9 ene 2021

DEL TRUMPAZO AL TRUMPISMO

 

El 9 de noviembre de 2016 escribí un post, en este Blog, sobre “el Trumpazo”: la victoria de Trump. Argumentaba que para los europeos había sido una sorpresa, pero para los yanquis no. Citaba entonces a Allan Lichtman, un politólogo y profesor de Historia de la Universidad Americana (Washington DC) -afiliada a la Iglesia Metodista- que había desarrollado un método -Keys to the White House- para predecir si el candidato del partido en el poder (en los EEUU, claro) ganaba o perdía las elecciones: en realidad si se le reelegía o se le botaba, tras la votación celebrada el primer martes después del primer lunes de noviembre.

El método Lichtman utiliza trece factores históricos para predecir si el candidato del partido que ocupa la presidencia ganará el voto popular en la elección para presidente de los Estados Unidos (independientemente de que quien esté en la Casa Blanca sea el candidato). Para llegar a establecer el sistema estadístico que condensa sus 13 cuestiones clave, Lichtman estudió los resultados de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos entre 1860 y 1980, a las que aplicó los métodos estadísticos que utilizaba el geofísico ruso Vladimir Keilis-Borok para predecir terremotos (y no quiero hacer chistes fáciles entre presidentes yanquis y sismología planetaria). Lichtman desarrolló su método y desde 1984 viene clavando el nombre del ganador. Hasta en 2016 clavó el triunfo de Trump -por un error, que descubrió después; y así lo reconoció- y en agosto de 2019 el de Biden. El caso es que Lichtman acierta.

En 2016 contaba yo que todos en el planeta nos habíamos dado el trumpazo; para bien o para mal. Quienes de aquello me informaban -y los cuatro lo han vuelto a hacer-, mis amigos, siguen igual que entonces. Uno, aún no se ha venido a vivir a España -como nos lleva vendiendo la última década-; viene con asiduidad estival y siempre nos promete que en la próxima se queda entre nosotros. Otro sigue destilando esencia de Trump por los poros, aunque ya ha asumido que no ganó y está destrozado por el espectáculo de la tarde de Reyes. El tercero se me enfada porque le comparé los ‘rodea el Congreso’ -los nuestros y el suyo, más violento-, aunque ya ha abandonado la querencia trumpista que nunca le entendí (es ultravioleta y no le pegaba nada su pose). Y el cuarto, conseguido el doctorado, se nos ha vuelto a casa, oficia en la Academia y pasa -pero que muy mucho- de yanquilandia, hasta el extremo de no querer ni hablar del peluquín; lo suyo fue un desengaño amoroso con aquel país, con una chica y con el atar los perros con longanizas.

Todos coinciden: en el ADN europeo no hay capacidad posible para entender el sentir profundo de aquel país. Pero gracias a esa idiosincrasia, me dice el de California, disfrutáis de un espectáculo diario en “los Midia”: Para bien o para mal, ¿qué sería de vuestros noticieros y periódicos sin nosotros?, me dice con arrogancia. Y la verdad sea dicha, desde octubre de 1492 nos va la marcha aquella. Tienen vidilla, son carne de telediario.

De hablar con los cuatro -aunque uno de ellos va de mudito, pero se calienta y larga- deduzco que no ven el problema en Trump, sino en la falta de banquillo republicano, y en el monstruo que han creado, el trumpismo, en un territorio donde todos quieren ser WASP[1]. Y los que lo son, reivindican que lo son. Esto es lo mismo que me contaron hace 4 años.

El que se ha venido passpaña -el mudito- me dice que están tan polarizados como nosotros; por eso en 2018 -en las midterms[2]; algo así como una reválida- los demócratas le dieron la vuelta a la cámara de representantes y hemos tenido a Nancy Pelosi (hoy ya con 80 tacos) hasta en la sopa. ¿Quién no se acuerda de esa imagen de romper el discurso de Trump sobre el Estado de la Unión? (Trump le había negado el saludo y en cuanto terminó, mientras todas aplaudían, ella lo rompió… y Pence hace como que no se entera.

No obstante, coinciden todos, a Trump se lo han llevado por delante sus maneras; que no convencen a todos. Vale que la gestión de la pandemia nos puede parecer (desde aquí) una aberración; pero allí no a todos les parece así. Lo de Floyd es otra cosa. Y es que han sido muchos los que no podían respirar en aquel país con sus maneras. Trump quiso polarizarlo todo y resulta que aún quedan muchos WASP que no quieren ser tan WASP como él. Además, apostó por los Proud Boys[3] (Muchachos orgullosos) y se encontró con que esa deriva le pasó factura. Hay mucha gente que no está por revolucionarse a todo trapo.

Biden, que despierta tanto interés como un apartida de curling en El Aiún, apelando a la normalidad, le ha sacado 7 millones de votos populares y de quicio: 81.231.888 votos (51’38%) frente a 74.223.251 votos (46’91%) que se traducen en 306 votos electorales frente a 232.

Según The Washington Post, Trump ha promediado 23 falsedades por día. A mitad de mandato había acumulado 10.000; en tres años 16.000; y a estas alturas de enero va ya por las 29.500 atendiendo al análisis FactChecker’s de este periódico.

Trump fue (para lo que queda hasta el 20 de enero) el presidente de mayor edad en jurar el cargo; el de mayor fortuna económica; el primero sin haber servido en las fuerzas armadas y sin haber desempeñado cargo público en administración alguna. También le cupo el honor de haber sido el quinto en haber llegado a presidente por voto electoral, tras haber perdido en voto popular[4].

Si tiramos una raya a estos cuatro años de trumpismo resulta que, si bien no ha conseguido construir ni 400 km de su muro de 3.000 en la frontera con Méjico, resulta que ha conseguido que ese país y Guatemala endurezcan sus políticas migratorias y baje la presión en su frontera Sur. Eso, o que los 15.000 agentes de Inmigración incorporados casi en el primer año hacen su trabajo. El programa DACA que implantó Obama ha frustrado sus deportaciones latinas y la cuestión se va normalizando; pero se ha cargado el Obamacare.

En materia económica, heredó una economía fuerte y en expansión y, aún con la que está cayendo, la ha mantenido y mejorado en varios frentes. Por aquí está también la guerra comercial con China y con la Unión Europea y los aranceles; y la evolución de la pandemia, que insufla un cúmulo de incógnitas a esta ecuación socioeconómica.

Estados Unidos se retiró del Acuerdo del Clima y, en mayo último, de la OMS (por su seguidismo de China) en plena pandemia; pero terminará volviendo. Y aunque no entró en conflicto bélico alguno -cosa inaudita en un presidente yanqui- tiene en su haber “operaciones de castigo”.

Bueno, ya habrá quien analice más y mejor el tiempo Trump.

Trump está que se va; ¿y el trumpismo?

 

Viñeta de Ricardo Martínez, en la 2 de El Mundo (09/01/2021)

 

 



[1] WASP (White, Anglo-Saxon and Protestant) es el acrónimo en inglés de «blanco, anglosajón y protestante». Se trata de un término informal, descriptivo de un grupo social cerrado de estadounidenses de elevada posición social, descendientes de británicos y de religión protestante que históricamente ha ostentado el poder social y económico en los Estados Unidos, y es asociado a los estadounidenses blancos que defienden los valores tradicionales y rechazan la influencia de cualquier etnia, nacionalidad o cultura ajena a la suya. Se emplea para referirse a los estadounidenses blancos cristianos protestantes, excluyendo judíos, católicos, negros, asiáticos, eslavos, amerindios, gitanos, italianos, turcos e hispanos.

[2] Elecciones de mitad de periodo donde se eligen los 435 escaños en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, y 33 o 34 de los 100 escaños en el Senado de los Estados Unidos. Además, 34 de los 50 estados de Estados Unidos eligen a sus gobernadores para períodos de cuatro años. Y Vermont y New Hampshire (que los eligen cada dos). También se celebran elecciones a nivel municipal (alcaldes y cargos públicos) y se pronuncian sobre iniciativas ciudadanas.

[3] Organización nacionalista, ​ ​ anticomunista, antifeminista, ​sólo para hombres, con vínculos con supremacistas blancos, que se involucra en la violencia política.

[4] Como los presidentes Adams (6º Pte; 1824), Hayes (19º; 1876), B. Harrison (23º; 1888) y George W. Bush (43º; 2000)

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