Permítanme que titule
así. Es que ayer salió el presidente del Gobierno de España y presentó su
propuesta de gasto militar para llegar a aquello del 2% y me vino a la cabeza
el viejo dicho.
Va Sánchez y
larga de lo de los 10.471 millones de euros para el Plan Industrial y
Tecnológico para la Seguridad y la Defensa que pomposo nombre tiene y poco
dice. Y rumiando lo dicho por él y despanzurrado por sesudos tertulianos y unos
cuantos analistas he llegado a resumir en que “en sueldos, equipamientos raros
y comunicaciones voy a gastar 10.000 millones… y 471 millones por la paciencia de
tener que descender a estas pequeñeces de un pueblo, el español, del soy presidente
de su gobierno gracias a Puigdemont”. Vale que tiene su mérito, teniéndolo
tan a huevo, que no comenzara el gachó con un “en picos, palas y azadones
voy a gastar diez mil millones”
Luego, leyendo
la prensa en digital y oyendo la radio en FM me he sorprendido aún más: 10.471
millones sin presupuesto, sin socios que se lo apoyen, sin consensuarlo en el
parlamento, sin subir impuestos, sin aumentar el déficit, sin alterar el gasto
social y sin control. Este tipo es un genio; mucho más que Ungenio Tarconi, el tipo
más genial inventando cosas al otro lado del Missouri, en la imaginada Duckburg,
en el Estado de Calisota, que se parece un montón a California.
Vamos, que ayer
Pedro nos vendió un refulgente letrero de neón para colocar en medio de las
Bardenas Reales -a la bardena del rey, a la que bajan los roncales a comer
migas con sebo por lo menos cuatro meses- , Tabernas en Almería y Monegros en
Aragón. Vamos, en el desierto neuronal que, con asombro, veo que hay hoy en
España.
Después, según
el Medio que leas-oigas-veas te encuentras con que ese dinero nos da para: dos
satélites espía, 9 lanzapuentes, 6 helicópteros, 7 aviones anfibios... subir el
sueldo a los soldados, reponer munición y reforzar el servicio secreto del
CNI... más obuses autopropulsados, buques de asalto anfibio y cazas de sexta
generación... cazas para entrenar, helicópteros, buques y munición... Y por una
partida de balas que Marlaska le compra a la Benemérita para sus fallutas “Ramon”
se ha montado un buen follón. Ah, es que las vende Israel. Vaya por Dios. Es
que pone “probadas en combate”.
En marzo último
conocíamos el Libro Blanco para la Defensa[1]. Lo mismo alguien en Moncloa
le podría le podría haber echado un ojo; ya no digo leer. Estamos -España está-
en el puesto 17 de Global Firepower[2] (mejor que en las finales de
Eurovisión). En el libro de marras se identifican las deficiencias más
críticas: defensa aérea y antimisiles, artillería, misiles de largo alcance,
reservas de munición, drones, tecnologías emergentes y ciberdefensa. Y se apostilla
que necesitamos sistemas de armas avanzados, drones «kamikaze», refuerzo de la
artillería de largo alcance y, atención, ¡plena autonomía operativa! Y en esta
última cuestión es donde tenemos el talón de Aquiles para nuestra Troya particular.
Recuerden que el
contexto internacional exige un esfuerzo adicional para garantizar la seguridad
integral, algo en lo que estamos a verlas venir. La coordinación con aliados
europeos será un elemento fundamental ya que la necesaria estandarización de
sistemas y protocolos en operaciones multinacionales es uno de los grandes
retos de la UE si quiere avanzar hacia una verdadera autonomía estratégica. Cada
país tiene un Ejército y unos mandos por muchas maniobras conjuntas que realicemos.
Ah, y lo mismo
es verdad que los americanos tienen el botón “Kill Switch” (interruptor de
apagado) que se ocupa de desactivar o limitar el rendimiento y la capacidad de
los sistemas militares que nos han vendidos. Europa debe desarrollar capacidades
de defensa independientes. Digo esto; y lo mantengo. Y soy tremendamente
atlantista, pero mediterráneo.
Fundamental: anticiparse
a las amenazas, fortalecer la capacidad de disuasión y respuesta, y garantizar
una autonomía operativa suficiente dentro del marco de alianzas internacionales
son esenciales si queremos asegurar nuestros estándares de vida y, de paso,
tener algo que decir en el mundo, como explicaba Diego Martínez en La Razón a
los pocos días de presentarse el Libro Blanco.
Dicho esto, a
cuenta de las cuentas del mal capitán, otrosí digo del Gran Capitán.
Este, presentó
sus cuentas. Y no una; sino que dos veces.
El “Finiquito
de las cuentas de Nápoles del thesorero Morales” es lo que don Gonzalo Fernández
y el tesorero Alonso de Morales presentaron en 1499. Fueron gastos de la campaña
de Italia entre 1495 y 1499 que se presentaron en “la villa de Ocaña a diez
y ocho días del mes de Henero, año del nascimiento de nro. Salvador Iho. Xto de
mill e quatrocientos e nouenta e nueve años”.
El documento
concluye: “E yo el dicho Gonzalo Fernandez juro á Dios é á Santa María y al
hábito de señor Santiago, que yo recebí, y a esta señal de Cruz (+), que la
dicha cuenta de suso contenida, así en lo que toca al dicho cargo como á la
dicha data, es cierta, buena, leal y verdadera é que en ella ni en parte alguna
de ella, no hay fraude ni cabtela alguna”.
Es más, aquel
-sí- Gran Capitán siguió certificando los gastos de sus victorias y siguiendo
generando documentos que contienen libramientos firmados por él y dirigidos a
mosén Luis Peixón, tesorero y abastecedor de la armada de los Reyes Católicos,
para pagos de toda clase de gastos de campaña, nóminas de capitanes, soldados y
alardes de gente de guerra, como sueldos y gastos de fustas, galeras y otras
embarcaciones, municiones y víveres, relativos a la segunda campaña y conquista
del reino de Nápoles (1500-1503).
Eso sí lo del
gasto en frailes y espías aparecerá en la Chrónica del Gran Capitán
(1584), cuando ya no estaban vivos los protagonistas.
En 1638 fray
Lope Felix de Vega Carpio Lope de Vega escribió una comedia titulada "Las
Cuentas del Gran Capitán" basada en la anécdota histórica que ya
circulaba donde Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, al ser requerido
a rendir cuentas de los gastos de una campaña, respondió de forma ingeniosa y,
se podría decir, exagerada.
Y en 1915 se da
cuenta -por un tal A. Rodríguez Vila- de que en Museo Nacional de Artillería sí
que aparece un impreso que bajo el título de “Cuentas del Gran Capitán” detalla
las partidas “contables” que han llegado hasta nosotros.
Doscientos
mil setecientos treinta y seis ducados y nueve reales en frailes, monjas y
pobres para que rogaran á Dios por la prosperidad de las armas españolas. Cien
millones en picos, palas y azadones. Cien mil ducados en pólvora y balas. Diez
mil ducados en guantes perfumados para preservar a las tropas del mal olor de
los cadáveres de los enemigos tendidos en el campo de batalla. Ciento setenta mil
ducados en poner y renovar campanas destruidas con el uso continuo de repicar
todos los días por nuevas victorias conseguidas sobre el enemigo. Cincuenta mil
ducados en aguardiente para las tropas en días de combate. Millón y medio de
ídem para, mantener prisioneros y heridos. Un millón en misas de gracias y Te
Deum al Todopoderoso. Tres millones de sufragios por los muertos. Setecientos
mil cuatrocientos noventa y cuatro ducados en espías. Y cien millones por mi
paciencia en escuchar ayer que el Rey pedía cuentas al que le ha regalado un
reino.
Estas,
ficticias, sí me suenan como de niño y en el aula me contaron que fueron las
Cuentas del Gran Capitán. Lo de Pedro y sus 10.471 millones son las cuentas del
mal capitán.
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