18 jun 2025

EL AUTÓCRATA; O YO, O EL CAOS…

 

No les oculto que saber que el presidente Sánchez, eran -casi- las cinco de la tarde del lunes 16 de junio y no había comido aún me produjo tanta desazón como terror su maquillaje demacrado con rictus de Halloween que, supongo, era para dramatizar aún más la pretendida imagen de víctima. Ambos detalles -aludir al hambre, famélica legión, y aparecer pintado de mamarracho- me han parecido de muy mal gusto ante los españoles y, mucho más, ante los compañeros de los Medios que estaban convocados para una comparecencia a mediodía, de la que todos estábamos pendientes -masoquistas que somos- y hasta las cuatro y diecisiete no comenzó, por mucho que el autócrata dijera que eran “y cuarto”. Lo mismo -puede que no; buenos somos- los plumillas que le aguardaban estaban en la misma situación de ayuno forzado, pero sin pasar por el set técnico de The Walking Dead para lograr el tenebroso rictus cadavérico que exhibió.

Resumiendo, la comparecencia presidencial: llegó tarde, no asumió responsabilidad alguna, vino a decirnos que había por allí algún problemilla, que la culpa no era suya y que si convocaba elecciones iban a ganar los malos de la película. Total, que: me quedo y aguantamos juntos hasta las mentiras del CIS. Oh capitán, mi capitán, en remedo a Walt Whitman… ¿pues no que Pedro Sánchez se nos presentó como el capitán de la obra y esperanza de millones de personas que viven en el país que mejor hizo la transición?

La verdad -concepto que desconoce- es que la suya es, a la vista de los acontecimientos, una situación trágica que siempre teatraliza en demasía en el teatro de la vida política.

Y vuelvo al rostro, a la cara -¡es que no era él!- de la que todos estábamos más pendientes que del mensaje. Pero -y en esto le reconozco que llega ‘sobrao’- “¿quién necesita palabras cuando la expresión pretendida, lóbrega y hasta siniestra, lo dice absolutamente todo?”.

Horas después, con la sensatez que impone un buen cigarro y un sorbito de Hakushu, entretanto (creo que) estoy ya curado de espanto, aunque tengo que hacérmelo ver porque la de Sánchez siempre ha sido la estrategia del engaño. Y esa ha sido una vez más la forma de actuar con el mensaje que sus asesores le animan a trasladar: inocular en las mentes un postulado sin importar siquiera que este sea verdad, cuando casi siempre es retorcido, falso o, simple y llanamente, mentira. Y a las pruebas me remito.

Con la arrogancia de un empleado de funeraria de una película de Tim Burton vino a demostrarnos, como lo caló Pablo Motos en el Hormiguero -anoche-, que Pedro Sánchez no le tiene miedo a la ultraderecha: a quien le tiene miedo es a los españoles.

Y combate el miedo con la mentira y he leído por ahí que hay muchos colores para las mentiras. Increíble, pero atiendan al Pantone. Menos la mentira blanca -que es la mentira virtuosa-, la mentira amarilla -que son las adorables falsedades que se pueden contar a los niños- y la mentira rosa, propia de enamorados para mantener la llama de su pasión, Pedro Sánchez usa toda la escala cromática restante cada vez que usa la palabra. Y así le escuchamos la mentira gris, que es la mentira de silencio, dejándola caer estratégicamente, sin evidencias; la mentira violeta, que une dosis de crítica a la espera de alterar la narrativa; la mentira verde, que asegura lanzar para evitar el caos social que podría surgir si llega a decir la auténtica verdad; la mentira añil, creada en beneficio propio y de los suyos; la mentira morada, que es una forma de engaño que el que la propaga la cree realmente como verdad absoluta, aunque el lenguaje corporal le traicione; la mentira arcoíris, que fantasea ficción con irrealidad; la mentira roja -roja carmesí- que es un engaño descarado en absoluta ausencia de la verdad y siempre como herramienta de manipulación; y, finalmente, la mentira negra zahína, para omitir la culpabilidad.

Pues con esa última bandera de mentira negra, cual pirata, se ha presentado hoy -miércoles 18- en el Congreso de los Diputados y ante el hemiciclo ha lanzado una nueva sarta de acusaciones falsas -por ejemplo, contra el presidente de los valencianos Carlos Mazón- desmentidas al minuto. En el caso de Mazón tanto por el TSJ de la Comunitat Valenciana como por la Delegación del Gobierno[1]. El ventilador y la mierda es una argucia que no siempre funciona, con lo que tienen que salir los tuyos a decir que ha sido un lapsus[2]: ¿equivocación por descuido? Como que no.

El caso es que ha terminado, dirigiéndose a Rufián con un “No voy a aceptar que haga de la anécdota una categoría”. Vamos que, lo de Cerdán, Ábalos, Koldo y todo lo familiar que colea es una anécdota con la que le van a sacar el saín y la melsa.

Le leía a Francisco Pleite, en Hay Derecho, que “el principal enemigo de la democracia es la mentira: su utilización como arma política causa un enorme daño a la sociedad y a la democracia”. Pues no vean como estamos. Pero es que le he leído a Arcadi Espada, en El Mundo, que “el principal enemigo de la democracia son los votantes” que, sostengo yo, votan a tipos como este que hoy nos ocupa. Una sociedad enferma es la que acepta la mentira como norma y permite que sus líderes mientan. El cinismo se apodera la vida pública y ya la democracia no tiene sentido. Tristemente, con personajes como el inquilino de la Moncloa estamos haciendo que la mentira campe por doquiera por si cuela y esto afecta negativamente a las democracias modernas.

Mientras la mentira -ya dije lapsus para acérrimos seguidores- se afianzaba en el Congreso de los Diputados confío en que alguna de sus señorías habría echado un vistazo hoy -18 de junio- a la Encuesta Política de España, del Gabinete de Estudios Sociales y Opinión Pública (GESOP)[3]: el 61,5% de los encuestados reclaman comicios anticipados frente al 32,8% que no ve necesario precipitar las urnas. ¡Por Dios! El goteo de escándalos judiciales en los últimos meses ha tenido un efecto directo en la opinión pública española y seis de cada 10 ciudadanos creen que Sánchez debería convocar elecciones. Hasta lo piensan incluso cuatro de cada 10 votantes del PSOE.

Esto no va bien; las alarmas llevan tiempo sonando y avisando del deterioro de la democracia en el mundo, sin que reaccionemos. Los hay que sostienen que es por agotamiento y hastío; otros, dicen que por intereses políticos propios. Pero es caso es que acepta con indiferencia la falta de verdad y, desencantada y desconfiada, la sociedad se resigna ante las campañas de desinformación, confusión y distracción de la atención.

Visto lo visto, que lo socios no dan un golpe en la mesa y ponen coto a esto, denuncio que esto va muy mal, camino de la autocracia.

Aproximadamente, tres de cada cuatro habitantes del planeta Tierra vive bajo regímenes autocráticos en lo que considero un significativo deterioro democrático. No quiero estar en ese grupo.

Para este post recurro a los principales índices de medición de la democracia que tengo referenciados: Democracy Index[4], Bertelsmann Transformation Index (BTI)[5],Varieties of Democracy (V-Dem)[6] y Freedom House[7]. De los últimos informes de cada uno de ellos constato que -todos- coinciden en el peligro que supone tanto a escala global como regional las pocas democracias plenas que quedan en el planeta; y en todos ellos se confirma el auge de las autocracias.

Hoy va de autocracias; vaya, por Dios.

Etimológicamente, el término autocracia surge de la unión de dos palabras griegas: autos, que significa por sí mismo, y kratos, que quiere decir gobierno o poder. Así pues, la autocracia es un sistema de gobierno en el cual todo el poder de un Estado se concentra en una sola persona (o institución). En el DRAE se puede leer que es una “forma de gobierno en la cual la voluntad de una sola persona es la suprema ley”.

China, Rusia, Irán, Cuba, Arabia Saudí… (la lista es inmensa) son autocracias.

Y ya, con estos mimbres, pues qué les voy a contar. Así, según el último informe de Democracy Index (2024), entre los 167 países que evalúa solo había 25 democracias plenas (y de ellas 17 son de países europeos, de los que 13 son miembros de la UE) y 46 son regímenes híbridos (10 son miembros de la UE). El resto lo divide entre regímenes híbridos (que mezclan características democráticas y autoritarias y que señala que son 36) y regímenes autoritarios: nada menos que 60.

A mí, de aquí, ya me preocupa lo de los regímenes híbridos que es algo que se viene estudiando desde los 70 y que con el paso del tiempo le hemos ido dando nombres para no llegar a decir que no son democracias. Porque las democracias son plenas, o no lo son.

Al principio, aún en los 70 del siglo XX, les llamamos “democracias de fachada”; luego, “pseudodemocracias”; hubo un momento, al principio de los noventa, de llamarlas “democracias delegativas” (¿?); pero ya en el siglo XXI comenzamos a aplicar semántica absurda y llamarlas “democracias electorales” o, rizando el rizo,  democracias iliberales”, para ya sin tapujos definirlas como “semi-democracias” y “democracias defectivas”, y con defectos -como todas las demás de esta lista- ya no son democracias. Y seguimos blanqueando el término para llamarlas “democracias parciales” y “democracias autoritarias”, hacia donde me temo que caminamos en un claro ejemplo de deterioro democrático.

Parémonos en lo de democracia iliberal; sí, sí, iliberal. Donde esa i delante de liberal es un mal síntoma de la enfermedad que nos rodea. El concepto “iliberal” fue propuesto en los años noventa por el politólogo estadounidense Fareed Zakaria[8], quien señaló que había Gobiernos elegidos democráticamente que ignoraban los límites constitucionales. ¡Jó, que listo! Y claro que los había, pero este Zakaria bebió de un estudio filosófico anterior de marxistas franceses, como Étienne Balibar, refrendado por estudios como el de Pierre Rosanvallon. Esto de inventarse cosas…

Iliberal: dícese de lo que es “una forma de gobierno a caballo entre la democracia liberal tradicional y un régimen autoritario”. Sí, donde se respetan ciertos aspectos de la práctica democrática, pero se ignoran otros muchos más. Claro, aquí lo mismo te meten a la Federación Rusa de Vladímir Putin que a la Turquía de Tayyip Erdoğan que a la Hungría de Viktor Orbán.  

Por cierto, Hungría se convirtió en 2020 en el primer país miembro de la Unión Europea en perder el estatus de democracia según Varieties of Democracy y Freedom House, dos de los cuatro índices que estamos barajando.

Para el Instituto Varieties of Democracy (V-Dem) el mundo tiene ahora mismo (2025) 88 democracias -liberales o plenas (más o menos el equivalente a las defectivas del Democracy Index)- y 91 autocracias (electorales y cerradas), siendo esta la cifra más alta de autocracias desde el año 1978. Para V-Dem, las democracias liberales fetén suponen menos del 12% de la población mundial y entre las 88 plenas detecta que ya hay 45 con serios rasgos de autocratización. ¡Cielos!; ¿nos habrán metido ya en este grupo para la próxima edición?

En este índice España ha pasado a ocupar la posición 21 (2024) frente a la 24 (2023). Y no es porque hayamos ido a mejor, sino porque otros han ido a peor y nos han hecho subir la ratio porque hemos pinchado en cultura política (7’50) y en participación política (7’22)… antes que saltara la liebre. No obstante, alertan de lo que puede venir[9].

Según la Fundación Bertelsmann, que publica el BTI Transformation Index, ahora mismo tenemos en el planeta 74 autocracias y 63 democracias; más autocracias. De los 137 países analizados en la edición de 2024, solo 63 continúan siendo democracias. Además, en los últimos dos años, las elecciones en 25 países han sido menos libres y justas, los derechos de asociación y asamblea se han visto restringidos en 32 países y la libertad de expresión ha sido sometida a controles más férreos en 39 países.

En Freedon House estamos como el año anterior, en 90 de 100, con una coletilla que alerta de la corrupción y que la legislación cada vez más restrictiva supone una amenaza para las libertades[10].

¿Qué quieren que les diga?; esto, me preocupa. A todos nos va mejor en democracia bajo el Estado de Derecho; pero a unos pocos les va mucho mejor cuando están en la cúspide del poder en otros regímenes. Y hay mucho bobo suelto, de los que el bobo ideológico es el bobo peor y el más numeroso. Y, gracias a ellos, los autócratas siguen y siguen a lo suyo.

El autócrata del siglo XXI no es como el autócrata del boom autoritario de los años 60 y 70 del siglo XX. Y este primer cuarto del XXI nos ha tocado vivir -ya es mala suerte- en la era de la recesión democrática. Eche un vistazo al telediario que quiera y verá que las democracias del mundo se nos están debilitando y, por el contrario, proliferan las autocracias directas y encubiertas; los sistemas autocráticos se fortalecen.

Y no se parecen estas autocracias a las de hace medio siglo -o más- porque varias de las autocracias de hoy están hoy certificadas con la legitimidad del voto de la ciudadanía. Luego, si quieren -por mí, no-, entramos en la calidad de ese voto y del proceso.

Pero, a lo que me preocupa. 2024 fue calificado como el “año mundial electoral” porque cerca de cien países pasaron por las urnas; 4.300 millones de personas fueron llamadas a votar en 2024 en India, Estados Unidos, Indonesia, Pakistán, Bangladesh, Rusia, México, Irán, Francia, Reino Unido… y un larguísimo etcétera. Pues bien, de todos ellos, sólo 7 de estos países con elecciones están considerados democracias plenas[11] y otros 20 tienen el sambenito -ganado a pulso- de “democracias deficientes”. Y lo más grave: uno de cada tres de los 4.300 millones electores lo hicieron en comicios de baja calidad[12].

Me preocupa todo esto porque, espero que coincidan conmigo, la democracia es un sistema tan abierto y dinámico que se convierte en sumamente vulnerable al deterioro de las instituciones por individuos que, como algunas frutas, se pudren en cuanto se acerca una mosca. Y, sobre todo, cuando una moral relativista como la propala el autócrata de marras que nos ocupa campa a sus anchas por las estructuras del poder llegando a aceptar la corrupción como una anécdota con la que se puede convivir. Pues apaga y vámonos.

Albert Camus sentenció en su día que la libertad consiste, en primer lugar, en no mentir; porque allí donde prolifere la mentira la tiranía o bien se anuncia o bien se perpetúa. En 1957 se le concedió el Premio Nobel de Literatura por “el conjunto de una obra que pone de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de la actualidad”. Relacionado con el existencialismo alemán, se fajó en la resistencia francesa durante la ocupación alemana en la IIGM, y se relacionó con los movimientos libertarios de la posguerra; pero lo tenía muy claro.

No sé como va a terminar este triste episodio de la historia de España, pero no nos merecemos a quien coquetea a diario con la mentira y la falsedad y es capaz, carta a carta, de orquestar una operación de demolición moral de la sociedad, enfrentando a los españoles. De nuevo el axioma “o yo, o el caos”, y a partir de esa consigna, todo lo demás: el discurso del miedo y la demagogia. Esa es el arma de los dictadores.

Hermano Lobo, la genial revista satírica ya jugó el 2 de agosto de 1975 con esa tesis; y en portada.

Jaime Gil de Biedma se nos adelantó en el poema “Apología y petición”: … De todas las historias de la Historia, sin duda la más triste es la de España, porque termina mal[13]

 

 


 

 



[4] El índice de democracia es una clasificación hecha por la Unidad de Inteligencia de The Economist, a través de la cual se pretende determinar el rango de democracia en 167 países: https://www.eiu.com/n/campaigns/democracy-index-2024/

[5] El Índice de Transformación de Bertelsmann (BTI) es una medida del estado de desarrollo y la gobernanza de los procesos de transformación política y económica en países en desarrollo y en transición de todo el mundo. El BTI se publica bienalmente por la Fundación Bertelsmann desde 2005: https://bti-project.org/en/?&cb=00000

[6] Los Índices de Democracia de V-Dem son índices publicados por el Instituto V-Dem que describen las características de diferentes democracias. Se publican anualmente. Los conjuntos de datos publicados por el Instituto V-Dem incluyen información sobre cientos de indicadores que describen todos los aspectos del gobierno, especialmente la calidad de la democracia, la inclusión y otros indicadores económicos: https://www.v-dem.net/

[7] Freedom House es una organización no gubernamental con sede en Washington D. C. y con oficinas en cerca de una docena de países. Conduce investigaciones y promociona la democracia, la libertad política y los derechos humanos. Se describe como «una voz clara para la democracia y libertad por el mundo»: https://freedomhouse.org/ 

[9] La estabilidad política en España seguirá siendo frágil, a pesar de la reelección de Pedro Sánchez, líder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), de centroizquierda, como presidente del gobierno desde mediados de noviembre de 2023. El gobierno será inherentemente inestable, dado el gran número de partidos regionales de los que dependerá, cada uno con intereses contrapuestos. El riesgo de parálisis política y de colapso del gobierno antes del final de su mandato en 2027 es muy alto. Se prevé que la actividad económica en España se desacelere, pero se mantendrá por encima de la media de la zona euro, impulsada por la disminución de las presiones inflacionistas, la aceleración del crecimiento de los salarios reales y un sector turístico pujante.

[10] Prevalece el Estado de derecho y, en general, se respetan las libertades civiles. Si bien la corrupción política sigue siendo preocupante, políticos de alto rango y otras figuras poderosas han sido procesados ​​con éxito. La legislación restrictiva adoptada o aplicada en los últimos años supone una amenaza para las, por lo demás, sólidas libertades de expresión y de reunión. La persistencia del movimiento separatista en Cataluña representa el principal desafío para el sistema constitucional y la integridad territorial del país.


No hay comentarios:

Publicar un comentario