23 abr 2025

LAS CUENTAS DEL MAL CAPITÁN

 

 

Permítanme que titule así. Es que ayer salió el presidente del Gobierno de España y presentó su propuesta de gasto militar para llegar a aquello del 2% y me vino a la cabeza el viejo dicho.

Va Sánchez y larga de lo de los 10.471 millones de euros para el Plan Industrial y Tecnológico para la Seguridad y la Defensa que pomposo nombre tiene y poco dice. Y rumiando lo dicho por él y despanzurrado por sesudos tertulianos y unos cuantos analistas he llegado a resumir en que “en sueldos, equipamientos raros y comunicaciones voy a gastar 10.000 millones… y 471 millones por la paciencia de tener que descender a estas pequeñeces de un pueblo, el español, del soy presidente de su gobierno gracias a Puigdemont”. Vale que tiene su mérito, teniéndolo tan a huevo, que no comenzara el gachó con un “en picos, palas y azadones voy a gastar diez mil millones

Luego, leyendo la prensa en digital y oyendo la radio en FM me he sorprendido aún más: 10.471 millones sin presupuesto, sin socios que se lo apoyen, sin consensuarlo en el parlamento, sin subir impuestos, sin aumentar el déficit, sin alterar el gasto social y sin control. Este tipo es un genio; mucho más que Ungenio Tarconi, el tipo más genial inventando cosas al otro lado del Missouri, en la imaginada Duckburg, en el Estado de Calisota, que se parece un montón a California.

Vamos, que ayer Pedro nos vendió un refulgente letrero de neón para colocar en medio de las Bardenas Reales -a la bardena del rey, a la que bajan los roncales a comer migas con sebo por lo menos cuatro meses- , Tabernas en Almería y Monegros en Aragón. Vamos, en el desierto neuronal que, con asombro, veo que hay hoy en España.

Después, según el Medio que leas-oigas-veas te encuentras con que ese dinero nos da para: dos satélites espía, 9 lanzapuentes, 6 helicópteros, 7 aviones anfibios... subir el sueldo a los soldados, reponer munición y reforzar el servicio secreto del CNI... más obuses autopropulsados, buques de asalto anfibio y cazas de sexta generación... cazas para entrenar, helicópteros, buques y munición... Y por una partida de balas que Marlaska le compra a la Benemérita para sus fallutas “Ramon” se ha montado un buen follón. Ah, es que las vende Israel. Vaya por Dios. Es que pone “probadas en combate”.

En marzo último conocíamos el Libro Blanco para la Defensa[1]. Lo mismo alguien en Moncloa le podría le podría haber echado un ojo; ya no digo leer. Estamos -España está- en el puesto 17 de Global Firepower[2] (mejor que en las finales de Eurovisión). En el libro de marras se identifican las deficiencias más críticas: defensa aérea y antimisiles, artillería, misiles de largo alcance, reservas de munición, drones, tecnologías emergentes y ciberdefensa. Y se apostilla que necesitamos sistemas de armas avanzados, drones «kamikaze», refuerzo de la artillería de largo alcance y, atención, ¡plena autonomía operativa! Y en esta última cuestión es donde tenemos el talón de Aquiles para nuestra Troya particular.

Recuerden que el contexto internacional exige un esfuerzo adicional para garantizar la seguridad integral, algo en lo que estamos a verlas venir. La coordinación con aliados europeos será un elemento fundamental ya que la necesaria estandarización de sistemas y protocolos en operaciones multinacionales es uno de los grandes retos de la UE si quiere avanzar hacia una verdadera autonomía estratégica. Cada país tiene un Ejército y unos mandos por muchas maniobras conjuntas que realicemos.

Ah, y lo mismo es verdad que los americanos tienen el botón “Kill Switch” (interruptor de apagado) que se ocupa de desactivar o limitar el rendimiento y la capacidad de los sistemas militares que nos han vendidos. Europa debe desarrollar capacidades de defensa independientes. Digo esto; y lo mantengo. Y soy tremendamente atlantista, pero mediterráneo.

Fundamental: anticiparse a las amenazas, fortalecer la capacidad de disuasión y respuesta, y garantizar una autonomía operativa suficiente dentro del marco de alianzas internacionales son esenciales si queremos asegurar nuestros estándares de vida y, de paso, tener algo que decir en el mundo, como explicaba Diego Martínez en La Razón a los pocos días de presentarse el Libro Blanco.

Dicho esto, a cuenta de las cuentas del mal capitán, otrosí digo del Gran Capitán.

Este, presentó sus cuentas. Y no una; sino que dos veces.

El “Finiquito de las cuentas de Nápoles del thesorero Morales” es lo que don Gonzalo Fernández y el tesorero Alonso de Morales presentaron en 1499. Fueron gastos de la campaña de Italia entre 1495 y 1499 que se presentaron en “la villa de Ocaña a diez y ocho días del mes de Henero, año del nascimiento de nro. Salvador Iho. Xto de mill e quatrocientos e nouenta e nueve años”.

El documento concluye: “E yo el dicho Gonzalo Fernandez juro á Dios é á Santa María y al hábito de señor Santiago, que yo recebí, y a esta señal de Cruz (+), que la dicha cuenta de suso contenida, así en lo que toca al dicho cargo como á la dicha data, es cierta, buena, leal y verdadera é que en ella ni en parte alguna de ella, no hay fraude ni cabtela alguna”.

Es más, aquel -sí- Gran Capitán siguió certificando los gastos de sus victorias y siguiendo generando documentos que contienen libramientos firmados por él y dirigidos a mosén Luis Peixón, tesorero y abastecedor de la armada de los Reyes Católicos, para pagos de toda clase de gastos de campaña, nóminas de capitanes, soldados y alardes de gente de guerra, como sueldos y gastos de fustas, galeras y otras embarcaciones, municiones y víveres, relativos a la segunda campaña y conquista del reino de Nápoles (1500-1503).

Eso sí lo del gasto en frailes y espías aparecerá en la Chrónica del Gran Capitán (1584), cuando ya no estaban vivos los protagonistas.

En 1638 fray Lope Felix de Vega Carpio Lope de Vega escribió una comedia titulada "Las Cuentas del Gran Capitán" basada en la anécdota histórica que ya circulaba donde Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, al ser requerido a rendir cuentas de los gastos de una campaña, respondió de forma ingeniosa y, se podría decir, exagerada.

Y en 1915 se da cuenta -por un tal A. Rodríguez Vila- de que en Museo Nacional de Artillería sí que aparece un impreso que bajo el título de “Cuentas del Gran Capitán” detalla las partidas “contables” que han llegado hasta nosotros.

Doscientos mil setecientos treinta y seis ducados y nueve reales en frailes, monjas y pobres para que rogaran á Dios por la prosperidad de las armas españolas. Cien millones en picos, palas y azadones. Cien mil ducados en pólvora y balas. Diez mil ducados en guantes perfumados para preservar a las tropas del mal olor de los cadáveres de los enemigos tendidos en el campo de batalla. Ciento setenta mil ducados en poner y renovar campanas destruidas con el uso continuo de repicar todos los días por nuevas victorias conseguidas sobre el enemigo. Cincuenta mil ducados en aguardiente para las tropas en días de combate. Millón y medio de ídem para, mantener prisioneros y heridos. Un millón en misas de gracias y Te Deum al Todopoderoso. Tres millones de sufragios por los muertos. Setecientos mil cuatrocientos noventa y cuatro ducados en espías. Y cien millones por mi paciencia en escuchar ayer que el Rey pedía cuentas al que le ha regalado un reino.

Estas, ficticias, sí me suenan como de niño y en el aula me contaron que fueron las Cuentas del Gran Capitán. Lo de Pedro y sus 10.471 millones son las cuentas del mal capitán.

 


 

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