20 dic 2011

DE LOMBORG Y URIARTE: DE CO2 Y VAPOR DE AGUA



Bjorn Lomborg es un danés muy interesante. Por escribir cuatro artículos en Politiken[1] en 1998 levantó tantas ampollas medioambientales que terminó por publicar “El ecologista escéptico/The skeptical environmetalist” (2001) y sembrar una epidemia de urticaria entre los calentólogos al poner en tela de juicio los argumentos de estos. Tal fue la cosa que lo llevaron ante el Comité Danés de Deshonestidad Científica y cual Inquisición despanzurró su libro (en 2002) para terminar fallado que Lomborg era “inocente del cargo de ‘deshonestidad subjetiva’, pero culpable del de ‘deshonestidad objetiva’”. ¡Jopé con los daneses! Dicho en román paladino: Lomborg era partidista en sus planteamientos y “su libro era culpable de malinterpretar los datos”. En marzo de 2004 el Comité éste emitió un nuevo fallo invalidando la decisión de 2002… y ahí estamos: unos a favor y otros en contra de Lomborg.

Ha publicado 3 libros más: “Las crisis mundiales, soluciones mundiales. Consenso de Copenhague” (2007), “Cool it: La guía del ecologista escéptico para el calentamiento global” (2010) y “Soluciones inteligentes para el cambio climático” (2010). No niega las evidencias, pero es que sabe que el clima es dinámico y hay otros factores a tener en cuenta. Y le siguen tomando por el pito del sereno… ahora que se me ha hecho más verderol: respalda la aplicación del impuesto del carbono.

Hace unos días, después de Durban, ha publicado un artículo -“Los extremistas climáticos”- y sólo cuatro gatos se han hecho eco. El diario económico EXPANSIÓN ha sido el más relevante de los de por aquí.

Empieza un tanto ácido. ¿Qué digo ácido “a secas”? Empieza cáustico: “Hoy en día, ningún huracán ni ola de calor pasa sin que un político o activista lo presente como evidencia de la necesidad de un acuerdo sobre el clima global, como el que se acaba de posponer hasta fines de la década en Durban, Sudáfrica”.

Recuerda que los datos del IPCC que eran buenos en 2007, el mismo IPCC los rebajaba en 2009… y nadie se tiró de los pelos.

Algo ha cambiado en Lomborg porque señala que el IPCC es, a pesar de todo, una fuente bastante fiable de informaciones sensatas. Con toda razón, mata al mensajero: “los medios tergiversaron los resultados del informe de 2010 del IPCC sobre los extremos climáticos”. Y lo explica: “El informe del IPCC decía, efectivamente, que el calentamiento global implicaría temperaturas cálidas más extremas, pero también señalaba que habría menos temperaturas frías extremas”. Y es concluyente y demoledor: “De hecho, según una estimación, para mediados de siglo aproximadamente 400.000 personas más morirán por el calor de las que habrían muerto con las temperaturas actuales, pero morirán 1,8 millones menos de personas por el frío. Desafortunadamente, las no muertes no son noticia”.

Aboga Lomborg por una mejor gestión del riesgo. Y eso es algo que ahora mismo nadie pone en duda. “La población, la exposición y la vulnerabilidad, no los gases de tipo invernadero, son los principales factores detrás del futuro daño”. Cristalino, ¿no?

Hay un párrafo sensacional: “Existe evidencia considerable que sí sugiere que el calentamiento global causa incrementos de las lluvias, especialmente de las lluvias torrenciales. Eso ha llevado a muchos observadores a culpar al calentamiento global de las inundaciones devastadoras en Pakistán, Australia y Tailandia en los últimos años” (en Filipinas hace nada, añado yo). “Pero el IPCC cuenta una historia diferente: la evidencia no puede ni siquiera indicar de manera fiable si la mayor cantidad de precipitaciones, en efecto, ha afectado a la magnitud y la frecuencia de las inundaciones (en terminología de las Naciones Unidas, “baja confianza a escala global respecto inclusive del signo de estos cambios”)”.

Lomborg está sembrado en este artículo: “Una mayor precipitación también tiene consecuencias positivas –sobre todo, más agua dulce para un mundo que tiene sed–“.

Termina señalando que: “Las historias tenebrosas sobre el clima se basan en una narrativa simple: más CO2 significa más daño ambiental y muerte –y la única manera de resolverlo es reduciendo las emisiones de carbono–. Si bien esto sirve para un mensaje político pegadizo, tiene la clara desventaja de ser erróneo. El calentamiento global hará que ciertos fenómenos, como las olas de calor y las velocidades de los vientos huracanados, se vuelvan más extremas, mientras que otros, como las olas de frío y la frecuencia de los huracanes, se mitiguen. Y en algunos casos, como las mayores precipitaciones, el calentamiento global tendrá efectos positivos y negativos”. Y va a más: “Por supuesto, nada de esto significa que no deberíamos ocuparnos del cambio climático y concentrarnos en la innovación para generar energía ecológica menos costosa. El último informe del IPCC es importante precisamente porque ilustra los verdaderos problemas ambientales planteados por el calentamiento global, sin exagerarlos para conseguir un buen titular. Ofrece información confiable sobre el clima y hace hincapié en que la adaptación es esencial para mejorar la calidad de vida de las generaciones futuras”.

Sólo le encuentro un pero. Se me sigue echando la culpa del cha-cha-cha al CO2; se le vilipendia en toda su magnitud nefasta. Se me olvidan de, por ejemplo, el taimado vapor de agua. Hoy mismo, el blog de Antón Uriarte (Co2) incide en este aspecto y me responde: como no hay registros proxy de vapor de agua en los hielos árticos y antárticos, aunque sepamos de su maldad, pues ni lo mentamos. Y ahí tenemos un problema.




[1] Periódico danés de centro-izquierda, fundado en 1884, que opta por una imagen de cierto radicalismo cultural. Desde 2003 forma parte del grupo JD-Politiken Hus. (http://politiken.dk/)

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