14 mar 2021

MARCHANDO UNA DE NITRÓGENO... Y DEL CINTURÓN DE SEGURIDAD

La verdad es que necesito escribir. Y vaya fin de semana, si no fuera por el ratito de colegas. Esto lo escribí ayer sábado, antes de iniciar mi “guardia”; hoy, de regreso, lo subo…

 

Seguimos con la sana costumbre de los aperitivos finde-alternos; ahora concertamos la cita por plataforma telemática, nos aprovisionamos individualmente y compartimos experiencias. Es la fórmula habilitada por este contubernium de colegas que somos para no perder comba -a pesar der bisho- y mantener ese principio de camaradería que nos une desde hace décadas, a pesar de la distancia física que sólo se reduce en verano. Y, además, me resultan gratamente inspiradoras estas sesiones para golpear teclas al final de cada conexión.

Nosotros, como principio básico y elemental, seguimos hablando de alcoholes y tabacos, aunque siempre se desliza algún otro tema con el que radiografiamos el panorama. Hoy, por ejemplo, comenzamos por la actualidad murcianica y la voladura incontrolada de un partido sobre el que el aleteo de una mariposa en Murcia provocó un tsunami en Madrid. Y eso que el proverbio chino dice que “el aleteo de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”. No ha hecho falta llegar a las antípodas murcianas (que están en pleno Pacífico y frente a Waipiro, Isla Norte, distrito de Gisborne); ha bastado con subir la meseta… y ya ha habido consecuencias. Vamos, que lo mismo ha sido un lepidóptero de la familia Bombycidae, por aquello de la tradición sericícola de la Huerta del Segura…

No hemos profundizado mucho; no queremos hablar de política para seguir manteniendo unido el contubernium; cada uno es de un padre y una madre y venos que durante la pandemia un taburete de tres patas se ha radicalizado en grado extremo.

Por cierto, geógrafos que somos algunos del grupo, hemos replicado al sabidillo que ha soltado lo del efecto mariposa con Edward Norton Lorenz y su planteamiento de que “una variación mínima inicial puede producir alteraciones a corto y medio plazo”, como publicó el meteorólogo (y matemático) estadounidense en el Journal of the Atmospheric Sciences bajo el título “Flujo determinista no periódico”, para prever dinámicas atmosféricas y predicciones climatológicas, que desde 1963 le lleva a la paternidad de la Teoría del Caos. Si es que esto le ha pasado a los fontaneros palaciegos de turno por no saber de Geografía, que es la madre de todas las ciencias.

El motivo de hoy era hablar de una cerveza y dada la cercanía a San Patricio (17/03) … pues de la Guinness. Pero no una Guinness cualquiera. Nuestro maestro cervecero de cabecera (no nos privamos de nada), Carlangas, optó por la irlandesa, pero nos propuso una que ha desarrollado para ellos un maestro cervecero español -Luis Ortega- en línea India Pale Ale (IPA) desde el Institute of Brewing and Distilling de la compañía: la Nitro IPA. Y como Amazon cumple, pues no estamos para ir buscando con la que está cayendo, héteme aquí que para la conexión de esta mañana todos teníamos nuestras latitas -de 440 ml- de esta IPA, con nitrógeno, que nos resulta “bien lupulada, con más cuerpo y más clarilla; negro rubí, que le llaman” nos soltó el cartagenero. Yo digo que resulta diferente -¡obvio!- a la cremosa y negra que ha hecho internacionalmente famosa a la cervecera irlandesa. Aquí la espuma es cremosísima; nos recomendó Carlangas “beber a través de la espuma”. Siempre aprendiendo.

Y hasta nos contó con las nitrogenadas nos llegaron en 1994 cuando la cervecera Bass lanzó la Caffrey´s Irish Ale, “conmocionando al mundo”. ¡Cielos!, y, aquí, siete de los ocho del contubernium sin saber lo de la conmoción mundial. Se puso pesado Carlangas con la Ley de Laplace (diferencia de presión entre el interior y el exterior de una superficie curva -una burbuja-) y nos aburrió más que el bostezo de un hipopótamo y un acuario de ostras, Pedrín.

Y como no había que hablar de política y er bisho da para mucho, le dijimos al experto que cambiábamos el tercio -lo de Laplace fue determinante- y volvimos a la socorrida pandemia de todos los días: que si cepas -¡Ojo a la californiana, nos soltó el galeno madrileño!-, que si vacunas, que si grupos y que si vacunódromos. No nos creemos -ninguno- los calendarios y todos me dieron la razón: una cosa es conseguir la vacuna y otra inocularla a todo quisque, porque producirla, lo que se dice producirla, va como va.

Entonces va Quirce y saca el tema de las mascarillas: ¿Tenéis ya la FFP3?; ¿qué tal os va?, ¿notáis diferencias? Ya empezamos, otra vez, con si eran FPP o FFP. El gallego de Hortigueira se enfadó: efe-efe-pe, de Filtering Face Piece y amagó con hablar del factor de protección nominal en los mismo términos que cuando nos contó lo de la reacción en cadena de la polimerasa, que es la PCR del palito (Polymerase Chain Reaction)… Ya estábamos en plan Academia… y algunos estamos para doctorarnos en Covid19.

Una llamada al orden y a otra cosa, mariposa. Pero no la de la mariposa murcianica de antes. Coincidinmos en leer atentamente los periódicos del domingo que traerían especiales al cumplirse un año del decreto de estado de alarma.

Pusimos a caldo a esos que se colocan dos mascarillas, terciando el galeno de a bordo, desde la Tacita de Plata, con que eso lo hacen ellos para no “manchar la FFP2 llevan una quirúrgica ocasional, que es más barata”, no recomendándolo al común de los mortales del contubernium y de más allá del mismo.

Y recordamos: hace un año penábamos por conseguir una; la que fuera. Y entonces no sabíamos nada de textiles ni características. Aunque aún -hoy- seguimos con lo de si las de algodón son buenas o incluso mejor. En fin, que tampoco en esto hallamos tranquilidad para atacar con agrado la Nitro Ipa.

Y así íbamos pasando la sesión y entre “glop” y “glop” recordando que tal día como hoy (por ayer sábado; que esto se escribió ayer), en Benidorm comenzamos a usar el #YoMeQuedoEnCasa y hubo un bando municipal suspendiendo actividades y eventos y cerrando al público instalaciones municipales. Los del contubernium no recordaban hecho similar en sus localidades. Eso sí todos coincidimos en que tal día como hoy (por ayer), hace un año, no había ya donde conseguir una resma de papel higiénico, un quintal métrico de harina o una mascarilla; sólo una. La primera que tuve -pues desde el primer día estuve en tránsito y actividad- me la facilitó el amigo Txuni Lizancos, allá por el veintipocos de marzo, de aquellas que hicieron Els Tollers. La de pulverizaciones de alcohol que se llevaron por delante aquellas telas hasta que empezamos a tenerlas en el equipamiento de diario, a costa del pecunio particular.

En la vorágine de intervenciones contubérnicas Quirce pontificó sobre las mascarillas: “han llegado para quedarse; como el cinturón de seguridad de los coches. ¿No os acordáis? Al principio costaba, pero a base de multas ya es subir al coche y abrocharlo”. Nos dejó perplejos por la comparativa.

Ahora, terminada la conexión, reflexiono. Puede que Quirce tenga razón; estábamos ya en la segunda lata y apenas me quedaban unos cachitos de Old Amsterdam para ayudar en la reflexión. A mí, que me la den con queso siempre.

El cinturón de seguridad es un invento de Gottlieb Daimler de 1885 para sus carruajes de caballos ante el mal estado de los caminos teutones. En la segunda década del XX Benjamin Delahauf Foulois lo incorpora a los primeros aviones militares norteamericanos comprados a los hermanos Wright. Pero al automóvil llegará en 1948 cuando Preston Thomas Tucker los monte en el Tucker’48 Sedan, que pasa a la historia del automóvil como el Tucker Torpedo. Es famoso este coche porque sólo se fabricaron 51 unidades… y Tucker se fue a la ruina. Llevaba cinturón de seguridad de serie y un motor de helicóptero (adaptado); Francis Ford Coppola le hizo a peli a Tucker y a su “torpedo”.

En 1956 la compañía Ford comenzó a incluir el cinturón de seguridad como opcional en sus paquetes de seguridad y al poco se integró como equipamiento de serie en el Volvo Amazon (1959), liberándose la patente por los suecos para universalizar un invento que resultaba muy eficaz para reducir la siniestralidad mortal.

El Volvo Amazon (Volvo Amason, con ese -y no con zeta-, en Suecia) se fabricó entre 1956 y 1970, con modelos de 2, 4 y 5 puertas y tiene el honor de ser el primero que lo llevaba de serie. El ingeniero sueco Nils I. Bohlin está considerado el inventor del sistema de seguridad pasiva -de tres puntos- más efectivo jamás inventado.

Bohlin y su cinturón

Bohlin había trabajo en la división aeronáutica de SAAB y conocido la apuesta del mayor general Foulois sobre cinturones para los aviones militares, además del asiento eyector. Y conocía los trabajos de Roger W. Griswold y Hugh DeHaven de 1951 sobre el CIR-Griswold. Combinando ambos postulados Bohlin consiguió un sistema más eficaz que con un solo movimiento y a una mano aseguraba a los ocupantes del vehículo; con anclaje central “y conexión al pilar B” de un automóvil que es la estructura arco central de cada vehículo. Luego vino lo del carrete auto enrollable, con freno… y todo lo demás.

A España llegó esa obligatoriedad en 1974… en asientos delanteros y “para vehículos que hiciera más de 50 km/h en llano”. Cuando he leído esto, casi me despatarro. Menos mal que quedaba una latita fría de Nitro IPA… que va sumando grados… A partir de aquí ya es todo miccionar.

Si es que hablar con los amiguetes de este contubernium da mucho juego. Ya hemos quedado para la próxima. Esta vez Carlangas nos propone una Citra IPA, también de Guinnes, que lleva el CO2 de siempre y… ya os contaré… pero seguro que el cartagenero va a comisión irlandesa.

 

Coda: Quirce no pía. Tenemos muy olvidado el mundo del cava.

 

 

 

 

 

 

7 mar 2021

DE POLICÍAS Y CUERPOS POLICIALES (II...)

  

A modo de Introito: Arranco este post donde lo dejé ayer: despanzurrados los antecedentes, vayamos al meollo de la cuestión, sin entrar en honduras (¿capital, Tegucigalpa-Comayagüela?) porque este post no va a ir más allá de un daguerrotipo sobre el tema; que hay estudios de enjundia y páginas web a consultar sobre los periodos modernos. Y no se si me atreveré con la 3ª parte (por falta de tiempo, que no de ganas)…

 

Al hilo de lo de ayer, el siglo XIX lo arrancamos en la península con la constitución del Ministerio de Policía General del Reino de España, a partir del Estatuto de Bayona[1]. Las competencias policiales se las asigna el Real Decreto de 6 de febrero de 1809, que las centra en “servicios de orden público, seguridad, investigación, control de extranjeros e información (aunque pretendían escribir, y con todas las letras, ‘detección de conspiraciones contra el Estado’)”. Contaba esta Policía General del Reino con una Junta Criminal Extraordinaria -cuyas sentencias (en 24 h) no podían ser recurridas- y una Milicia Urbana de apoyo, que en Andalucía se llamará Milicia Cívica.

Era una policía que a los ojos de hoy podemos calificar, sin podemizar la cosa, opresora; contaba con una fuerza uniformada -no militarizada- que pretendía ser imagen del modelo de Gendarmería Nacional que operaba en Francia y que tenía ese mismo talante. El principal problema de aquella Policía en aquellas fechas -en guerra contra el francés que estábamos- era la guerrilla de patriotas. En realidad, la principal misión de aquel cuerpo policial era evitar que la gente de las ciudades se uniera a las partidas guerrilleras. Así, identificar y controlar a los viajeros fue su principal cometido, teniendo como aliado para ello la emisión de Cartas de Seguridad (a modo de DNI) para identificar a las personas.

La Constitución de 1812 deja para el Rey la misión de hacer cumplir las Leyes y señala desde Cádiz una Milicia Nacional, por provincia, para “asuntos de seguridad y paz pública, así como para perseguir delincuentes y delitos, manteniendo la integridad de la Constitución”, en palabras del conde de Toreno. De las Cortes de Cádiz saldrán las competencias para crear la Policía Municipal, adscrita al Ministerio de la Gobernación. En los debates de Cádiz se urge también la necesidad de un organismo policial “para acabar con espías y traidores”, a modo de servicio secreto, cuestión que estaba a la orden del día, y que se materializaría poco después.

Pero volvió “el Deseado” -el rey Felón para muchos- y nombró a José Manuel de Arjona superintendente general de Vigilancia Pública. Y este metió en coctelera los modelos bonapartista y gaditano, durante de la Década Ominosa, para parir el antecedente de la Policía Nacional: 13 de enero de 1824, Real Cédula de la Policía de Madrid.

Al año siguiente se le dota de una tropa auxiliar -Celadores Reales (1825)- con la misión de “evitar que se conspirara contra el gobierno -y el Rey- y consiguiera cobrar las multas impuestas”. Dos misiones, dos: solventar la hucha de una Hacienda Real depauperada y acabar con espías y traidores. Además, como no confiaba nada aquel rey en la capacidad del Ejército se creó -antecedentes había- un nuevo cuerpo policial -Carabineros de España- que, carabina en ristre y dependientes del Ministerio de Hacienda, tenían la misión de proteger las fronteras terrestres y marítimas.

Ya será la Regente María Cristina -la del sargento Fernández y la copleta aquella de ‘María Cristina me quiere gobernar…”- la que, para coordinar las nuevas estructuras policiales, firmará la creación de la Dirección General de Policía y Seguridad Pública.

Y así, el primer cuarto del siglo XIX termina en España con una Policía Gubernativa, una Policía Secreta (de mercenarios) y una Policía Política para controlar afrancesados, liberales y exiliados, además de los citados Carabineros que, a la postre, también estaban en el sarao policial. Y al abolir la Inquisición (15/07/1834), el personal seglar que se ocupaban de los menesteres de investigación fue incorporado al servicio policial político. Además, se privó al Ejército nuevamente del Servicio de Información para dejarlo en manos del control civil, que era ponerlo al servicio directo de la Corona. Pero llegó la primera Guerra Carlista (1833-1840) y… hubo que reestructurar todo el estamento policial.

Placa de Policía. España 1920 (imagen cedida)

La nueva reorganización no gustó a muchos funcionarios que se pasaron a otros cuerpos[2]. El general Espartero, durante su Regencia (1840-43), volvió a reorganizar la Policía; dio a la Milicia Nacional protagonismo, para evitar que los elementos mejor formados abandonaran el cuerpo, aunque serán los gobiernos de Isabel II (desde 1843) los que consigan definir la distinción de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado con la Policía (naturaleza civil) y -durante el Gobierno del general de Narváez (1844)- la Guardia Civil (naturaleza militar). El Benemérito instituto ganó protagonismo porque aseguró a Isabel II la victoria sobre los Carlistas al dominar el medio rural -en una España rural- y controlar la Revolución de 1848. Además, por aquel entonces medianero del XIX se vivía la etapa de ardor del bandolerismo y los agentes del duque de Ahumada se emplearon a fondo consiguiendo prestigio para el cuerpo, páginas para la literatura y una España rural más segura.

En aquel Gobierno Narváez también se da protagonismo a la Policía al crearse para el ámbito urbano el Ramo de Protección y Seguridad. Y así llegamos a la ‘nueva policía’ de la segundad mitad del XIX contará con agentes uniformados -Cuerpo de Protección y Seguridad- para “evitar la comisión de delitos y proteger a los ciudadanos”, y con agentes no uniformados -Cuerpo de Vigilancia- para la investigación general. Una estructura básica y elemental que la convulsa etapa hasta final de siglo llevará a tener que crear un nuevo y específico Cuerpo de Orden Público en el seno del Cuerpo de Protección y Seguridad. Y será el asesinato del general Prim (27/12/1870) el que active más reformas y, finalmente, se consiga la equiparación de sueldo con la Guardia Civil (lo que hoy es al revés).

Nada más proclamarse la I República se producirá la división entre Policía Gubernativa y Policía Judicial, eliminándose la Milicia Nacional que será sustituida por el Cuerpo de Voluntarios de la República (1871-1973) que en nada volvió a un Cuerpo de Vigilancia, integrado por civiles, que se ocupaba de labores preventivas de la delincuencia, investigar delitos y atender los requerimientos de las autoridades judiciales, que terminará el siglo como Cuerpo de Seguridad, uniformado y bajo estructura militar, se ocupaba del orden público y la protección de los bienes materiales y las personas del Estado.

El caso es que a partir de 1886 se extiende la estructura policial de Madrid a toda España y ya en la última década del XIX se dan los primeros pasos en especialización: el primer gabinete científico de identificación antropométrica (1895) y la primera unidad específica sobre explosivos y anarquismo (1896), que integran tanto policías como guardias civiles; para que luego hablen de mando conjunto.

Sería conveniente tener muy presente que entre 1875 y 1931 en España se configuró un sistema estatal de seguridad pública militarizado, centralizado y burocrático en organización, función y doctrina que variaba la realidad de seguridad en los medios urbano y rural hasta extremos insospechados, con escasez de recursos económicos y materiales, así como una errática y cambiante voluntad política para resolver situaciones. A partir de 1917 hay un desmoronamiento del sistema de Orden Público que ahora veremos.

Sargento del Cuerpo de Seguridad, con machete y arma de fuego reglamentaria. Años 30 (de Policía.es)

Pero entremos en detalles. En 1902 Maura abordó un ambicioso programa de reformas: se organizó la Policía Gubernativa (1903) y se creó un Registro Central de Sospechosos en material criminal y un Registro de Reclamados por la Justicia, intensificándose las relaciones con La Sûreté francesa en materia de control de anarquistas; era tal la intensidad de la lucha con los anarquistas que a la Policía Judicial se le llegó  conocer esos años primeros de siglos XX como Policía ‘de anarquistas’. Barcelona contó, por su problemática enquistada anarquista y cercanía a la frontera francesa, un Servicio de Policía Gubernativa propio para esta rama.

Como se pretendía una mayor profesionalización de los agentes se creó la Academia de Policía (1905) y se reglamentó definitivamente los Cuerpos de Seguridad y Vigilancia (1908) para toda España con la Ley Orgánica de la Policía Gubernativa; reglamentación que estaría vigente hasta la profunda remodelación del emprendida en 1930 por el general Mola. Incluía un Cuerpo Especial de represión del terrorismo y una Oficina de Investigación Criminal, para la que se contó con el asesoramiento del inspector Charles Arrow, cedido por Scotland Yard. Aunque estas unidades decayeron, se consolidaron las tres ramas policiales: Seguridad (prevención del delito; militarizada), Vigilancia (información e investigación) y Servicios Especiales (extranjeros, armas y explosivos), dependiendo todas las ramas del Ministerio de la Gobernación. En 1911 se reguló su uniformidad y comenzaron las oposiciones de acceso al Cuerpo.

La Revolución Rusa de 1917 y el perfeccionamiento de los métodos revolucionarios de subversión del movimiento obrero hicieron que a lo largo de los famosos y alocados -dicen- Años Veinte, Justicia, Ejército y Policía se replantearan configurar a la Guardia Civil como “bombero” de emergencias y alejar a la Policía del orden público, dando cabida, como en el resto de Europa, a grupos civiles de movilización armada frente a la “amenaza bolchevique” que en la vieja piel de toro se llamaron Uniones Cívicas. Una etapa oscura, la verdad en la que la Policía se empleó a fondo contra el tráfico de armas cortas y armas blancas que, recordemos, estaban prohibidas desde 1761.

Durante la Dictadura de Primo de Rivera la Policía quedará en un segundo plano eclipsada por el protagonismo que se le dio a la Guardia Civil y al Somatén Nacional, pero no es una etapa baldía porque la estructura policial se reorganiza en varios campos de acción y entra de lleno en la lucha contra el mundo de la droga -que esa es otra historia de las de toda la vida- y en el acercamiento a la acción ciudadana con la novedad de la Policía de Barrio. También es cierto que, a partir del Cuerpo de Vigilancia, se creó la División de Investigación Social, para ‘atender’ las huelgas, consideradas ‘delito social’.

Oficial y números; años 20. con sable.(de Policía.es)


Y un par de detalles más. Las placas de policía -cuya decisión de implantarlas como elemento de identificación se remonta a 1909- serán una realidad en 1920; y en 1931 se produce, bajo el mando del general Mola, la propuesta de sustituir el sable -hasta entonces era de uso ordinario[3]- por la porra de goma revestida de cuero. Pero no cuajó. Unos dicen que la proclamación de la II República abortó el cambio y otros que los agentes se sentían desarmados y no querían salir a enfrentarse con ciertos individuos cargando su integridad sobre un trozo de goma.

El caso es que bajo la II República -y con esto termino, pues la charla del vermú Guerra Reserva Rojo iba sobre ¿cuándo empezó esto de la policía?-, la Policía se vertebra en dos cuerpos: el muy mermado de Seguridad, uniformado y que dependía al alimón de los ministerios de Gobernación y de la Guerra, para cuestiones de orden público, y el de Vigilancia, de paisano para investigar delitos y perseguir delincuentes. Las nuevas autoridades desconfiaron del Cuerpo -todos los nuevos gobernantes habían sido, al menos, investigados, cuando no reprimidos, por la Policía Gubernativa- y se propusieron republicanizar la que consideraban una policía muy monárquica.

Y una pincelada de propina para el berciano: En 1935 se creará el Cuerpo de Vigilantes de Caminos, que es el antecedente de la Policía de Tráfico y el Cuerpo Especial de Presidencia del Consejo de Ministros, para escolta del Gobierno.

 

PD. Esta es una historia apasionante; y hay mucho y bueno escrito y publicado sobre el tema… asín que… me pienso el continuarla… a menos que haya más vermú de ese…

 

 

 

 

 

 



[1] Carta otorgada, declaración oral, promulgada en la ciudad francesa de Bayona el 6 de julio de 1808 por José Bonaparte como rey de España e inspirada en el modelo de estado constitucional bonapartista.

[2] Guardia Urbana de Barcelona (1843); y Guardia Urbana de Madrid (1850)

[3] Recordando el origen de caballería de las fuerzas policiales, siendo en el siglo XX de dotación la espada sable diseñada por el capitán de caballería don Luis Carvajal y Melgarejo, 3er Duque de Aveyro, XII Marqués de Puerto Seguro y conde de Bailén, Cabrillas y Portalegre, conocido como Mod. Puerto Seguro 1907. Con anterioridad, el sable Mod. Briquet 1879. En ocasiones fue de dotación el machete de Artillería.  La diferencia entre ambas armas no pasaba de los 20 cm.

6 mar 2021

DE POLICÍAS Y CUERPOS POLICIALES (I)

 

A modo de Introito: No suelo meterme en el terreno de la solanum melongena porque la pubescente y espinosa solanácea suele dejar, como mínimo, raspaduras a quien por un campo de ellas transita. De ahí lo de no meterse en berenjenales. Pero habida cuenta que he osado preguntar -y obtenido respuesta- a un mando policial amigo sobre un particular de esta historia, héteme aquí que por culpa de un vermú que resultó ser de Cacabelos -León-, donde se habla uno de los mejores castellanos que se recuerde- por nombre Guerra Reserva Rojo -berciano que es, como mi interlocutor- paso a entrar en otra de mis historias… que considero conviene refrescar en la memoria.

 

La Policía, como la conocemos hoy -la policía ‘moderna’- es un invento del XIX. Pero esto no quiere decir que no hubiera ‘policía’ -servidores públicos para el orden y persecución del delito- antes. Si en cualquier momento de la historia hay delincuentes, por el elemental principio de acción y reacción hay policía. El delito siempre es castigado, no importa en que civilización sea.

En todas, desde las antiguas a hoy, con mayor o menor fortuna, se dispuso de estos cuerpos a las órdenes de un, digamos, juez y para unos menesteres que se mantienen inalterados, aunque con matices desde el principio de los tiempos civilizados. Sin riego de equivocarnos (aquí le paso la pelota), podemos concluir que -má o meno- desde el 1.700 aC hay estructura de ‘policía’; por lo menos en el antiguo Egipto y en la milenaria China civilizaciones en la que por aquel entonces ya disponían de estos funcionarios contra la delincuencia y la desviación social, concepto que tomo prestado de mi interlocutor.

Pero por estos pagos europeos, la palabra ‘policía’ se empieza a utilizar bastante más tarde; en tiempos de Clodeoveo I (481), rey de los francos salios, fundador de la dinastía Merovingia, quien tras su expansión al Este, entre los ríos Rin y Meno, instaura una fuerza -bajo ese nombre- para preservar el orden. El concepto cobrará protagonismo en tiempos de otro merovingio, Clotario II (595), y llegará a alcanzar nivel de institución en la Europa centro-occidental desde los inicios del siglo XIII. El origen de la palabra ‘policía’, pues, está en el francés antiguo, arrancando desde el griego -polis; ciudad- y bajo el influjo del latín. Y de la ciudad salió al campo.

El primer cuerpo policial urbano se constituyó en París, en 1254: les Chevaliers du Guet -a instancias del rey Luis IX-, para “velar por la seguridad de cuerpos y bienes, y remediar los males que se producía cada noche en la ciudad, tanto por el fuego, el robo, la violencia y el secuestro de mujeres[1]. Ya en el siglo XIV el condestable Raoul de Bienne (1337) eleva el nivel del grupo, que Colbert (1667) reorganizará como cuerpo y Fouché (1804) llevará al cénit la estructura policial como institución. Y de Francia, el primer laboratorio científico de policía (1870) y la primera Escuela de Policía (1883).

Y vieja piel de toro, ¿cómo nos lo organizamos con esto de la policía? Miren, me cuentan que fue el Motín de Esquilache (marzo de 1766) el que llevó a Carlos III a dar carta naturaleza formal a una institución para orden público y seguridad. Pero que tienen su historia anterior.

Por ahí se puede leer que, en el reino de Castilla, en las Cortes de Valladolid (1440), se cita lo de un cuerpo de policía, siendo la pax pública su razón de ser. Pero resulta que quieres comprobar la cita, vas y ves que no hubo Cortes en Valladolid ese año; asín que

Haber, como en todas partes, por aquí había delincuentes y embrionaria organización para combatirlos. En las ciudades, la cuestión era más fácil; pero fuera de ellas -y ancha era Castilla por aquel entomnces- imperaba la ley del más fuerte, que solía ser el que delinquía.

A herencia de los romanos, los visigodos tenían instaurada la figura del sayón para estas cuitas policiales, como subalterno de los órganos de justicia. Mientras el bucelario era un funcionario más militar, el sayón tenía esa componente de orden público a semejanza de los vigiles romanos. Roma había tenido su policía, militarizada, encargada de luchar “contra la delincuencia violenta, la prostitución, la falsificación de moneda y el mantenimiento de una higiene pública”. Pero cuando se fue deteriorando el imperio y los ricos huyeron al campo, se fueron dotando de milicias armadas como séquito clientelar. Y así rizamos el rizo del bucelario, y en esas y para la península, saltamos a la invasión árabe y sus dos cuerpos ‘policiales’ -a su modo- como la shurta[2] y el derrah[3] para estos menesteres. Y siguiendo ese patrón llegamos hasta los primeros reinos cristianos, que recuperan al sayón y crean un nuevo cuerpo de serviros de mayor entidad: los Porteros de Vara[4]… figura que se mantendrá latente durante siglos y que cobrará nueva vida en el siglo XVIII en su recomposición como el Sereno de la Noche[5] con el cometido de “proteger de robos y asaltos, evitando las peleas (incluso domésticas), dando aviso de incendios y prestando auxilio a todo aquel que lo necesitara”. Pero el sereno, en sí, no era policía y hoy vamos de policías, asín que

Volvamos a la cosa de la “Policía” en las pocas ciudades en que había.

Pero como la Reconquista avanzaba, en las nuevas tierras de frontera, que eran casi tierra de nadie, también había delito y necesidad de reprimirlo. A partir del siglo XI se fueron instalando entre el Tajo y el Guadiana los golfines[6]. Y para censurar sus desmanes surgieron las Hermandades[7], siendo la más famosa la Santa Hermandad Nueva de Castilla[8], que debía “prohibir la realización de determinados juegos, la blasfemia, la usura, cualquiera de los pecados públicos y realizar la persecución de adivinos y malhechores”. Vamos, más trabajo que el chapista de las lecheras de la BriMo de los Mossos a finales de febrero de 2021.

Esto de las hermandades es un capítulo apasionante sobre la organización de los municipios, la explotación de tierras en común y su defensa; pero, como siempre, excede del objetivo de estas pinceladas. Todo lo más, recordemos que utilizaban el cuadrillo, una ballesta pequeña; por ello les llamaban cuadrilleros. Y es que iban en cuadrilla.

Cuadrillero, representado con un desproporcionadísimo cuadrillo


Y hubo mucho tiempo de cuadrillas en el medio rural, mientras la evolución se daba en el entorno urbano, conforme crecían las ciudades. Y de ahí iban saltando las nuevos de cuerpos policiales difíciles de encajar en esta historia que vamos a hacer arrancar en el siglo XVIII, cuando se instaura el modelo nacional de policía del Antiguo Régimen. Serán los alcaldes (1776) los que pasen a tener competencias en seguridad pública y con ello deban “organizar las patrullas de vigilancia diurna y nocturna, control de la población transeúnte e inspección de los establecimientos públicos” que serán las policías de cada etapa y época.

Con los Borbones llegó la organización “moderna”. Las primeras fuerzas policiales españolas en ciudad fueron creadas por Felipe V a partir de componentes militares. Los Inválidos Hábiles[9] (1717) y la Milicia Urbana[10] creadas para Madrid, pronto fueron habilitadas en el resto de las ciudades importantes, reforzando el trabajo de los siempre escasos alguaciles, única figura policial del periodo de los Austrias, anclado en la Edad Media.

Pero aquello funcionaba poco, tarde y mal. Total que, como dijimos, tras el Motín de Esquilache (1766) Carlos III se vio en la necesidad de reorganizar el sistema y comenzó por la primera unidad de Salvaguardas para asuntos de orden público e investigación criminal. Y es que ya se había prohibido deambular por las calles -desde 1761- ciñendo al cuerpo, para ocultarlas, armas blancas, cortas y largas -incluso armas cortas de fuego- y no había manera de poner coto a refriegas y asaltos. Que luego hablamos del Far West.

Ah, las penas por llevar estas armas, leo, tenían su aquel: 6 años en presidio al noble, o 6 meses en minas al plebeyo. Y era más sano el más inmundo de los presidios que bajar a la mina.

En 1782 Carlos III propuso a sus ministros reorganizar un poco la cosa esta del sistema policial y constituyó la Superintendencia General de Policía. Y por primera vez tenemos por aquí el concepto Policía.

En su reino -me refiero a este país en tiempos del mejor alcalde de Madrid- operaban desde mucho tiempo atrás y para cuestiones de orden público, vigilancia, control fiscal y de contrabando los más dispares cuerpos, casi siempre surgidos del Ejército y que trampeaban en demasía y conseguían desafección y temor popular: Fusileros Guardabosques Reales[11], Infantería Fija del Reino de la Costa de Granada[12], Partidas Armadas[13], Escuadras de Paisanos[14], Guardias del Reino[15], Fusileros de Aragón[16], Migueletes[17], Somatén[18], Mossos d’Esquadra[19], Escopeteros Voluntarios de Andalucía[20], Miñones[21], Milicias Honradas[22] y Serenos. Un sinfín de cuerpos, principalmente de ‘ámbito rural’, que terminarán desapareciendo e invitando a sus miembros a integrarse en el futuro cuerpo de policía regional que desde 1844 será la Guardia Civil.

Total que llegamos a las puertas del XIX con las cosas claras pero con un futuro espeso, como el mejor chocolate. Y  a ver si aclaramos conceptos y terminamos mañana con los siglos XIX y XX que se me están pareciendo como un campo sarcopoterium de pimpinelas espinosas de muy difícil tránsito para salir indemne.

 

 

 



[1] Francoise Husson, en una historia de los carpinteros de París; en 1903.

[2] Con el cometido de mantenimiento del orden público entre las gentes del pueblo bajo y la persecución de los malhechores y ociosos

[3] Policía y fuerza de seguridad interna con funciones judiciales, penitenciarias y fiscales. Lo mismo actuaban como guardaespaldas de las autoridades, que recogían la basura y vigilaban de noche las ciudades.

[4] Vara que representaba la autoridad y que era también un arma, sabiéndola emplear.

[5] 1715-1977; equipados con un chuzo y un silbato, que cantaban las horas y el tiempo atmosférico –“las once y lluvioso”, “las dos y sereno”; y con sereno -de tiempo atmosférico y no de abstemio- se quedaron estos personajes.

[6] Gentes de aquí y de allá que deseaban vivir libres en un territorio libre sin sometimiento a reyes ni señores, haciendo del robo y del secuestro su forma de vida, pues no había otra cosa de qué vivir.

[7] Federaciones de municipios en la Edad Media para el mantenimiento del orden público y seguridad y la protección de las actividades en las tierras comunales. En 1370, un ordenamiento real consintió y reglamentó estas hermandades de policía; serán los propios monarcas, ya en el siglo XV, quienes impulsen el ingreso de los concejos en las grandes hermandades de su reino. La Hermandad de las Tierras de Escalona (1190) fue una de las primeras y más destacadas.

[8] Cortes de Madrigal, 1476, unificando las distintas Hermandades que habían existido desde el siglo XI en los reinos de Castilla y León. Se le considera el primer cuerpo policial de Europa sometido a cierta organización y administración gubernamental. Fue decretada su extinción total en el año 1834, habiendo sido para entonces reemplazada por la Superintendencia General de Policía, creada en 1824 como órgano director de la Policía General del Reino.

[9] Instituto armado integrados por soldados cojos, tuertos, mancos y otros impedidos, provenientes del Ejército, con cometidos de orden público: control de vagabundos, mendigos, holgazanes y maleantes, inspección de establecimientos públicos, de hospedajes y viajeros.

[10] Voluntarios (burgueses, comerciantes y artesanos) comprometidos en ayudar al Cuerpo de Inválidos Hábiles

[11] Creada en Cataluña (1761) para servicio de policía y seguridad de la familia real y custodia de los sitios y posesiones del Real Patrimonio.

[12] Lucha contra contrabandistas de las costas africanas y Gibraltar.

[13] A las órdenes de un Corregidor, para reprimir el crimen y la delincuencia.

[14] Con el añadido del contrabando y otros delitos fiscales.

[15] Reino de Aragón;1568-1708. “Con jurisdicción y competencias sobre ladrones bandoleros, asesinos, secuestradores, contrabandistas y demás delincuentes; incluso en auxilio del Ejército”

[16] Sucesores de los Guardias del Reino; debían ser naturales de Aragón y eran elegidos por su robustez, agilidad, vigor, agilidad, resistencia a la fatiga y espíritu. Terminaron siendo una unidad militar entre 1835 y 1843

[17] Migueletes: llamados así por portar un fusil de llave de restrillo, o llave española, precursora de la llave de chispa. Tenemos Migueletes combatiendo al bandolerismo en las sierras de Andalucía -y la rebelión de las alpujarras- y Migueletes como Fusileros del Reino de Valencia, que terminaron integrados en la Guardia Civil en 1844. Sustituyeron a los ballesteros del Centenar del Gloriós Sant Jordi (o de la Ploma; 1365-1707) cuya misión era de la perseguir malhechores y su privilegio más destacado era la custodia de la Real Senyera. Nada que ver estos Migueletes con la Compañía de Almogávares de 1640 y Miquelón de Prats -¿mito o verdad?- y sus actos de pillaje tras la Guerra de los Segadores (1640-1652).

[18] De tradición medieval, a imagen del bucelario visigodo, centrado en la represión de bandoleros y piratas que llega hasta 1714, siendo reestablecido en varias ocasiones, tras guerras, para perseguir desertores. Refundado en 1855, pasó a ser un cuerpo auxiliar de Orden Público y ámbito rural que cobró un especial protagonismo en la Dictadura de Primo de Rivera como “policía de buenas costumbres y persecución de la blasfemia” pero que se fajó en la represión de los “delitos sociales” (huelgas). Disuelto en 1931 en toda España, continuó en Cataluña. Se reactivo entre 1936 y 1939 en la zona nacional para cobrar protagonismo en 1945-1948 al encomendársele colaborar con la Guardia Civil “en su lucha contra el maquis y las organizaciones obreras clandestinas”. Aunque en el olvido desde 1968, fue disuelto en 1978.

[19] Desde 1721 centrado en la persecución de criminales y bandidos en Cataluña; y a los austracistas tras la Guerra de Sucesión. Siguen la tradición de las Escuadras de Paisanos Armados. Hoy son un cuerpo policial activo. Fueron la primera organización policial en España y en Europa encargada de velar por la seguridad interior sin formar parte del organigrama militar

[20] 1777; fuerza policial surgida de regimientos militares para perseguir delincuentes y malhechores y ayudar a la Justicia. Entre su uniforme figuraba una cuerda de cáñamo para atar a los delincuentes que apresaban. Conflictos entre chancillerías y la jurisdicción militar acabaron con esta unidad.

[21] Desde 1793, aunque arrancan de las Hermandades de la Baja Edad Media. También se centraron más en otros cometidos -represión de liberales y prevención de las sublevaciones- sus encomiendas era típicamente policiales. Hoy, los Miñones de Álava están adscritos al Departamento de Interior del Gobierno vasco.

[22] 1808; constituidas para evitar desórdenes y reprimir a bandidos, malhechores y desertores de la Guerra de la Independencia.