9 mar 2017

DE ESTA EUROPA DE QUITA Y PON (III)




Ayer lo dejamos, acabada la IIGM, en las comisiones. Pero, ante su ineficacia y a medio camino entre sociedades de estudios y grupos de presión (político-económicos) surgieron los seis pilares del europeísmo.

El primero fue la ya citada Unión Europea de Federalistas (UEF, 1946) que fijó su objetivo en la creación de una Asamblea Constituyente.
Churchill, en la Universidad de Zurich, el 19 de septiembre de 1946
Un segundo pilar fue británico. Winston Churchill venía de pronunciar en la Universidad de Zurich el famoso discurso (19.09.1946) en el que convocaba a formar los Estados Unidos de Europa y en donde dijo aquello de “voy a decir algo que les sorprenderá: el Partnership (asociación) de Francia y Alemania como eje”. Y sorprendió, y en cuanto volvió a Londres puso en marcha el Movimiento para la Europa Unida al que de inmediato se sumó la rama francesa de Raoul Dutry, con su Comité Heniot, que perseguía los mismos fines. Churcill puso a su yerno -Duncan Sandys (británico)- al frente y pasó a segundo plano en busca de mayor protagonismo en otros frentes, como veremos. El nuevo movimiento perseguía implantar el modelo de la Commonwealth donde no se cede soberanía y sí aspectos ejecutivos funcionales. Tal vez por eso no cosechó todos los apoyos.

Un tercer pilar fue la Liga Europea de Cooperación Económica (LECE; noviembre de 1946) que pusieron en marcha el belga Paul van Zeeland, el holandés Piet Kerstens y el polaco Józef Retinger. Se definieron como grupo de presión intelectual… Y aún sigue viva la Liga. Ahora mismo es un organismo consultivo del Consejo de Europa y del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas. Su capítulo español es de los más activos.

La Democracia Cristiana inspiró el cuarto pilar. El francés Robert Bichet lideró la reunión de Chaudfontaine (marzo de 1947) donde vieron la luz los llamados Nuevos Equipos Internacionales que a modo de Internacional Demócrata-Cristiana avalaron los aspectos sociales (y anticomunistas) del naciente europeísmo.

El quinto pilar tiene marchamo socialista. Aunque surgido en marzo de 1946, de la mano de André Philip, hasta mediados de 1947 no se deciden a sumarse al proceso como Movimiento Socialista por los Estados Unidos de Europa. Costó que abandonaran cierta connotación estalinista, pero enseguida abogaron por la aplicación del Estado del Bienestar en la Europa unida.

Y el sexto pilar lo pone Coudenhove-Kalergi con su Unión Parlamentaria Europea (junio de 1947) que celebró de inmediato su primer congreso en Gaastad (Suiza) con asistentes de Francia, Italia, Bélgica, Luxemburgo, Holanda y Grecia; pisando fuerte, sin Inglaterra.

En los seis grupos había elementos comunes, por lo que resultó fácil unirlos en París (julio de 1947) para poner en marcha el Movimiento para la Unidad Europea. Sandys, desde Londres, lideraba la operación y el 11 de noviembre Europa contaba ya con un Comité Internacional para la Unidad Europea que proyectó su primer congreso en La Haya (el trascendental Congreso de la Haya) entre el 7 y el 11 de mayo de 1948, con 800 asistentes[1], donde debatieron el modelo de unidad continental “y marcaron la creación de los Estados Unidos de Europa como objetivo común para todas las fuerzas democráticas de Europa”. Presidió el congreso Winston Churchill (británico) y liderando el proceso estaban Konrad Adenauer (Alemania), François Mitterrand (Francia), Harold McMillan (también británico), Altiero Spinelli (Italia), Pier-Henri Teigten (Francia) y Paul van Zeeland (Bélgica).

La primera realización fue la Asamblea de Europa que tenía por misión redactar una Constitución Europea… que aún colea.

Y fue Churchill (británico) el que defendió para la Asamblea el “asumir un papel activo en la lucha por la democracia, los derechos humanos, el libre mercado y los valores europeístas sin pérdida real de la autonomía de las políticas estatales”.

Después, se puso en marcha el Consejo de Europa (julio de 1949), en Londres (capital británica), con diez estados: Bélgica, Francia, Luxemburgo, Países Bajos, Reino Unido, Irlanda, Italia, Dinamarca, Noruega y Suecia. Su sede permanente se fijó en el continente, en Estrasburgo, y al poco se consiguió el Convenio Europeo de Derechos Humanos (Roma, 4.11.1950; en vigor, 3.09.1953). Esto funcionaba.

Y se vio la necesidad de crear instituciones independientes, dotadas de poderes propios, para hacer frente a las cuestiones urgentes que surgían en el plano político y económico. Tras la adhesión de la República Federal de Alemania, el francés Robert Schuman propuso la creación de una Comunidad Europea del Carbón y del Acero… y el resto de la Historia, hasta la UE actual ya, creo que, se la saben.

Pero es que hay más. En marzo de 1947, Francia y el Reino Unido firmaron el Tratado de Dunquerque de amistad y cooperación (y eminentemente anticomunista[2]) al que a los pocos días se sumaron los países del BENELUX y que daría lugar a la Unión Europea Occidental, a la que la OTAN quitó vitalidad y rango, y que se convirtió en el cordón umbilical entre el Reino Unido y la Europa Unida.

Por todo esto -relatado en tres entregas (y mucho más en otros Post)- me da tanta rabia, me entristece tanto, que lo que nos ha constado tanto, y tanto, crear -y tanto, y tanto, hacerlo funcionar- ahora nos lo quieran tirar por la borda desde la pérfida Albión en aras de otro brote nacionalista. Y -casi, casi- se puede decir que los mismos que animaron la realidad del proceso de la Europa unida, los británicos, sean ahora quienes lo intenten dinamitar.

Cierto que han sido siempre culo de mal asiento y en cuantito les quitaron protagonismo la liaron, pero… ¿qué sería de la familia europea sin su oveja negra?; todas las familias (o casi todas) la tienen.

Y no, esto no puede ser una Europa de quita y pon. Con lo que nos ha costado hacerla. No. No al Brexit, no.









[1] Organizaciones europeístas, intelectuales, empresarios, sindicalistas y observadores de los EE.UU y Canadá.
[2] Amenaza de gobiernos comunistas en Grecia y Turquía; apoyo de EE.UU. a la iniciativa. Esta parte del Tratado de Dunquerque se conoce como Tratado de Gregori.

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