30 jul 2018

DE CUANDO TIENE QUE ESTAR EL HORNO PARA BOLLOS




Dicta el saber popular -y el gastronómico más-, que cuando un horno está muy caliente, o frío, no conviene meterle nada. Si está muy caliente, el producto se quemará por fuera y no se hará por dentro; si está frío, ni se te ocurra pues de nada te valdrá su función.

Pues así está la cosa. Que no sabemos si el horno está para bollos.

Y me refiero a lo de Julio Iglesias y la propuesta que circula por ahí de nombrarlo -de haberlo nombrado ya- Hijo Adoptivo de Benidorm. De darle un honor benidormero; ese u otro. El que sea.


Ya en 1988, un 12 de agosto, cuando el 20 Aniversario, se debió realizar. Vino, cantó, cobró, se hizo fotos con plaquita benidormera (no sé en qué orden estos aspectos), le subieron una tarta al escenario, y se fue. ¿A nadie se le ocurrió el nombramiento?; ¿con la plaquita bastaba? ¿tampoco estaba el horno para bollos? Reglamento, había; haylo. Ya verás como sale alguno a piar, ahora.

Ni te cuento cuando para el 25 Aniversario; fecha redondísima, en 1993… Y eso que había venido ya en 1989 (4 de agosto) y en 1992 (18 de julio). No, no vino en el 93, pero volvió en 1995 (24 de julio) cuando se inauguró el busto en el Auditorio que lleva su nombre; y de nuevo en 1997 (12 de agosto). Y de nuevo en el 2004 (bueno, a firmar discos a Carrefour Finestrat: nº 1 de ventas en España) y en el 2008, un 16 de agosto, para un 40ª Aniversario que poco se explotó. En todas estas ocasiones ¿tampoco estaba el horno aviado?

¿Y ahora?, ¿qué pasa ahora? Todo quisque ha hecho mención (prensa, radio, tv y redes sociales) a la efeméride: 17 de julio de 1968, Julio Iglesias ganó el X (como el iPhone X) Festival de la Canción de Benidorm. ¿Tampoco estaba el horno para el bollo del nombramiento?

Un detalle. Por lo que sea, que no quiero entrar, el 17 de Julio de 2018 todos hablaban de la canción “La vida sigue igual”. Insisto, hablaban de la canción. Algunos se atrevían a desentonar, muchos la cantaban. Se desempolvó el cartel anunciador de aquel 10º Festival que dormía, arropadito, en el Archivo Municipal, se abrió la Puerta de Caballos y alguna cámara volvió a pisar el albero de la Plaza de Toros de Benidorm. Unos pocos citamos a Julio Iglesias. Y nada más, aunque en las imágenes en blanco y negro que corrieron como la pólvora siempre destacaba un impoluto traje blanco. Se habló, pero poco.

La historia de Julio Iglesias y Benidorm tiene trasunto.

La madrugada del 22 de septiembre de 1963 -la fecha del accidente- es la que marca el punto de inflexión que nos llevará a la noche, bien entrada, del 17 de julio de 1968 (ya en el 18) en que Julio ganó el 10º Festival de la Canción de Benidorm. Entre medias de esas dos fechas queda el reposo postoperatorio, la guitarra que le regaló el anestesista Eladio Magdaleno (su familia sigue en Benidorm), la estancia británica, el conocer a Gwendoline,  la insistencia de Enrique Garea (que le anima a defender “La vida sigue igual” en Benidorm), las gestiones de José Solís Ruiz (ministro que era) para que la canción quedara inscrita oficialmente… y aquél traje blanco con los bolsillos cosidos para que no pudiera meter las manos en ellos. Y Julio ganó.

Y la vida nunca ha vuelto a ser igual. Él lo ha puesto todo en la música y en los negocios, pero salió de Benidorm. Nació en Benidorm
Julio, en la escalera del Hotel Servigroup Montiboli; julio de 1992
No hay un Julio Iglesias antes del X Festival de Benidorm. Hay un triunfador después de Benidorm. Y eso es lo que algunos en Benidorm quieren proclamar. Que “la brillante y meritoria carrera artística, reconocida y premiada internacionalmente” se inició aquí. Hay quien dice que falta la opinión de Julio. ¿Alguien se la ha preguntado?

Para mí no es óbice ni cortapisa tener su beneplácito. Miel sobre hojuelas que dijera que sí. Luego pienso en el chasco (y la saña mediática) de lanzar las campanas al vuelo y que se caigan de la torre, con el destrozo que ocasionarían.

Sí, suena a partes iguales: a reconocimiento y operación de marketing. Cada uno lo tome como quiera. Impacto mediático tiene el nombramiento.

Sobre si lo que se persigue es promoción de Benidorm daría para un ensayo de 300 páginas. Hay gente de buena voluntad que solo quiere seguir ligando el nombre de Benidorm a todos aquellos que han contribuido a perpetuar su nombre. Y el caso de Julio Iglesias es ese, siempre y cuando se apostille lo de “ganó el Festival de Benidorm”; como con Raphael, Mejor Intérprete en la edición de 1962, la 4ª. Y el mismo caso que Emilio José, Mochi, Dyango… Pero Julio, es Julio; como que más internacional; que lo es. Y cargadito de premios: Grammy Latino, World Music Award, Billboard, American WA, Medalla de Oro de las Bellas Artes, Legión de Honor francesa, Estrella en el Paseo de la Fama, Español Universal, Embajador de las Artes de UNICEF… y Embajador de la Comunitat Valenciana, que eso les duele a muchos… y hace, con todo lo que le cuelga, que el horno no esté para bollos.

¿Merece Julio tal nombramiento? La cuestión, creo, no es de merecimientos. En 2015 le nombraron Hijo Predilecto de Madrid porque había nacido (de nacer; salir del vientre materno) allí. ¿Cómo llamar a lo que ocurrió aquí en la madrugada ya del 18 de julio? Merecerlo, lo merece. ¿Está el horno para bollos?

¿Por qué no echamos una ojeada al Reglamento Municipal de Distinciones y Honores -que me imagino debe existir- y vemos lo que procede? Me suena que en 1964 -me suena el año; que la distinción es absolutamente cierta- ya distinguieron con honor a una destaca personalidad que no cito para evitar comparaciones. Y han debido haber más.

Y se abre el expediente correspondiente. Y habrá gente en contra y gente a favor, Alguno en este pueblo que valora darle hoy honores ha vivido su viacrucis particular y al caerse del caballo de la vida política, cual Pablo de Tarso, no para de exhibir fotos con el caballero, a pesar de sus promesas de eliminar toda mención al mismo. ¡Que hay que joderse!


Me posiciono a favor del nombramiento de adopción -o cualquier otro honor similar- si está conforme a la norma; ¡por favor, desempolvar el Reglamento! Julio es Julio, y a los demás los encontré por la calle, lo cual es cierto. Bueno, a uno -Guy Swimmer- lo conocí indoor, que se dice ahora; de camarero en el Hard Rock Café de Londres, en Old Park Lane. Le di la dirección de la Oficina de Festival para que se interesara por las bases… Se interesó y ganó.

Lo cierto y verdad es que por sentir los colores de Benidorm reivindico que el Festival de Benidorm sirvió a sus cometidos de promoción de la ciudad y de lanzar al estrellato (que se decía entonces) a valores de la canción. Con Julio salió mejor que con todos los demás. Y, por ello, por la repercusión, me pregunto ¿por qué no?

Algún Toledo habrá que me salga a chafar el güito (sombreo) con la solanera del verano. No le faltará razón, con la que está cayendo. 

Ahora sólo me pregunto: ¿Está el horno para bollos? Porque de no estar… meter el tema en el horno pa ná, es tontería.

Y teniendo a gente con línea directa, ¿por qué no consultar a quien sabe más?


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Nota: Las fotografías que ilustran el texto son de mi buen amigo, y amigo de Julio, Félix Sánchez Luengo






27 jul 2018

DE UNA SOCIEDAD FRUSTRADA




Estaba yo con una agüita con gas a media tarde, cuando el sol deja de chinchar, hablando en La Vila sobre la realidad laboral del reemplazo generacional… Ya ves, cosas de malmezclar el nardo con todo lo demás. Y es que la metafísica de la jornada de reflexión tras el primer encontronazo festero (en La Vila, con la fiesta te das de bruces) nos llevó a hablar de cuantos jóvenes con máster conocíamos y en que situación se encontraban.  

Pensé en mí. Yo ya hacía prácticas antes de terminar. Becario, sí; pero no fui ni a por la beca[1] (al acto académico, que a la fiesta sí) porque yo ya estaba trabajando, y al poco me integraba en la estructura: fijo, que decían. Lo cual no era cortapisa para que si había que saltar a otro sitio ni se lo pensara uno. Eso ahora es impensable, me dicen. Y lo veo.

Hay excepciones, pero el que más y el que menos de los veinteañeros (y más) va por ahí mendigando un puesto de trabajo cargado de títulos y másteres, con el calor que hace, para terminar en algo que no es lo suyo o para lo que medianamente se les ha preparado. Incluso con la convicción de que con su formación se merece un despacho con secretaria/o…, lo cual es falso.

Pero, ¿se les prepara para lo que se les viene encima? ¿Está la Academia en consonancia con lo que la Sociedad demanda? o es que ¿nos da por estudiar lo de siempre y eso está muy saturado? La verdad es que no hay trabajo específico para tanto egresado como se genera y entonces es cuando se ve la brillantez (o la ausencia de ella) entre todos los formados. Y eso es frustrante.

Recuerdo que yo cambié de dirección cuando leí aquello de que los acuerdos con el Mercado Común Europeo (la entrada era aún una entelequia en el declinar de los setenta) exigirían muchos ingenieros en el agro… Y me salió bien.

El caso es que oyendo penar al resto de contertulios festeros me enteré de la tremenda cantidad de profesionales salidos de las facultades que ansían trabajar y sobredimensionan los colegios profesionales clásicos y se ven como camellos ante el ojo de la aguja laboral. Y por ahí hay que pasar. Algunos, con tal de pasar, adelgazan currículos…

Y ya vino gente. Y se complicó la noche. Y pusimos las neuronas en remojo a base de limón granizado (es verano) con buen aditamento alcohólico que fue cambiando, con el tiempo, el jugo fermentado de varias gramíneas: de trigo a maíz.

Y debatíame yo a la mañana siguiente, esta, entre si llamar a esta sociedad “fallida” (que me lo pedía un amigo) o llamarla “frustrada” como le he oído a la primera persona, ajena al cotarro festivo que me envolvía anoche y que desde Alicante consultaba un tema. Me decidí por llamar “frustrada” a esta sociedad donde los jóvenes formados tienen empleos asonantes. “Frustrada” porque le leí al economista Juan Manuel Rallo que “fallida”, sociedad fallida, es una sociedad caótica. Y esta, la nuestra, aún no lo es. Aunque si dejamos la cosa en manos de algunos, camino de ello vamos.

Al final, me quedé convencido: camino de una Sociedad Frustrada.

La considero así porque el vínculo entre trabajo y bienestar lleva camino de frustrarla totalmente y abocarla al estado de fallida. Y en ello, el Estado, tendrá mucho que ver. Las Administraciones deberían ponerse las pilas. La distorsión económica nos puede abocar hacia esa sociedad fallida que pretendo evitar toda vez que veo que se suma a ello, en mi opinión, una crisis de valores y de principios.

Lleva el Sistema tanto tiempo frustrando esta sociedad que detecto que estamos ante una frustración real y justificada, que es lo peor. No sé si es por voluntad propia o por qué otra razón, pero el caso es que esta semana no hemos leído nada provechoso que nos quite razón. Bueno, sí: las cifras de la EPA. Pero tienen su regusto y su trasfondo.

¿Encontrará Roig (Mercadona) -me pregunto- la calidad de licenciados universitarios que busca para entregarles responsabilidades como mandos intermedios a 5.400 €/mes? Tiene titulados como reponedores ahora mismo. Vale, necesita ingenieros informáticos, arquitectos y médicos… De los dos últimos hay una jartá en condiciones precarias. Suerte.

Aún me debatía en la pregunta, articulando la respuesta, cuando el Portal Estadístico de la Generalitat nos daba un disgusto (al menos, para mí, leerlo lo fue) con lo de la tasa del riesgo de pobreza de las comarcas turísticas del litoral alicantino: 29’8% en la Marina Baixa, nuestra comarca. Sí, los hay peor… Mal de muchos, consuelo de tontos (y tantos). Este dato nos rompe los esquemas entre servicios y actividad industrial… aquí y ahora, los servicios van pero que muy mal.

Es grave llegar a leer que “Puede parecer paradójico que las zonas litorales, con un aparente mayor dinamismo gracias a la actividad turística y de servicios, resulten ser a la vista de la estadística más pobres que el interior, vinculado a la industria tradicional y más envejecido”. Hay muchos parámetros a tener en cuenta, pero resulta que hemos convertido el sector servicios, en materia de turismo, en una economía débil por la precariedad y estacionalidad del empleo.

La EPA nos ha contado que hay 1’4 millones de asalariados en el sector turismo disparando las cifras de hace unos pocos años. Y esto, lejos de ser bueno, ha sido calamitoso a la hora de sentar el dato de renta por unidad de consumo.  Resulta que “un auténtico 'boom' del empleo puede explicar el estancamiento de los salarios en el sector, al cubrirse con holgura la demanda de puestos de trabajo”, decía Carlos Sánchez analizando datos de la EPA. Así en hostelería “el sueldo medio se sitúa todavía por debajo de los niveles previos a la crisis” y coste de la vida ha seguido su rallye alcista sin importarle este detallito. Y como detallazo -y para mí lo más grave- resulta que “la hostelería representaba el 5,5% del empleo total en 1993, creció de forma significativa hasta el 7,1% en 2007 y, actualmente, representa el 8,7%, lo que da su importancia en términos macroeconómicos”. Pues… aviados. Vamos, que una década los trabajadores de la hostelería han perdido hasta un 12% de su poder adquisitivo. Y cuando metes ese dato en la ecuación, estás ante el aumento del riesgo de pobreza.

Las alzas salariales, cuando las hay, van a remolque de las alzas de precios al consumo y… no hay forma de alcanzar, al menos, un equilibrio. No te digo que las de los salarios superen a las del consumo.

En fin: que esto no era resaca. Tal vez falta de sueño. Estoy a punto de sobrevivir, un año más, a las fiestas de La Vila. Y la neurona sigue en su sitio.

Pero la realidad es la de una sociedad frustrada. Estos jóvenes a los que me refiero, en cuanto terminen las fiestas se volverán a dar de bruces con la realidad, con la frustración que ya entiendo justificada, todo aquellos que cuando la banda entona “Xubuch” se suben a las sillas a marcar el ritmo. Y si suena un pasodoble, a la mesa.

La cuestión es olvidar la frustración por un rato.









[1] La beca es un distintivo que llevaban los colegiales sobre el ropón o manto del mismo o distinto color que éste, que significaba que gozaban de una beca para sus estudios. Hoy en día, ya perdido este significado, la utiliza cualquier estudiante, aunque solamente en determinados actos protocolarios, como por ejemplo en las graduaciones y ceremonias de licenciatura de los alumnos universitarios.  El becado tenía, de alguna manera, sus estudios pagados por una fundación (Colegio Mayor, Colegio Menor, Convento), y tenían el color correspondiente a dicha fundación. Las becas tienen un color que varía según los estudios universitarios: rojo: Derecho; amarillo: Medicina; azul celeste: Humanidades; azul cobalto: Ciencias; etc.

10 jul 2018

DE QUE NO HAY DOS SIN TRES… ¡LARGA VIDA A BENIDORM




Los hay que tiran de la filosofía para llegar a la cuestión; los hay que acuden a las matemáticas y a la lógica. El caso es que, sea como sea, no hay dos sin tres.

Me explico….

Estaba yo metido en el berenjenal que hoy me inspira es post por lealtad a un amigo, por real raciocinio, por sentido común (que, recuerdo, es el menos común de los sentidos, y en particular de los míos),  por absoluto convencimiento, por incordiar mayormente, por amor propio… Por lo que sea.

¡Qué sé yo por qué! Pero el caso es que estaba comprometido con mi amigo en su lucha contra un logo que no me gusta -vamos, que odio- y predisponiéndome en contra de mucha buena gente que trabaja notable acierto en la promoción de Benidorm por unas camisetas que, a mi lego entender, no creo que dijeran nada sobre Benidorm y vendieran Benidorm aún menos.

Así las cosas -yo soy leal a mis amigos, aferrado a mi natural inconsciencia- yo no veía más salida que un duelo a florete al amanecer frente a la tapia del cementerio. Y, naturalmente, saqué mis pistolas de duelo (por si acaso, que el florete es muy delgadito) y me presenté como padrino. Estaba dispuesto, incluso, a abofetear yo mismo, en nombre de mi amigo, con el guante de la indiferencia, blanco guante -¡faltaría más!-, al osado diseñador que en su obcecación y ausencia de pedigrí benidormero creía que sus diseños eran mejores que los del equipo de mi amigo que destina Benidorm por los poros.

Estaba, sí, de verbo estar; como aré es del verbo arar y no del hacer, pues le falta la letra hache.

Sí, estaba viendo yo que aquello no tenía arreglo.

Y estuve en un tris de saltarle al cuello al interfecto del diseño cuando dijo que la isla, la Isla de Benidorm, no era emblema de Benidorm; no era un icono de esta ciudad. Las miradas mataran, la de tiempo en Fontcalent que hubiera pasado.

Bueno, el caso es que atendí la siempre docta sugerencia de una amiga que a base de estar en el ajo sabía de qué iba la cosa -que, por cierto, estaba chunguilla- y me planteó muy seria que había que estar con Benidorm antes que contra la idea, que seguía yo si verla hasta que me la ilustró.

Y es una lástima no poder acompañar los diseños de una y otra parte para que ustedes mismos comparen la calidad de una y otra propuesta. Y no lo hago porque no quiero dar cancha a la tercera propuesta, aunque a 26’90 € no sé yo cuántos iban a lucirla.

Pero el caso es que, al final, se tuvieron presentes las ideas de mi amigo (o fue por ciencia infusa, ¿quién sabe?) y se consiguió una especie de tregua en la lucha fratricida (ideas de promoción hermanas) y se acordó dejar pasar el verano, nada más disparado el chupinazo de San Fermín, citándose a mesa y mantel al declinar septiembre.

Y, mientras tanto, los egos se recomponían y se lamían las heridas… hasta que va el Vogue (Condé Nast Inc.)-¡Sí, el Vogue!- y nos larga que “la localidad alicantina -Benidorm- constituye un atractivo e inesperado imaginario ‘Kitsch’ para la moda y la creación artística” y nos lanza una camiseta: “la de Benidorm, la única camiseta ‘souvenir’ que querrás este verano”… Sí, ¡¡¡la única!!! No hay dos sin tres, ¿o sí?

Y contra eso, por muchos 26’90 euros del ala que cuesta, ¿quién puede/quiere competir?

Le llaman, al Vogue, la Biblia de la Moda y acaba de sacar la camiseta de Benidorm. Hale, a los demás que les den… ¡por ahí!

Dije que no hay dos sin tres, pues tres camisetas. Y a la tercera va la vencida.

Habíamos conseguido, metafísica aparte, que cuando uno no quiere, dos no se pelean… Y entonces va, y me surge un trío.

Y ahora, ¿qué?; ¿qué hacemos?; ¿qué hago?

De momento, no hay imágenes de las camisetas en este Post. Y las tengo,

A mí me iba la línea de mi amigo; cosas de la lealtad y del canto a la amistad. Me gusta más una causa perdida que un glencairn de Rich Oak de Penderyn; y eso es miel de romero en güisqui galés.

Pero estaba yo satisfecho y tranquilo por cómo iban las cosas y el comportamiento de las partes; partes que, por mano de mujer, habían atendido -tal vez por ciencia infusa- alguna sugerencia de mi amigo y habían lanzado una propuesta con “Capital Europea de Sol y Playa” y con -¡¡¡naturalmente!!!- la Isla de Benidorm en el culologo ese mal inventado. En estas que aún insistía mi amigo en le necesidad de un “Quiero volver a Benidorm” como motivo central de una nueva andanada -“I will return to Benidorm” para la nota de color internacional- cuando, encomendado a la Virgen de Empel recibo esta noticia del Vogue… Si es que no se puede tensar tanto la cuerda; y eso que mil elefantes se balanceaban en la tela de una araña… y llamaron a otro elefante.

Y no me voy a meter con el Vogue porque, condición humana, está detrás Condé Nast y el amigo Paul Richardson nos ha dejado en Condé-Nast Traveler una prueba de su magisterio periodístico titulada “Largavida a Benidorm”…


Y como perro no come perro… ¡Larga vida a Benidorm!, aún sin camiseta.






8 jul 2018

DE LA ANTESALA DEL CIELO: BENIDORM




Nuevo libro del profesor Tomás Mazón; calentito, recién salido del horno -“El Benidorm de sus turistas”-. Enhorabuena, Tomás.

Y viendo la portada, ayer que jugaba Inglaterra en el Mundial de Rusia, me he puesto a leer como poseso.

La primera frase es total: “Benidorm es la antesala del Cielo”. Ya con eso, sólo eso, me invita de leerlo.

Sí, coincido con el autor y las opiniones recabadas, el turismo vende ilusiones; ilusiones que se materializan en Benidorm. Y el profesor Mazón se interesa por ellas, y para ello desarrolla con sus alumnos un trabajo de campo durante cuatro años y más de 2.700 entrevistas. Y así llegamos a saber cómo es el Benidorm de sus turistas; el cómo nos ven.

El clima, “el paisaje sublime del mar y las playas” son los tres elementos principales que hacen decantar la balanza hacia Benidorm a la hora de elegir destino, pero la particularidad que les motiva es el ambiente urbano de una ciudad que vive y deja vivir. Sin duda, esa es la clave: vive y  deja vivir. Mazón lo subraya: “aquí no se hacen preguntas”. Además, el único sitio turístico de costa en el que hay vida todo el año “y a cualquier hora”. El ambiente urbano, cosmopolita y bullanguero suple las posibles deficiencias culturales aliándose con la fiesta. Benidorm son un cúmulo de motivaciones y pura fascinación.

Analiza Mazón las formas de acceso a esta antesala del cielo que es Benidorm, donde el avión supone el 32’3%, sólo superado por el vehículo propio (34’8%) amparado en que la fidelidad a Benidorm se demuestra con apartamento propio o asiduidad al hotel; un hotel que ya forma parte del ideario personal de las vacaciones. Aún así, el 41’4% sigue recurriendo a la Agencia de Viajes y el 25’3% se decanta por hacerlo a través de la Internet. Un 21’5% acude directamente al establecimiento hotelero lo que permite que alguna cadena hotelera pueda presumir que el 60% de sus reservas son directas, sin intermediación. Esto es Benidorm: el 81’6% repite, “Es una ciudad perfecta para cualquier edad”.

Recuerda Mazón que “por desconocimiento o snobismo, o incluso por un elitista desprecio” hay quien denosta Benidorm amparándose en una imagen tópica que se evapora en contacto con la realidad; reconoce la existencia de una “arrogante y casi ridícula convicción de detestar esta ciudad” que queda sólo en eso. Y todo es, añado yo, por desconocimiento de una palpitante realidad o por un insano interés de significación social. Y me remito al gran José Miguel Iribas: “más de cinco millones de turistas no pueden estar equivocados”.

Insiste Mazón: “Siempre se respira vitalidad; siempre hay fiesta” y se reafirma en las opiniones que se han recogido en el trabajo de campo, “No da tiempo a aburrirse” y eso que por lo general se viene para una semana (39’6%), aunque los hay que vienen dos (23’9%) o tan sólo cinco días (23’1%); días, unos pocos o todos, que hay que vivirlos a tope y disfrutarlos con intensidad. A Benidorm se viene a estar en Benidorm; y el 54’3% repite visita en el mismo año.

Benidorm, concluye Mazón, se retroalimenta de sus propios turistas y engancha: “Benidorm tiene el privilegio de gustar a los turistas”.

El hotel es fundamental en el modelo Benidorm: el 57’7 % de sus visitantes se aloja en hoteles y el 15’5 % en apartamentos; un 11’3 % en apartamentos de su propiedad. El 14’50 % lo hace en apartamentos de familiares y amigos. Sólo el 1’40 % va a campings, y los de Benidorm abarcan todas las posibilidades también.

Los hoteles, explica entonces Mazón, “son un eslabón fundamental de la cadena turística”. Es una industria, la hotelera, que ha crecido paralelamente al desarrollo de Benidorm, apoyada en ellos: el modelo residencial hotelero es una clave del Modelo Benidorm. 140 hoteles y 40.500 camas conforman el baluarte alojativo de la ciudad. Mazón es rotundo: “el verdadero milagro de Benidorm son sus hoteles”. Pero, claro; y, además, hay vida más allá de los hoteles; al salir de ellos está Benidorm.

El 90’2% de los clientes señalan que “el alojamiento es bueno”; un 5’5% lo considera regular. El volver una y otra vez al mismo hotel para sus estancias en Benidorm indica a las claras satisfacción; se sienten tan bien que son la prolongación de sus hogares, pero con ocio. Y, además, todos valoran positivamente la comida: el buffet. Ah, y todos piden ascensores más grandes. Esa es talón de Aquiles del turismo de Benidorm: ascensores más grandes en los hoteles.

En su amplísimo panel de datos, Mazón destaca que el 95’2% de los clientes “considera que el precio es el adecuado” y abundan las opiniones sobre los hoteles tipo “¡es una cucada!”. Y en cuanto al personal que les atiende, valorando el conjunto, desde “muy cercanos y simpáticos” al “saben tratar a los clientes”. También hay quien enfatiza que, a pesar de la profesionalidad, “son fríos”. Y en este apartado, Mazón no elude el tema de las kellys y cierra con “la implicación emocional” de los clientes y huéspedes, llegando a trascender en el texto su experiencia de años en el sector.

Mazón y su equipo preguntan por los bares de la ciudad; de todo, como en botica. Preguntan también por los restaurantes y aquí se encuentra que hay mucho cliente de hotel (pensión completa), aunque les han recomendado que los disfruten, que hay variedad. Ante esto, plantea Mazón la viabilidad del AI/TI: “retos nuevos exigen soluciones nuevas”, pero que el 53 % considera buena (49%) y muy buena (4%) la oferta de restauración de Benidorm, es un tema a destacar, aunque haya un 42% que no se posiciona porque, como recoge Mazón de las encuestas, “todo el mundo va por el menú” o “tienen las mismas cartas desde hace 20 años”, lo que nos advierte de que es un tema que demanda urgente solución. Tanto, como lo del “ocio soez” que también señala, y denuncia Mazón, en las páginas salidas de las encuestas.

Bueno, que lo mejor es que Ud. se lea el libro -que quedan muchas páginas por retratar- y sepa más de cómo es “El Benidorm de sus turistas”.

Me gusta leer a Mazón, conversar con Mazón y escucharle esa frase que fue titular: “El día que el turismo muera en España, el último turista saldrá de Benidorm”… la antesala del Cielo.

Gracias, Tomás.






7 jul 2018

DEL SOL (y II)




Y como lo prometí, vuelvo con el Sol; sus leyendas y sus cosas. Me gustan las leyendas del Sol.

En la China milenaria contaban que el Sol residía sobre una morera (fusang). Lo que hacía el Sol cada mañana era ir de una morera del Este a una morera del Oeste, donde dormía. Monotonía, sí.

Pero también cuenta la leyenda china que en un principio había diez soles que salían por turno, hasta que un buen día se levantaron todos al mismo tiempo, salieron y generaron un calor abrasador.

Di Jun, emperador de los Cielos, envió a su arquero favorito Hou Yi para que les recriminara a los revoltosos soles, pero éste lanzó sus flechas y derribó a nueve de ellos. Al saberlo, Di Jun arrebató la inmortalidad al arquero Hou Yi, le desterró de los cielos y lloró la pérdida de los nueve soles. Sus lágrimas son las estrellas. Y desde entonces sólo hay un Sol.

Este mito de los soles múltiples existe en otros pueblos del Extremo Oriente, de Siberia, e incluso en algunos relatos amerindios.

En la mitología hindú, Surya es el Sol y el ojo del mundo. Por allí cuentan que Surya vivía enamorado con su esposa Sanjna, pero era tanta la luz que desprendía Surya, y tan caliente su cuerpo, que Sanjna renunció a él y puso en su lugar a su sierva Chhaya.

Tan cegadora era la luz que emitía Surya, que ni siquiera él se dio cuenta del cambio, engendrando hasta tres hijas con la sierva.

Pero un mal día, enfurecida Chhaya, maldijo a una de aquellas hijas, Yama; quien cayó al suelo muerta. Fue entonces cuando Surya se dio cuenta que Chhaya no era su esposa, porque según la tradición hindú la maldición de una madre no puede causar ningún daño a sus hijos. 
Descubierto el engaño, Surya le suplicó a Chhaya que le dijera el paradero de Sanjna, de la que estaba enamorado. Y Chhaya le dijo que Sanjna se había convertido en yegua para despistar a todos. Surya se encarnó entonces en corcel para alcanzar a Sanjna y poder traerla de regreso consigo. Surya, el Sol -insisten los hindúes-, es un dios misericordioso, que trae es la suerte.

Y suerte y larga vida le deseo al Sol. Hoy sabemos que en unos cinco o seis mil millones de años el Sol se apagará y nos llevará con él al ocaso de los tiempos. Deducimos que en su interior hay una especie de central nuclear, quemando millones de toneladas de hidrógeno cada segundo. Calculamos que su capacidad de funcionamiento es de unos diez mil millones de años, de los cuales ya han transcurrido más o menos la mitad.

Pero poco más sabemos del Sol: que su atracción gravitatoria controla el movimiento de los nueve planetas y de los otros cuerpos celestes que giran a su alrededor; que su luz viaja a una velocidad de 300.000 km por segundo y tarda ocho minutos en llegar a la Tierra; que contiene el 98% de la masa total del Sistema Solar; que es una estrella, digamos, de tamaño medio cuyo diámetro es más de cien veces el de la Tierra; que se compone principalmente de hidrógeno (71%), aunque también contiene helio (25%) y otros elementos más pesados (4%); que en el exterior la temperatura es de casi 6.000ºC y en su interior de más de 16 millones de grados centígrados…


Por eso, cuando una tórrida noche estival, o una cálida mañana, el mercurio llegue a los 40º, siéntase afortunado de disfrutar el verano.

Entró el verano de 2018 nada más pasar el mediodía; a las 12’07 h, un 21 de junio, en lo que llaman “el día más largo del año”. Que en realidad no dura más que un segundo más que el 20 de junio. Es la atmósfera de la Tierra, que esa es otra, la que produce mayor o menor curvatura de la luz sobre el horizonte en función de las condiciones meteorológicas e induce variaciones de más de un minuto en las horas de la salida y la puesta del sol.

Y el 21 de julio es el día del Solsticio; el Sol quieto. Se podría pensar que el día más largo del año es también el día en que el Sol sale más pronto y se pone más tarde, pero no es así. El día en que el Sol sale más pronto es el 14 de junio, mientras que el día en que el Sol se pone más tarde es el 27 de junio. Esto se debe a que la órbita de la Tierra alrededor del Sol no es circular sino elíptica y a que el eje de la Tierra está inclinado en una dirección que nada tiene que ver con el eje de dicha elipse. Ello hace que un reloj solar y nuestros relojes, basados en un Sol medio ficticio, estén desajustados. Y el 3 de julio, poco después del solsticio de verano, la Tierra se situará en el momento del año en que se encontrará más lejana del Sol, lo que se conoce como el día del afelio. En el 2018, el máximo alejamiento se dará el día 6 de julio, siendo la distancia de algo más de 152 millones de km, unos 5 millones de km más que a principios de enero, cuando la distancia al Sol alcanzó su mínimo anual.

Las historias -y la naturaleza- del Sol son fantásticas; maravillosas, como su luz.

El verano es la estación del Sol. En tiempos prehistóricos, el verano era una época alegre del año. La nieve se había fundido en primavera, y el suelo estaba fértil; las temperaturas cálidas habían regresado; las flores florecían; las hojas habían vuelto a los árboles. Algunas hierbas podían ser cosechadas para alimento y usos medicinales. La comida era más fácil de encontrar. Se recolectaba lo que se había sembrado.

Y, además, el verano es la estación más larga que otras porque La Tierra se mueve más lentamente a lo largo de su órbita elíptica -según la conocida como segunda ley de Kepler- precisamente debido a este mayor alejamiento al Sol.
El verano era la gran época del año, entre la siembra y la cosecha de los cultivos, era el momento para las bodas. Muchos pueblos antiguos creían que la boda de los dioses era en mayo, por Beltaine/Beltane (día del Fuego, 1º de mayo) y como no traía buena suerte competir con los dioses, las bodas de los mortales se retrasaban a junio, ya más relajados todos. El vestigio superviviente de esta tradición sigue vivo en el nombre que se les da a los recién casados inmediatamente después de la boda: la luna de miel. La primera (o única) Luna llena en junio (boreal) se llama luna de miel.

Y la tradición sostiene que este es el mejor momento para cosechar la miel de las colmenas de las abejas; ¡que conste!




DEL SOL (I)




Me pidió Jaime, Jaime Climent, hablar del Sol cuando el Solsticio ante los amigos que se reúnen en tal fecha para ver cómo se oculta por el tajo del Puig Campana. Pocas veces me han puesto en un aprieto como este. Banalizo con lo insignificante y tiendo al academicismo con lo trascendente. Y va Jaime y me invita a hablar. del Sol. Apoyado en mi alegre inconsciencia, lo hice.

No sé, me dije: ¿comienzo con Aristarco de Samos (310-230 aC)? Para él, ya, el Sol era el centro del Universo. Se enfrentaba a Aristóteles (384-322 aC); ¡ahí es nada! Y hasta los días de Copérnico (1473-1543) -¡ojo!- que seguimos con Aristóteles. Mil setecientos años, lo menos, confundidos. Y no me remonto al Heráclides Póntico porque da grima el tiempo transcurrido hasta Galileo Galilei (1563-1642) y sus teorías. 


Del Sol sabemos mucha teoría. Está tan lejos y tan caliente.

Y caliente, encendido me pone el proceso -y condena- a Galileo. Y no, Galileo nunca dijo “Y sin embargo se mueve/Eppur si mouve”. Pobre hombre: anciano, casi ciego, ante la Inquisición y, encima, altanero; ¡no!, no cuela. Al final de los años 90 del siglo XX, cuando se revisó la cuestión, Juan Pablo II pidió perdón por la Sentencia; Ratzinguer fue altivo: “La sentencia contra Galileo fue razonable y justa”. Así estamos.

¡Cuánto tiempo ha pasado!; ¡qué poco sabemos!

Por saber, en unos días -este mismo mes de julio de 2018- la NASA lanzará la Parker Solar Probe que será la primera en “tocar” la estrella a estas alturas del siglo XXI. Y por tocar se entiende que alcanzará la atmósfera solar. Al menos, nos dará una indicación de temperatura y radiación. La Solar Orbiter, de la Agencia Espacial Europea, saldrá al espacio en febrero de 2019. Dicen que llegará a la heliosfera interna. Si es capaz, sabremos más. 


Es que no sabemos nada.

Así se entiende que el Sol fuera objeto de culto; que en torno suyo surgiera una religión. El filósofo Filón de Alejandría (15ac-45dC) y el historiador Flavio Josefo (37-101) nos dejaron escritos donde contaban que los esenios, una secta judía del Siglo II aC, eran ya adoradores del Sol. Hasta Julio César se asombra del culto al Sol en la Galia. Y eso que para los romanos era una venerada deidad.

Pero no sabíamos más. La arqueología nos cuenta que esto viene de atrás; de muchos años atrás.

Los egipcios creían que el Sol era una creación de Ra, el rey de todos los dioses. En Japón el Sol era una diosa, Amaterasu: el ser más poderoso del universo. Aún hoy los japoneses siguen utilizando una imagen del sol en su bandera. Para los árabes, antes de la revolución de Mahoma, el Sol (Al-lat) era la diosa Madre. Hombre o mujer, dios o diosa, el Sol siempre ha sido protagonista: Amón en alto Egipto, Assur entre los asirios, Brahma entre los hindúes, Hunabku entre los mayas, Huiracocha entre los incas, Sury, esposo de Aurora, en Mesopotamia, Tamuz en Babilonia, Apolo y Febo entre griegos y romanos, Beleno entre galos, Baldier entre nórdicos, Inti entre los incas…

Como mediterráneo, la cultura clásica ama el Sol. Los griegos sostenían que el astro era en realidad el carro de Apolo, que surcaba el cielo cada día hasta llegar al Océano que rodeaba la tierra, que recorría por la noche, para volver a aparecer por éste al día siguiente. Píndaro puso nombre a los cuatro caballos que de él tiraban: Flegonte (Ardiente), Aetón (Resplandeciente), Pirois (Ígneo) y Éoo (Amanecer).

Tito Tacio, rey sabino que compartió el trono de Roma con Rómulo, introdujo el culto a Sol en la península itálica y se fortaleció tanto que Virgilio contaba que el Sol fue el abuelo de Latinus, el hijo de Circe, la hija de Sol, que vivía no lejos de Roma, en el Monte Circeo. Por ello, un santuario a Sol se estableció a las orillas del Numicius, el rio del Lacio, cerca de muchos templos importantes consagrados a los dioses latinos.  Según Tácito (56-117), en Roma, el Sol tenía un viejo templo en el Circo Máximo y un viejo santuario en el Quirinal. Total: que estábamos como en los días de Stonehenge en Inglaterra, Carnac en Egipto y Chanquillo en Perú como 5.000 años atrás; o como en Qumrán. Con el Sol no habíamos avanzado nada. Pero con el Imperio Romano (27 aC-476 dC) el Sol fue a más y el Sol Invictus copó el pódium de los altares romanos con tres divinidades: Gabal, Mitra y Sol. Lo de Mitra fue una secta, pero, para el caso, ¡qué más da!

Y mañana hablamos de leyendas y cosas del Sol