30 dic 2020

DEL SOFT POWER DE ESPAÑA


Josep Nye, especialista en Relaciones Internacionales en la Universidad de Harvard, introdujo en 1990 en el debate académico -y de ahí pasó al político- el concepto soft power, que podemos traducir por poder blando. Blando, pero contundente.

Este concepto soft power es, más o menos, coetáneo al de gobernanza, que tenemos más asimilado porque hasta en las cartas de los restaurantes hay ya sopa de gobernanza, crudités de gobernanza, gobernanza a la brasa, gobernanza a la sal y milhojas de gobernanza con helado de gobernanza. En ocasiones sirven, tras una infusión de gobernanza, un copazo de Gobernanza VSOP o un digestivo, como el licor de gobernanza, del que te aseguran que lo hay sin alcohol, a pesar de llamarlo licor. Vamos que, del concepto gobernanza, vamos servidos.

A todo esto: la gobernanza es algo así como la eficacia y calidad en la forma de ejercer el gobierno de manera que proporcione un buen equilibrio entre las acciones de gobierno, la sociedad civil y la economía.

El soft power viene a sustituir al concepto influencia (ejercida sin coerción) y coloca a cada uno “en su sitio”; dice lo que de verdad representa para el mundo.


Todo esto viene porque ha caído en mis manos el
Global Soft Power Index 2020, que elabora Brad Finance PCL, la consultora de valoración de marca líder en el mundo, y quería saber cómo estaba España. Acaba de leer lo de “La Covid19 dilapida la reputación de la Marca España” y me interesaba.

Explico mi interés en este Global Soft Power Index. Resultaba que el Country Brand Awards -que también ca de marcas- nos suspendía -con un 4’79- y nos dejaba malparados. Y como la cosa iba de marcas, yo sufriendo.+. De los 13 países europeos analizados, España quedó a la cola del ranking -en el puesto número 10-, solo por delante de Reino Unido (4,4), Hungría (4,17) y Rusia (4,08). Entre las consideraciones se puede leer que “la actuación del gobierno español -durante la pandemia en la que nos debatimos- fue duramente criticada en los medios de comunicación internacionales, que resaltaron el pobre manejo de la situación y las carencias de un sistema público de salud desbordado”.

Hasta Marruecos (5’7 puntos) nos supera en esa tabla donde al llegar a las conclusiones se dice que “Nueva Zelanda (8’09), Alemania (7’41) o Canadá (7’06), serán los primeros en recuperarse de una crisis global: no solo han demostrado un sistema interno fuerte, también han sido capaces de generar confianza en la esfera internacional”.

A este respecto de la recuperación y la competencia de los gobiernos, John Harrington, editor jefe de PRWeek, ha reconocido que “varios Estados poderosos han visto hundida su reputación por la incapacidad de los gobiernos populistas para manejar la crisis”. Y yo me doy por aludido.

Así que con la moral por los suelos me enfrento al resumen del soft power y leo en el sumario de titulares que “España es la nación más amigable de mundo, pero está rezagada en gobernanza”.  

Y, claro, después de tantas tazas de caldo de gobernanza que trasegamos por la vieja piel de toro, me he mosqueado. Aunque… viendo lo que hay en el Gobierno, pues me ha venido el bajón.


Y es que el resumen para España no tiene precio: “
Los españoles son más divertidos y amigables que cualquier otra nación”. Y es por eso, y sólo por eso que España ocupa el puesto 16 de un total de 60 naciones con una puntuación final de 47,6 en términos de soft power/poder blando. La media de los 60 países está en 40,8; con lo que estamos por encima de la media.

Y, ¿Qué han analizado para dejarnos con esa calificación que, en esta ocasión, es un aprobado raspado? Pues para la nota de cada país han ponderado la percepción en los medios internacionales y líderes de opinión de la gestión de la crisis sanitaria del coronavirus (50%) en la primera ola (que si llegan a incluir cómo lo llevamos ahora salimos peor) y la capacidad tanto para crear marca turística (25%) como marca económica (25%).

Y que estemos por encima de la media se debe, explica el informe, “en gran medida al hecho que España es sin duda todavía un referente internacional como nación de ocio y turismo, un sector que aportó 14,6% al PIB nacional en 2019”.

Gracias al Turismo -¡oído, cocina!- este país sigue siendo referente en algo en el mundo. Se aplaude la confianza que ofrece este país para el Turismo (seguridad, capacidad y calidad) y se celebra el concepto país para visitar y disfrutar (calificación 7’5), elogiándose internacionalmente la cocina española, el patrimonio histórico y el estilo de vida (mediterráneo) que exhibimos.

Y luego leo que “España destaca como una nación que ejerce influencia gracias al deporte”. Según Brand Finance Ranking Football 50 2019 nuestro principal activo es el Real Madrid Club de Fútbol. Y merengón que es uno, pues ha salido a la ventana a voz en grito con un ¡Hala Madrid! que ha dejado al vecindario mosqueado. Pero es que además somos líderes en tenis (Rafa Nadal & Co.), baloncesto, balonmano, ciclismo… ¡Soy español!: ¿a qué quieres que te gane?

Y como todo lo que sube… cae, mi exultante espíritu se vino abajo con la lectura de las siguientes áreas: Gobernanza, Relaciones Internacionales y Educación y Ciencia. En Gobernanza estamos al nivel de Polonia; mejor que Israel (lo que no sé si es bueno) y peor que Portugal (que criticamos de serie, desde la cuna). Es que nos salen en el informe índices ralos en estándares éticos y el “promedio para la estabilidad política” con respecto a los demás países de Europa nos deja malparados. Y ahí entra todo: episodios de corrupción política, la situación de Cataluña, las necesidades para construir y hacer funcionar la coalición de Gobierno y algunas salidas de pata de banco que debilitan la influencia de la Marca España en el resto del mundo.

Y no es que confíen mucho en nosotros; se lee en la página 62 lo de “Tendremos que ver en los próximos años si España puede superar estos problemas”.

El informe destaca la potencia individual de marcas españolas y del conjunto de la marca España, animando al Gobierno a ofrecer “estabilidad para la economía española” como medida para “facilitar negocios e inversiones internacionales” señalando la necesidad de hacerlo en “tecnología de punta, donde España está muy por debajo del promedio”.

Me reconforta leer -uno es que es así- que “en general, España es una nación muy influyente y tiene el potencial de ser una potencia soft power, pero problemas con la gobernanza lastran el rendimiento”. Que si quieres caldo, más tazas de gobernanza

Y aquí viene la puntilla: “La influencia no es solo la belleza de un país y su gente -que España tiene de sobra- también se trata de estabilidad y orden en casa”.

Y he sumado otro tirón de orejas. Vamos a terminar teniéndolas como las de un elefante.


29 dic 2020

De la 'San Lesmes'

 

Hubo un tiempo -siglos XVII y XVIII- en que las potencias europeas -entonces lo éramos- se chinchaban unas a otras con expediciones científicas que buscaban tomar posesión de toda tierra emergida en el vasto océano Pacífico. De momento, lo que molaba era cartografiar y documentar la isla para restregárselo por el morro al vecino; y si se atrevían (no siempre los aborígenes olvidaban flechas y lanzas a la hora de recibirlos), ponían pie a tierra y comenzaban a ver las posibilidades comerciales.

En estas que el capitán de Fragata Domingo de Bonechea y Andonaegi, de Getaria como Elcano, llegó en la fragata Santa María Magdalena, alias El Águila, a Tahití un 8 de noviembre de 1772, anclando delante del poblado de Tautira, localidad que, como de costumbre, rebautizó (esta vez con el nombre de Santísima Cruz, por encontrar allí una gran cruz de madera. ¡Ojo al dato!, que decía Butanito). Además, bautizó también la isla con el nombre del Virrey Amat -Isla de Manuel Amat-... como el británico Samuel Wallis había hecho antes (1767) llamándola Isla del Rey Jorge (por Jorge III) o el francés Boungaiville (1768) la había llamado Nueva Citera (por recordarle a la isla mediterránea de Citera, donde nació Venus). A Gauguin, lo cautivo la islita.

Y a lo que voy. ¿Fuimos los españoles los terceros en llegar? Parece que no.

Pedro Fernández de Quirós, en 1606, en busca de la Terra Australis Ignota llegó a Vanuatu y la bautizó como Austrialia del Espíritu Santo -sí, Austrialia, un invento de los palabros Austral y Austria (por la casa reinante en España)- y hasta fundó un asentamiento, Nueva Jerusalén. Y de ahí pasó por Tahití, con lo que fue el primero. ¿O no?

Parece que antes que Fernández de Quirós lo hizo la tripulación de la carabela San Lesmes, a la que se le adjudica la construcción de la gran cruz de madera que el capitán Bonechea descubriera en 1772. (el dato de antes)

La San Lesmes desplazaba 80 Tm. Estaba al mando Francisco de Hoces y formaba parte de la infortunada expedición de García Jofre de Loaísa (1525) a las Islas Molucas. Entrando la San Lesmes “al paso” de Magallanes para cruzar del Atlántico al Pacífico (14.01.1526), una tempestad la arrastró hasta los 55º de latitud Sur, sobrepasando el cabo de Hornos (el acabamiento de la Tierra) y situándose en que lo muchos siguen llamando el Mar de Hoces (en honor a don Francisco) y otros más llaman el paso de Drake (de Francis Drake), entre el cabo de Hornos y las Islas Shetland del Sur.

De Hoces recompuso el rumbo de la San Lesmes en cuanto amainó el temporal, desandó  el camino y se unió a la expedición de Loaísa; cruzaron por “el paso” de Magallanes y se enfrentaron al Pacífico. Al sexto día de navegación se desperdigó lo que quedaba de escuadra en medio de tempestades: el patache Santiago terminó en las costas de México; la Santa María del Parral arrumbó a las islas Célebes (con una historia fascinante de supervivencia); la Santa María de Victoria, nao capitana (en la que morirían Loaísa y Elcano), fue la única en culminar la misión (con Urdaneta al mando); y la San Lesmes, sencillamente, desapareció y de ella nunca más se supo… hasta casi dos siglos y medio después cuando Bonechea llegó a Tahití.

El marino historiador Martín Fernández de Navarrete -del que Alexander von Humboldt dijo que era autor “de uno de los monumentos históricos más grandes de todos los tiempos”, refiriéndose a su compilación de acciones de la marina castellana en los siglos XV y XVI- sacó la conclusión de que, por las referencias a la derrota reportada en su último avistamiento y las corrientes marina, y con los últimos datos del patache Santiago (que informa que De Hoces había sido relevado, por enfermedad, por su segundo Diego Alonso de Solís), se puede casi asegurar que fueron a parar a Tahití.

Y de Tahití, a Australia y Nueva Zelanda. Ahí es nada. Se trata de teorías, pero todas tienen ‘su aquel’.

Aquí entran en liza los portugueses Cristovao de Mendonça y Gomes de Sequeira y la teoría del descubrimiento portugués de Australia (para Mendonça, Java la grande) en la segunda década del XVI. Los mapamundis de Dieppe (Biblioteca Británica) contienen nombres gallegos y portugueses en la costa nordeste de Australia… Y entonces se cuenta que la San Lesmes derrotó hasta Nueva Zelanda, Tasmania y Australia hasta que se toparon con Sequeira que hundió la nave y los pasó a cuchillo antes de que informaran de sus descubrimientos. ¿los pasó a cuchillo o lograron escapar del portugués?

Tal vez la San Lesmes sufrió algún percance en la Polinesia francesa. En el atolón de Amanu, en 1919, se encontraron cuatro cañones que se aseguró eran españoles del siglo XVI. Hasta hubo quien los identificó (¿?) como pertenecientes a la San Lesmes; se perdieron y no se pudo corroborar. En 1969 aparecieron otros dos y el investigador australiano Robert Langdon -que no es el profesor de iconología y simbología religiosa en la Universidad de Harvard del Código Da Vinci & Co.- cree que, en efecto, eran de la carabela desaparecida.

Para él, la San Lesmes encalló en los arrecifes del atolón y aligerando peso de a bordo, tiraron los cañones por la borda; por lo que ya no pudo repeler después el ataque final de los barcos de Sequeira en las costas noreste de Australia.

De Amanu, la San Lesmes -parece que- consiguió seguir navegando por aquellos mares hasta Nueva Zelanda-Tasmania-Australia dejando tripulantes por aquí y por allá que dejaron su iconografía y huella genética como hicimos en Irlanda a pesar del desastre de la Invencible y que vemos reflejada en los ojos negros de la chica de Galway y todos los Black Irish[1]y[2].

El Langdon australiano (Universidad Nacional de Australia, en Camberra) afirma en dos libros -The lost travel (1975) y The Lost Travel re-explored (1988)- que los náufragos de la San Lesmes y sus descendientes ocuparon una posición preeminente en las islas donde se establecieron, y que su influencia genética[3]y[4] y cultural explicaría porque los primeros exploradores europeos se encontraron con indígenas de piel y ojos claros, pelirrojos o rubios, que explicaban la creación del mundo según el Génesis y referían confusamente el concepto de la Santísima Trinidad, le leo a Juan A. Oliveira en vadebarcos.net


Para confirmar esta teoría, se apuntan que aquellos nativos ‘españoles’ eran los únicos de aquellos archipiélagos que saludaban agitando las manos, tripulaban botes con velas latinas y realizaban construcciones similares a los hórreos gallegos en Nueva Zelanda, llamados pataka, que son utilizados por los maoríes para guardar los productos del campo y sus riquezas más preciadas.


Y para rizar el rizo, sostiene Oliveira que lo mismo pudo haber supervivientes de la San Lesmes que volvieron al solar patrio. La prueba es una semilla. Lo mismo que llevamos a América la de la cañafístula[5], de las antípodas -sin duda, porque es originaria de aquellos lares- nos pudo llegar la del ‘árbol rata’ -metrosidero- muy propio de Nueva Zelanda (aunque en Filipinas es posible encontrar una subespecie; cuestión de investigar) que prendió en un patio coruñés: “En el barrio de Monte Alto en la ciudad gallega de A Coruña, en el patio de la comisaría de la policía, se encuentra un metrosidero, un árbol originario de Nueva Zelanda que en opinión de especialistas por su forma y su tamaño podría tener entre 400 y 500 años. Quizá la semilla de este árbol la plantó un superviviente de la San Lesmes que de alguna manera consiguió completar su viaje y retornar a España tras su estancia en Nueva Zelanda”.

Algunos expedicionarios de otras empresas navales de aquella España de los siglos XV, XVI y XVII regresaron a España hasta 22 años después de partir, tras mil peripecias…

Por cierto, Mara Mulrooney, investigadora independiente en Arqueología, supervisora senior del proyecto Pacific Legacy de la Universidad de Hawaii en Manoa, colaboradora de la Universidad de Auckland, no comparte en nada las teorías del australiano, en particular lo del horreo/pataka, pero…


Pero yo cada día entiendo más el por qué le llamaron al océano Pacífico el lago español… y aún no he mentado -por ejemplo- las expediciones de Álvaro de Mendaña, Juan Fernández, Juan Jufré o Luís Váez de Torres… por no extenderme…

 

 

12 oct 2020

DE CUANDO LA FIESTA NACIONAL

  

Orgulloso celebro hoy la Fiesta Nacional de España. Orgulloso y pelín mohíno.

La verdad es que ha hecho mella en mi la sospecha de que el “por narices” confinar Madrid y no poder celebrar la fiesta de hoy, 12 de octubre, responde a una confabulación mundana (con visos de interestelar) para anular todo lo que representa esta fecha y dar una colleja a España por lanzarse “a descubrir”.

Hoy ya no vamos de gestas imperiales, aunque alguno quede suelto, pero el 12 de octubre tiene una muy importante connotación de sabor a Patria y yo voy a respetarlo. Y me vienen a la cabeza los versos de Marquina en su obra “En Flandes se ha puesto el sol”: ¡Por España! Ah, no son del Fénix de los Ingenios.

El día de hoy, 12 de octubre de 1492 nos sirve para señalar ese año -1492 y por este hecho- como el inicio de la llamada Edad Moderna; hasta la Revolución francesa de 1789. Marcó el inicio de la Era de los Descubrimientos y a mí me va más esta fecha que la de la caída de Constantinopla (1453) en poder otomano. Uno que es así; y a mucha honra… con y sin barcos.

Y sí, “descubrimos América”, mal que les pese a algunos que hay sueltos por ahí.

Esta fecha,12 de octubre, pasaba desapercibida aún en la España imperial hasta que María Cristina de Habsburgo-Lorena (una Austria, nacida en Moravia; hoy República Checa), segunda esposa de Alfonso XII, pidió que con motivo del IV Centenario del Descubrimiento de América, que nos disponíamos a celebrar en 1892 (aún no habíamos perdido todo el imperio), que este día de hoy, 12 de octubre, fuera declarado Fiesta Nacional de España. Sagasta preparó el decreto y así fue, Fiesta Nacional de España, con relativo arraigo popular hasta que en 1913 se le cambió el nombre a la celebración por el Día de la Raza, que el Decreto Maura (16/06/1918) formalizó.

Lo del Día de la Hispanidad, sustituyendo al Día de la Raza, es cosa de la II República ya en 1935; pero en 1940 volvió a ser el Día de la Raza durante los diecisiete años siguientes. En 1958 volvió a ser el Día de la Hispanidad, hasta que en 1982 vuelve a la denominación original de Fiesta Nacional de España que, por ley de 1987, queda como tal establecida. Suficiente para liar.

Pero hay a quienes le molesta lo del 12 de octubre, la Fiesta Nacional y lo de Colón, a este y al otro lado del charco.

La viñeta de Idígoras y Pachi, en la 2 de El Mundo (12.10.2020) va a ser que sí; tal como están las cosas…

Sin ir más lejos, en México, le acaban de retirar a don Cristóbal su estatua de la Avenida del Paseo de la Reforma, en la Colonia Tabacalera de la capital. Sí, lo hicieron hace apenas 48 horas para que hoy no luciera rotunda. Son tan cerrados que olvidan que esta celebración conlleva un legado de civilización.

Les duele lo de la civilización. Ahí tenemos al presidente de la República mejicana, Andrés Manuel López Obrador, insistiendo en pedir una disculpa pública tanto a la Iglesia (del papa Francisco) como a la Monarquía española (del rey Felipe VI) por las “oprobiosas atrocidades” cometidas contra los pueblos originarios que, casualidades de la vida, se mataban bestialmente entre ellos sin la necesidad dela llegada de los españoles & Co.

El caso es que a finales del XV si no hubiera sido Colón, en nombre de la Corona española, habría sido cualquier otro navegante en nombre de cualquier otra nación quien lo hubiera hecho.

Los ánimos están caldeaditos; nos han salido unos cuantos protestones en todo el continente. ¿Mal de muchos?; ya saben de quién es el consuelo.

Ya en mayo pasado vivimos un tumbador frenesí volcado en derribar estatuas de colonizadores y predicadores en los Estados Unidos, por ejemplo. Y eso que Colón murió en 1506 creyendo que en sus viajes había llegado a la Indias y no a ese continente que se le interpuso. Pero esa es otra historia.

Con tal de desprestigiar la hazaña colombina, y por ende a España, le están apuntando el “descubrimiento” de América a mucha gente, olvidando que nadie se lo apuntó, lo pregonó y lo reivindicó. Hay estudios nipones que apuntan a que ellos, tres milenios antes de Cristo, fueron ellos los primeros en llegar a las costas del actual Ecuador, donde florecía la llamada Cultura Valdivia. Sostienen que hay gran cantidad de similitudes, a las que añadiré, en mi infinita maldad, la de la introducción del virus Linfotrópico Humano T, tipo 1 (muy propio de Japón), que causa Leucemia; hecho que olvida López Obrador cuando lanza sus peroratas populistas; y eso nos quita, a los españoles, un minipunto negativo.

El etnólogo francés Paul Rivet coloca también antes de la llegada de Colón (y tras la de los nipones) la de navegantes polinesios, por el Sur, en torno a un milenio antes de Cristo, sin que se la apuntaran tampoco. ¡Vaya!

Y tampoco se la apuntaron, en torno al primer milenio después de Cristo, los vikingos, por el Noreste. Alguna universidad yankee lo reivindicó, pero quiá.

Bueno, hay quien asegura también la llegada a América de navegantes fenicios e incluso hebreos y hasta hay quien encuentra similitudes de estos dos pueblos con nativos de las primeras culturas americanas. El que no busca, no encuentra.

Por cierto, ahora hay muchos empeñados en demostrar que ya en el siglo V de nuestra era los navegantes chinos dieron con América y viaje viene, viaje va, fueron cartografiando la costa; pero no se apuntaron “el descubrimiento”. Por cierto, unas siete décadas antes que Colón, insisten en que las expediciones del gran Zheng He y sus capitanes Zhou Man y Hong Bao se produjeron en los años 1421 y 1423, pero los muy chinos no las publicaron ni en El Pueblo en Linea ni en el Xihua… y no nos enteramos. Parece que no les dio por desembarcar y “descubrirlos”; como ya lo habían hecho los japoneses, sin darle publicidad.

También le están dado cancha al prenauta Alonso Sánchez, un onubense -al que ya puso nombre y origen Inca Garcilaso de la Vega en sus Comentarios Reales de 1609- que dicen que hacía la ruta Huelva-Canarias-Madeira-Inglaterra y que una tormenta debió desviar hasta “descubrir” América. El caso es que el prenauta moribundo arrumbó a Madeira y contó su experiencia a un Cristóbal Colón que allí vivía desposado con la hija del gobernador de Porto Santo. De momento no le han achacado al genovés, que bien pudo ser de otro lugar, el asesinato del prenauta para apuntarse la gloria. Bordes sí; malos, no.

Para bien o para mal, resulta que Colón “va y los descubre”. Y eso a muchos les escuece; incluso hasta dicen que no fue el 12 de octubre.

Es su supuesta venganza. No pueden cambiar la Historia ni en el Norte, ni nen el Sur.

De la rotonda del capitolio de la ciudad de Sacramento, la capital de California, ya han retirado las estatuas de Colón y de la reina Isabel de Castilla, “al considerarlas ofensivas para la población indígena” en junio de este año. Ya en 2018 despareció la estatura de Colón del Grand Park de Los Ángeles donde desde septiembre de 2017, resulta que, el segundo lunes de octubre está dedicado “a los indígenas que perdieron la vida ante la llegada de las huestes españolas a distintas partes de América”; y lo promovió un concejal oriundo de una tribu india de Oklahoma que presume de ser el primer concejal nativo americano de Los Ángeles. Hombre, algún tatarabuelo del concejal O’Farrell, apellido muy de la etnia aborigen oklahomiana Wyandotte (aunque yo lo creía irlandés o de Gales; en fin, cosas de familia), debió encontrarse con los Dragones de Cuera, soldados de caballería que protegían la frontera española en los EE. UU. hasta 1821.

Esta unidad de caballería se creó a finales del siglo XVI, con Reglamento propio, y se les encomendó la custodia de la frontera norte de la Nueva España, que llegó a incluir Texas, Arizona, Nuevo Méjico, gran parte de California, la Luisiana y La Florida y algunas zonas de Colorado, Utah y Nevada. Además de vigilar la frontera, protegían las rutas de comunicación entre Méjico y California y entre Texas y Florida frente a los ataques indios.

Se llamaba “dragones” a los soldados de caballería (y de infantería) que disponían de un mosquete llamado dragón; y de “cuera” por usar la cuera, una cota de hasta 7 capas de cuero que no traspasaban las flechas indias, lo que les reportaba cierta ventaja contra unas poblaciones indígenas (muchas de ellas guerreras) que venían hacia ellos empujados por británicos y franceses que los expulsaban desde el Este, así como de otras tribus también indias; porque se chinchaban unos con otros. Los dragones de cuera mantuvieron las fronteras de aquella España extrapeninsular y se ocuparon también de explorar el territorio y de establecer nuevas Misiones; los dragones protegían las caravanas y el correo… y nadie les ha hecho una película.

Y mira que hay pelis de rostros pálidos y del 7º (escuadrón) de caballería (de Michigan) y eso que fueron los autores de la masacre de Washita y otras perrerías más. Pero esos no venían de España.

Es un error mirar el pasado con los ojos del presente, que dice Reverte. Aquella Europa de finales del XV vivía sus problemas internos (socioeconómicos) y tras la caída de Constantinopla (1453) el problema de comercio con la Indias se resintió. Colón ofreció una ruta para seguir haciéndolo por el otro lado, sin bordear África… y se encontró con todo un continente “por descubrir” en la mitad de su rumbo. Y “lo descubrió”; y lo reivindicó para España, una tarea, veo, inacabada.

El “descubrir” América, considero, nos reportó ventajas a ambos lados del charco, con sus claroscuros, claro. Y yo celebro la Fiesta Nacional.

26 sept 2020

DEL VERANILLO; DE ESTE DE SAN MIGUEL


Se ha retrasado una cita que abría hoy sábado la agenda y tengo tiempo de poner azul sobre blanco algo de lo me rodea. Buen tiempo; sol en la capital del turismo de Sol y Playas. Lo habitual, pero no estará de más que dejemos fluir la Royal Blue sobre unas viejas cuartillas Strommer.

Decían, tiempo ha, que ‘por el veranillo de San Miguel están las frutas como la miel’. Estamos en ese tiempo; pero, como a los tomates, ya a las frutas ni les encuentras sabor, ni dulzor. Matamos la esencia; nos olvidamos de la sazón.

El Veranillo de San Miguel y de los otros dos arcángeles -San Rafael y San Gabriel- que van en terna- está fechado el 29 de septiembre. Otros, sin recurrir al santoral, decían lo de que ‘en septiembre, a fin de mes, el calor vuelve otra vez’. El refranero, herencia de tradición inveterada, lo recuerda. Y como esto del tiempo meteorológico va a su bola, ya los antiguos decían que ‘el veranillo de San Miguel falta muy rara vez”. Luego, la excepción pone a prueba la regla; tan cierto como que ‘una golondrina no hace verano’…. Y este es un veranillo de 5 a 7 días. Pero cuando falta, y luego lo señalaremos, se deja sentir con notoriedad.

A este veranillo septembrino también se le conocía como el veranillo del membrillo, la asperísima fruta, dicen, dedicada a Afrodita, la diosa del amor. Y se decía, mucho más tiempo ha, que era fruta obliga de recién casados antes de ir al lecho nupcial. En fin, que resulta que cuando con elmembrillo hicieron dulce de membrillo es porque, al natural, es de textura áspera, muy áspera, y sabor ácido… y por mucha Afrodita…

Aunque, después de un bocado al membrillo cualquier cosa… salvo el níspero del que, una vez más, decían tiempo ha también, que ‘quien nísperos come, bebe cerveza, espárragos chupa y besa a una vieja: ni come, ni bebe, ni chupa, ni besa’. Que por decir, que no quede: sapiencia popular, gramática parda.

Y todo esto, por unos grados de más y un golpe del Sol acabando septiembre; un reiterado y efímero fenómeno atmosférico cíclico anual que se produce a finales de septiembre -por San Miguel; 29 de septiembre- y que suele tener una réplica en noviembre -por San Martín; 11 de noviembre, el que les llega a los cerdos- y que es universal en su conjunto.

Son los días del Indian Summer de los yanquis (John de Crevecoeur, ya lo señaló describiendo el territorio de los mohicanos en 1778), del Altweibersommer de los germanos, del veranillo de las grullas (de la Bélgica flamenca), del veranillo de los pobres (en los Balcanes), del veranillo de las abuelas (Europa central), del verano de los hilos (Escandinavia y estepa rusa), del veranillo de los gansos (en la gran meseta centroeuropea), del hautsblida islandés, del nazomer neerlandés, del nyaurtó magiar… con réplicas en los otoños del hemisferio Sur donde junio es invierno por allí y por eso se les da el Veranillo de San Juan; incluso nada más entrar la primavera, en noviembre, el Veranillo de las Almas.

En esto de ponernos serios con las cuatro estaciones hubo quien las referenció a periodos con el Santoral como referencia: entre San José y San Juan, la primavera; entre San Juan y San Miguel, el verano; entre San Miguel y la Navidad el otoño; y entre la Navidad y San José, el invierno. Pero de eso hace y tanto tiempo y tanto concilio…

El caso es que en el ocaso de septiembre la temperatura suele ser más alta que los valores medios propios de la época; vamos, que llegamos a días ligeramente más cálidos… y como decían que San Miguel, arcángel canónico, es el general de todos los ángeles que integran los ejércitos celestiales, porta flamígera espada… pues eso, calor. Aunque si tiramos de Antonio del Duca y su tabla de Palermo (1516), San Miguel lleva una palma y el estandarte (incluso una lanza); que es Uriel (uno de los llamados arcángeles apócrifos, con otros tres más, Barachiel, Seatiel y Jehudiel) el de la espada. En esto de los arcángeles tengo un lío: Uriel sí sale en alguna representación eclesial como unos de ‘los cuatro arcángeles’, mientras que otras fuentes, las más, sólo se trata como tal a Miguel; y los demás no pasan del rango de ángel.

Recuerdo, me lo decían en mi niñez, lo de los nueve tipos de ángeles en tres órdenes y tres jerarquías; cosas de la Angelología. Me acuerdo de los 3 de mayor rango: serafines, querubines y tronos. Y los arcángeles estaban muy por debajo, en la tercera jerarquía. Al final del todo estaban los ángeles a secas; los curritos, muy cerca de los hombres (y mujeres). El ángel de la guarda era uno de estos últimos del escalafón, que en mi caso lleva trabajo triple. El padre Meseguer estaría orgulloso; aquellas explicaciones han llegado hasta el día de hoy y me han servido para completar un párrafo de este Post. De cuando preparé las oposiciones a Secundaria tenía la imagen de la cúpula celestial de Botichini (finales del XV) y he visionado la estructura angelical y los órdenes de ángeles. En fin, que todo sirve en la vida.

Los veranos de mi niñez terminaban cogiendo membrillos en Lo Reche (alguno cogería yo) y viendo como hacían dulce de membrillo. Sí, y hacía calor. Y no había peligro de que cuando pelaban y cortaban la fruta, los chiquillos, yo, aparecieran para coger un trozo. Comer membrillo ‘crudo’ era un hecho de valentía notable: anestesiaba la boca… por lo tanto, insisto, de Afrodita…

¿La explicación, en nuestras latitudes de estos veranillos? Pues… cuando se dan una borrasca sobre el Atlántico y un anticiclón está enseñoreado del interior de Europa tenemos que como los vientos alrededor de una borrasca giran en sentido contrario a las agujas de un reloj, y los de alrededor de un anticiclón lo hacen en sentido de las agujas de un reloj, la península Ibérica se nos queda en la trayectoria de vientos del sur, africanos caldeados en el Sahara, que nos hacen subir las temperaturas. Y vientos del sur, más cálidos, van llegado a todas partes de Europa.

El otro ‘veranillo’ citado al principio, el de noviembre por San Martín, es ocasionado por una situación de ralentización de la bajada de las temperaturas y ausencia de humedad; se trata de ‘un veranillo primaveral’ que nos plantea tener paciencia con el invierno; es, incluso, más psicológico.

Pero, ojo, que tenemos anotadas “ausencias” de estos veranillos (y recuerdo el refrán), con episodios catastróficos de DANA; el histórico de riadas en la Cuenca del Segura es un grito desgarrador con demasiadas referencias a finales de septiembre.

Ah, y lo mismo que hay ‘veranillos’, hay ‘inviernillos’; aunque por estos pagos, el de San Mamerto (11 de mayo) pasa desapercibido. No tanto, aunque ocasional, el cortísimo inviernillo de entre San Jorge y San Marcos; resulta que entre el 23 y el 25 de abril se nos suele desplomar el termómetro y el dicho del refranero lo refrenda señalando que “entre San Jorge y San Marcos, un día de invierno cae”. Y a mitad de mayo, tenemos el invierno de los caballeros, por San Pancracio, San Servacio y San Bonifacio.


En fin, que me reclaman ya. Disfrute estos rayos de sol; a ver si achicharran al bicho vamos dando carpetazo al mal del años 20

 

 

 

 

 

 

30 ago 2020

ELOGIO DE BENIDORM. REFLEXIONANDO SOBRE LA FELICIDAD… CON LA QUE ESTÁ CAYENDO…

  

En el último sábado de agosto, ayer, me llama Carlangas y me dice que ha descubierto la existencia del Museo de la Felicidad; que lo acaban de abrir (en julio de este año) en Copenhague (Admiralgade, 19; 1066 København -que es como ellos llaman a su pueblo-). Me invita a descubrirlo.


En principio, como que no. ¿Museo de la Felicidad?; tú te crees.

Me insiste. Ya se ha hecho su composición de lugar y me dice que está a un paseíto de Nihavn (que significa puerto nuevo, pero que es el puerto viejo que ahora está lleno de garitos para todos los niveles); “hay que ir hacia el norte, en la línea del teatro real”. No me perderé; me asegura Carlangas. Pero ni por esas.

¿Se puede museizar una emoción, un estado, una sensación?

Lo pregunto porque reduciendo la cuestión a la mínima expresión, la felicidad no es más que eso: una emoción. Es la suma de experiencias, me explican, en el tránsito (tú también, Bruto, hijo mío) hacia el objetivo que queremos alcanzar.

He leído, instigado por la noticia de Carlangas, que la felicidad es también un estado, de grata satisfacción espiritual y física, que llevamos la tira de años analizando; y en su búsqueda permanente. Desde tiempos de Sócrates (≈ 400 aC) sabemos que la felicidad está en el desarrollo de la capacidad de disfrutar (de menos cosas… ¿lo ejecutaron por plantear hacerlo con lo menos posible?). Su discípulo Aristóteles (≈ 350 aC) aseguraba que la felicidad es algo que depende de nosotros mimos. Platón (≈ 320 aC), seguidor del primero y maestro del segundo, planteaba que todos los hombres perseguimos la felicidad, emoción que encumbraba como un deber del ser humano.

Como esto es muy antiguo, no quiero bucear más en los abismos filosóficos y hago un salto de la rana cualitativo hasta el último tercio del XVIII con mi admirado Inmanuel Kant, geógrafo de pro que muchos tildan de filósofo: “la felicidad, más que un deseo, una alegría o una elección, es un deber” (muy platoniano él). Y en ese deber me quedo; en el conseguirlo. El mismísimo Séneca (≈ 50) era el que decía que “todos aspiramos a ser felices” y mil setecientos años después fue Kant el que dictó (la verdad, poco tiene que ver esto con la geografía) las reglas para la felicidad: “algo que hacer, alguien a quien amar, algo que esperar”. En base a Kant, soy feliz. Y a nivel supino: porque además disfruto Benidorm, el lugar de la felicidad.


Tal vez por esto me cuesta creer que en 250 metros cuadrados se pueda museizar la felicidad. Como concepto, como estado, como etapa vital, como emoción… me cuesta creer que tan poco espacio de cobijo a la explicación de felicidad; porque la felicidad no cabe ahí, ni de coña.

Bueno, me ha venido al pronto la escena de Mafalda (gracias Quino) cuando conoce a su amiga Libertad: “Qué chiquita sos”… Es que resulta, como dice la amiguita Libertad, que “todo el mundo saca su conclusión estúpida cuando me conoce”. Pero es que esto esto va de la felicidad y el museo de Copenhague bueno será para quienes no conocen Benidorm y poco trajinan con la felicidad.

Vuelvo a argumentar. A mediados del XVII, Pierre Corneille ya dejó dicho que “la felicidad parece hecha para compartir”, lo que me lleva de nuevo a Benidorm y me aleja del localito de la Admiralgalde por mucho que se empeñen en perseguir que con una visita al Museo de la Felicidad se sale más sabio, más feliz y más motivado para hacer del mundo un lugar mejor. Buen intento; pero sólo eso.

La iniciativa del museo es del Instituto de Investigación de la Felicidad (The Happiness Research Institute) que se dedica a crear y analizar encuestas sobre felicidad por países y empresas, aconsejando, tras analizar las encuestas, como se llega a la felicidad. Es que hay parámetros para medir la felicidad; bueno, en realidad, los hay para medir el nivel de alejamiento de ese estado ideal. Estos del Instituto dicen que Finlandia es el país más feliz del mudo… porque reducen la desigualdad, no porque sonrían más, luzca más el sol o porque el vodka finlandés conserve más y mejor la esencia de la propuesta bebescible de Mendeleiev, el de la Tabla Periódica, para el vino de mesa que es el vodka.

En este instituto danés, como en medio mundo, consideran que el dinero no da la felicidad. Y van a más: el éxito, que tiene mucho que ver con la autoestima, no es elemento primordial de la felicidad. Dar sentido a la vida, dicen, sí produce felicidad. El caso es que, basándose en el informe anual de la Red de Soluciones para un Desarrollo Sostenible de la ONU, en el instituto danés plantean que algunas sociedades son más felices que otras… Y de 156 países analizados, España está ahora por el puesto 36… porque desde la crisis de 2008 hemos ido cuesta abajo y sin frenos. Y cuando hagan el próximo sondeo, ¿hasta dónde caeremos?

Menos mal que siempre nos queda el turismo, que es cuestión de optimismo y, tal vez por ello, la industria de la felicidad. El turismo ha superado el nivel del concepto servicios y ha alcanzado la dimensión de industria y con ello el apellido de la felicidad. Nunca dejó de ser industria (industria de los extranjeros, 1905), pero había que ser snob y todo aquello que no llevara mono azul y herramienta en ristre dejó de considerarse industria por esa errónea concepción decimonónica de estructuras sociales. A estas alturas del XXI volvemos a considerar como industria al turismo: la industria de la felicidad.

Viajar y disfrutar siguen constituyendo el sueño anhelado de la humanidad. Yo sigo recomendando una toma de contacto con una superficie de más de 250 m2 para conocer lo que de verdad es la felicidad; porque la felicidad es un estadio que se alcanza en un lugar como Benidorm: dos playas a las que les ha crecido detrás toda una ciudad de servicios y en la que la felicidad no disminuye cuando se comparte. Y más ahora que ha conseguido unir a su estela los conceptos de seguridad y confianza.

La confianza, que es componente fundamental, hay que ganársela. Y Benidorm, con uno de los índices de repetitividad más altos del turismo mundial y una posición destacadísima en el imaginario de felicidad de cientos de miles de españoles y europeos está ahí como referente de felicidad.

Benidorm es el mejor enclave del concepto felicidad. Ocupa superficie, más de 250 m2, y un lugar en la mente… y otro en el corazón.

 

 

 

22 ago 2020

DE PARECERSE A BENIDORM; HOY, DE BOURNEMOUTH

 

 

Hoy, el Diario El Mundo, me saca, en la sección Papel (de verano), un titular llamativo: Bournemouth, el Benidorm británico (sin mascarilla). Carlos Fresneda lo deja bien claro al principio: “algo así como el Benidorm inglés”. Vamos, que no es Benidorm, pero da idea de lo que quiere trasladarnos Fresneda, sabiendo cómo es Benidorm.

 

Como esta misma semana varias playas del norte de España hacían comparaciones con Benidorm y de toda la vida son habituales estas comparativas de éxito turístico rayano con la felicidad, considero que habremos, pues, de colegir la necesidad de exigir ya al BIPM (Oficina [Bureau] Internacional de Pesas y Medidas) de París la inclusión del patrón Benidorm como medida del éxito y la felicidad en Turismo, en el SIU (Sistema Internacional de Unidades).

La misión del BIMP es la de asegurar en todo el Mundo la uniformidad de las mediciones y su trazabilidad al SIU. La nueva unidad de métrica en turismo, Benidorm, debe estar en el BIMP, proclamamos desde aquí.

Estos del BIMP empezaron en 1875 con el patrón del metro y del kilogramo como unidades básicas del Sistema Métrico Decimal. El mismísimo Lavoisier (el padre de la Química, Antoine-Laurent de Lavoisier) llegó a decir que “nada más grande y sublime ha salido de las manos del hombre que el Sistema Métrico Decimal”. Ahora, el BIMP, lo dirige el británico Martin JT Milton; a lo mejor es una pieza más a nuestro favor y unimos lo de Word Heritage a lo del BIMP.

No estaría mal: el metro, el kilo, el segundo, el amperio, , el grado Kelvin, la candela, el mol y el Benidorm.

Esto de los patrones ha ido evolucionando a través del tiempo, buscando cada vez ser más precisos. En el caso del metro, hemos pasado (1792) de considerarlo como la a diezmillonésima parte de la distancia que separa el polo norte de la línea del ecuador terrestre, a través de la superficie terrestre a (1983) la distancia recorrida por la luz en el vacío en 1/299792458 partes de un segundo, que ya es afinar. El cilindro de platino e iridio guardado en Francia desde hace más de 130 años como referencia del kilo ya no es tal; desde mayo de 2019  el kilo se define a partir del valor numérico de la constante de Planck, valor físico fundamental de la naturaleza que relaciona la energía de un fotón con su frecuencia y se simboliza con la letra 'h'. ¡Toma ya!; minipunto para el Gran Kilo.

Pero el Benidorm, que es irreemplazable, va en consonancia con los tiempos, es ejemplo de resiliencia y puede seguir siendo referencia de métrica sin tener que estar bajo tres llaves en París y sin depender de Conferencia General de Pesas y Medidas alguna.

Y puestos a aplicar la métrica y con esta referencia a la que aludía al principio del post, voy a comparan Benidorm con Bournemouth. Bueno, en junio pasado, la prensa británica ya había comparado la seguridad covid de las playas de Benidorm con las suyas.  

En fin: yo, a lo mío. Voy a encontrarle alguna similitud, métrica benidormera al canto.

Así, al pronto, ambas entidades partieron de cero. En ambas, el contrabando fue un referencia, veneran a su fundador y ambas fueron diseñadas por un topógrafo. Ah, y en ambos casos se trata de playas sobre las que detrás les ha crecido una ciudad. Pero, ya saben: si me pierdo algún día, que me busquen en Benidorm.

‘La playa’ de Bournemouth, unos 11 kilómetros, es una sucesión de tramos de playa. De izquierda a derecha, de Poole a Christchuch, tenemos Alum Chine Beach, Durley Chine Beach, West Cliff Beach, East Cliff Beach, Boscombe Beach, Fishermans Walk Beach y Southbourne Beach.

                                            Bourneouth, sin avalanchas de sunseekers 2020

El artículo de referencia de El Mundo habla de los sunseekers (buscadores de sol) y de que masivamente se han ido a Bournemouth este año y … hasta ahí.

Porque esas playas hoy son la antítesis de Benidorm y la propuesta Benidorm Beach Safety. Los usuarios de la playas (en alguna otra ocasión podríamos haber dicho “la gente”), en Benidorm, está siendo sumamente responsable y aquí no ha habido que poner carteles de TOO BUSY, ni la policía los cartelones de HEAD HOME. Aquí, en Benidorm, prima la seguridad y la distancia social está asegurada en unas playas ordenadas y controladas.

Pero a la métrica…

Bournemouth debe su fama a la visita del italiano Agusto Bozzi, un personaje de película. Nacido en Italia, resulta que su bisabuelo, Beril Granville, fue un caballero inglés, de Cornualles que, cosas de la política en el XVII, terminó en Italia. Augusto se formó como médico en Pisa. Su carrera arranca como segundo facultativo de la embajada británica en Estambul, sigue en Málaga (1804) y en 1805 estaba en Madrid como miembro de la Academia de Medicina. No sé lo que pasó, pero en su biografía cuenta que como no le gustaban los toros y por las noches Madrid parecía inseguro, se marchó por Lisboa, donde estaba la escuadra inglesa fondeada; terminó de cirujano en el HMS ‘Raven’ en un periplo que le llevó por el Atlántico sur. En 1809 se casa con Josephine Kerr y se establece en el Reino Unido (Brompton, primero; luego el gran Londres); practica con éxito la medicina, viaja y escribe. En 1841 publicó “Los balnearios en Inglaterra y principales lugares para bañarse en el mar” y, para la segunda edición, incluyó Bournemouth.

Bournemouth, como todo lo que triunfa en turismo, era un lugar solitario, sólo apto para contrabandistas, hasta que Sir George Ivison Taps y William Dean compraron aquellas tierras gracias a la Christchurch Inclosure Act de 1802. Bournemouth, hasta ese momento, no era más que un brezal de maleza que separaba el puerto de Poole de Christchurch, conocido como Bourne Heath. Los nuevos propietarios plantaron pinos resineros y se dedicaron a verlas venir ante la vigorizante brisa marina. Sir George se plantó allí también una casita de veraneo.

La misma idea tuvo el capitán Lewis Dymoke Grosvenor Tregonwell, de los Rangers de Dorset. Tras la batalla de Trafalgar y acabada las llamadas guerras napoleónicas, Tregonwell dejó de patrullar la costa y se retiró de la milicia activa y pasó a oficiar de juez de paz en Christchurch, comprándole un terrenito en Borune Heath a Sir George y edificando la segunda casita (1810). Fue Tregonwell, invitando a amigos adquirir propiedad terrenal y edificarse casitas de veraneo el que dio vida al lugar; y cuando falleció, Bournemouth ya era un pueblito vacacional y a este Tregonwell se le considera “el fundador” de Bournemouth y varias estatuas lo recuerdan por laciudad. Aquí echo yo de menos, al menos una, “al fundador” de Benidorm.

Ahora los documentalistas e historiadores están desentrañando detalles de la vida del viejo capitán de los Dorset Rangers y me lo sitúan como el gran padrino del contrabando invernal por aquellas playas, pero… ¡que le quiten lo bailao!

Un topógrafo, Christopher Crabb Creeke, desarrollará el trazado urbano de Bournemouth planificando la trama urbana y todas las obras de infraestructura. Fue la autora de Frankenstein, Mary Shelley, la que le contrató sus primeros trabajos en Bournemouth, en 1850. Mary había pasado en Suiza, con Lord Byron, John William Polidori y Claire Clairmont, aquél verano de 1816 -el año sin verano- y tuvo una agitada vida, pero al final de sus días se acercó a Bournemouth. Su hijo Percy, adquirió un terreno y construyó una casa. En una visita a la inacabada casa (1850), Mary Shelley pidió ser enterrada en aquella localidad; y lo está.

Tenemos las playas, el lugar albuferenco, el partir de cero, el fundador y el topógrafo… muchas similitudes.

                                   The Telegraph estuvo duro: https://youtu.be/_01vDN4PBQE

Y volviendo “al fundador”, Tregonwell encontró un gran aliado en el hijo de Sir George Tapps desde 1835. Sir George William Tapps-Gervis quiso emular a Brighton y contrató al arquitecto Benjamin Ferrey quien diseñó hoteles y balnearios, y construyó la primera iglesia, que de lunes a sábado era la escuela del lugar.

En 1842 es cuando visita el lugar de Bournemouth el tal Augusto Bozzi, con su flamante librito de lugares exclusivos de baños ya publicado y que es un éxito; se queda impresionadísimo y lo incluye en la segunda edición (1843). A partir de se momentos, turistas acomodados y “turistas de salud”, acudieron como moscas al nuevo lugar de veraneo que desde 1849 está en auge y comienza su inicial esplendor. En 1856 cuenta ya Bournemouth con una comisión municipal para el gobierno administrativo del lugar y así fue hasta 1890 en que ya entra en el nivel, digamos, de Ayuntamiento.

En 1870 llegó el ferrocarril y… ahí ya todo comenzó a ir a más… hasta el verano de 2020.

Ah, el alcalde de Bournemouth, en 2015, se dejó caer por Benidorm… Chris Mayne… Habrá que invitar a la alcaldesa de hoy, Susan Philips…

Benidorm, por aquel entonces de mediados del XIX sólo producía capitanes de almadraba y oficiales de la Armada; recordemos que hasta julio de 1830, momento en que se acaba con la piratería berberisca, habitar la costa mediterránea era una osadía.