que salimos adelante a costa de muchos sacrificios y sin sabores casi siempre por la base de la pirámide. Y héteme aquí que estábamos en enero de 2022, con la que está cayendo, hablando de esto, sorbo a sorbo, en la hora del vermut.

Por hablar, Carlangas y yo hemos hablado hasta de las cartillas de racionamiento. Sí, dos baby boomers[8] que no tenemos ni repajolera idea de aquella etapa, por edad. Vale que hemos leído, escuchado algún relato -la procesión va por barrios y no fue lo mismo en unos lugares que en otros- o mediatizado alguna situación -incluso estudiado-; pero no la sufrimos. Mi padre, largo nonagenario, no quiere ni hablar de eso.

Pero el que Carlangas no supiera que lo del racionamiento en España comienza cuando la Junta de Defensa de Madrid lo aplica en el otoño de 1936[9] y que fue el Gobierno de Largo Caballero quien lo terminará instaurando, mediante decreto de 5 de marzo de 1937 (que publicará la Gaceta de la República el día 7 -Art. 1º: Se crea en todos los Municipios de la España leal la tarjeta de racionamiento familiar-) me ha dejado tocado. Sí, a partir del 39 y hasta el 52, la cartilla fue el pan nuestro -y nunca blanco- de todos los españoles, pero comenzó en el 36 y en el Madrid de la República.

Y así, resulta que, mientras la España leal tenía problemas de abastecimiento y distribución, la España rebelde, en principio, no sufría ni escasez, ni racionamiento, ni hiperinflación. Sí, se inventó lo del Plato Único[10] y lo del Día sin Postre[11] bajo la clave de disminuir las raciones y destinar ese dinero (por parte de las familias) a subsidios. Michael Seidman[12] concluye que “los nacionales… evitaron la escasez que afligió a sus adversarios republicanos”. Es más, alude a la propaganda: los nacionales se jactaban del “pan blanco de Franco, sin adulterar” y así llegaron los bombardeos con pan blanco del otoño del 38 sobre Madrid, Barcelona y Alicante: Un golpe durísimo a la ya tambaleante moral republicana, señala Seidman.

Y el racionamiento llegó a todo el país en mayo de 1939; y duró hasta 1952[13]. Y fue una práctica habitual de los años cuarenta, hasta la llegada de la década de los cincuenta en buena parte del mundo; no sólo en España. En algunos países se prolongó hasta 1958[14] y ni siquiera los EE.UU. se salvaron del racionamiento.

Y a lo que íbamos, la ‘nueva España’ comenzó con hambre; nadie lo pone en duda.

Una Orden del Ministerio de Industria y Comercio de 14 de mayo de 1939 estableció un sistema de racionamiento de artículos esenciales para asegurar el abastecimiento. Un posterior decreto de 28 de junio de 1939 fijaría las cantidades que serían entregadas a precio de tasas y que serían distintas si se trataba de un hombre adulto, mujer, menor de 14 años o persona de más de 60 años. La degradación del nivel de vida en la década de los 40 fue tal, que asegurarse la subsistencia se convirtió en una auténtica lucha diaria para la mayoría de los españoles, un extraordinario esfuerzo de tiempo, recursos e imaginación. La prensa era la encargada de publicar la ración diaria de cada producto, así como los lugares para conseguirlo.

Un problema añadido es que con la cartilla y la posguerra nació en España una separación de clases sociales manifestada en cartillas de 1ª, 2ª y 3ª que fijaban la cantidad diaria o semanal que correspondía a cada persona, y aunque al principio fueron familiares, terminaron siendo individuales (1943) con el objetivo de llevar un control más exhaustivo del reparto. Pero aquello tampoco hizo que la situación mejorara. Hasta los cigarros (de picadura) también fueron racionados y tenían una cartilla aparte. Y un masclet[15] final: el racionamiento no cumplió su función casi nunca.

La cuestión clave radicaba en la necesidad de que el sector primario abasteciera al país y para ello eran precisas una serie de reformas del agro y disponer de infraestructuras hidráulicas que desde los primeros compases del siglo XX eran asignaturas pendientes; La reforma agraria nunca se produjo; las obras hidráulicas terminaron por nombrar a Franco “Paco ‘el rana’” porque saltaba de pantano en pantano (inaugurando obras).

El problema de la tierra nos viene de atrás. Desde el siglo XVII el Consejo de Castilla acumulaba expedientes denunciando el lamentable estado la agricultura y la tenencia de la tierra. En 1777 Campomanes[16] urge a la Sociedad Económica de Madrid a analizar aquellos expedientes y dar soluciones. Así llegamos al Memorial ajustado en el Expediente de Ley Agraria (1784, en el que interviene Pablo de Olavide[17], muy centrado en la reforma agraria de Andalucía) y al Informe en el Expediente de la Ley Agraria (1795, de Jovellanos[18], realizado de destierro en destierro) y así discurrimos el XVIII, leyendo, para llegar al XIX en que, sobre todo en el último tercio, se multiplicaron los proyectos reformistas en busca de mecanismos capaces de corregir las tensiones sociales -nunca una reforma agraria-, pero los proyectos nunca se aplicaron. Y -si quieres que algo no se realice, crea una comisión- la Comisión de Reformas Sociales, en 1902, en un alarde de inteligencia convocó un concurso sobre ‘El problema agrario[19]’ con el que ni trataba de buscar transformaciones radicales de las formas de la propiedad, ni de proponer fórmulas que alteraran la precaria estabilidad de la estructura social; pretendía buscar -una vez más- un sistema que permitiera evitar los conflictos. Y así transitamos décadas hasta que la II República desarrolla la suya. En el tránsito, la preocupación por la mejora de la agricultura se canalizó entre lo técnico -políticas hidráulicas- y lo paternalista -propuestas de colonización y repoblación interior-; con lo que el problema de fondo seguía se resolverse. Llega entonces la II República y considera como objetivo primordial la redistribución de tierras y el asentamiento en ellas de los campesinos. Ramón Tamames, en 1980, sostenía que la Ley de 1932, en lo que se refiere a sistemas de expropiación e indemnización, “no resulta muy avanzada para su tiempo si se compara con otras leyes de la Europa de los años 20 realizadas por gobiernos conservadores” y a pesar de eso no salió bien parada. Es que era romper con siglos y siglos de estructura y servilismo.

Terminada la Guerra Civil, la política del nuevo gobierno vuelve a la reforma técnica y el Instituto Nacional de Colonización (INC, 1939; creado para enfrentarse a la cuestión agraria[20]) sigue su marcha técnico-paternalista hasta que en 1971 se da carta de naturaleza al Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario (IRYDA; 1971-1995) el que vuelve a la idea de que “reformar no es más que desarrollar y desarrollar es producir[21]”. Y, por en medio, leyes como la de 1949 que combinaba legislación de la Italia fascista con propuestas del New Deal de Roosevelt para los regadíos del Valle de Tennessee[22]. Incluso (1953) la Ley de Fincas Manifiestamente Mejorables como maquillaje del régimen de cara al exterior. Pero lo que funcionó fue el proceso de colonias que cambió el campo español: del millón y medio de hectáreas de regadío que se contaban al acabar la guerra civil se pasó a los tres millones al acabar el franquismo, pero, como señala Gómez Benito[23], solo un tercio de ese millón y medio de hectáreas nuevas de regadío estaba en manos de los colonos, los otros dos tercios eran de los grandes terratenientes. Y así, hasta la PAC. En fin, que reforma, lo que se dice reforma… ¡nada!

Pero, a lo que íbamos: a los años de la jambre. Tirando de Ernest Labrousse[24] resulta que entre 1930 y 1955 estaríamos ante una de las llamadas ‘crisis de tipo antiguo[25]’. Sí, volviendo casi a los tiempos de “las revueltas del pan[26]” en una España muy rural aún[27]. Hubo quien dijo[28] que la de 1868 había sido la última de las crisis de tipo antiguo en la península, pero analizando con detalle lo ocurrido en la primera mitad del siglo XX vemos que estaba muy, pero que muy, equivocado.

La producción agrícola, sin infraestructuras hidráulicas ni reforma agraria, fue escasísima durante muchos años; 1930, 1937, 1939, 1941 son de fuerte sequía; y luego se encadenaron varios episodios de intensa sequía entre 1944 y 1955. Luego sí podemos hablar de una ‘pertinaz sequía’, pero en sí no sería la sequía la ‘mala de la peli’[29]. Ya desde finales de los setenta muchas investigaciones vienen demostrando que se magnificaron las consecuencias de todos estos episodios, principalmente tras el final de la Guerra Civil, por el retraso en la construcción de infraestructuras hidráulicas de regulación y abastecimiento, la falta de alternativas a la producción de energía hidroeléctrica y el pésimo contexto socioeconómico de la posguerra. El período más seco fue el de 1943 a 1954. El período húmedo más prolongado discurrió entre 1955 y 1966, que revertió la situación, con profusión de pantanos y obras de regadío, que nos lanzaron al desarrollismo[30].

La asignatura pendiente de España, desde siempre, fue gestionar los estiajes de los ríos y aprender a utilizar de forma plurianual los recursos hídricos que debían ser compartidos entre las comunidades de regantes y, con la modernidad, con los usuarios hidroeléctricos. Pero el contexto socioeconómico, no me lo pierdan de vista.

A veces olvidamos que la principal causa (algún ‘alumbrado[31]’ saldrá con que no) de las convulsiones políticas, sociales y económicas que llevan a la proclamación de la II República son la recesión económica y el colapso de la monarquía, que había apoyado la dictadura. Francisco Comín (Premio Nacional de Historia 1990) lo resumía a la perfección desde las páginas de El País[32]. La Gran Depresión del 29 llegó a España y se manifestó como una crisis coyuntural; resultó “breve y liviana”. Los problemas llegaron con los años.

Y llegaron porque España era, al llegar a los años treinta del siglo XX, un país atrasado en el que la agricultura ocupaba a más del 50% de la población activa. La tendencia y los ciclos anuales del PIB venían marcados por la producción agraria[33]. Ambas variables alcanzaron el máximo en 1929, pero la mala cosecha de 1930 arrastró al PIB a un pozo al que cayeron la industria y la construcción al año siguiente. El incipiente sector servicios ralentizó su crecimiento. El PIB cayó un 6,4% de 1930 a 1931[34]. Pero la salida de la crisis española fue rápida porque la excelente cosecha agraria, especialmente cereal y naranjas, de 1932 elevó el PIB. Volvió a caer en 1933, pero otra gran producción agraria en 1934 la recuperó y se puede considerar que la crisis coyuntural había acabado en 1935, pero en el 36 España sufrió las consecuencias de las políticas de ‘empobrecer al vecino’ practicadas por los demás países.

No estábamos por aquel entonces en el patrón oro y desde 1928 la peseta se depreció por la presión de los mercados de divisas y cuando la libra británica salió del sistema (1931) resultamos muy afectados por hacer seguidismo al franco francés, lo que fortaleció la peseta entre 1931 y 1935, perjudicando a las exportaciones españolas (naranjas valencianas, que llegaron a suponer el 40% de las exportaciones españolas) y favoreció las importaciones, con lo que agravó las repercusiones de la crisis internacional. Y cuando se proclamó la República, la inversión privada se asustó tanto por los conflictos sociales -las huelgas se iniciaron en 1930-, las políticas socializantes, el acoso a la propiedad, la desconfianza en el régimen y la paralización de las obras públicas, que salieron por piernas los invesrores y el capital. Durante la República, las reformas provocaron una reacción antirrepublicana en los empresarios más conservadores, cuyas acciones agudizaron los conflictos sociales y la inestabilidad política. En 1934 ya estábamos en déficit presupuestario y tan mal la cosa que un par de años más tardes, en medio de la contienda, ambos bandos comenzaron a planificar una solución al tema de las infraestructuras hidráulicas como solución a la agricultura y a la producción de energía eléctrica. Los planes de la época de Primo de Rivera estaban sobre la mesa, como los de Lorenzo Pardo[35].

Más recorrido, sin lugar a dudas, los planes del Goberno de Burgos que en 1937 comienza una planificación a futuro. Además de crearse el Servicio Nacional del Trigo[36], al ingeniero de caminos Alfonso Peña Boeuf se le encargan la realización de un plan de Obras Públicas para el que recuperará en buena parte el Plan Nacional Hidrográfico de 1933. Peña Boeuf participó en el enfrentamiento político su ministerio, junto al de Agricultura, con el de Industria; y más en particular con el Instituto Nacional de Industria, dirigido por el ingeniero militar Juan Antonio Suanzes[37]. Suanzes lo dijo muchas veces -y mandaba mucho- quería el agua para producir electricidad y no para la agricultura; y esto representó un gran problema.

Pero eso es otra historia y nos llamaron para comer… allí lo dejamos.

A lo tonto, tontos, nos habíamos pimplado[38] casi tres cuartos de Valdespino (el último con toque de Oxley Gyn y un chorreón de sifón) y sólo un primer trago de Miró. Carlangas se me fue con la mosca detrás de la oreja[39] directo a la pitanza, bien regada con cava del amigo Quirce, al que llamamos por la tarde y por WhatsApp, conjurándonos todos, cuando se lo explicamos, que tras tan opípara comida no había que hablar más de los años del hambre teniendo como tenemos la barriga llena. ¿Lo conseguiremos? Creo que se fue muy tocado con lo de las cartillas de racionamiento.

 

 


 

 

 



[1] Peculiar, original, estrafalaria; muy de las del 222 de la 11 Brigada

[2] Una Itaca emocional que se circunscribe a la provincia de Alicante

[3] Según José Mª Iribarren, en El porqué de los dichos, se trata de una expresión muy antigua: “Los caballeros de la Edad Media, cuando se sentían mortalmente heridos, tomaban un puñado de tierra y lo mordían, como beso postrero a la Madre Tierra, que los había sustentado y que ahora iba a recibirles en su seno”.

[5] Chanza sobre la lentitud y tardanza; en alusión al tiempo que tardaban en llegar al lugar de los hechos los cuadrilleros de la Santa Hermandad, soldados cuyo uniforme consistía en un chaleco de piel hasta la cintura con mangas de color verde. También sus mandos, alcaldes, lucían varas tintadas de verde para distinguirse de los alcaldes ordinarios de las villas. La Santa Hermandad fue uno de los primeros cuerpos policiales organizados de Europa; fue creada en los años posteriores a la guerra civil que enfrentó a los partidarios de Isabel de Castilla y a los de Juana La Beltraneja. En 1476, las Cortes de Madrigal decidieron unificar las distintas hermandades de este tipo, que venían existiendo a nivel local desde el siglo XI en los reinos cristianos, para combatir el problema del bandolerismo en los campos castellanos. Los alcaldes y cuadrilleros estaban autorizados a buscar y perseguir a los delincuentes hasta cinco leguas de su villa, desde donde tomaban el relevo los cuadrilleros del siguiente lugar previamente avisados por el toque de campana. Una vez capturado el malhechor, la Santa Hermandad lo trasladaba al lugar donde hubiera cometido el delito y… La Santa Hermandad actuaba de policía, juez y verdugo; estaba facultada a condenar y ejecutar la sentencia sin juicio previo. La condena a muerte se ejecutaba con el disparo de saetas en el campo de forma pública, una costumbre heredada de la Hermandad de Colmeneros de Talavera y Toledo y de otros cuerpos policiales de carácter medieval previos. Los cuadrilleros se llamaban así por estar armados con el cuadrillo, especie de ballesta que disparaba saetas.

[6] Sistema económico en el que un estado se abastece con sus propios recursos, evitando en lo posible las importaciones.

[7] Se calcula que entre 1939 y 1942 se produjeron en España entre 200.000 y 600.000 muertes como consecuencia de la mala alimentación o de las enfermedades que derivaban de ella. Una época difícil, trágica, que es mejor para aprender que para repetirla.

[8] La generación que nació entre 1957 y 1977

[9] Por el aumento de población a causa de la llegada a Madrid de miles de personas. Así, Madrid fue la capital de Europa Occidental sometida al racionamiento durante más años; sólo superada por Berlín oriental

[10] El martes 3 de noviembre de 1936 era publicado en el BOE, editado en Burgos y firmado por el Gobernador General de la Junta Técnica del Estado, Francisco Fermoso Blanco, el bando en el que se anunciaba que a partir del 15 de noviembre de aquel mismo año y con carácter indefinido, los días 1 y 15 de cada mes se convertían en Día del Plato Único. El Día del Plato Único consistía en que en la jornada señalada tan solo se podría comer un único plato al mediodía y éste podía estar compuesto de verdura, legumbres, carne o pescado. Después se debía hacer un cálculo del coste de ese plato ingerido y el resto del presupuesto para comer ese día debía ser donado, obligatoriamente, a la entidad benéfica. Esta práctica debía de ser llevada tanto en las casas particulares como en los restaurantes o establecimientos donde se servía algún tipo de comida. En este caso se cobraría al cliente el menú completo y el hostelero se encargaría de abonar la diferencia al inspector que pasaría por el local a realizar la correspondiente recaudación. Solo estaban exentos de comer un plato único las personas enfermas, los niños pequeños o los ancianos. El resto de 'ciudadanos de bien' deberían seguirlo a rajatabla pudiendo estar expuestos al escarnio público de ver aparecer sus nombres escritos en listas que se publicarían en la prensa con los 'insolidarios con la patria'. El dinero recaudado debía ir destinado a cubrir las necesidades y gastos de las casas cuna, orfanatos, asilos y otros establecimientos dedicados a la caridad, aunque despertó cierto recelo al haber indicios de que parte del mismo se desvió para financiar al ejército del bando nacional.

[11] A partir de julio de 1937 se instauró en la zona rebelde una nueva jornada solidaria que fue bautizada como Día sin postre, la cual debería realizarse todos los lunes. El método era similar al anterior. Los lunes, no se comería postre y el dinero no gastado en ese concepto se donaría a final de mes al fondo solidario junto con lo ahorrado en el día del plato único. Tras finalizar la Guerra Civil, a partir del 30 de julio de 1939, tanto el Día del Plato Único como el Día sin Postre se extendieron a todo el territorio nacional y se estuvo llevando a cabo hasta 1942, año en el que comenzó a aplicarse la 'cartilla de racionamiento'.

[12] Historiador, investigador hispanista, profesor en la Universidad de Carolina del Norte, en Wilmington; autor de La victoria nacional, la eficacia contrarrevolucionaria en la Guerra Civil.

[13] La cartilla dejó de estar en funcionamiento en abril de 1952, cuando el Gobierno consideró que dejaba de ser necesaria.

[14] Alemania Occidental (1939-1950), Alemania Oriental (1939-1958), Francia (1940-1949), Gran Bretaña (1940-1954), Italia (1940-1949), Bélgica (1940-1949), Holanda (1939-1952), Irlanda (1939-1951), Finlandia (1939-1955), Suiza (1940-1948), Suecia (1940-1951), Hungría (1940-1948), Estados Unidos (1941-1946), Canadá (1942-1947).

[15] Masclet, proviene de la palabra en valenciano mascle: macho. Es un petardo de gran potencia sonora, cargado con una importante cantidad de pólvora. Un trueno gordo, vamos.

[16] Pedro Rodríguez de Campomanes y Pérez-Sorriba (1723-1802), primer conde de Campomanes. Ministro de Hacienda en el primer gobierno reformista de Carlos III dirigido por el conde de Floridablanca (1760). Cesado en 1789 ante el temor que despertó en el rey Carlos IV la Revolución francesa.

[17] Pablo Antonio José de Olavide y Jáuregui (1725-1803); jurista y político español. Desarrolló exitosas empresas de colonización como las Nuevas Poblaciones de Andalucía y Sierra Morena.

[18] Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811); escritor, jurista y político ilustrado español comprometido con el desarrollo económico y cultural del país. Fueron relevantes su Informe sobre la Ley Agrariay su Memoria sobre la educación pública.

[19] “El problema agrario en el Mediodía de España. Conclusiones para armonizar los intereses de propietarios y obreros. Medios de aumentar la producción del suelo”.

[20] Joaquín Bosque Maurel: Del INC al IRYDA

[21] De mi paso por la EUITA; curso 1976-77 (que he encontrado buceando en el trastero).

[22] Tennessee Valley Authority Act

[23] Cristóbal Gómez Benito, Profesor Titular de Sociología Rural y de Ecología Humana de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).

[24] Camille-Ernest Labrousse (1895-1988); historiador especializado en la historia económica y social. Estableció un modelo histórico centrado en los planos económico, social y cultural. Fue el iniciador de la historia cuantitativa que posteriormente se ha dado en llamar cliometría, mediante la aplicación de métodos estadísticos.

[25] Hundimiento brusco de los recursos de la capa inferior de los campesinos, con una caída inducida del salario real del obrero, en definición de Pierre Vilar (1906-2003) historiador e hispanista francés. Está considerado una de las máximas autoridades en el estudio de la Historia de España, tanto en el periodo del Antiguo Régimen como en la Edad Contemporánea, así como en la historia económica y la historia social en general.

[26] Las crisis de subsistencias eran los periodos de escasez de alimentos producidos por las malas cosechas; al no poder disponer de acceso a mercados integrados de dimensión, como mínimo, nacional, producían hambrunas. Estas hambrunas producían a su vez sus propias consecuencias: desnutrición, enfermedades, mortalidad catastrófica por encima de la ordinaria, ya muy elevada; y por otro lado descontento y estallidos sociales y conflictos que se extendían al ámbito político, militar e incluso ideológico. Habituales en la Europa de los siglos XV a XIX

[27] En 1900 la población activa agraria española llegaba a los 4’5 millones; 68% de la población activa total. En 1950 llegaba a 5’3 millones, aunque sólo representaba ya el 49’9% de la población activa total de España

[28] Nicolás Sánchez-Albornoz y Aboín; historiador, hijo del historiador y presidente del Gobierno republicano en el exilio Claudio Sánchez-Albornoz. Fue el primer director del Instituto Cervantes. Sufrió represión franquista y huyo a Argentina donde inició su carrera docente en la Universidad Nacional del Litoral (Argentina); fue también profesor de las Universidades del Sur, La Plata y Buenos Aires. En 1968 se incorporó al departamento de Historia de la Universidad de Nueva York (New York University). Profesor emérito en dicha universidad.

[29] Las películas frecuentemente tienen una trama en la que hay un personaje bueno, el/la protagonista, actor o actriz principal, y otro que hace de contrapartida, el antagonista; el personaje malo, el villano. Este es llamado, formalmente el ‘malo de la película’.

[30] Es la etapa del llamado segundo franquismo (1959-1975). Entre 1957 y 1959 la economía española se encontraba al mismísimo borde del abismo (Juan Sardá, uno de los padres del Plan de Estabilización de 1959, dixit). Teníamos una inflación desbocada, déficit en la balanza de pagos (prácticamente en bancarrota por el agotamiento de las reservas de divisas y en peligro de suprimir las importaciones de petróleo), una moneda sobrevalorada y ya en recesión. Aunque en 1951 se plantea la necesidad de un cambio, no será hasta 1957 cuando se desregularice el mercado de trabajo. Así, en abril de 1958, con la Ley de Convenios Colectivos, se determinan las condiciones de trabajo y los salarios, aunque dentro de la Organización Sindical franquista y se demuestra que el modelo autárquico e intervencionista estaba agotado. Se convence a Franco -Mariano Navarro Rubio, ministro de Hacienda (1957-65): Mi general, ¿qué pasará si tenemos que volver a la cartilla de racionamiento y se nos hiela la naranja?- de la necesidad de darle la vuelta a la economía como si de un calcetín se tratara, de importar lo que producíamos mal y carísimo y de dar entrada al capital extranjero para la renovación y la ampliación del aparato productivo. Y así nació el Plan de Estabilización y Liberalización económicas de 1959: un conjunto de disposiciones decretadas entre el 17 de julio y el 5 de agosto de las que el FMI y la OECE [1] estuvieron siempre al tanto. Y se devaluó la peseta en un 30% y se levantaron muchas restricciones a las inversiones extranjeras. Y llegaron divisas: las remesas de emigrantes (6.000 millones de dólares entre 1960 y 1975), los turistas (que pasaron de los 6 millones de visitantes en 1960 a los más de 34 millones en 1973)​ y el capital internacional (cerca de 7.000 millones de dólares entre 1960 y 1973) Y encima la tasa de desempleo se mantuvo en unos niveles mínimos (en torno al 2% a lo largo de la década de los 60) porque se daba la paradoja de que el excedente de fuerza de trabajo, alrededor de dos millones de españoles emigrantes estaban fuera del país trabajando y enviando divisas. Así, para 1969 España se había convertido en la 12ª potencia industrial del mundo y llegó a escalar hasta la 10ª posición.

[1] OECE: Organización Europea para la Cooperación Económica, organismo internacional fundado el 16 de abril de 1948 con el objetivo de administrar las ayudas del Plan Marshall y del que fueron miembros Portugal, Reino Unido, Francia, Italia, Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Austria, Dinamarca, Noruega, Grecia, Suecia, Suiza, Turquía, Irlanda e Islandia. Alemania ingresó en 1949. Su objetivo consistió en facilitar el comercio, conceder créditos y fomentar la liberalización del capital. España ingresó en 1958. EE. UU. y Canadá en 196. En 1965 se convirtió en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) fijando su sede en París. Hoy la integran 37 países. Lituania y Colombia han sido los últimos en unirse

[31] En alusión a los alumbrados, secta mística española (por supuesto que calificada de herética por su aproximación al protestantismo), frente a los iluminados (iluministas bávaros, conocidos como illuminati

[33] Antonio Flores de Lemus

[34] Leandro Prados

[35] Manuel Lorenzo Pardo (1881-1953), el ‘genio del agua’. Doctor Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, fue el gran impulsor, fundador y primer Director Técnico de la Confederación Hidrográfica del Ebro, fue el impulsor del I Plan Nacional de Obras Hidráulicas (1933) de España, proyecto que incorporó por primera vez una visión unitaria del país al contemplar que los recursos naturales tienen que canalizarse en beneficio de todos los ciudadanos. El plan que presentó tenía dos objetivos principales: solucionar los desequilibrios hídricos entre la vertiente atlántica y la mediterránea y subsanar el desequilibrio resultante del Plan General de Canales de Riego y Pantanos (Plan Gasset, 1902), donde la cuenca mediterránea era marginada. Para ello, preparó el Plan de Mejora y Ampliación de los Riegos del Levante, que preveía la transformación de 338.000 hectáreas en las provincias de Murcia, Valencia, Alicante, Almería, Albacete y Cuenca. Fue el impulsor del Trasvase Tajo-Segura, infraestructura que quedó recogida en el citado plan.

[36] Servicio Nacional del Trigo (SNT) a raíz del Decreto Ley de Ordenación triguera de 23 de agosto de 1937, del Gobierno de Burgos. Promotor de la Red Nacional de Silos. Desapareció en febrero de 1968 al pasar a nombrarse Servicio Nacional de Cereales (SNC),​ que a su vez se convertiría en 1971 en el Servicio Nacional de Productos Agrarios (SENPA). El SNT supuso la total intervención de la producción triguera por parte del Estado: los agricultores se vieron obligados por las sucesivas normativas no sólo a vender sus cosechas al Estado (completamente, con lo que se eliminó el libre mercado de trigo), sino que progresivamente las exigencias se irían incrementando, hasta el punto de obligarse a declarar bajo juramento las siembras y a precisar de unas guías especiales para el mero transporte del grano. En las décadas de 1940 y 1950 el precio que el Estado pagaba por el trigo apenas llegaba a cubrir los gastos de producción, lo que provocó rechazo y el surgimiento de redes clandestinas de mercado extraoficial, unas por verdadera necesidad, otras para generar enormes enriquecimientos a costa del hambre; en las décadas de 1960 o 1970, en las que ya el Estado pagaba bien el cereal y porque se había producido un éxodo rural permitió a los cosechadores de trigo un puntual momento de beneficio y garantía.

[37] Juan Antonio Suanzes Fernández, (1891-1977); I marqués de Suanzes,​ Militar y político español. Ministro de Industria y Comercio -(1938-1939) y (1945-1951)-, fue fundador y primer presidente del Instituto Nacional de Industria y presidente del Patronato Juan de la Cierva del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. En 1941 es nombrado director del Instituto Nacional de Industria, (INI; 1941-45 y 1951-61). Para compensar la falta de petróleo, promovió un proyecto de destilación de pizarras bituminosas (1950). Se encarga de desarrollar la marina mercante, recuperar la militar (confrontación con la británica Vickers de equipamiento militar), la producción de aluminio, de energía eléctrica, de carbón y de automóviles. Siguiendo su rumbo de soberanía económica, se preocupa por rescatar el sector de telecomunicaciones de la propiedad de la compañía norteamericana ITT, a la que en 1924 fue concedida el monopolio de teléfonos. Aunque anterior a la creación del INI, también es artífice de la creación de la compañía aérea Iberia. En 1963 rompe con Franco, retirándose poco a poco de la vida pública.

[38] Pretérito pluscuamperfecto de pimplar: beber con exceso

[39] Alerta y desconfiado. La mosca era un tipo de mecha usado antiguamente y permitía disparar las armas de llave de mecha o serpentín, de manera que disponías de cierto tiempo para apuntar y precisar el disparo, gracias al tipo de mecanismo que le hacía entrar en contacto con la pólvora. Una vez se había usado y apagado convenientemente la mosca, se colocaba tras la oreja; de manera que era fácilmente accesible en caso de tener que volverla a utilizar.