22 nov 2021

DE ESE BASTARDO DESCONOCIMIENTO DE LA REALIDAD

 

Lo repetía el maestro Iribas: “buscan ofender, no comparar; y evidencian su estulticia”. Tuve que vérmelas con el DRAE en 1986 para saber qué era aquello de la estulticia[1], que señalaba José Miguel en “La Pérgola”, aunque lo intuía.

Por cierto, comparar es una función semántica que demuestra una graduación de dos objetos o conceptos; conjuga el verbo ser y establece la superioridad, inferioridad o igualdad de dos elementos. Lo que se compara es la intensidad de cualidades, acciones o magnitudes. En toda comparación encontraremos dos elementos: cuantificadores y nexos… pero este repaso gramatical excede las premisas de este blog. Así, pues, al grano.

Llamar “‘Benidorm’ andaluz[2] a Matalascañas, Huelva, es coronarse cum laude en estulticia. Irene Asiaín lo consigue, y por partida doble: compara el enclave onubense como destino turístico con Benidorm y le suma ‘la gestión del agua’, que allí amenaza con acabar con Doñana al afectar al sistema acuífero del lugar y, especialmente, a las lagunas peridunares tan importantes en el ecosistema. Habla incluso de un “urbanismo acelerado” y señala todos los despropósitos de gestión que han sido capaces de hacer allí, sin amilanarse, hasta concluir señalando que “se están estudiando alternativas para proveer de agua a Matalascañas” porque la cosa está muy j... Pero, de momento, Irene demuestra supina ignorancia sobre turismo, urbanismo y gestión de un recurso preciado como el agua; ha colado un ‘Benidorm’ que llama la atención y ya el resto ni impoprta. Y la chica se acostará un día más sin haber averiguado nada de la realidad que la rodea…

Juan José Tellez, por su parte, al contar lo del sábado 20 en Cádiz para elDiario.es coloca bien arriba el vocerío de la Marea Blanca gaditana -“Cádiz no quiere ser Benidorm[3]- en plan estulticia supina colectiva entrando por Puerta Tierra a colación, dicen, de los problemas industriales de Cádiz y su bahía, que, en la época más reciente, comenzaron con la primera crisis del petróleo y estigmatizan Cádiz ya más de cuatro décadas. Vale que todos los empleos gaditanos no puedan venir del turismo y de la actividad transversal que conlleva, pero de ahí a vociferar la frasecita con su pretensión tiene bemoles. Minusvaloran la realidad del modelo turístico, la capacidad de generar empleo y la implicación de las industrias del sector con el territorio. En Cádiz deberían saber que el turismo es una industria que no se deslocaliza… como Airbus (mala planificación), Delphi, LTK… Oigo en la radio que “pluses tóxicos, desigualdad salarial, malas condiciones laborales, amenaza de inflación y falta de apuesta por la formación de las propias empresas” les llevan a la movilización y al grito absurdo que alude a ‘Benidorm

No saben que Benidorm genera más puestos de trabajo que población en edad laboral tienen empadronada, lo que es un plus para las poblaciones vecinas; la industria turística está imbricada en lo local, se vuelca con el territorio y la sociedad; y lucha por ella. Ya con esto, sobraría. Tal vez lancemos cuchillos en plan matices, que de todo habrá, pero es la contundente realidad.

Voy con Cádiz y luego con Matalascañas.

Lo de Cádiz es duro y no lo enmienda unas risas logradas en el Carnaval. La ciudad más antigua de Europa[4], por su posición, consiguió entrar en el comercio de Ultramar[5] y asentar una burguesía cosmopolita y adinerada desde que en 1680 se decidiera que las Flotas de Indias arribaran a Cádiz, por operatividad, convirtiéndose en cabecera del comercio indiano. Así, el Cádiz de comienzos del siglo XVIII vivió un crecimiento demográfico espectacular a través del éxito comercial que atrajo una fuerte corriente inmigratoria procedente del norte de la península y del extranjero. El puerto de Cádiz fue uno de los más importantes del mundo y gracias a é surgió una burguesía adinerada y mucho empleo. Los extranjeros hicieron de Cádiz una urbe cosmopolita en la que se asentó, también, lo mejor de la Marina española y la ciencia del momento[6], junto a un cierto desarrollo industrial que se truncó en la espiral bélica del XVIII, con y contra Inglaterra[7] y Francia y todas las desdichas posteriores que podamos imaginar.

Pero en medio de todo esto, a Cádiz debemos el nivel superior -en erudición- de la taberna: el café[8]. El café, como centro de reunión, surgió en Cádiz, y de allí se extendería al resto de España[9]. Se hicieron famosos en el siglo XVIII y comienzos del XIX, cuando Cádiz, asediada por los franceses durante la guerra de la Independencia, fue testigo de los parlamentos que alumbraron la primera Constitución española, la de 1812; ahí estaban el Café de las Cadenas, el Café del León de Oro, el Café del Ángel, el Café del Correo, el Café de Orta, llamado ‘de los Patriotas’, o el Café Apolo, llamado ‘las cortes chicas’ por la enjundia de los debates que se sostenían en su salón, al tiempo que en el oratorio de San Felipe Neri las Cortes ‘grandes’ celebraban sus sesiones.

Hasta la prensa en Cádiz vivió un tiempo de esplendor, un síntoma más del vigor de su burguesía. En Cádiz funcionaba todo por aquellos años. El esplendor gaditano lo corroboraba el político, escritor y viajero ilustrado Alexandre Louis Joseph, marqués de Laborde: “la urbe española en la que circulaba más dinero” coincidiendo, además, con la llegada del siglo XIX, una etapa gaditana de expansión comercial e industrial. En 1829 se le concede lo de puerto franco y en 1861 enlaza con el ferrocarril. Cádiz se configura como un importante centro portuario, industrial y financiero. La pujanza económica era notoria y se reflejaba, por ejemplo, en la existencia de cinco teatros, sólo por detrás de Madrid y Barcelona. Pero las independencias de las colonias americanas y asiáticas, cuyo último capítulo será la pérdida de Cuba, Filipinas y Puerto Rico en 1898, le da a Cádiz la puntilla. Lo último de aquel pasado esplendoroso fue reunir a las tropas que saldrían para la Guerra de Cuba y de ella volverán allí. En consecuencia, con el desastre del 98 y la inmediata guerra de África, Cádiz entra en una profunda depresión económica que la dejará sumida en un estado de postración que se inicia en 1900 y dura ya muchas décadas.

En mitad de la Bahía está, solitario testigo de las memorias de Cádiz, impasible y capeando temporales el arrecife de la Galeona, donde se izara el Faro de las Puercas, hoy en desuso, soporte de una estatua de la patrona gaditana, la Virgen del Rosario, contemplando desde finales del siglo XIX el ir y venir de las mareas y los pesares de una industrialización que nunca va a más y repercute en las gentes de por allí.

Era tal el problema del paro, pobreza y crisis económica general que justamente un siglo después del Decreto de Puerto Franco (1829) llega el de Zona Franca (1929) para combatir los problemas endémicos gaditanos: paro, vivienda, un puerto que no despuntaba, astilleros y tabacalera en crisis o un comercio suspirando por épocas gloriosas. Fue la idea de Ramón de Carranza para un nuevo modelo de negocio con pocos, pero exitosos, ejemplos en Europa. No solventó el problema y el proceso para que entrara a funcionar fue largo y difícil. Los estatutos se aprobaron en 1933 y la primera industria en salir adelante fue la cantera de El Berrueco, en Medina Sidonia, proveyendo la piedra y dando trabajo, penoso trabajo. Las obras de construcción de la zona franca física culminaron a mediados de los años 50, tras la Guerra Civil, y poco después se construyó la central térmica, que comenzó a funcionar en 1956, convirtiéndose “los pilones[10]” de tendido eléctrico de la red en el recuerdo de aquella iniciativa (torres de Puntales y Matagorda). Fue precisamente al final de esta década cuando empezaron a asentarse en el recinto las primeras empresas y son muchas las fábricas que se han ido desvaneciendo en Cádiz sin ni siquiera llegar a existir.

Y me lo he saltado -y no quiero olvidar- la explosión del depósito de minas en la noche del 18 de agosto de 1.947[11] que destruyó casi la mitad de la ciudad. ¿No querías caldo?; pues dos tazas.

Lo cierto es que en los años 60 y 70 del siglo XX y gracias a los astilleros, sus industrias auxiliares y al dinero que los emigrantes, muchos, aportaban, comienza un despegue de la ciudad[12] que a trancas y barrancas tiene una cierta continuidad en los años de apertura democrática, pero de inmediato llega la lucha de los astilleros -que coincide con el resurgir de los partidos políticos donde Cádiz vuelve a recuperar el talante liberal que siempre tuvo- y otras zarandajas sociales que enmascara la recuperación del Carnaval que le gana la partida a lo que durante el franquismo se llamaron, oficialmente, “Fiestas Típicas”: Y se pensó en la vertiente turística potenciando las playas gaditanas , construyendo el palacio de congresos y exposiciones y apostando por el sector servicios. Luego llega la entrada en la UE, que crea sus problemas en la Zona Franca, y comienzan las reconversiones …que no fueron la solución. Hay muchos problemas y puede que uno sea que la provincia exhibe tricefalia: Cádiz, Jerez, Algeciras; y todas  tiran para sí, en una estructura provincial muy particular.

No dudo de que el futuro de Cádiz pase por el emprendimiento, el talento y la Universidad; pero hay mucha mano de obra que colocar y la industria a convocar no sé yo si… Y la causa puede ser que -lo mantiene el profesor Ruiz Navarro- “en Cádiz no tenemos empresas, sino establecimientos industriales en los que las grandes decisiones se toman fuera”. Y eso puede ser el problema.

Y, además -resulta que-, el turismo no alcanza del rango de panacea mientras no venza la estacionalidad, como en Benidorm, lo que conlleva pérdidas: de empleo y de rentabilidad de las empresas. Sé que existe una Red de Municipios contra la Estacionalidad Turística del Litoral Andaluz y que Cádiz está en ella, pero es un trabajo de pico y pala de años y años. Y caer en gracia, por lo que ofreces.

Y mira, Matalascañas -Torre de la Higuera, la playa de Sevilla-, que es una extrapolación turística de playa de la localidad de Almonte, aparece también en esa red, para lo mismo. Y lo único que tiene en común con Benidorm es que el arqueólogo alemán Schulten anduvo por ambos entornos buscando cosas de la antigüedad y que en un momento dado se rodaron películas.  Bueno, Benidorm sigue en ello aún hoy. Y una década después de que Benidorm tuviera su primer Plan General de Ordenación Urbana (que fue el primero de España para todo un término municipal), en 1966, se presentaba el Plan de Ordenación de la urbanización de Matalascañas. que consiguió en 1968 la declaración como Centro de Interés Turístico Nacional por el Ministerio de Información y Turismo para viabilizar e impulsar un proyecto cuya ejecución se inició en 1972, cuando Benidorm ya había vencido la estacionalidad.

Diversos avatares han condicionado el desarrollo turístico almonteño en la costa y aunque Matalascañas “estaba llamada a ser una urbanización pequeña, recoleta, con muy pocas edificaciones altas, con servicios exclusivos de alto nivel en comercio y hostelería”, como escribía este mismo verano en Huelva Información Navarro Antolín, “la gallina de los huevos de oro fue reventada, el suelo fue vendido a bajos precios, la especulación irrumpió y, por lo tanto, cierto criterio de calidad quedó orillado. El conglomerado urbanístico en el que se convirtió la playa es una realidad palmaria” y sin criterio racional han hecho un uso demencial de un recurso clave como es el agua.

Y, por contra y a día de hoy, podemos hablar de Benidorm como una ciudad referente a nivel internacional en turismo y en sostenibilidad y gestión eficiente del agua: consume un 23% menos de agua con el doble de población que hace 25 años y recicla y reutiliza porcentajes altísimos, “para atender una demanda que además registra una gran variación estacional, (con 71.500 habitantes censados, la población flotante de Benidorm se puede disparar en momentos del verano hasta casi el medio millón de personas transeúntes) ha sido fundamental la disminución de las pérdidas de agua en la red de distribución, en las cuales hoy se alcanza un rendimiento del 95%, cuando en el año 1995 este dato se situaba en el 73%; esto es, las pérdidas suponían más de la cuarta parte del suministro”, como contaba Enrique Bolland en El País... y podemos reconfirmar hoy aquí. Y no quiero ya entrar en más cuestiones. El que Dinapsis Lab, de Hidraqua-Suez, esté en Benidorm ya debería enmudecer el titular con el que arrancábamos este Post.

Es un ejercicio de bastardía querer ganar un titular o vocear una consigna con malsana intención.

 


Schulten y sus investigaciones arqueológicas es lo único que tienen en común Benidorm, Cádiz y Matalascañas…

 

 

 



[1] Necedad, tontería; a lo que añado: ignorancia, necedad o estupidez de una persona. Y en el de Autoridades, Tomo III, de 1732: Locúra, boberia, necedad y falta de juício. Es voz Latina y de poco uso. Latín. Stultitia. PALOM. Mus. Pict. lib. 4. cap. 2. §. 1. Cierta espécie de estultícia, y descuido digno de grave reprehensión, es desvelarse los hombres en cultivar la hacienda que han de dexar a sus hijos. CAST. SOLORZ. Donair. Prolog. Sin más que tu agudeza, tu estultícia.

[4] Fundada en entre los siglos X y IX aC; civitas federata de gran prosperidad bajo el Imperio Romano sufre la crisis del siglo III y entra en declive pasando a manos de bizantinos, visigodos y dominio del Islam hasta Reconquista (desde 1246 en la Corona de Castilla) entrando en el mundo de la construcción naval y desde el siglo XV en la era de los Descubrimientos, enriqueciéndose en la época Colonial. De Cádiz salió la 1ª Constitución española

[5] En 1717 la exclusividad pasa al puerto de Cádiz, así como la Casa de Contratación, que se establece en Cádiz ese mismo año hasta 1768, dicho organismo interviene en todo lo que atañe a la navegación, desde inspección de barcos hasta organización de viajes o flotas, permisos, autorizaciones, licencias, cartas de navegación, titulaciones, recaudación de impuestos, etc. También tenía autoridad judicial para dirimir en casos de los pleitos que podían surgir entre navieras, violación de leyes del mar, causas civiles, comerciales o criminales. En Cádiz se desembarcaba principalmente cacao, café, azúcar, tabaco y cuero, y en menor medida lana, esparto, perfumes, tintes, etc. También se importaban metales preciosos, oro y plata en lingotes o monedas, y otros metales tales como estaño o hierro. En Cádiz se embarcaba rumbo a las Indias sobre todo vino, aceite, aceitunas, papel, jabón, carne salada, tejidos, herramientas, aperos de labranza, cera y en menor medida otros productos que a su vez venían importados de otros lugares. La burguesía gaditana, como caso único en España, la componían los grandes comerciantes, navieros, banqueros y consignatarios que mantenían un alto nivel económico en la ciudad, y en estratos más bajos, los artesanos, marineros, almaceneros y pequeños empresarios que también se benefician del comercio con América ya que toda la sociedad está vinculada unos con otros. La ciudad de Cádiz crecía de manera imparable, debido sobre todo a la actividad comercial que generaba el puerto, y también crecía la población emigrantes venida desde diversos puntos de España y de Europa, estableciéndose importantes colonias: franceses, italianos (los genoveses crearon escuela), flamencos, ingleses, irlandeses, etc.  Los burgueses y grandes comerciantes edificaban sus casas señoriales, que eran vivienda y lugar de trabajo (oficinas, almacenes), se construían barrios populares para las clases bajas y se contribuía económicamente o con mano de obra a levantar o restaurar iglesias y capillas que han llegado a nuestros días en un excelente estado de conservación en la mayoría de los casos. En 1778, durante el reinado de Carlos III, se publica el decreto sobre la libertad de puertos (Reglamento de Libre Comercio), comenzando ahí la decadencia comercial gaditana. Y en los últimos años del siglo XVIII y las primeras década del XIX, el país entra en una espiral bélica contra Inglaterra y Francia que perjudica gravemente a la ciudad.

[6] La Academia de Guardiamarinas (1717), el Real Colegio de Médicos de la Armada (1747), el Real Observatorio (1753) y la Escuela de Nobles Artes (1789; arquitectura, geometría y cálculo),

[7] Cuando la invasión napoleónica, la flota inglesa estaba en su puerto; y veníamos de Trafalgar (1805)

[8] Según la relación de gremios de 1802, existían en Cádiz 23 cafés y 29 confiterías, por no hablar de las cervecerías, que también las había, y las populares tabernas. Los cafés tenían un matiz innovador y liberal, para el historiador José María García León su papel se ha mitificado mucho porque la ‘principal’ ocupación, se decía, “era leer el periódico”. Y la mayoría de la población era analfabeta; hasta el 94% de los españoles en el año 1803. El principal atractivo del café era que los periódicos de la época se leían en voz alta. En realidad, al café se iba a tomar café, que se puso de moda, a conversar y a participar o escuchar tertulianos en tertulia y a jugar al billar, que era muy popular en la época. Y no siempre se hablaba de política, según explicó el profesor de la UCA García León.

[9] Según el catedrático Alberto Romero Ferrer

[10] Los “Pilones de Cádiz” son dos torres metálicas, una de 156 metros y otra de 160, situadas en la zona interior de la bahía de Cádiz; por ellas discurre los cables de conducción de electricidad de alta tensión. Son de diseño hiperboloide de una sola hoja y su autor fue el italiano Alberto Toscano en 1957, dicho proyecto debe su fisonomía a la escasez de acero que hubo en la época y a la imposibilidad de poder importarlo debido a las sanciones económicas que sufría el país. Comenzaron las obras a finales del año 1957 bajo la dirección del también italiano Remo Scalla. El diámetro de la base de las torres es de casi veintiún metros y en el extremo superior es de seis; son de estructura cónica. Los travesaños que coronan las torres son de diseño romboidal y tienen una longitud de unos setenta metros. La distancia entre ambas torres es de mil seiscientos metros y la altura mínima de los cables al mar es de cincuenta metros. Se accede a lo más alto de las estructuras por medio de una escalera helicoidal con más de mil cien escalones que discurre por el interior. La llamada "Torre de Puntales" se puede localizar en google maps en las coordenadas: 36°30'29.97"N 6°15'44.13"W; y la "Torre de Matagorda" en: 36°31'7.59"N  6°14'56.82"W. Se inauguraron en 1960 y 2000, con motivo de su 40ª aniversario, permanecieron iluminadas unos días. En mayo de 2007 fueron declaradas bien de interés cultural.

[12] Se construye el puente José León de Carranza que atraviesa la bahía, se mejoran las infraestructuras, se potencia el turismo, las fiestas, el Ateneo vuelve a resurgir, los círculos literarios, el Casino Gaditano, se traza la Avenida de Andalucía, entonces llamada López Pinto, se aprestan los museos, el municipal, el catedralicio, el arqueológico se amplía.

1 comentario:

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