20 feb 2021

HABLANDO DE TURISMO

  

Como rescoldo de una conferencia telemática a la que habíamos asistido, pasé a integrarme -un poco hastiado, todo hay que decirlo, y con un tentempié de cena- en una conversación WhatsApp entre colegas a cuenta del turismo y sobre lo asistido. La cosa se alargó más de la cuenta y fue degenerando hasta tal infranivel que el colega -llamémosle- A nos sobresaltó con un ¿cómo cuantos tipos de turismo conocéis?

Se produjo un silencio que atronaba. Entrarle al trapo al colega A podía traer consecuencias nefastas y el bocado -con su pizca de anchoa en lo alto- era tan sublime que opté por pasar turno mientras abría otro botellín.

Pero el colega -llamémosle- B, cual metrallera[1] Fatchamps de 1851 empezó a disparar en plan ráfaga sostenida: “de Sol y Playa, de incentivos y reuniones, de segunda residencia, de naturaleza, rural, de salud y belleza, cultural, de compras, gastronómico, de congresos, de cruceros, etnográfico, urbano, de negocios, de festivales, de tercera edad, de museos, religioso, de cementerios…”.

Al llegar al tanatoturismo, ya deglutido el bocado, me atreví, con inusual osadía, a preguntar: “y este repaso, ¿para qué?”. Era ya tarde; desbarrábamos.

Soy muy primitivo -y hasta agreste y montaraz en mis planteamientos- y no llegaba -ni aún hoy llego- a alcanzar lo que perseguía el colega A. Cuando la cita al turismo de cementerios, que no hay que confundir con el turismo negro -que aglutina a los lugares donde la muerta ha sido protagonista por guerra y terrorismo-, pensaba yo que el colega B iba a llegar al sumun del excentricismo y me iba a colocar al mismo nivel de turismo lo que hago yo en mis vacaciones y tiempo libre con cuestiones tales como el narcoturismo, el turismo tolkiano y el sexual (que lo hay).

No obtuve respuesta. El colega B seguía con su retahíla y no reparó -tal vez en su ensimismamiento- en mi pregunta.

Él ya estaba al nivel de Jack Keruac que tiene su propia lista ‘de turismos’. Nos hablaron de su clasificación en una formativa de estas en diciembre último. Keruac tiene un abanico que va desde el turismo abortivo (la condición humana) al turismo de póquer, pasando por el turismo pobrista. Sí, resulta que hay gente que viaja por el mero hecho (no se le puede llamar placer, aunque mira los masocas) de pisar lugares donde la pobreza está anclada. Visitan, fotografían y se van. Es fuerte, ¿no? Mínima acción temporal sin compromiso con aquellos a los que observas. ¡Jo, con la condición humana!

He leído en un reportaje que son las agencias las que sueltan un poco de pasta gansa para mantener la ignominiosa experiencia a modo de decorado permanente para una modalidad que como apellido ensucia el nombre del Turismo.

En fin, que ‘hay gente pa tó’ como dicen que dijo el califa Guerrita[2]. Hay más -y entre ellos estaba mi abuelo José- que dicen que la frase es de El Gallo[3], tras conocer a Ortega y Gasset -que sólo era uno, aviso para algún lector- y tras explicarle que nuevo caballero era filósofo. Si me he de pronunciar, diré que estoy más con el Divino Calvo que con el Califa y que por no minusvalorarlo citaré otra frase, referenciada a ciencia cierta como suya: ‘lo que no pué ser, no pué ser; y además, e imposible’.

Imposible era seguir con aquel martilleo de tipos de turismo que soltaba el colega B, ante el silencio del colega A y el tedio que me producía.

Colijo de aquellos minutos de bombardeo de posibilidades turísticas que la industria del turismo se ha encargado de satisfacer las ‘necesidades’ de todo tipo de turistas y viajeros imposibles y hasta llega a ofertar opciones muy fuera de lo común a personas con intereses muy particulares. Pero la excepción no debe confirmarnos la regla.

Visitar los lugares de los libros de Tolkien -o los de Harry Potter-, tiene, considero, un pase distinto de aquellos que visitan el castillo Poenari, en Rumanía, donde vivió Vlad Tepes que, dicen, inspiró a Bram Stocker para su obra Drácula; porque una cosa es el libro (y las pelis) y otra muy distinta la verdadera historia del empalador y su crueldad, que bulle a borbotones en las crónicas eslavas frente a ambrosía que ofrece la tradición rumana, que lo considera un sólido héroe nacional. Estos ‘turis, turis, turitas-tas’ de Poenari son los mismos que no visitan los castillos de Cachtice, en Eslovaquia, y Esei, en Hungría, marcados por la condesa Erzsébet Báthory de Ecsed… ni se atreven con el año sin verano -1816- por lo que no visitan la ginebrina Villa Diodati, o la inmediata Maison Chapuis, con las historias de John Polidori, Mary Godwin, Percy Shelly, lord Byron y alguno más, con sus cuentos de vampiros, frankenteins y dráculas. La Villa Diodati y la Maison Chapuis, las casas de la liga del incesto -como las llegó a llamar algún tabloide decimonónico-, está en Coligny, ahora un rico suburbio de Ginebra, en la ribera izquierda del Leman. Aquí, sostengo yo, se aguanta un paseo con más realismo que los muchos escalones que hay que subir -y bajar- para visitar el destartalado castillo rumano: y hay más verdad.

Con un ‘bueno, os dejo; ha sido muy instructivo’ me despedí de los colegas. Ni me tendrán en cuesta esta huida en puente de plata.

Entre la chapa de antes y el desabarre de ese momento, me quedaba claro que aquí de turismo habla cualquiera -¡Dios, cuanto experto!- y que, con sus modas y modismos, esto del turismo es siempre lo mismo: emociones.

Vaya por Dios. Coincido con Fernando Gallardo: el turismo es emocional. Es más; hasta suscribo lo de “el negocio del turismo pertenece al viajero, que es quien lo paga”, que dijo Gallardo. Y hasta ahí.

Impartió doctrina Gallardo en la tarde noche del jueves en el Club de Opinión de Benidorm. Y lo dejó claro: “la pandemia no cambia nada, pero acelera los procesos que ya estaban en marcha”.

Las triadas mágicas, la escuela de anfitriones y el Benidorm con palabros de marketing son cosas como que están bien para la filosofía aplicable a la hora de “redefinir el turismo para 2025, aprovechando la oportunidad para la digitalización y la sostenibilidad”, pero no solucionan el día a día, ni el pasado mañana que ha de llegar; y, ¡Virgencita!, por lo menos que esté en el ajo entonces y aún con vida.

Bueno, en la hoja de ruta de este receptivo que es Benidorm está lo de la digitalización y la sostenibilidad… y la accesibilidad universal, y la aplicación de la tecnología; todo ello para una mejor gobernanza: DTI de libro.

Gallardo nos lo fio todo a 2025. Y estamos a 20 de febrero de 2021, un año, dijo, que será “complejo”. La “remisión del problema”, avisó, “no llegará hasta 2022”. Pronosticó “un turismo incipiente, con alegría pero a espasmos para 2023” y la “vuelta a la normalidad a lo largo de 2024”, para señalar que “a partir de 2025 llegarán los felices 20”… y aquí me hallo, en mi otero, preguntándome si el foxtrot seguirá de moda y llegará otro charleston… y una Josephine Baker para bailarlo en blanco y negro… y si ese va a ser el color que salpicará el verde esperanza, el sinople de la fortaleza. Los nuevos brotes siempre son verdes y hay esperanza en la cosecha. Y el verde también es armonía y equilibrio, pero…

Vicente Larraga, hoy en el Diario Información, nos contaba que tenemos Covid para “dos o tres años” más, “aunque la normalidad volverá a España en otoño”. Le tomo la palabra, doctor. Larraga trabaja en una de las vacunas del CSIC que espera que esté autorizada y para producir, en otoño. Pide reindustrializar el país en mascarillas y vacunas; pero si es que hasta los analgésicos hemos dejado que nos los fabriquen en Asia y hasta para un dolor de cabeza hay que tirar de amarillos.

Margarita del Val, también del CSIC -pero de otro equipo, pues tienen tanta diversificación como modismos el turismo- ya pronostica la cuarta ola; la que generará “la prisa por desescalar para Semana Santa”. Y critica nuestra manera de “vivir al límite” y “ventilar poco”. Abranos de par en par las ventanas mientras podamos; que no nos las tengan que abrir.

Manuel Franco, de la Sociedad Española de Salud Pública y profesor en las universidades de Alcalá y John Hopkins, plantea bajar la incidencia a 50 antes de desescalar y nos señala los 3 errores que ya hemos cometido: “Ya hemos visto cómo desescalamos en primavera, cómo salimos en verano y cómo hemos salido en Navidades. ¡Ya va la tercera vez!”. Se decía que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra… y el español, con el mismo peñón, frente a La Línea de la Concepción.


El caso es que, para Gallardo, Keruac y mis colegas -y hasta para mí- hay muchos tipos de turismo, pero necesitamos doblegar al bicho para disfrutarlos. La cuestión está en aguantar. Resiliencia que le dicen ahora. Un sábado, como hoy, a finales de enero, oía en la radio que la palabra resiliencia está sacada de la Física e indica la capacidad de los materiales de aguantar los golpes y no romperse. Los sacos de boxeo, por lo general, tampoco se rompen; y mira que los golpean y aguantan golpes.

Caba vez más se están pareciéndose más a un saco de boxeo las gentes que sostienen el turismo.

Y yo me quedé sin saber por qué mi colega -llamémosle- A hizo aquella pregunta y ¿para qué? Al final, son emociones y la felicidad es una de ellas, quizás la principal.

 

 

 

 



[1] Antecedente de la ametralladora

[2] Rafael Guerra Bejarano (Córdoba, 6 de marzo de 1862-ibídem, 21 de febrero de 1941), más conocido como Guerrita o el Guerra, fue un famoso torero español, reconocido también como el segundo de los cinco Califas del Toreo.

[3] Rafael Gómez Ortega (Madrid, 16 de julio de 1882-Sevilla, 25 de mayo de 1960),​ apodado Gallito, el Gallo y después el Divino Calvo, fue un célebre torero español, hermano mayor de Joselito y miembro de la familia Gallo.

14 feb 2021

DE CUANDO HACÍA “VIBRACIONES”; DE MIS DÍAS DE MÚSICA EN LA RADIO

 

En recuerdo de mis días de radio, desde mediados de los setenta, cuando ponía en antena ‘Vibraciones’, un programa con “mi” mejor música, que JuanCar López suministraba desde Madrid (en ocasiones a precio oro) y que el NME (el “enemigo”/New Musical Express, que llegaba con bastante retraso en fechas) y otras publicaciones de JR Pardo -y aquellas grandes figuras de la radio musical- posibilitaban erudición y actualidad, creando -me justifico yo- cultura. Eran los días de EAM32, que luego emitió en FM…

Una vez por mes, recuerdo, hacía un especial, trabajadísimo, con lo mejor de… Hoy, va de The Beatles.

-.-

El 14 de febrero de 1961 cayó en martes. A ellos les daba lo mismo el día que fuera. Si actuaban, hacía pellas y no estaban en el instituto. Ni San Valentín, ni gaitas escocesas. Actuaron aquel martes en el Cassanova Club de Liverpool y hay una filmación; ¿la primera de la banda? Habían actuado con bastante éxito en la noche del sábado anterior y se les contrató para esa noche… y seis fechas más.

El Cassanova Club era un anexo del restaurante Sampson & Barlow's (39 London Road, Liverpool) que se publicitaba como The New Ballroom. Se acababan de trasladar de Dale Street, a comienzos de febrero de 1961, y querían ser un local puntero y para ello querían contar con ‘los mejores’.

Y London Road era entonces el centro de Liverpool, en el Barrio de San Jorge, donde el viejo cine Odeon era referencia obligada. Hace cuatro años, cuando la última vez que pisé Liverpool siguiendo las huellas de los Beatles, tristemente vi que del espíritu sesentero de esta calle sólo quedaba el mercadillo de Monument Place y algún pub destartalado. Y la recomendación que no pasear por allí al caer la noche. Fui -y eso no se olvida- un ‘bitelmaníaco’ y aún me gustan estas cosas. Fíjate, no entiendo la pasión por Harry Potter y me asomo a London Road.

Y a lo que iba con este post. El caso es que el éxito de aquella tarde-noche de San Valentín les volvió a llevar a The Cavern Club, esta vez con Gerry Marsden, el de Gerry And The Pacemakers, a vivir de lleno noches de R’n’R.

Desde que en abril del 54 entrara en escena el ‘Rock around the clock’ de Bill Haley (su ricito) y sus Comets, esto de la música dio un brinco y pasó a otra dimensión. El R’n’R, incluso, cambió el orden social, apareciendo las subculturas juveniles que exceden de este post.

La película (del mismo título que la canción y en torno a ella) llegó al Reino Unido en 1956 y en el  poco más de año y medio entre una y otra se constató la revolución larvada de una juventud británica que por aquel entonces tenía un futuro más oscuro que el sempiterno amanecer invernal de la noruega Rjukan.

Eran los días de los mods y rockers que Quadrophenia (de The Who) refleja tan bien; los días en que se enfrentaron en Brighton Beach; el despuntar de la década de 1960. Los Teddy Boys prendieron fuego al primer motín adolescente de la Gran Bretaña y fueron espejo mundial.

Había que haber estado allí para contarlo, pero otros lo han hecho por mí. Al estudiarlos, sabes que al ritmo de ‘Rock around the clock’ Gran Bretaña se despertó en estado de shock ante la existencia de adolescentes que soñaban con un futuro que pintaba más negro que el carbón de las minas de gales.

En la prensa se reflejaba el pánico moral que tenía la tradicional sociedad británica a “la juventud salvaje” o a “la amenaza adolescente”. Y la banda sonora, una de las bandas sonoras de aquellos días, la estaban poniendo, desde Liverpool, los Beatles.

Por nadie pase, y más con la que nos está cayendo, pero a la salida de la penumbra de la posguerra, en la década de 1950, los Teddy Boys (los Teds/Teddys) fueron la subcultura adolescente original de Gran Bretaña y establecieron los modelos para todas las tribus jóvenes que seguirían sus pasos: los Mods, Rockers, Punks, New Romantics y más allá. Inspirados en el R’n’R americano y en los dandies eduardianos (que era lo imperante), el estilo de los Teds marcó tendencias. Y allí estaban John, George y Paul, que en realidad no eran Teddys, pero no sabían cómo resolver su carga emocional.

Echando la vista atrás a los nombres de sus primeras formaciones ya tenemos la pista del problema: John y Paul actuaban como The Nurk Twins; cuando se les unía George ya eran “The Quarrymen”, “Johny & The Moon Dogs” o “The Silver Beatles”; este último nombre lo adoptaron a semejanza de The Crickets (Los Grillos) que era la banda de otro de los grandes ídolos del momento: Buddy Holly.

Al poco de estrenarse la película de Bill Haley, John y Paul, en un día que hacen novillos, componen en “Love me do”, el primer himno que aguantarán hasta 1962 para pasar a vinilo. Aún no habían interiorizado aquello de que ‘si algo te duele, ¡grítalo!’ que contendrá el espíritu de sus canciones.

En el 59 el dúo-trío se amplía con Stuart Suftclife que iba de pintor (y con la venta de un cuadro se compró un bajo); y en agosto de 1960 llaman a Pete Best para la batería, que siempre será la asignatura pendiente del grupo -Andy White y otros rondaban-, aunque Ringo consiguió su huequecito.

Stuart, dejará el grupo tras las actuaciones de Hamburgo en el 61, murió en agosto del 62. Se cuenta que en una de aquellas tradicionales peleas tras una actuación en el Litherland Town Hall, en la primavera del 61, le patearon la cabeza y ya no fue el mismo. A Pete Best se lo quitaron de en medio al regreso de la ‘primera gira por Hamburgo’: era un verso suelto. Johnny Hutchinson, fue su sustituto, por un concierto y dos días, hasta que Ringo se unió a la banda en el 62. De Hutchinson, seguro que han oído poco hablar, fue Beatle por unas horas.

Los comienzos de la banda no fueron fáciles. Tras una penosa batida por Escocia consiguen una llamada para Hamburgo; Bruno Koschmider los paseó primero por The Indra Club y luego se los llevó al Kaiserkeller; y de ahí, al Top Ten, Star Club, Beer-Shop… hasta que les deportan a George, por ser menor de edad y Paul y Pete por incidentes menores en un Hamburgo que por aquellos días era el mayor centro de perversión de Europa: prostitución, gansterismo y tráfico de armas para la guerra de Argelia y todos los conflictos del África efervescente contra el colonialismo.

En aquel Hamburgo, conocen a Astrid Kirchherr y a Klaus Voormann. La primera terminará por marcarles el look beatle y quedarse con Stuart. Klaus será el sexto Beatle de por vida y el autor de sus mejores portadas.

Ya fogueados, vuelven a Liverpool y acortan el nombre de la banda: The Beatles. Y se produce la irrupción de Brian Epstein. En Hamburgo, John, Paul y George conocen a Tony and the Jets (Tony Sheridan) y por esas cosas de la escuela alemana de productores musicales, Bert Kaempfert une a Sheridan con Paul, John y George (The Beat Brothers) y lanzan su versión de una canción popular escocesa -My Bonnie (My Bonnie Lies over the Ocean, que habla de Bonnie Prince Charlie; el  del Drambuie)- que marca el principio de la era Beatle.

[Osvaldo Pérez d’Elías; ABC, domingo 13 de mayo de 1990]


La gente joven se interesa por el disco y lo busca. Raymond Jones -que ha entrado en la historia como el primero que buscó esa grabación en la tienda NEMS de Whitechapel- había leído en el Mersey Beat, un periodiquito que publicaba las actuaciones de las bandas de Liverpool, lo de este tema que arrasaba, y lo buscaba. Epstein, el dueño de la tienda, a su vez, buscaba satisfacer a sus clientes y no tenía ni idea de la canción ni del grupo, pero lo buscó, lo localizó, fue al lugar de actuación -The Cavern- y… les firmó el primer contrato: 9 de noviembre de 1961.

De Brian Epstein siempre se ha dicho que fue el quinto Beatle.

En la segunda semana de mayo de 1970 sonaba por primera vez su último disco -“Let it be”-; en horas anunciaron su separación. 1961-1970. Sólo una década de The Beatles -quince años desde que Paul y John comenzaron- que está dando para mucho; y lo que queda…


13 feb 2021

DE ESPAÑOLES EN GÒ CÔNG

 

 

Desde que en noviembre de 1520 descubrimos que se podía ir al Maluco por el Oeste, comenzamos a sentir predilección por aquellas tierras lejanas y, mira por donde, orientales.

Este Post entraña una pequeña historia de españoles en Gò Công; incluso en Da Nang, a donde ahora, en pleno siglo XXI, nos ha dado por ir de turismo. Pero entre el XVI y el XX, dejamos nuestra sangre por Vietnam.

A Gò Công llegó la Misión Sanitaria Española a Vietnam de Sur (1966-68), como justamente un siglo antes llegó Palanca en la Campaña de la Cochinchina (1858-63), por señalar dos situaciones en las que nos embarcamos con las potencias del momento y así llegamos, al reino de Annan... Y, si recuerdan, en unos de los últimos post les he hablado de “la fiebre de Annan”, como se llamó también a la Gripe del 18 (que seguro que salió de por allí, como ésta ahora) y como estamos con la Covid-19 a cuestas, pues he echado la vista atrás y…

Cuando Lyndon B Johnson llamó -1964- a todas las naciones del mundo a combatir el comunismo en la llamada campaña “Más banderas” y en el marco de la Oficina de Asistencia Militar del Mundo Libre (FWMAO), unos cuantos países se unieron de forma decidida enviando tropas -Corea del Sur y Australia, por ejemplo; y hubo más países- mientras otros lo hicieron de forma testimonial -Marruecos, por ejemplo, enviando 10.000 latas de sardinas (no he conseguido saber si en aceite de oliva o en escabeche)-; incluso algún país más lo hizo de forma semiclandestina, como España, enviando un equipo médico-sanitario que fue destinado al sur de Saigón, en el Delta del Mekong, al hospital Truong Công Dinn de Gò Công, entre septiembre de 1966 y septiembre de 1968, justo al lado de la “Ruta Ho-Chi-Minh”. Sí, cosas del destino: a Gò Công.

La misión inicial fue de 12 sanitarios (se convocaron 14 plazas; y se cubrieron 12). El operativo contemplaba reemplazos cada seis meses (con un descanso mensual en Saigón y unas vacaciones de 15 días pagadas por los Estados Unidos, además del sueldo -1.000 dólares [80.000 pesetas] USA y las 12.000 pesetas de la paga del Ejército español [no vale reírse]- y otras cuestiones); varios se rengancharon. Al final, treinta y seis expedicionarios españoles estuvieron en el Delta del Mekong.

El destacamento español estuvo muy bien considerado y por su trabajo y dedicación fueron recompensados por el Ejército survietnamita, con la Medalla de Honor de 1ª clase y la Medalla de la Campaña, y por el Ejército de los Estados Unidos, con la Medalla al Mérito en el Servicio. Al capitán Linares le fue impuesta la Estrella de Bronce; eso sí, bajo el más absoluto secreto y en dependencias de la embajada norteamericana en Madrid. Ahora bien, salieron en los noticiarios USA cuando visitaron el hospital donde ejercían las gentes de Hollywood -Jane Mansfield y otras estrellas de ese firmamento- y el general de cuatro estrellas William Westmoreland, al mando del XVIII Cuerpo Aerotransportado y jefe de las tropas norteamericanas por allí.

A finales de enero de 1968, en la Ofensiva del Tet, el hospital fue atacado y resultaron heridos dos suboficiales integrantes de la expedición (sangre española). Y, cosas del ADÑ, resulta que un informe posterior a los combates describe como a los pocos días del ataque los guerrilleros vietcong detuvieron a uno de los vehículos con los que los militares hacían las visitas a los poblados para pedirles perdón por los daños ocasionados al hospital. La mayoría de los pacientes que atendían eran heridos vietcong y la fama de los médicos y sanitarios españoles corría por el delta del Mekong donde a uno de los puentes que salvaban los brazos del río se le bautizó como Puente del España (sí, DEL España; que hay fotos); aunque tay-ban-nha quiere decir “de los españoles”. Hoy no existe por la reurbanización del lugar.

Y aunque suene a demagógico, el ‘hogar español’ del hospital reunió a todos, especialmente a militares yanquis, a la hora del rancho con las paellas y otros guisos y artes culinarias practicadas con el mismo acierto que la cirujía.

No recuerdo en qué revista de todas aquellas que leía mi padre en los 70, pero leí un reportaje de Miguel de la Cuadra Salcedo sobre la Guerra del Vietnam donde se reseñaba esa presencia militar médica española -con “los 12 de la fama”- que ahora parece que ‘sólo se descubrió a finales de los 80’. ¡Qué país!

No sé si aquellos militares supieron que un siglo antes soldados españoles habían conquistado Gò Công y muchos habían dejado su vida en Vietnam.

Distintivo de los expedicionarios españoles del siglo XX


Un poco más al norte, en el mismo Vietnam, está Da Nang. Allí se produjo el primer desembarco de marines en 1965 y se construyó el aeropuerto de mayor tráfico del mundo; operaba a finales de los años sesenta más dos mil doscientas operaciones (militares) al día.

Por el portugués Antonio da Faria supimos en 1535 de Da Nang y comenzamos a comerciar y, de paso, evangelizar. Y “nos” iba bien en ambas cuestiones hasta que comenzaron, hacia 1840, las persecuciones de misioneros y conversos. Francia, que operaba de gendarme de la zona, exhibía su artillería naval y calmaba los ánimos hasta que el emperador Tu Duc, harto de que los misioneros le fueran ganando terreno hizo de las suyas. Y ahí entraron en acción los soldados españoles escribiendo otra página de la Historia en tierras lejanas; ante el imperio de Annam.

A principios de 1857 llegaron noticias inquietantes a Manila sobre la situación en el vicariato de Tonkín (delta del río Rojo, al Norte de Vietnam). La persecución religiosa iniciada años atrás por el emperador Tu-Doc estaba en su momento álgido con detenciones de cristianos y ejecuciones de misioneros españoles y franceses. El cónsul español en Cantón, Nicasio Cañete, pidió a su homónimo francés, Alfonso de Bourbulón, ayuda al mismo tiempo que el gobierno de Narváez (general, él) pedía la intervención del propio Napoleón III que, como dije, ejercía de gendarme del sudeste asiático.

Total, que los annamitas ejecutaron al obispo español a finales de julio y desataron la persecución de todo cristiano por la Cochinchina; bien nativos, bien europeos. Eso ya pintaba tan mal que el gobierno francés proyectó una expedición de castigo contra Tu Doc. La idea era que cesaran las persecuciones. La flota francesa en el mar de la China fue activa y el almirante Rigault de Genouilly puesto al mando de una operación conjunta franco-española. El Gobierno español aportaba mil cuatrocientos hombres de la Capitanía General de Filipinas. Al frente del contingente español se nombró al coronel de Infantería Bernardo Ruiz de Lanzarote; su segundo jefe era el comandante Carlos Palanca Gutiérrez.

El 12 de agosto de 1858 llegaba a Manila el vapor francés Dorogne para embarcar al primer contingente; el 6 de septiembre el segundo contingente español salía de la bahía manilense en la fragata Durance. La escuadra conjunta (es un decir) la componían 12 unidades navales francesas y el aviso[1] español Elcano. En Da Nang se fijó la base de operaciones (que debía ser tomada al asalto). El 14 de septiembre los franceses bombardearon los fuertes y las columnas de Palanca tomaron las fortificaciones y la ciudad.

Con Da Nang como cabeza de puente, el 3 de febrero de 1859 la flota de castigo puso rumbo a Saigón con las cinco compañías expedicionarias españolas destinadas a la operación. Una semana después llegaban al delta del río Mekong; en seis días conquistaron los ocho fuertes que protegían el delta y al  amanecer del 17 de febrero asaltaron Saigón. Las unidades españolas estaban dirigidas por los comandantes Palanca (que no ha pasado con ríos de tinta a la Historia) y Primo de Rivera (que sí). Al caer la noche, la capital de la Baja Cochinchina, que así la llamaban los gabachos, se hallaba en poder de las tropas aliadas. Por esta acción le fue concedido a Carlos Palanca el grado de teniente coronel -por méritos de guerra- y hasta fue recompensado por Napoleón III con la distinción de Caballero de la de la Orden Imperial de la Legión de Honor. A petición del ministro de la Guerra, José Mac Crohom y Blake[2], en febrero de 1860 recibió el nombramiento de ministro plenipotenciario de Su Majestad para realizar tratados de paz, amistad y comercio con el gobierno de Annam. Dos días más tarde era nombrado comandante general de las fuerzas expedicionarias en aquel Imperio: las fuerzas expedicionarias sumaban 322 soldados franceses y 233 españoles. Sólo el Ejército de Caucho de Bevan tenía menos soldados para hacer frente a aquello.

En los primeros días de 1863 se activó nuevamente la insurrección annamita, pero le llegaron a Palanca nuevos refuerzos desde Manila: 515 soldados. Palanca ocupó entonces el enclave de Gò Công, donde un siglo después estarían los sanitarios españoles durante la Guerra de Vietnam, y terminó pacificando el territorio. Se firmó el correspondiente tratado, Francia se quedó en su Cochinchina y las tropas de Palanca embarcaron en Saigón el 1 de abril de 1863, llegando a Manila el día 7. A estos sí se les tributó un caluroso recibimiento.

En 1898 los franceses llevaron los cuerpos de todos los soldados caídos en la Campaña de Cochinchina al cementerio de Da Nang.

Lápida, en el cementerio de Da Nang


 



[1] Embarcación de guerra, pequeña y muy ligera (veloz), destinada a usos auxiliares.

[2] A pesar de sus apellidos, ferrolano y hasta diputado por Alicante en 1854 y 1858