29 may 2021

DE LA AMISTAD DE MARRUECOS… Y LA INVISIBILIDAD ESPAÑOLA

Bajaba en el asiento de atrás escuchando la radio y en el trayecto he llegado a esta reflexión… 

Y cuentan los cronicones que el rey Fernando III murió “hacia la medianoche del jueves 30 de mayo de 1252 en el alcázar sevillano”. Y por cosas del siglo XVII, hoy, 29 de mayo de 2021, celebramos y mañana, 30 de mayo, conmemoramos a Fernando III El Santo como Día de las Fuerzas Armadas españolas. 

Y hoy debería ser un día muy especial. Un sencillito acto castrense en la Plaza de la Lealdad -hermosa palabra; sentimiento de respeto y fidelidad- con homenaje a los caídos, paso de la patrulla Águila y breve desfile de una fuerza terrestre representativa de los 3 Ejércitos y la Guardia Civil fue retransmitido por La 1 de TVE con la tradicional desidia y la truculenta realización del acto. 

Sonaba lejano lo de “Lo demandó el honor y obedecieron, lo requirió el deber y lo acataron… No quisieron servir a otra Bandera, no quisieron andar otro camino, no supieron vivir de otra manera”. Y rotundo el pasaje central de la canción “La muerte no es el final” –“Cuando la pena nos alcanza por un compañero perdido, cuando el adiós dolorido busca en la Fe su esperanza. En Tu palabra confiamos con la certeza que Tú ya le has devuelto a la vida, ya le has llevado a la luz”- que desde 1981 honra a los caídos, en especial de las Fuerzas Armadas. 

Pero a lo que me ha traído hoy aquí, que es otra cuestión castrense. 

 Del 7 al 18 del inminente mes de junio se van a celebrar en Marruecos las maniobras African Lion 21. Participan tropas de Marruecos, Estados Unidos, Túnez, Senegal, Reino Unido, Canadá y Brasil. También participarán países observadores como Chad, Burkina Faso, Níger, Nigeria, Dinamarca, Malta y Portugal. España no acude; el año pasado, el Covid suspendió estas maniobras en las que sí participábamos… y este año… resulta que, decidió España ‘hace varios meses’ no acudir y que ‘no ha tenido nada que ver’ que estemos en plena crisis diplomática con el primo del Sur (primo, por lo de hacer el primo siempre con ellos), tras el episodio de la avalancha de migrantes en Ceuta y la acogida en un hospital de Logroño del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali. En fin: que, ya saben, “lo decidieron hace varios meses y no tiene nada que ver”. ¡Claro que sí! 

Y nosotros, con Ghali en Logroño, no somos el dolor de cabeza alauita. 

La espada de Damocles está a días vista a través de una sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) sobre una cuestión comercial que puede rebotar y hacer añicos su estrategia para el reconocimiento a nivel internacional de su soberanía sobre el Sáhara Occidental. La Corte de Luxemburgo tendrá que determinar si la UE conculcó la ley al incluir los productos procedentes de los territorios ocupados en el acuerdo de asociación con Marruecos. Esto una patatita incandescente salida de Nyiragongo congoleño o del Etna siciliano: asuntillo de índole económico que puede resultar una carga de profundidad. 

Y Marruecos mira y suspira al amigo norteamericano. 

 Lo de las relaciones USA-Marruecos es de Freud; más bien de frenopático. A pesar de las evidencias de mala praxis alauita, cuando menos EE.UU., que siempre apoya al sultancete, nos ha pedido a nosotros, España, que trabajemos al alimón con los marroquíes para llegar a una solución. Y ya está bien. 

Vale que en 1777 el sultán Mohamed III fue el primer gobernante que reconoció a los EE. UU. como nación independiente, pero… ya me contarás lo que eso podía suponer para la nueva nación el que un trocito del norte de África les reconociera cuando el pescado se vendía entre París y Londres. Vale que Washington y Rabat están unidas desde 1786 por un tratado de amistad, el más antiguo y duradero de los que mantienen los Estados Unidos, pero esto es de cine francés de autor. 

Por cierto, el tal Mohamed III –‘el reconocedor’- se nos hizo famoso por aquí porque intentó tomar Melilla . Y fracasó. En su país lo estudian porque, además, compró y liberó (1766) a los últimos esclavos musulmanes que quedaban en España, en las ciudades de Barcelona, Sevilla y Cádiz (¡cómo éramos!). 

La pieza histórica del Sitio de Melilla quiero sacarla hoy a pasear porque permanece bastante arrinconada en la historia de nuestro país, España; que lo olvida todo. 

Fue en tiempos de Carlos III. Ante los movimientos en la frontera (más o menos como ahora mismo) se preparó la defensa las plazas de Ceuta y Orán (que menudas antenas teníamos por allí; como ahora). Pero ‘el reconocedor’ Mohamed III convenció a mercenarios argelinos de atacar conjuntamente la plaza de Melilla, que aunque se lo esperaba estaba más desguarnecida. Gran Bretaña (que hoy nos tiene en el ámbar semafórico) le vendió al sultancete la mejor artillería del momento; y hasta le puso los artilleros (porque ellos no eran capaces de operar aquellos cañones). 

En cien días de asedio cayeron sobre Melilla 12.000 proyectiles, pero la guarnición resistió -cueva viene, cueva va- al mando del brigadier Juan Sherlock quien, tras la interceptación por la flota del almirante Barceló de un convoy británico de abastecimiento de munición el 18 de marzo, salió a campo abierto al frente de sus tropas y desarboló a marroquíes y argelinos. 

En la parte vieja de Melilla, en la Cuesta de la Florentina, camino de los túneles, una gran roca del Gurugú recuerda a los defensores de la plaza: “In memoriam del mariscal de campo don Juan Sherlock…”. 

Elemental querido Watson y amables lectores; honrar la memoria de los que defendieron la plaza y dieron su vida por España. El conde de Floridablanca firmó el acuerdo de paz y comercio con el Marruecos de 1780… y todo quedó en nada. Y muy irlandés don Juan Sherlock murió, en 1794, en Sanlúcar de Barrameda, como gobernador militar.
Y a lo que iba. 

Marruecos ha vendido muy bien su reconocimiento a la República de los Estados Unidos de Norteamérica. España ha vendido muy mal su pasado americano en general y norteamericano en particular. Y ahora está el alauita muy nervioso.

Ilustrando, que es gerundio: España ayudó a las Trece Colonias con dinero, armas, munición, pertrechos, vestuario y tropas en los campos de batalla. 

Elizabeth Wise, regent (presidenta) del Capítulo Español de las Hijas de la Revolución Americana (DAR, Daughters of the American Revolution), ya contó en 2017 que “George Washington, pidió la ayuda española, porque solo con el apoyo de Francia -cinco mil soldados equipados y pertrechados, pero a los que había que pagar- no podía haber ganado la guerra”. Pero, oiga: Marruecos es Marruecos. Y yo no lo entiendo. 

Entrar en guerra contra Inglaterra por las Trece Colonias tenía su aquel para la España de Carlos III. Francia no perdía nada; pero nosotros estábamos muy expuestos. No obstante, al lío; pero con cuidado. Darle pal pelo a Inglaterra era una cosa que pedía el cuerpo (Gibraltar y Mahón ); y otra, muy distinta, que el espíritu republicano e independentista de las colonias se saliera de madre e impregnara nuestras posesiones por aquel continente. Pero aún así, ¡a por ellos! 

Comenzamos la ayuda posibilitando que los navíos americanos que hostigaban a los ingleses pudieran encontrar refugio en los puertos españoles del Golfo de México y del Mississippi. Luego estaba la parte financiera: Diego María de Gardoqui canalizó la ayuda económica y en reconocimiento acompañó a Washington, a su derecha, en el desfile del final de la contienda. Y se quedó como primer embajador ante la nueva república. 

Como la burocracia española es única, lo tenemos todo apuntado y por eso sabemos -por Pedro Pablo Abarca de Bolea y Ximénez de Urrea, Conde de Aranda, ministro y Embajador del rey Carlos III- toda la ayuda material oficial, muy considerable para la época, prestada: 30.000 mosquetes y bayonetas, 512.314 cajas de munición, 251 cañones, 300.000 libras de pólvora, 12.868 granadas, 30.000 uniformes y 4.000 tiendas de campaña; además de medicamentos, comida y “material de campaña diverso” (que vaya usted a saber lo que podía ser). Ah, y el apoyo adicional de más de 11.000 soldados. Y repito, los franceses sólo pusieron 5.000 soldados (ya venían de una guerra por allí mismo). 

Por cierto, el ejército rebelde de Horatio Gates y Benedict Arnoldt, que ganó la batalla de Saratoga (el general británico John Burgoyne rindió sus tropas… y terminó sus días de dramaturgo de cierto éxito), en 1777, estaba íntegramente equipado con el material español. 

La apertura de un segundo frente de batalla por el Sur, a cargo de Bernardo de Gálvez, debilitó militarmente la posición británica en el continente americano, y resultó vital desde el punto de vista estratégico para el inicio de las victorias de George Washington. Gálvez, gobernador de la Luisiana, entró en acción y (a pesar de la epidemia de paludismo) tomó a asalto los fuertes británicos de Bute (en Manchac), Baton Rouge, Panmura (Natchez) y Charlotte (entrada a Mobile); y posibilitó el ataque y victoria en Pensacola tras burlar el fuerte de Barrancas Coloradas, como ya hemos contado en este Blog.
Miles de españoles, especialmente los ‘vasallos libres de América” (Texas, Arizona, Colorado y Nuevo México), contribuyeron con 1 peso (nativos y mestizos) o 2 pesos (los españoles) a sostener “con vigor y decoro” la guerra contra Inglaterra. Y más de 6 millones de pesos entregó Gardoqui a Washington, que sirvieron hasta para pagar a las tropas francesas (en la batalla de Yorktown) y a la flota de De Grasse (que bloqueó la salida de las tropas del marqués de Cornwallis). Luego, por el Tratado Pickney (San Lorenzo de El Escorial, 27.10.1795) fijamos amistad, fronteras y límites de navegación. La Piedra Ellicott (10.04.1799) es el único recuerdo del Paralelo 31 que marcó la frontera entre el Reino de España y la República de los Estados Unidos de Norteamérica entre el río Misisipi, hacia el este, y el río Chattahoochee. La piedra se encuentra en el Parque Histórico Ellicott Stone, a quilómetro y medio de Bucks, Alabama, cerca del río Mobile. En el lado norte figura la inscripción “U.S. Lat. 31, 1799” y en el lado sur “Dominio De S.M. Carlos IV, Lat. 31, 1799”.
En el Capitolio de los Estados Unidos hay, en lugar preferente de la Sala de Honor de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado norteamericano, un retrato de Bernardo de Gálvez ; no he visto yo por allí retrato de marroquí alguno; aunque debo reconocer que, en el caso de Gálvez, su retrato tardó el colgarse 231 años, haciéndose efectiva, finalmente, la Resolución del Congreso de los Estados Unidos de 1783; pero ya está. Como en Florida, el 8 de mayo es el Día de Gálvez.
Y no me puedo olvidar de los Farragut. Jorge, nacido en Menorca durante la dominación británica de la isla, que terminó navegando entre La Habana y Nueva Orleans. Se unió a los revolucionarios de las Treces Colonias y sirvió como teniente en la Marina de Guerra de Carolina del Sur. Su hijo David llegó a almirante y la marina de los Estados Unidos alista un barco con el nombre ‘USS Farragut’. Y también he contado en este blog la ceremonia frente a Ciutadella de unidades de la VI Flota en la noche de San Juan. Y con todo sigo sin entender esa extraña relación de amor entre la República de los Estados Unidos y el reino dictatorial de Marruecos. Y cuando algo entiendo, me da que pensar. Es que lo vendemos todo muy mal.

2 may 2021

DEL 2 DE MAYO: A PROPÓSITO DE UNA GUERRA QUE COMENZÓ Y FINALIZÓ EN BAYONA

Ya escribí un Post "A propósito del 2 de mayo" que luego vio la luz en papel allá por 2010 cuando no me atrevía a subirlos por aquí. Y hoy, viendo los comentarios en Facebook a la retransmisión por esa red de los actos de la Comunidad de Madrid he percibido un desconocimiento total sobre el hecho bajo el que late esta celebración que se nutre del contexto de las Guerras Napoleónicas y que entre 1808 y 1814 se libró en la vieja piel de toro. Gerardo Muñoz Lorente hizo un excepcional trabajo centrado en la provincia de Alicante (mayo 2008). La UA tiene en marcha un proyecto, que debería culminar este año, sobre los paisajes de aquellas batallas. Los franceses tomaron Benidorm -pensaban unir las aguas de ambas habías con una canal artificial por el trazado del actual Paseo de la Carretera y hasta la titularon "Ciudad del Emperador", lo que nos reportó la Acción en Benidorm que relata el abogado e historiador naval británico William M James en el sexto tomo de la Historia Naval de la Gran Bretaña. La refiere como 'Acción en Biendom, puerto cerca de Alicante' y relata la hazaña protagonizada 'por el comando' del guardiamarina Michael Dewyer; ascendido a primer teniente. Y luego está el libro de César Evangelio, la Historia de Benjdorm de Paco Amillo y hasta los aportes de Paco Bou. El caso es que entre mayo de 1808 y enero de 1812 los gabachos no se dejaron ver mucho por lo que hoy es la Comunidad Valenciana y, especialmente por la provincia de Alicante. A partir de entonces ya fue otro cantar. El castillo de Benidorm fue ocupado a finales de 1812 que en 1813 fue bombardeado por los ingleses. Antes, habían ocupado los franceses La Vila Joiosa, que tomaron como puesto de Avanzadilla. Nunca llegaron a Alicante; bueno sí. En el verano de 1812 el general Montbrun con 4.000 hombres y unas piezas de artillería se presentó ante Alicante lanzó tres cañonazos y mandó un emisario exigiendo la rendición. Le dijeron que como que no.... y se retiró. El puerto y la ciudad se convirtieron en un elemento de entrada de tropas de refresco (nacionales e internacionales; que por nacionalidades en conflicto no iba a ser) para combatir al francés. En julio de 1813 cesó la actividad bélica en la provincia no sin antes haberse registrado dos batallas en Castalla (julio de 1812 y abril de 1813). En abril de 1812 también hubo un enfrentamiento en Mutxamel. Pero a lo que iba de hoy, 2 de mayo. A todos -los de cierta edad- nos han contado aquello de que "el 2 de mayo de 1808, las tropas francesas deciden sacar a la Familia Real de Madrid, mientras les observa una multitud que protesta ante las puertas de palacio. La muchedumbre es disuelta por un batallón de granaderos, y la noticia origina una violenta reacción del pueblo de Madrid contra los franceses". Vale; pues sí. Pero... Comencemos la historia. Napoleón, en su afán contra Inglaterra -tras la derrota de Trafalgar (21 de octubre 1805)-, decreta un bloqueo que Portugal incumple; decide su invasión. Para llegar hasta Portugal el ejército napoleónico tenía que cruzar la península ibérica. Napoleón logró el permiso de España para que sus tropas cruzaran el país al firmar con Manuel Godoy, válido del rey Carlos IV, el Tratado de Fontainebleau (1807). Tropas hispanofrancesas invadirían Portugal, se acabaría la connivencia con Gran Bretaña, se saldarían deudas con Carlos Luis de Parma y se negociaría sobre Gibraltar y Trinidad (y el Alentejo y el Algarve serían para Godoy, como Principado de los Algarves). Las tropas españolas atacaron por el norte y el Oeste en tiempo y forma, y las tropas francesas del general Andoche Junot, que había cruzado la frontera española diez días antes de la firma del Tratado, se presentaron ante Lisboa, tras haber cruzado España, el 30 de noviembre. La Familia Real lusa había embarcado para Brasil. Y Francia siguió enviando tropas hacia Portugal, pero que se iban quedando en las principales ciudades españolas. En los días postreros del año 1807 el general Joaquín Murat ordenó la ocupación silenciosa de España y desde el 22 de diciembre varios contingentes franceses van entrando en España y tomando plazas con el beneplácito de Godoy quien, asustado por sus cálculos de más de 100.000 soldados franceses en Esapañ, a finales de febrero, plantea la salida de la Familia Real española hacia Aranjuez con la idea, visto lo sucedido en Portugal, que a través de Sevilla y Cádiz pudieran llegar a América. Pero esa idea de la salida del rey provoca el Motín de Aranjuez (17 de marzo): cae Godoy, abdica Carlos IV y se proclama rey a Fernando VII, quien el 24 de marzo regresa a Madrid triunfante, por la Puerta de Atocha, aclamado por el pueblo de Madrid. Desde la noche anterior, las tropas de Murat controlan Madrid. Más de 20.000 soldados napoleónicos estaban acantonados en Madrid y otros 30.000 acampaban a una hora de la capital. En los primeros días de abril Fernando VII es engañado por el general Savary con la posibilidad de diversos encuentros con Napoleón tanto en Burgos (a dónde llega el 12 de abril) como en Vitoria (13 de abril), animándole a llegar hasta Bayona, donde recaló el monarca español el día 20; el mismo día que en Madrid era excarcelado Godoy, que de inmediato parte para Bayona a donde llega el 26 de abril). Cuatro días después, Carlos IV y su esposa llegaban también a Bayona, siendo recibidos como Reyes de España, ante el desconcierto de su hijo Fernando (VIII). Engañados padre e hijo. El 30 de abril desde Bayona se notifica a la Junta Suprema de Madrid que el rey Carlos IV deseaba la presencia de su hijo menor, el Infante Francisco de Paula Antonio, en Bayona. Secretamente se dispuso la partida del joven para el día 2 de mayo. Y ese 2 de mayo se corrió la voz, muy de mañana en el Madrid ocupado de facto por los franceses, de que se preparaba la salida para Francia de miembros de la Familia Real. El pueblo de Madrid se agolpó ante el Palacio Real. Dejaron salir el carruaje de la hija de Carlos IV (y hermana del rey Fernando VII; y de Carlos María Isidro de Borbón), la Infanta María Luisa de Borbón con sus hijos, a los que acompañaba el ministro de la Guerra, Gonzalo O'Farril. Pero cuando se prepara para hacerlo el carruaje que debía conducir al infante Francisco de Paula Antonio, el maestro cerrajero José Blas Molina, que ya había estado en el Motín de Aranjuez y otros episodios contestatarios, enerva a la multitud congregada -¡Vasallos a las armas, que se llevan al Infante!- y junto al coronel López de Ayala impiden la salida de este y se inicia el asalto del palacio. Ha comenzado el 2 de mayo en Madrid (por una decisión tomada en Bayona). Las tropas francesas acantonadas, al tener noticias del asalto al Palacio Real salen de sus cuarteles y se despliegan por la calle de Alcalá, la Puerta del Sol y las plazas Mayor, Santa Cruz y Antón Martín; por las puertas de Segovia, Toledo, San Vicente y Fuencarral entraron las tropas napoleónicas de la periferia. Por la antigua Puerta de Toledo, en el barrio de La Latina, hombres y mujeres de Lavapiés y La Paloma se enfrentan a los coraceros del general Dupont. El general Rosetti, con sus coraceros y su pelotón de mamelucos , carga una y otra vez para entrar por la calle Mayor desde San Jerónimo y Alcalá. Sus escuadrones de Cazadores fueron tiroteados en la carrera de San Jerónimo y los franceses pidieron refuerzos. Al conocerse la situación, 56 presos de la cárcel real piden permiso para salir a pelear contra los franceses con juramento de volver a prisión. Se dirigen a la Plaza Mayor y sorprenden al regimiento de artillería que allí se encontraba guerreando con los paisanos. Los franceses son derrotados momentáneamente; al día siguiente 53 de los presos se presentan en la Cárcel Real para volver a su internamiento tras haber combatido; de los otros tres se sabe que uno murió y otro estaba herido de gravedad en uno de los hospitales improvisados. Del tercero nunca se tuvo noticia. En el Parque de Artillería de Monteleón, en lo que hoy es la Plaza del 2 de Mayo, en el corazón del barrio Maravillas, los capitanes Daoíz y Velarde y los tenientes Ruiz y Arango, con tres cañones, 40 soldados y un centenar de paisanos voluntarios se enfrentaron a las tropas imperiales ayudados por la angostura de las callejas circundantes. Manuela Malasaña y Clara del Rey entrañan en la historia forjando sus nombres en la acción de municionar a los defensores.
Hacia las dos de la tarde, con la toma del Parque de Artillería de Monteleón, los franceses se hicieron con el control total de Madrid y comenzaron los ajusticiamientos: en el Paseo del Prado, en la Puerta de Alcalá, en Cibeles y en Recoletos. A la mañana siguiente, el 3 de mayo, en la montaña del Príncipe Pío, en lo que hoy es Argüelles, fueron fusilados los 43 detenidos que inmortalizó Goya. El Auditor general Juan Pérez Villamil y el ex Intendente del Ejército Esteban Pérez de León, cada uno por su lado, consiguen salir de Madrid y llegar a Móstoles hacia las tres de la tarde y dan cuenta a los alcaldes ordinarios de la villa, Andrés Torrejón y Simón Hernández, de lo sucedido en Madrid. En presencia del secretario Manuel del Valle los alcaldes firman una circular de aviso a las poblaciones del Reino (que se conocerá por la historiografía como el Bando de Independencia) sobre lo ocurrido en Madrid, llamando al socorro armado de la capital y a la insurrección contra el invasor francés. Pedro Serrano partió de inmediato por la carretera de Extremadura hacia Sevilla informando de lo sucedido en Madrid por todos los pueblos de la vía. El alcalde de Navalcarnero, nada más recibir el oficio de los alcaldes de Móstoles, añadió un oficio propio para reforzar la petición. La noticia llegó también a Alcalá de Henares, donde estaba la Academia de Ingenieros; cuando supieron del levantamiento y la represión, decidieron dirigirse a Valencia y sumarse a la rebelión de la capitaldel del Turia. A bandera desplegada y tambor batiente, en formación,salieron de Alcalá en un episodio que se conoce como "la fuga de los Zapadores" Contenido el levantamiento, prosiguió la partida de la familia real: el día 3, la del infante Francisco de Paula Antonio y el 4, la del presidente de la Junta, el infante Antonio, hermano de Carlos IV. Pero conforme el Bando de los Alcaldes de Móstoles fue llegando a pueblos y pueblos, España respondió levantándose contra el invasor. Con el inicio de la campaña de Rusia, Napoleón hubo de retirar parte de sus fuerzas de la península. El ejército inglés aprovechó la situación para tomar Ciudad Rodrigo y Badajoz. En junio de 1812, los franceses fueron derrotados en Salamanca y un mes más tarde en Arapiles. En junio de 1813 tuvieron que retirarse a los Pirineos, después de sufrir derrotas en Victoria, el 21 de junio, y San Marcial en agosto. El Tratado de Valençay, firmado en diciembre de 1813, que debía poner fin a la guerra, hizo que Fernando VII recuperara el trono español. Pero la guerra prosiguió en el sur de Francia. El ejército de la colaición hispano-luso-británica persiguió a los franceses y combatió en el río Nivelle, en Bayona, Garris, Orthez, Toulouse y otra vez en Bayona. Hubo saqueos de localidades francesas como venganza por los excesos cometidos por las tropas francesas en España. Finalmente, Napoleón pidió la paz. Las tropas aliadas habían entrado hasta Burdeos y, posiblemente, de no haber sido frenadas, hubieran entrado en París antes que los austríacos, prusianos y rusos. La guerra termina con el Tratado de Fontainebleau (14 de abril de 1814), Fernando VII recuepra el trono y pudo finalmente regresar a España el 22 de marzo de 1814.
PD. Cataluña continuó formalmente perteneciendo al imperio francés hasta el 28 de mayo de 1814. Francia retuvo la soberanía del Valle de Arán, hasta 1815.

1 may 2021

DEL VALOR DE UNA MULA: SOBRE EL 1º DE MAYO. COSAS DE PERIODISTAS

Tras la Guerra de Secesión (ellos la llaman también Guerra Civil; 1861-1865) Albert Richard Parsons regresó a Waco (Texas), con una mula por única posesión. La cambió por cuarenta acres de tierra, que plantó de maíz; con las ganancias de la cosecha se pagó un curso de impresión tipográfica. Su vida estuvo siempre ligado a la impresión de periódicos locales. Había comenzado en el Tyler Telegraph de su hermano (William Henry Parsons) y formando en el Galveston Daily News. En 1868 fundó su propio periódico -Waco Spectator- en el que plasmaba sus ideas en el activismo político radical. Fracasó como editor, pero consiguió que Daily Telegraph de Houston lo contratara como corresponsal a lo largo y ancho del Estado de Texas. Y en esas conoció a la que fue su esposa y fiel aliada en su activismo: Lucy Parsons, de ascendencia hispana. Y le sonrió la fortuna cuando durante la presidencia de Ulisses S, Grant consiguió un puesto de funcionario con el que llegó a la Secretaría del Senado tejano y a cargos en los departamentos de Hacienda y Agricultura. Pero como que aquello no le llenaba optó por mudarse a Chicago, donde trabajó en el Chicago Times y se impregno de la esencia que en la prensa norteamericana se destilaba al respecto de la información sobre la Comuna de París que en tan solo 60 días, entre marzo y mayo de 1871, conmocionó a tantos y tantos por el todo el planeta. Chicago había sufrido ese mismo año su pavoroso y destructivo incendio (8 al 10 de octubre) y las medidas que aquel brevísimo gobierno socialista autogestionario había aplicado en París eran reclamadas por algunos -y entre ellos él- para San Francisco. “Las quejas de los trabajadores contra la sociedad eran justas y apropiadas” pasó a ser el lema de cabecera de Parsons tanto para enjuiciar el norte industrializado como el sur de raíces agrícolas y con los rescoldos aún calientes de la esclavitud negra y hasta del Ku Klux Klan. En Chicago se produce la transición Parsons del Partido Republicano al Partido Socialdemócrata de América; etapa que le lleva hasta el Sindicato Nacional del Trabajo (NLU), decantándose por el ala más radical que se integrará en el Partido Socialista Laborista de América. Fue una etapa muy movida en la que también Parsons estuvo en la Eight-Hour League of Chicago y en el núcleo duro de la Noble y Santa Orden de los Caballeros del Trabajo (cosas del XIX) quienes en un congreso en 1884 determinaron que a partir del 1º de mayo de 1886 la jornada laboral debía reducirse de 14 a 8 horas. Es más, dieron al gobierno de los Estados Unidos y a los empresarios un plazo de dos años para adecuarse a la medida; de lo contrario, irían a una huelga indefinida. Coincidente en el tiempo (1884) y con más notoriedad, la Federación de Trabajadores de los Estados Unidos y Canadá convocó a los trabajadores a luchar por la jornada laboral de ocho horas, declarando, en forma unilateral, que los obreros iban a cumplir la medida de las ocho horas laborales a partir del 1° de mayo de 1886. Y es que, recordemos, hubo un tiempo en que también una ley prohibió trabajar más de 18 horas, ‘salvo en caso de necesidad’, cuando la etapa álgida del tendido de las redes ferroviarias en los Estados Unidos. Beligerantes fueron los Caballeros del Trabajo exigían la drástica reducción de la jornada laboral a 8 horas. Eso sí, lo hacían sesenta años después que Robert Owen, el británico que en 1810 difundió la idea de que ‘la calidad del trabajo de un obrero estaba relacionada con la calidad de vida del obrero’ y uno de sus objetivos prioritarios era hacer valer la máxima de “ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa”. Owen fue un empresario, filántropo y teórico socialista galés, que llevó a la práctica sus ideas reformistas en su fábrica de New Lanark (Escocia) y posteriormente en las de New Harmony (1825; en Indiana, Estadios Unidos, pero entonces ‘en las colonias’) y Harmony Hall (1839; Gran Bretaña). En esta etapa que refiero del último tercio del XIX, Parsons coincide y traba amistad con George A. Schilling; les une su militancia reivindicativa y la profesión. Schilling trabajaba para el Chicagoer Arbeiter Zeitung, un periódico radical -¡y en alemán!, de inclinaciones anarquistas, fundado por los veteranos de la Gran Huelga de Ferrocarriles de 1877. De esta vinculación, Parsons terminó publicando The Alarm (1884-1886) como semanario anarquista, cuando The Socialist, del que era editor asistente, se le quedaba poco reivindicativo. No he encontrado referencias claras sobre si la demanda de los Caballeros del Trabajo o la advertencia de la Federación de Trabajadores de los Estados Unidos y Canadá fue el motivo, pero el caso es que, en 1886, el presidente de Estados Unidos, Andrew Johnson, promulgó la llamada Ley Ingersoll, estableciendo la jornada de ocho horas. Como ley, promulgada quedó, pero la realidad es que sólo diecinueve estados de la Unión sancionaron leyes con jornadas máximas entre ocho y diez horas, aunque siempre con cláusulas que permitían aumentarlas a 14 y 18 horas. Muchos empresarios se negaron a acatar la Ley Ingersoll. Con el mes de abril de 1886 comenzaron las movilizaciones obreras exigiendo que se cumpliera la ley. En Chicago se inició una huelga el 1º de mayo; comenzó con una manifestación -dicen que de más de 80.000 trabajadores- liderada por Albert Parsons que discurrió sin incidentes por la Michigan Avenue. A partir de ella el conflicto se fue extendiendo a otras ciudades de los Estados Unidos, entrando en paro casi medio millón de obreros en unas cinco mil huelgas simultáneas repartidas por todo el país. Aquello fue calificado por la prensa del momento como “un movimiento poco patriota”; incluso se le calificó de “indignante e irrespetuoso”. Pero cada día de mayo se sumaban más personas a las manifestaciones de Chicago y de otras ciudades de los Estados Unidos. El gobierno mostró su preocupación y el sector empresarial recriminó a las autoridades que no lograron controlar las más huelgas simultaneas. La prensa, de todas las tendencias, aireaba “el inicio de una revolución anarquista”. Las movilizaciones continuaron en Chicago los días 2 y 3 de mayo, produciéndose el día 3 violentos enfrentamientos entre los huelguistas y la policía en el McCormick Reaper Works: seis manifestantes cayeron víctimas de los disparos policiales. El clímax llegó el día 4 de mayo cuando en la plaza Haymarket, se lee en casi todas las referencias, ‘20.000 obreros se manifestaron ante 200 policías’. No fue tal la cosa. Aquella tarde el cielo amenazaba lluvia -la cosa más normal de Chicago - y con las primeras gotas la manifestación se fue retirando; incluso el alcalde de Chicago y Parsons con su familia buscaron refugio en Zeph's Hall, en Lake Street. Pero ya bajo la lluvia y a eso de las diez de la noche un reducido grupo se negaba a abandonar el Haymarket. Y la policía intervino. Y entonces, una bomba, cuyo origen no pudo ser determinado, mató a un policía e hirió a otro. Tras la explosión hubo disparos y un balance de 7 manifestantes muertos y varios heridos. El gobierno declaró el estado de sitio y el toque de queda; fueron detenidos numerosos huelguistas. Los paros cesaron y los obreros volvieron a sus trabajos. El 21 de junio de 1886 comenzó el juicio a 31detenidos acusados de haber sido los promotores del conflicto. Los ocho principales cabecillas fueron declarados culpables de ser “enemigos de la sociedad y del orden establecido”. Oscar Neebe fue condenado a 15 años de trabajos forzados. Samuel Fielden y Michael Schwab pidieron clemencia y sus sentencias fueron conmutadas a cadena perpetua; los tres serían indultados en 1893. Seis años antes, el 10 de noviembre de 1887, el Louis Lingg se suicidó en su celda. Al día siguiente, Albert Parsons, August Spies, Adolph Fischer y George Engel fueron ejecutados por ahorcamiento. De los cinco condenados a la pena capital, Spies era tapicero y los otros cuatro estaban relacionados con el periodismo: uno en talleres, Fischer, y tres en redacción; Parsons, Engel y Lingg. Por cierto, en las muchas tesis doctorales que se han realizado sobre estos sucesos, el juicio posterior y la sentencia, se ha destacado que nunca se pudo comprobar la culpabilidad de cinco ajusticiados. Al poco, las empresas comenzaron a aceptar la jornada de 8 horas, que fue universalizándose. En 1889 el congreso en París de la Segunda Internacional (organización formada por los partidos socialistas y laboristas) acordó celebrar el Día del Trabajador el 1° de mayo de cada año. En fin, que con una mula que arrancó este Post; con ella comenzó todo esto del 1º de mayo. Sin la mula, Parsons no hubiera llegado a Chicago y protagonizado todoesto. Bueno, tampoco sin Owen que me cautivó desde New Lamark. Y amable lector, si tienes la oportunidad de viajar no desaproveches la oportunidad de visitar Haymarket Square en Chicago, que sigue siendo un lugar con mucho significado y donde se sigue manifestando gente en aquella ciudad por los más variopintos motivos. Por cierto; hay un pub con ese nombre, Haymarket, que hace una cerveza artesanal propia excepcional. Es en una zona llena de vida. Yo voy a pocos museos, pero saboreo rincones como este. Y ya puestos, y en otro post lo conté, a la orilla del río Clyde, a un par de kilómetros de Royal Burgh de Lanark, en South Lanarkshire, en Escocia New Lanark. Para mí, más que un cuadro.
PD. Se me olvidaba. El grupo escultórico que recuerda en Chicago a los obreros de las fábricas que se sumaron a la huelga aquel 1º de Mayo de 1886, subidos a un vagón de tren para que la gente pudiera verles, está ahora Union Park, a unas manzanas de allí. Mientras unas van de tiendas, yo me bebo la vida así.