25 may 2019

DE UN AMIGO Y SUS VERSOS DE POETA




Parodiando el título de la obra de Miguel Hernández, “¡Quién me ha visto y quién me ve!”. Yo, leyendo poesía. ¡Cielos!, me hago mayor.

No pasé en mi mocedad de lo de “Moça tan fermosa non vi en la frontera, como aquella vaquera de la Finojosa; Faziendo la vía del Calatraveño a Santa María, vençido del sueño, por tierra fragosa perdí la carrera, do vi la vaquera de la Finojosa.” de Íñigo López de Mendoza, el pre renacentista Marqués de Santillana. Aquello seguía; más yo ya no sabía, ni entonces ni ahora, continuar.

Nunca me aprendí “La canción del pirata”; discúlpeme don José (de Espronceda). Pero es que siempre tuve claro que eran diez, y no cien, los cañones por banda porque un bergantín no da para tanto. Con el tiempo supe que sí lo daba, pero lo normal eran diez cañones cortos de 8 libras. Sí, diez y no cien.

Mi poesía, mi verso, siempre ha sido el de “siento ruido, siento gente, siento quince, siento veinte”, donde el primer ‘siento’ -de sentir- podía ir acompañado de ‘pasos’ (siento pasos…) que también pega, e incluso ‘frío’ (siento frío…), que no lo hace, aunque también, a algún atrevido, se lo he oído. El caso es que los numerales se mantienen intactos para la rima.

Y, por motivos que no vienen al caso, como minutos antes de irme de la Tertulia del viernes habíame facilitado el bueno de Antonio Bravo García uno de sus libros de poesías -poemario, me indicó él-, al comenzar la jornada de reflexión y habida cuenta de la misión que tenía anoche por delante, decidí echarle un ojo.

Y lo hice.

Antonio fue profesor en la Universidad de Oviedo y profesor visitante en la universidades norteamericanas de Harvard, Yale y Stanford, y en las británicas de Oxford y Cambridge, así como en la peruana de Ayacucho. Lo suyo es la literatura inglesa. Y la poesía. Y se viene a Benidorm cada vez que puede y quiere.

Y el libro se lo prologa Antonio Amillo, otro amigo.

Claro, como va de obras de arte inspiradoras, Amillo se explaya y te lleva a su terreno confluyendo belleza formal impresa y belleza visual en la pantalla del ordenador. Porque anoche, en un alarde de imaginación díjeme de ilustrarme los contenidos poéticos con la imagen de los cuadros retratados en verso… a ver si pasaban. Y fue un acierto.

A los que la poesía les motiva por sí sola, se les aparecería el cuadro objetivo del poeta en el magín. A los que no tenemos ese don… siempre es bueno tener a mano un ordenador y el consiguiente motor de búsquedas.

Una experiencia, oiga.

Noche larga, y han caído las 133 páginas y sus 108 poemas.

Antonio: me quedo con Ronda de Noche. 
Rembrandt, 1642. El teniente, de blanco, y la niña, debieron ser protagonistas de algo; digo yo
Leyendo tu verso y viendo el cuadro: “Capitanes soberbios que pagaron / por ello mil florines / aspirando a la infinita vanidad / de vivir en un lienzo para siempre. No verán jamás su inmarcesible gloria / (tras la muerte tú jamás verás nada). / La arrogancia es maná de todo necio / que se cree que es eterno en esta vida”. Lo ví: “Es una compañía / militar con la huellas de batallas de sangre”. Cosas de la Corporación de Arcabuceros de Ámsterdam.
Turner, 1838. las secuelas de aquella explosión volcánica del Hemisferio Sur flotando en el aire sobre el Támesis. Y el siglo XIX mostrando su poderío sobre el XVIII que va al desguace.
Y luego me reencontré con Turner y su barco (“El Temerario…”) en el año sin verano de una crisis climática: “El desguace del barco Temerario / -en colores dorados y atardecer de seda- / es todo de la nada de glorias del pasado…”. Sí, eso es: el ocaso del sol coincidiendo con el ocaso del navío de línea, de casi cien cañones (este tenía tres puentes), que sólo entró una vez en combate a lo largo de toda su vida -y fue en Trafalgar-, camino del desguace, remolcado por un barco de vapor.

Anoche, Antonio, hasta le vi un sentido a Constable y su carreta del heno. Y hasta me volví a impresionar con Monet (“Impresión, sol naciente”): “… Son puntos de colores / que engañan a la mente… / … / La vida que renace / como un don gratuito en su esplendor / para aquél que descifra los colores del alma…”. ¡Qué impresionable, soy; me hago mayor!

Vi el “Guernica” en colores cuando te lo leí: “Cuadro desordenado en un orden perfecto / con sus colores fríos en negro gris y blanco. / Es un eco de sangre, de bombas y de fuego / … / … / Con las bombas y el fuego la muerte resucita… “.

Mira, coincido contigo en que “Guernica es la paloma que matan cada día”. Guernica y Lumo, que parece que olvidamos la anteiglesia[1] de Lumo en la villa de Guernica

Y no veas el impacto con Jasper Johns y su bandera. Cuando preparaba oposiciones a Secundaria me contó un preparador que “Johns elevaba a arte un trapa combustible dispuesto a arder para iluminar el caminos de muchos”. “Si te sale, pon esta frase”, nos dijo. Y nunca salió; aunque sí “El Beso” de Brancusi en la primera vez que me tumbaron. El caso es que las palabras de aquél preparador me impresionaron tanto como leerte lo de “Miedo me dan las banderas en las garras de lobos / en las noches de luna…” porque concluyes el razonamiento: “… confunde ese símbolo de amor / a una patria con odio hacia el contrario”.

He comenzado mi jornada de reflexión con esa línea del tiempo que marcas entre la ancestral Cueva de Tito Bustillo, arte rupestre, y el cuasi neo expresionista Miquel Barceló… Por el camino me he perdido, pero me he reencontrado con grandes obras de pintura y con un poeta al que vemos cada viernes en Los cafés del Meliá y hasta pueden escuchar en Agoraben y el Faro de Alejandría.

Reflexionar, lo que se dice reflexionar de cara a mañana, he reflexionado poco, pero le cogido gustillo a esto de la poesía-ilustrada. Gracias Antonio.

Pero espero que esta etapa poética culta se me pase pronto. Convencido estoy, porque en cuanto oiga lo de “Y que yo me la llevé al río / creyendo que era mozuela /…” me olvidaré de don Federico, por mucha falta de respeto que sea, y me saldrá al pronto lo de “… Y resultó ser un tío / que por poco me la cuela”. Y no es ser irreverente, don Antonio; sencillamente es ser más divertido.

Dígame, cómo si no, me pone usted el consabido final a lo de “No hay dolor más doloroso, / no hay dolor más inhumano…” que lo que ocurre cuando bajas la tapa del piano.

Es que he llegado a casa y no me podía dormir. ¡Gracias, de nuevo, Antonio!





[1] Una interesante fórmula municipal gobernada por concejo abierto, que fue desapareciendo en el XIX.

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