30 ago 2020

ELOGIO DE BENIDORM. REFLEXIONANDO SOBRE LA FELICIDAD… CON LA QUE ESTÁ CAYENDO…

  

En el último sábado de agosto, ayer, me llama Carlangas y me dice que ha descubierto la existencia del Museo de la Felicidad; que lo acaban de abrir (en julio de este año) en Copenhague (Admiralgade, 19; 1066 København -que es como ellos llaman a su pueblo-). Me invita a descubrirlo.


En principio, como que no. ¿Museo de la Felicidad?; tú te crees.

Me insiste. Ya se ha hecho su composición de lugar y me dice que está a un paseíto de Nihavn (que significa puerto nuevo, pero que es el puerto viejo que ahora está lleno de garitos para todos los niveles); “hay que ir hacia el norte, en la línea del teatro real”. No me perderé; me asegura Carlangas. Pero ni por esas.

¿Se puede museizar una emoción, un estado, una sensación?

Lo pregunto porque reduciendo la cuestión a la mínima expresión, la felicidad no es más que eso: una emoción. Es la suma de experiencias, me explican, en el tránsito (tú también, Bruto, hijo mío) hacia el objetivo que queremos alcanzar.

He leído, instigado por la noticia de Carlangas, que la felicidad es también un estado, de grata satisfacción espiritual y física, que llevamos la tira de años analizando; y en su búsqueda permanente. Desde tiempos de Sócrates (≈ 400 aC) sabemos que la felicidad está en el desarrollo de la capacidad de disfrutar (de menos cosas… ¿lo ejecutaron por plantear hacerlo con lo menos posible?). Su discípulo Aristóteles (≈ 350 aC) aseguraba que la felicidad es algo que depende de nosotros mimos. Platón (≈ 320 aC), seguidor del primero y maestro del segundo, planteaba que todos los hombres perseguimos la felicidad, emoción que encumbraba como un deber del ser humano.

Como esto es muy antiguo, no quiero bucear más en los abismos filosóficos y hago un salto de la rana cualitativo hasta el último tercio del XVIII con mi admirado Inmanuel Kant, geógrafo de pro que muchos tildan de filósofo: “la felicidad, más que un deseo, una alegría o una elección, es un deber” (muy platoniano él). Y en ese deber me quedo; en el conseguirlo. El mismísimo Séneca (≈ 50) era el que decía que “todos aspiramos a ser felices” y mil setecientos años después fue Kant el que dictó (la verdad, poco tiene que ver esto con la geografía) las reglas para la felicidad: “algo que hacer, alguien a quien amar, algo que esperar”. En base a Kant, soy feliz. Y a nivel supino: porque además disfruto Benidorm, el lugar de la felicidad.


Tal vez por esto me cuesta creer que en 250 metros cuadrados se pueda museizar la felicidad. Como concepto, como estado, como etapa vital, como emoción… me cuesta creer que tan poco espacio de cobijo a la explicación de felicidad; porque la felicidad no cabe ahí, ni de coña.

Bueno, me ha venido al pronto la escena de Mafalda (gracias Quino) cuando conoce a su amiga Libertad: “Qué chiquita sos”… Es que resulta, como dice la amiguita Libertad, que “todo el mundo saca su conclusión estúpida cuando me conoce”. Pero es que esto esto va de la felicidad y el museo de Copenhague bueno será para quienes no conocen Benidorm y poco trajinan con la felicidad.

Vuelvo a argumentar. A mediados del XVII, Pierre Corneille ya dejó dicho que “la felicidad parece hecha para compartir”, lo que me lleva de nuevo a Benidorm y me aleja del localito de la Admiralgalde por mucho que se empeñen en perseguir que con una visita al Museo de la Felicidad se sale más sabio, más feliz y más motivado para hacer del mundo un lugar mejor. Buen intento; pero sólo eso.

La iniciativa del museo es del Instituto de Investigación de la Felicidad (The Happiness Research Institute) que se dedica a crear y analizar encuestas sobre felicidad por países y empresas, aconsejando, tras analizar las encuestas, como se llega a la felicidad. Es que hay parámetros para medir la felicidad; bueno, en realidad, los hay para medir el nivel de alejamiento de ese estado ideal. Estos del Instituto dicen que Finlandia es el país más feliz del mudo… porque reducen la desigualdad, no porque sonrían más, luzca más el sol o porque el vodka finlandés conserve más y mejor la esencia de la propuesta bebescible de Mendeleiev, el de la Tabla Periódica, para el vino de mesa que es el vodka.

En este instituto danés, como en medio mundo, consideran que el dinero no da la felicidad. Y van a más: el éxito, que tiene mucho que ver con la autoestima, no es elemento primordial de la felicidad. Dar sentido a la vida, dicen, sí produce felicidad. El caso es que, basándose en el informe anual de la Red de Soluciones para un Desarrollo Sostenible de la ONU, en el instituto danés plantean que algunas sociedades son más felices que otras… Y de 156 países analizados, España está ahora por el puesto 36… porque desde la crisis de 2008 hemos ido cuesta abajo y sin frenos. Y cuando hagan el próximo sondeo, ¿hasta dónde caeremos?

Menos mal que siempre nos queda el turismo, que es cuestión de optimismo y, tal vez por ello, la industria de la felicidad. El turismo ha superado el nivel del concepto servicios y ha alcanzado la dimensión de industria y con ello el apellido de la felicidad. Nunca dejó de ser industria (industria de los extranjeros, 1905), pero había que ser snob y todo aquello que no llevara mono azul y herramienta en ristre dejó de considerarse industria por esa errónea concepción decimonónica de estructuras sociales. A estas alturas del XXI volvemos a considerar como industria al turismo: la industria de la felicidad.

Viajar y disfrutar siguen constituyendo el sueño anhelado de la humanidad. Yo sigo recomendando una toma de contacto con una superficie de más de 250 m2 para conocer lo que de verdad es la felicidad; porque la felicidad es un estadio que se alcanza en un lugar como Benidorm: dos playas a las que les ha crecido detrás toda una ciudad de servicios y en la que la felicidad no disminuye cuando se comparte. Y más ahora que ha conseguido unir a su estela los conceptos de seguridad y confianza.

La confianza, que es componente fundamental, hay que ganársela. Y Benidorm, con uno de los índices de repetitividad más altos del turismo mundial y una posición destacadísima en el imaginario de felicidad de cientos de miles de españoles y europeos está ahí como referente de felicidad.

Benidorm es el mejor enclave del concepto felicidad. Ocupa superficie, más de 250 m2, y un lugar en la mente… y otro en el corazón.

 

 

 

22 ago 2020

DE PARECERSE A BENIDORM; HOY, DE BOURNEMOUTH

 

 

Hoy, el Diario El Mundo, me saca, en la sección Papel (de verano), un titular llamativo: Bournemouth, el Benidorm británico (sin mascarilla). Carlos Fresneda lo deja bien claro al principio: “algo así como el Benidorm inglés”. Vamos, que no es Benidorm, pero da idea de lo que quiere trasladarnos Fresneda, sabiendo cómo es Benidorm.

 

Como esta misma semana varias playas del norte de España hacían comparaciones con Benidorm y de toda la vida son habituales estas comparativas de éxito turístico rayano con la felicidad, considero que habremos, pues, de colegir la necesidad de exigir ya al BIPM (Oficina [Bureau] Internacional de Pesas y Medidas) de París la inclusión del patrón Benidorm como medida del éxito y la felicidad en Turismo, en el SIU (Sistema Internacional de Unidades).

La misión del BIMP es la de asegurar en todo el Mundo la uniformidad de las mediciones y su trazabilidad al SIU. La nueva unidad de métrica en turismo, Benidorm, debe estar en el BIMP, proclamamos desde aquí.

Estos del BIMP empezaron en 1875 con el patrón del metro y del kilogramo como unidades básicas del Sistema Métrico Decimal. El mismísimo Lavoisier (el padre de la Química, Antoine-Laurent de Lavoisier) llegó a decir que “nada más grande y sublime ha salido de las manos del hombre que el Sistema Métrico Decimal”. Ahora, el BIMP, lo dirige el británico Martin JT Milton; a lo mejor es una pieza más a nuestro favor y unimos lo de Word Heritage a lo del BIMP.

No estaría mal: el metro, el kilo, el segundo, el amperio, , el grado Kelvin, la candela, el mol y el Benidorm.

Esto de los patrones ha ido evolucionando a través del tiempo, buscando cada vez ser más precisos. En el caso del metro, hemos pasado (1792) de considerarlo como la a diezmillonésima parte de la distancia que separa el polo norte de la línea del ecuador terrestre, a través de la superficie terrestre a (1983) la distancia recorrida por la luz en el vacío en 1/299792458 partes de un segundo, que ya es afinar. El cilindro de platino e iridio guardado en Francia desde hace más de 130 años como referencia del kilo ya no es tal; desde mayo de 2019  el kilo se define a partir del valor numérico de la constante de Planck, valor físico fundamental de la naturaleza que relaciona la energía de un fotón con su frecuencia y se simboliza con la letra 'h'. ¡Toma ya!; minipunto para el Gran Kilo.

Pero el Benidorm, que es irreemplazable, va en consonancia con los tiempos, es ejemplo de resiliencia y puede seguir siendo referencia de métrica sin tener que estar bajo tres llaves en París y sin depender de Conferencia General de Pesas y Medidas alguna.

Y puestos a aplicar la métrica y con esta referencia a la que aludía al principio del post, voy a comparan Benidorm con Bournemouth. Bueno, en junio pasado, la prensa británica ya había comparado la seguridad covid de las playas de Benidorm con las suyas.  

En fin: yo, a lo mío. Voy a encontrarle alguna similitud, métrica benidormera al canto.

Así, al pronto, ambas entidades partieron de cero. En ambas, el contrabando fue un referencia, veneran a su fundador y ambas fueron diseñadas por un topógrafo. Ah, y en ambos casos se trata de playas sobre las que detrás les ha crecido una ciudad. Pero, ya saben: si me pierdo algún día, que me busquen en Benidorm.

‘La playa’ de Bournemouth, unos 11 kilómetros, es una sucesión de tramos de playa. De izquierda a derecha, de Poole a Christchuch, tenemos Alum Chine Beach, Durley Chine Beach, West Cliff Beach, East Cliff Beach, Boscombe Beach, Fishermans Walk Beach y Southbourne Beach.

                                            Bourneouth, sin avalanchas de sunseekers 2020

El artículo de referencia de El Mundo habla de los sunseekers (buscadores de sol) y de que masivamente se han ido a Bournemouth este año y … hasta ahí.

Porque esas playas hoy son la antítesis de Benidorm y la propuesta Benidorm Beach Safety. Los usuarios de la playas (en alguna otra ocasión podríamos haber dicho “la gente”), en Benidorm, está siendo sumamente responsable y aquí no ha habido que poner carteles de TOO BUSY, ni la policía los cartelones de HEAD HOME. Aquí, en Benidorm, prima la seguridad y la distancia social está asegurada en unas playas ordenadas y controladas.

Pero a la métrica…

Bournemouth debe su fama a la visita del italiano Agusto Bozzi, un personaje de película. Nacido en Italia, resulta que su bisabuelo, Beril Granville, fue un caballero inglés, de Cornualles que, cosas de la política en el XVII, terminó en Italia. Augusto se formó como médico en Pisa. Su carrera arranca como segundo facultativo de la embajada británica en Estambul, sigue en Málaga (1804) y en 1805 estaba en Madrid como miembro de la Academia de Medicina. No sé lo que pasó, pero en su biografía cuenta que como no le gustaban los toros y por las noches Madrid parecía inseguro, se marchó por Lisboa, donde estaba la escuadra inglesa fondeada; terminó de cirujano en el HMS ‘Raven’ en un periplo que le llevó por el Atlántico sur. En 1809 se casa con Josephine Kerr y se establece en el Reino Unido (Brompton, primero; luego el gran Londres); practica con éxito la medicina, viaja y escribe. En 1841 publicó “Los balnearios en Inglaterra y principales lugares para bañarse en el mar” y, para la segunda edición, incluyó Bournemouth.

Bournemouth, como todo lo que triunfa en turismo, era un lugar solitario, sólo apto para contrabandistas, hasta que Sir George Ivison Taps y William Dean compraron aquellas tierras gracias a la Christchurch Inclosure Act de 1802. Bournemouth, hasta ese momento, no era más que un brezal de maleza que separaba el puerto de Poole de Christchurch, conocido como Bourne Heath. Los nuevos propietarios plantaron pinos resineros y se dedicaron a verlas venir ante la vigorizante brisa marina. Sir George se plantó allí también una casita de veraneo.

La misma idea tuvo el capitán Lewis Dymoke Grosvenor Tregonwell, de los Rangers de Dorset. Tras la batalla de Trafalgar y acabada las llamadas guerras napoleónicas, Tregonwell dejó de patrullar la costa y se retiró de la milicia activa y pasó a oficiar de juez de paz en Christchurch, comprándole un terrenito en Borune Heath a Sir George y edificando la segunda casita (1810). Fue Tregonwell, invitando a amigos adquirir propiedad terrenal y edificarse casitas de veraneo el que dio vida al lugar; y cuando falleció, Bournemouth ya era un pueblito vacacional y a este Tregonwell se le considera “el fundador” de Bournemouth y varias estatuas lo recuerdan por laciudad. Aquí echo yo de menos, al menos una, “al fundador” de Benidorm.

Ahora los documentalistas e historiadores están desentrañando detalles de la vida del viejo capitán de los Dorset Rangers y me lo sitúan como el gran padrino del contrabando invernal por aquellas playas, pero… ¡que le quiten lo bailao!

Un topógrafo, Christopher Crabb Creeke, desarrollará el trazado urbano de Bournemouth planificando la trama urbana y todas las obras de infraestructura. Fue la autora de Frankenstein, Mary Shelley, la que le contrató sus primeros trabajos en Bournemouth, en 1850. Mary había pasado en Suiza, con Lord Byron, John William Polidori y Claire Clairmont, aquél verano de 1816 -el año sin verano- y tuvo una agitada vida, pero al final de sus días se acercó a Bournemouth. Su hijo Percy, adquirió un terreno y construyó una casa. En una visita a la inacabada casa (1850), Mary Shelley pidió ser enterrada en aquella localidad; y lo está.

Tenemos las playas, el lugar albuferenco, el partir de cero, el fundador y el topógrafo… muchas similitudes.

                                   The Telegraph estuvo duro: https://youtu.be/_01vDN4PBQE

Y volviendo “al fundador”, Tregonwell encontró un gran aliado en el hijo de Sir George Tapps desde 1835. Sir George William Tapps-Gervis quiso emular a Brighton y contrató al arquitecto Benjamin Ferrey quien diseñó hoteles y balnearios, y construyó la primera iglesia, que de lunes a sábado era la escuela del lugar.

En 1842 es cuando visita el lugar de Bournemouth el tal Augusto Bozzi, con su flamante librito de lugares exclusivos de baños ya publicado y que es un éxito; se queda impresionadísimo y lo incluye en la segunda edición (1843). A partir de se momentos, turistas acomodados y “turistas de salud”, acudieron como moscas al nuevo lugar de veraneo que desde 1849 está en auge y comienza su inicial esplendor. En 1856 cuenta ya Bournemouth con una comisión municipal para el gobierno administrativo del lugar y así fue hasta 1890 en que ya entra en el nivel, digamos, de Ayuntamiento.

En 1870 llegó el ferrocarril y… ahí ya todo comenzó a ir a más… hasta el verano de 2020.

Ah, el alcalde de Bournemouth, en 2015, se dejó caer por Benidorm… Chris Mayne… Habrá que invitar a la alcaldesa de hoy, Susan Philips…

Benidorm, por aquel entonces de mediados del XIX sólo producía capitanes de almadraba y oficiales de la Armada; recordemos que hasta julio de 1830, momento en que se acaba con la piratería berberisca, habitar la costa mediterránea era una osadía.

 

16 ago 2020

DE ROC, JOSÉ MIGUEL Y MARIO

 

-I-

Ayer eché de menos la siempre certera opinión de Roc Gregori. Lo de aquellos últimos ratitos en El Albir, aquellos desayunos como toda su ciencia, bullen a mi alrededor. Alguien debería compilar toda su saber; no se encuentra en facultad alguna.

En estos días en los que añoramos al turista de las Islas Británicas, retumba en mi sesera su gran frase: el peor turista es el que no viene.

Miguel Alberto Martínez Monge no cesaba de repetirla y ambos dos la colocaron por todos los fotos de turismo del mundo entero. Eran los tiempos en que se hablaba del poder de gasto de un turistas; de si los que venían por aquí gastaban poco y zarandajas del mismo estilo. Y era para clasificarlos en buenos y malos; incluso peores.

Este verano estamos viendo que Roc tenía razón: el peor turista es que no viene. El mejor siempre es el que viene; el que tenemos. El turista no está en los lineales del supermercado del Turismo; cojo este, cojo aquél. El turista te elije, insistía Roc; hazte elegir, recomendaba. ¿pinte las pilas, vamos!  

Ahora, querido Roc, querido maestro, lo estarán comprendiendo todos aquellos que sonreían ante tus palabras porque no se atrevían a rebatirte nada, aunque insistían en calificar “la calidad” del que recibían. Ahora lo añoran.

Nunca estaos a gusto con lo que tenemos, pero me encanta ver como hacen piruetas para alabar lo que antes tanto criticaban: No, si ya lo decía Roc…

Y esto me lleva a la multitud de seminarios y encuentros que hemos  desarrollado desde que se comenzó a hablar del Brexit y el ‘¿cómo -y por quién/quienes- vamos a sustituir a los british?’ Ahora estamos viendo lo que hay. Y Roc ya lo había dejado dicho, escrito y bien escrito: no tienen sustitución… En el caso de Benidorm, seguirán con nosotros. Destacaba Roc su fidelidad a Benidorm… que hemos podido comprobar por sus mensajes y deseos cuando el confinamiento… y en cuanto abren las reservas.

En el apartado internacional, no han venido los ingleses y… sigue siendo verdad, nos pese o no, que el peor turista es el que no vienen. Así pues, hagamos los deberes.  

Fotograma del espacio España a ras de cielo. Tú a Mallorca, yo a Benidorm. 201

-II-

Ayer también eché de menos el acertado análisis de José Miguel Iribas. Lo nuestro podría calificarse de flechazo por una buena conversación sabiamente regada. Viendo como se está comportando la situación y los números de Benidorm José Miguel acertó cuando decía que Benidorm era al Turismo lo que la Coca-Cola a la sociedad: para todas las edades, refrescante, divertida en envase individual o familiar y que tanto sola como en combinación sembraba felicidad a todos. Cierto que hay otras colas, algunas tan famosos -hay quien dice que más-, pero la gente pide Coca-Cola, como piden Benidorm.

Y eso es Benidorm y ahí están sus cifras. Ayer un nuevo récord de usuarios de las playas de Benidorm: 43.610. El desarrollo de la iniciativa Benidorm Beach Safety (ordenación de los arenales de Benidorm y control de aforos para playas seguras, playas para todos y todos los días) nos ha llevado saltar otro hito.

De cuando Roc y José Miguel era el cálculo; nunca antes a nadie se la había ocurrido. ¿Cuánta gente cabe en las playas de Benidorm? Hablábamos de 40.000 personas… que, aunque rotaran, en las playas siempre había 40.000 personas. Pues ayer, con aforos controlados, más de 43.000…

Bueno, en el programa España a Ras de Cielo, allá por 2013, en el episodio “Tú a Mallorca, yo a Benidorm”, Francis Lorenzo hizo un cálculo sobre todo el arenal de Levante. Allí resultó que en una parcela que él conformó de 25 metros cuadrados (un cuadrado de 5 por 5 metros) se ubicaban 20 personas. Echó mano de una calculadora y dedujo que en los 220.000 metros cuadrados del arenal de Levante cabían 176.000 personas, “toda la población de la ciudad de Badajoz”, dijo.

Nunca se había utilizado la totalidad del arenal; ni en Levante ni en Poniente; Nunca se había dejado los pasillos de 6 metros frente a la línea de agua, como ahora, ni los pasillos de seguridad de 2 metros entre las nuevas parcelas de 16 m2 (rectángulos de 4 por 4 metros) que aunque posibilitan su ocupación por un máximo de 4 personas y un menor de 6 años, la estadística nos dice que la ocupación media de cada parcela es de 2’4 personas. Ahora tenemos nuevas referencias de la capacidad de la playa; ayer, 43.610…

 

Fotograma del espacio España a ras de cielo. Tú a Mallorca, yo a Benidorm. 2013

-III-

Y a tenor de las cifras y los resultados, viendo que Benidorm mantiene el pulso a la pandemia, si vender la piel de oso antes de cazarlo, porque er bisho sigue ahí fuera y muy activo, me llego hasta Mario Gaviria.

Si con Roc hablé de todo lo imaginable en Turismo y con José Miguel hice lo propio trasegando cosechas, con Mario nunca tuve más allá de pequeñas conversaciones y la dedicatoria de algunos libros. Es con el que menos tiempo pasé. Pero para escrutar su figura estaba mi buen amigo Tomás Mazón.

No existe un lugar como Benidorm. No hay nada que se le compare, es la mejor ciudad nueva del mundo”, me dijo, nos dijo, una tarde en Los cafés del Meliá. Siempre sacaba a pasear la frase de Henri Lefevbre: “Benidorm es la ciudad más habitable tras la IIGM”. El sentó las bases que aún se persiguen para que Benidorm sea declarada Patrimonio de la Humanidad.

¿Y eso, por qué?,  aún se pregunta alguno. Porque Benidorm es la materialización de un concepto que constituye una de las mayores aportaciones europeas a la historia política y social de la humanidad: es el lugar de las vacaciones populares por antonomasia. Es el lugar de la felicidad y del ocio. Gaviria en estado puro.

Y pontificaba -que para eso era el gran maestro reconocido, sin que los otros dos no estén a su par- sobre Benidorm:  El lugar crea xenofilia, busca la felicidad del individuo, el sentimiento que uno obtiene en Benidorm es el de una sociedad igualitaria, el de un modelo extraordinario que no se ha reconocido y nadie ha sabido imitar”.

Es que Benidorm es Benidorm. Hasta la propia Organización Mundial del Turismo reconoce que fue la primera ciudad en desestacionalizar el sector.

La clave: el modelo urbanístico y la identificación de la gente con el turismo; los que aquí viven por y para el turismo, y los que vienen por y para la felicidad.

Como recuerda Tomás Mazón de sus conversaciones con Gaviria; como algún alcalde escuchó; como yo le oí: "Mira Tomás ¿Ves aquella señora gorda que está allí tomando el sol? Cuando el turismo desaparezca en España, la última turista saldrá de la playa de Benidorm".

Y ahí está la clave: Cuando el turismo desaparezca en España, la última turista saldrá de la playa de Benidorm.

¿Se acuerdan de Joe Rígoli, Felipito Tacatún, y su frase: Yo, sigo? Benidorm, sigue ofreciendo felicidad.