23 abr 2019

DE LIBROS, EN EL DÍA DEL LIBRO: RETRATO DEL PRIMER TURISMO DE BENIDORM, 1918-1936




23 de abril: Día Internacional del Libro. Y ni Miguel de Cervantes ni William Shakespeare murieron un 23 de abril de 1616 como alguien se avino ‘a vender’ para adjudicar en el listado de Días Internacionales esta fecha al libro, al bendito libro.

Sí, un 23 de abril murió Gómez Suárez de Figueroa, conocido como Inca Garcilaso de la Vega, escritor e historiador de ascendencia hispano-incaica nacido en El Birú (hoy Perú), quien es, por más señas, el primer mestizo racial y cultural de América… como lo define la Wiki en una consulta rápida.

A Cervantes, ya lo he contado, lo enterraron el 23 de abril; había muerto el día anterior, el 22. A Shakespeare le cabe la cuestión de haber muerto el 23 de abril; sí, de 1616, pero con arreglo al calendario Juliano… que al trasladarlo al Gregoriano (de 1582 y que siguen casi todos los países del Mundo a partir del siglo XVIII) le adjudicamos el 3 de mayo. Ninguno de los dos murió el 23 de abril tal como lo conceptuamos hoy.

Lo del Día del Libro es un invento desde 1996 a partir de una propuesta de  la Conferencia General de la UNESCO, celebrada en París en 1995, para rendir un homenaje universal a los libros y autores, alentando a todos, y en particular a los jóvenes, a descubrir el placer de la lectura y a valorar las irreemplazables contribuciones de aquellos quienes han impulsado el progreso social y cultural de la humanidad con el objetivo de fomentar la lectura, la industria editorial y la protección de la propiedad intelectual.

Salvedad hecha, vayamos con el día del Libro, con mayúsculas, que viene a coincidir con la celebración de San Jorge.

Lo de San Jorge, que he citado en el párrafo anterior, es otra historia. Para estas tierras se remonta al año 1096 y a la batalla de Alcoraz (15.11.1096) donde San Jorge “ayudó” a los aragoneses frente a la Taifa de Al-musta’in II (la de Zaragoza) y la milicia castellana de los Nájera y la Casa de Lara aliados de los muslimes (geopolítica del siglo XI). Total, que los aragoneses tomaron Huesca el 26 de noviembre de 1096 y San Jorge pasó a ser el santo protector de Aragón… ya en el siglo XIII.

Aquí ya nos meteríamos con la leyenda del dragón y de cuya sangre, al ser lanceado por San Jorge, brotó un rosal. Y ahí tenemos la entrada en escena de la rosa… que se enseñoreó de la ciudad condal, Barcelona, en el siglo XV cuando el santo entró a formar parte de la devoción de la ciudad y las rosas tomaron protagonismo en la Feria de los Enamorados que celebraba Barcelona por aquellos años del cinquecento. La costumbre, regalar rosas ellos, los enamorados, a ellas, a las enamoradas.

Y esa feria trajo la costumbre de la rosa que mantuvo Barcelona hasta que con motivo de la Feria del Libro de Barcelona, instaurada un 23 de abril de 1931, en la fecha de San Jorge, se unió el libro a la rosa en el catálogo de regalos… mucho antes que la UNESCO reparara el dedicar un Día Internacional al Libro…. Cosas de la década de los noventa del Siglo XX.

Y aquí llegados, el libro cobró su protagonismo.

Y por ello hoy, San Jorge, una recomendación sobre un libro: Retrato del primer turismo de Benidorm; 1918-1936.

Vicente J Sanjuan comenzó con Quico Bayona y Patty Stratton sus foto-libros de Benidorm con una tremenda -y poco valorada; semos asín- labor de rescate e investigación. En esta ocasión, Vicente Sanjuan, ha recuperado el material de Francisco Mora Carbonell (1898-1977) quien, desde su acomodada vida burguesa alcoyana se dejaba caer por la costa -y por el interior- cámara en ristre retratando la realidad de una sociedad que descubría el veraneo y la playa.

Mora Carbonell fue un personaje: y avanzado del pictorialismo, corriente que dignificó a nivel de arte con aquellas primeras fotografías. Fue el primer fotógrafo español admitido en el Certamen Internacional de Londres; en 1930 obtuvo su primera distinción en la Exposición Internacional de Amberes; en 1933 fue condecorado con la Medalla de Plata de la Exposición Internacional de Lucerna, en Suiza -donde la Federation Internationale de L’Art Photographique le concedió el título de “Artista”-; además de sus exposiciones y premios nacionales. Benidorm no escapó de su objetivo.

Francisco Amillo, el profesor Amillo, hace la introducción histórica al momento que retrata el libro y resulta que nos habla de cien años de prototurismo en Benidorm antes de que el Turismo fuera el pan nuestro de cada día a partir de Pedro, don Pedro, Zaragoza y del Plan General de 1956.

Amillo se retrotrae al ferrocarril de mediados del XIX y a las carreteras para explicar ese momento. Y cuenta que fue Emilio Castelar -presidente del Poder Ejecutivo en la Primera República (1873-74)- el primer turista de renombre que, además, promocionó en sus escritos las bondades del veraneo en Benidorm, repitiendo su experiencia turística durante cinco años. Un Benidorm siempre accesible a todos; si no, que se lo pregunten a aquellos veraneantes de semana que llegaban con el tren botijo a precios muy asequibles y en diligencia, desde la Posada de La Balseta a Benidorm.

De 1913 es el primer chalet de la playa de Levante y del dinero que hacen los industriales alcoyanos con la IGM llegarán el “boom” de la construcción de “hotelitos” -llamar chalet a aquellas mansiones queda desfasado- de Payá, Senabre y otros en un veraneo netamente familiar, a lo que contribuye el strand de las playas de Benidorm y lo resguardado de su bahía.

Cuenta Amillo que en 1924 el Gobierno apoya decididamente el Turismo y en Benidorm aparece ya el concepto Turismo y, con él, llegarán las primeras construcciones hoteleras y la política de promoción turística con postales y sellos.
Sello para franqueo de verano, sin valor facial; ejemplar de mi propiedad


Hasta ahora sólo podíamos hablar del primer turismo de Benidorm con documentos escritos; ahora, con la fotografía de Mora Carbonell que recupera Vicente Sanjuan podemos ver a aquellos primeros turistas tanto en invierno como en verano; el baño y los trajes de baño, la fisonomía del pueblo, lo cristalino de sus aguas, las excursiones en llaüt, la marquesina del Hotel Bilbaíno, las cervezas y los aperitivos de la época, el relax, la siestas, el uso del albornoz (en los años 20 y 30, antes de que la moral franquista los impusiera), la alegre chiquillería o los estragos del viento y los temporales… y, cómo no, la balaustrada del alcalde Llorca Alós, la de 1925, que realizó el ti Santonja.
Sólo reproduzco la portada y esta fotografía de las casi 90 que engloba el libro confiando en que al amigo Vicente J Sanjuan no le contraríe.


Por San Jorge, Día Internacional del Libro, Retrato del primer turismo de Benidorm, 1918-1936