7 jul 2011

DEL HIPERBOLOIDE DE BENIDORM


Les parecerá una chorrada; estarán hartos de verlo y, por ende, de ignorarlo, y hasta despreciarlo. Lo minusvalorarán, pero tengan muy presente que es un caso único: es el hiperboloide de Benidorm.

Reivindico para él un mayor protagonismo.

Me hizo recabar en él mi buen amigo Benito Zaragozí, geógrafo alteano de pro. Lo confieso: antes de que me explicaran lo que de verdad encerraba la estructura no había reparado en ella.

No es un absurdo soporte metálico de nada, aunque lo parezca; debería aparecer en las guías locales. Yo incluso, en una que hice, lo señalé, pero me hicieron retirar la reseña. Entono el mea culpa por no haber sido más belicoso entonces y haber comenzado a reivindicarla.

Les cuento: en la puerta de Ku Benidorm, antes Star Gardens, Mamma Mia y hasta Cap 3000, se ubica una estructura metálica virada de mecano tubo blanco, con engarces negros, coronada por el luminoso de la discoteca. En realidad no es el soporte de Ku; es una fantástica superestructura muy rara en el mundo; con escasos ejemplos en arquitectura e ingeniería por su complejidad. Es el hiperboloide de Benidorm.

A palo seco: el hiperboloide es la superficie de revolución generada por la rotación de una hipérbola alrededor de uno de sus dos ejes de simetría. Los hiperboloides suelen ser de 1 o 2 hojas. Esto es la teoría.

El desarrollo de la figura la engrandeció Vladimir Shújov, uno de los más grandes ingenieros de la vieja Europa en su búsqueda de formas orgánicas aplicadas a su trabajo de ingeniero. Frank Gehry es el máximo exponente internacional, de la corriente. En España el primero fue Antonio Gaudí (en la Sagrada Familia hay alguna estructura hiperboloidea).
Uno de los más sobresalientes arquitectos organicistas españoles fue Eduardo Torroja Miret (1899-1961; el abuelo de la que fuera cantante de Mecano, Ana Torroja); fue el nº 1 mundial de los años 50 en cuanto a diseño y ejecución de estructuras hiperboloides en hormigón (que también las hay).

La emblemática Torre de Kobe (1963; 108 m., Kobe, Japón) es un fantástico hiperboloide; la Catedral de Brasilia (1959-70, Oscar Niemeyer; 40 m de altura y 60 de diámetro) es otro sensacional hiperboloide; el Planetario McDowel (Centro de Ciencias de Saint Louis; 1963, Gyo Obata; Missouri) es otra muestra; el puente hiperbólico de Manchester (calle Corporation), el Castillo del Agua de Fedala (1957, Eduardo Torroja, Mohammedia; Marruecos),  la torre de control del aeropuerto de Barcelona (2007, Bruce Fairbanks), la Torre de la TV de Cantón (2009, 600 m. Cantón, China), o las tribunas de Hipódromo de La Zarzuela (Eduardo Torroja,Monumento Histórico-Artístico, 1980) constituyen soberbios ejemplo de hiperboloide. La lista de monumentos arquitectónicos y estructuras fascinantes es inmensa; pero no aparece el hiperboloide de Benidorm que, pese a sus escasas dimensiones, merece un reconocimiento.




El primer hiperboloide se levantó en tierras rusas en 1896, y desde entonces esa forma maravillosa de arquitectura e ingeniería llama la atención allá donde se instala. Menos en Benidorm.

Las Torres de Shújov (de los años 20) están en muy mal estado y por ser hiperboloides famosos hay movimientos internacionales para salvarlas: hay una en Moscú y otra en un lugar estepario a la vera del río Oká, afluente del Volga. No consiguieron la fama de la obra de Eiffel, pero son tan sensacionales como la parisina. Por eso ha reaccionado el mundo de la ingeniería… y del arte.

La de Benidorm no es de la “altura” de las Shújov, y de salud no andará muy bien. Merecería, al menos, que tomáramos consciencia de que no es un andamio o el soporte de un luminoso. Es el hiperboloide de Benidorm.



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