30 oct 2022

DE OTRA MÁS DEL CAMBIO DE LA HORA


Este panfleto que les reproduzco -y que es de hace 115 años; The Waste of Daylight[1]; aunque hay varias ediciones (con la portada en color ya en la de 1914)- tiene la culpa de todo.

Su autor, William Willett, un promotor urbanístico del XIX, veía que ‘en verano’ se desperdiciaban muchas buenas horas de sol mañanero sobre el colchón y orquestó su campaña. Le costó 9 años de machaque, pero en 1916 el Reino Unido lo convirtió en ley.

Allí, en la pérfida Albión, venían debatiendo esto del horario desde la década de 1840[2] cuando la Asociación de Cierre Temprano -Early Closing Association- había abogado por horarios de apertura restringidos de las tiendas como una forma de combatir el exceso de trabajo de los empleados. T. Thatcher, en ‘Health and high pressure in business’, proponía, como solución “madrugar más, para cerrar antes”.

Sabíamos -y sabemos- que a lo largo del año la declinación del Sol va variando, entre −23,44º y +23,44º, dando lugar a las estaciones climáticas y a una variación de la duración del día y la noche, que depende fuertemente de la latitud geográfica (φ) del lugar.

La propuesta de Willett para adecuarnos laboral y socialmente a la luz solar era hasta divertido: no pedía un cambio de una hora (60 minutos) lo que pedía eran 80 minutos de nada. Y el proceso era, digamos, cachondo. Willett sugería adelantar los relojes 20 minutos -a las 2 de la madrugada- cada uno de los domingos sucesivos de abril, y que fueran atrasados en la misma cantidad de minutos los domingos sucesivos de septiembre. Su constante desesperación fue (y es) que el sol brilla muchas horas mientras estamos dormimos o refocilándonos en la molicie.

Entre febrero de 1908 y agosto de 1909, se nombraron dos comités especiales de la Cámara de los Comunes para considerar la institución nacional de la propuesta de Willett y por cinco veces se debatió y por cinco veces Willett y los políticos que le apoyaban se la tuvieron que tragar doblada.

En el debate parlamentario se escucharon argumentos de peso: “las vacas no darán leche veinte minutos antes de lo que estaban acostumbradas cada semana de abril -ni a la inversa, cada domingo de septiembre-, con lo que se desorganizaría el comercio de la leche”. ¡La leche!; sólido argumento de unos semovientes sin ánimo colaboracionista.

La parte científica reaccionó sólo con testosterona: Nature fue muy crítica[3]: "La idea es impropia de la dignidad de una gran nación y haría de nosotros el hazmerreír de las gentes ilustradas del mundo", mantenía uno de sus editoriales sobre la materia por aquellos años de debate parlamentario.

Los argumentos de Willett eran de similar solidez (y están impresos; no como las palabras que se las lleva el viento, aunque algunas las recoja el diario de la Cámara): “No nos robaremos el sueño. Por el contrario, podemos dormir mejor, ya que 80 minutos más de luz en nuestras horas de vigilia dejarán 80 minutos más de oscuridad en nuestras horas de sueño”. O este otro de profundo calado social: “Todos, ricos y pobres por igual, verán reducidos considerablemente sus gastos ordinarios en luz eléctrica, gas, aceite y velas durante casi seis meses al año”. Y uno, genial, en el capítulo ‘la cuenta de la vieja’: “Al llegar a la edad de 28 años (sin contar nada por 6 años de infancia), un hombre habrá ganado un año entero de luz del día. A los 50 habrá ganado 2 años, a los 72, 3 años”.  Eres joven, guapo y con dinero, ¿Qué más quieres, Baldomero? ¡Filomatic! (que daban un gustirrinín que pa qué).

Entre dimes y diretes políticos, pues el panfleto entró en el Parlamento británico, se nos metió por en medio la IGM y, en eso que, los alemanes toman la delantera -si en esto se puede considerar eso- y se pusieron su hora ‘veraniega’ por su cuenta.

Entonces cobró protagonismo la propuesta de Willett con un triple objetivo: proporcionar más horas de luz después del trabajo para el entrenamiento del Ejército Territorial, reducir los accidentes ferroviarios y reducir los gastos de iluminación.

Willett no se enteró de su éxito (al final fue ley); murió de gripe a las primeras de cambio en 1915.

Y fue ley el horario de verano porque ya metida Gran Bretaña en la Gran Guerra y con los alemanes ahorrando carbón con su medida del cambio de 60’, el Parlamento británico promulgó la Summer Time Act el 17 de mayo de 1916 señalando que los relojes se adelantarían una hora el domingo siguiente, 21 de mayo, dando comienzo al British Summer Time (BST) que enseguida saltó el canal y contagió a Bélgica, Dinamarca, Francia, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Noruega, Portugal, Suecia y Turquía.

Como he indicado, se adelantaron los alemanes. El káiser Guillermo II firmó el decreto del Sommerzeit (horario de verano) el 6 de abril de 1916 señalando que el domingo 30 de abril de 1916 a las 11 de la noche sería las 12. Y punto castrense prusiano.

De inmediato, los aliados austrohúngaros cambiaron la hora y los países cercanos a Alemania, con fuertes vínculos comerciales, como Países Bajos, Dinamarca o Suecia, lo hicieron el domingo siguiente.

En el Reunió Unido y en toda Europa, terminada la contienda, se olvidó la medida hasta que, en 1925, en las islas, la reimplantaron y la consolidaron en 1972 con la British Summer Time Act y luego siguieron la norma europea una vez que en 1973 entraron en el Mercado Común Europeo.

Al otro lado del charco la cosa fue parecida[4]. Cosas de la IGM, la primera ley estadounidense sobre el horario de verano entró en vigor el 19 de marzo de 1918; allí fue la Cámara de Comercio el principal patrocinador de la política, y la cuestión fue de pelotas: se incrementó la venta de bolas de béisbol y de golf, además de su contribución al tema energético. Pero no contaron con la fuerza del lobby agrícola y de Hollywood, que quería oscuridad para que la gente entrara en las salas cinematográficas. Pasada la guerra, carpetazo al horario.

New York fue la única ciudad a favor del horario de verano (y continuado) porque tenía más vinculación con Europa. Era cruzar el Hudson y ya estabas en la América profunda del reloj tradicional. Pero fue llegar la IIGM y en 1942 se volvió a imponer, cogiéndole el gusto los yanquis. En 1966, Lyndon B. Johnson firmó la primera ley de horario de verano en tiempos de paz, The Uniform Time Act que resumimos en 6 meses de horario de verano y 6 meses de "horario de invierno". La referencia ‘uniform’ viene de que exigía a todo un estado respetar el tipo de horario. Arizona dijo que pasaban de aquella ley, como Hawái (por en medio del Pacífico) y Alaska (que, por latitud, ni le va ni le viene) . En 1973, cuando la crisis del petróleo lo engulle todo, se popularizó el tema del horario de verano con tal aceptación que en 1986 los EE. UU. comenzaron a disponer durante siete meses del mismo, un mes adicional en el que la industria del golf y los fabricantes de equipos para barbacoa afirmaron conseguir ventas adicionales de 200 y 400 millones de dólares respectivamente. Así que desde 2005 los EE. UU. vienen disfrutando de ocho meses de horario de verano al año.

España, que nos faltaba reseñar a España, fue una de las últimas naciones occidentales en sumarse al cambio de hora cuando la IGM; todo fuere porque no estaba inmersa. No obstante, un Real Decreto de fecha 3 de abril de 1918 (Gaceta de Madrid del día 4), implantó el adelanto horario para el día 15 de abril, cuando a las 23 horas serían las 24 horas, volviendo a recuperar esa hora el 6 de octubre. La razón, la escasez de carbón provocada por la IGM, que obligó a intensificar la producción y a reducir el consumo y, al mismo tiempo, armonizar el horario con el de los países vecinos.

La generalización del cambio de hora no volvió hasta estallar la IIGM. Hitler, por ejemplo, adelantó los relojes en 1940 y en la vieja piel de toro le seguimos; los franceses, por imposición germana, hicieron lo mismo. Los estadounidenses se esperaron a 1942 (entraron en guerra tras el bombardeo de Pearl Harbour, en diciembre del 41) y los británicos, cogido el tranquillo del cambio, se aplicaron una segunda taza de caldo: adelanto de 2 horas respeto al GMT entre 1941 y 1945; y recayeron en 1947 porque la cosa de su economía estaba pero que muy malita.

Salvo esa excepción, terminada la IIGM, ya lo hemos señalado, cada mochuelo a su olivo y si te he visto, horario de verano, ya no me acuerdo, salvo los british y el experimento de las dos horas.

Por volvamos a España en esta reseña destacando que, este proceso de cambio horario, como lo explica Pere Planesas en ‘La Hora Oficia de España y sus cambios’[5] -que considero es de obligada lectura- no lo va a encontrar en ningún otro sitio. Así, leyendo a Planesas, te enteras de que, en 1919, con la IGM terminada, tuvimos horario de verano porque “los ayuntamientos y los grandes intereses económicos nacionales” lo solicitaron al Ministerio de Abastecimientos.

Coincidiendo con la dictadura de Miguel Primo de Rivera, la Sociedad de Naciones pidió un periodo común mundial y aquella España, durante los años 1924, 1926, 1927, 1928 y 1929, se unió al horario de verano. Horario que se volvió a aplicar en 1931 y en los años 1937 y 1938 con diferencia según el bando: la República lo operó entre el 16 de junio y el 2 de octubre, en 1937; y entre el 2 de abril y el 30 de octubre, en 1938. Por su parte, los sublevados lo aplicaron del 22 de mayo al 2 de octubre, en 1937; y del 26 de marzo al 1º de octubre, en 1938. En ese año, 1938, el gobierno de la República incluso llegó a adelantar el horario de invierno en una hora, la primera vez que ello se hacía en España.

Terminada la contienda, en España volvimos al horario de verano en 1939, pero no en 1941, 1947 y 1948. La cosa iba en función de la disponibilidad y alguna ocurrencia; en 1949 fue cosa de la pertinaz sequía que impedía producción hidroeléctrica.

El cambio de hora más importante en suelo patrio fue el de 1940 ya que supuso un cambio permanente de la hora oficial de España adoptando, sin decirlo y, posiblemente, sin planearlo, la del huso horario +1 para la península y las islas Baleares y la del huso horario 0 para las islas Canarias. Y ahí que nos quedamos.

La crisis del petróleo nos llevó a aplicar el horario de verano de 1974 a 1977; luego, como la experiencia había resultado satisfactoria, seguimos 1978 a 1980, año en que adoptamos la directiva del Consejo de la Comunidad Económica Europea, aunque no entraríamos hasta 1986 en la CEE. Y desde 1980 a 2001, según la pertinente directiva comunitaria, revalidada en 2007, 2010 y 2012.

La Unión Europea acordó suprimir definitivamente el cambio de hora para 2019, pero se prorrogó hasta 2021, una decisión que no se hizo efectiva por el desacuerdo de sus estados miembros sobre qué franja horaria adoptar en cada país.

Actualmente hay tres husos horarios en Europa, y la gran mayoría de los países utilizan la hora de Europa Central como estándar de 1940, aunque los hay que se iniciaron antes: Albania, Alemania (1893), Andorra, Austria, Bélgica, Bosnia y Herzegovina (1884), Croacia (1884), Dinamarca, Eslovaquia (1890), Italia (1893), Liechtenstein (1894), Luxemburgo, Macedonia del Norte (1884), Malta (1893), Mónaco, Montenegro (1884), Noruega (1895), Países Bajos, Polonia (1915), República Checa (1891), Eslovenia (1884), España (1940; excepto en Canarias), Francia, Hungría (1890), Italia (1893), Liechtenstein (1894), Luxemburgo (1904), Macedonia del Norte (1884), Malta (1893), Mónaco (1945), Montenegro (1884, Noruega (1895), Países Bajos, Polonia (1915), República Checa (1891), Serbia (1884), Suecia (1900) y Suiza (1894)

Otros diez países utilizan la hora de Europa Oriental (UTC+2; Bulgaria, Chipre, Estonia, Finlandia, Grecia, Letonia, Lituania, Moldavia, Rumanía y Ucrania) y 6 la de Europa Occidental (UTC+1; Islandia -todo el año-, Reino Unido, Islandia, Portugal, islas Canarias -España-, islas Feroe y noreste de Groenlandia, que son extensión de Dinamarca).

Los de Rusia es la hora Europea extraoriental: UTC+3… y aquí ya me niego a entrar por ultraoriental.

Como pildorita de final he de comentarles que, en los Estados Unidos, el Senado aprobó hace bien poco suprimir el cambio de hora y mantener definitivamente el horario de verano para tener “tardes más luminosas”, recuerdo haber leído. Si la medida es ratificada por la Cámara de Representantes y aprobada después por el presidente Biden, la medida entrará en vigor en noviembre de 2023.

Y si han llegado hasta aquí, vuelvo a William Willett y cierro el post contándoles que sir Henry Norman, uno de los primeros en apoyar a Willett en su apostolado por el horario de verano, en un alegato en la Cámara de los Comunes soltó lo de: "Quiero pensar que llegará un día en el que los trabajadores de este país, y en eterno agradecimiento, querrán erigir en honor de William Willett una estatua en alguna colina donde pueda ser bañada por el primer rayo de un amanecer de abril, una hora antes de la Hora Media de Greenwich"[6].

En 1927 le levantaron un piedrolo en una colinilla de Petts Wood, al sureste de Londres, con un pétreo reloj de sol y la leyenda  “Horas non numero sivi aestivas”: SOLO MARCO LAS HORAS DEL VERANO. ¡Albricias, que buen reloj!

 


 

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