5 jun 2018

DE UNA CAFÉ CON EDUCACIÓN; SOBRE EL COLEGIO INTERNACIONAL LOPE DE VEGA DE BENIDORM




Pasó a tomar café por el Meliá Benidorm Aurea González, directora del Colegio Internacional Lope de Vega, la iniciativa académica de Juan Fuster Zaragoza, don Juan, quien, como su primo Pedro, don Pedro Zaragoza Orts, también resultó ser un adelantado -y no un visionario, porque el visionario solo ve visiones- en la percepción del futuro de la Educación y creó en Benidorm un referente, una institución, como es el “Lope de Vega”.

De entrada, ya, el nivel subió. Aurea comenzó citando la Pirámide de Maslow (la jerarquía de las necesidades humanas) y contándonos que siempre estamos en pos (locución preposicional, que en este Post hay que estar al nivel de la invitada) de algo para alcanzar metas: “mi misión la he encontrado después de los 65 años”.

Bilbaína, de los inicios de los años 50, vive en Bilbao el Mayo francés con la mítica edad rebelde de los dieciocho; se siente aún, rememorando aquellos días, “joven disruptiva; porque los jóvenes son disruptivos” y “feliz de aquellos años”. Nos contó que leer “El desafío americano” de Jean-Jacques Servan-Schreiber le llevó a la Facultad de Económicas donde el análisis matemático le devolvió a la realidad y, entonces, resultó que “Quiero ser azafata”, lo que en principio la llevó a Filología Inglesa y a la Complutense, a Madrid, “hervidero soterrado de arte, filosofía, teatro, literatura y tertulias…”, “como ésta” (¿?); se refería a la nuestra, con la alegre inconsciencia de quien no sabe dónde se ha metido; y eso con la pinta de canis lupus que atesora el personal tertuliano, aunque hay alguno/a actúa de ovis orientalis aries. Nos acababa de conocer en plan tertuliano y se fiaba de personal.

De aquellos días, recuerda Aurea, que “la gente viajaba a Francia; y se traía libros y platos de Duralex”. Ilustración obligada, aquí llegados, ha de ser una referencia a la marca Duralex como muestra arqueológica por si algún millennials -o extraterrestre- llega a leer este Post.

Y nos dejó caer Aurea -también- una máxima que le acompaña: “madurar y aprender día a día de tus iguales”.

Elogió entonces a aquellos ‘PNN’ (pe-ene-ene; profesor no numerario. Esta información también es para los de la LOGSE y posteriores) “que supieron leer la necesidad de la juventud de cambiar un país” y es consciente Aurea de que “algo histórico estaba pasando y éramos los protagonistas”. Claro que, a quien no haya corrido ante los grises, aún si venir a cuento, esto que le cuento le sonará a cuento.

En Madrid, la gran pasión de Aurea, el dibujo, tuvo compensación en el Círculo de Bellas Artes donde algunos de los ‘sucedidos’, las anécdotas relatadas, quedan entre los posos del café que nos tomamos.

Tras la Universidad, entró en tierras burgalesas y: “he sido constructora; he tenido ladrillos entre mis manos”. Pero es más interesante construir el edificio cultural de los jóvenes.

Y en esas que con su marido llega de vacaciones a la Residencia del Banco de Bilbao en Villajoyosa y el sol del Mediterráneo obra el milagro en el año 78. Casi se justifica diciéndonos que “el carácter humano no es indiferente al clima”. ¡Cielos!, el determinismo geográfico … Ratzel, Haushofer, Huntington, Ellen Churchill Semple…


El caso es que, durante esas vacaciones, “una tarde, tomando un café en la plaza del Ayuntamiento de Altea, vi un autobús del Colegio Lope de Vega dejando niños y me animé a pedir una cita con don Juan”. Dos meses después le llegó la carta de contratación. Y desde el año 1979 el Colegio Lope de Vega ha formado parte de su vida.

Don Juan, nos cuenta, tuvo visión internacional y multicultural para un proyecto que diera servicio a la nueva sociedad otorgando a la formación competencia y conocimientos”.

Hablamos; es un decir. Aurea González nos dio una lección magistral sobre las argumentaciones de la Educación que me hubiera venido muy bien cuando preparaba yo mi PD: que si el transmisionismo conductista, el constructivismo y el aprendizaje significativo aderezado con la mediación educativa. Total. Estoy por tirar de archivo y repasar todo aquello que la realidad del mundo docente me animó a profundizar.

Nos dijo, creo detectar que fue en plan reproche, aquello de que “nos educaron en lo memorístico”. ¡Y a mí que me encanta no recordar nada de la lista de los Reyes godos, pero sí la mitad, aún, de aquella tabla de logaritmos neperianos; y de las constantes; senos, cosenos, tangentes, etc.! Incluso las fórmulas más recurrentes, para lo que aún hoy mi sobrina-nieta considera imprescindible recurrir a Wiki-tío; yo. Y ganas tengo de que pase el Álgebra y llegue al Cálculo y a las ecuaciones diferenciales.

Con “la inteligencia es la capacidad de aprender de la experiencia” nos volvimos a situar en la épica del Lope de Vega.

Y Aurea sabe colocar sus mensajes: “Si no voy al Lope de Vega me estoy perdiendo una oportunidad para la vida”. Y dice esto cuando relata que están certificados (primer centro en España) en el Programa de Enseñanza del pensamiento Crítico y Creativo con el mismísimo Dr. Robert Swartz, Director del National Center for Teaching Thinking de Boston, Massachusetts, a la cabeza.

Y luego nos metimos en lo de las inteligencias múltiples (Howard Gardner dixit) para llegar a sentenciar que “este país cambiará cuando la enseñanza pública sea de la máxima calidad” y olvidemos que “llevamos al alumno a la competición cuando el mundo va hacia la cooperación”.

Nos metimos en harina y repasamos las cuestiones del compromiso social del centro, de las leyes de educación, de la necesidad de un pacto -pero, sobre todo, un compromiso- por la Educación, de la religión, de la actividad, de la tecnología, de la inteligencia artificial, de las redes sociales y su disección, de las afecciones sobre la gente joven en formación.

El niño, nos dijo Aurea González con sonora autoridad, es la tierra más fértil para que crezca cualquier cosa”, con lo que nos alertaba de todo y por todo.
Aurea Gozález, con Manuel Catalán, en Los cafés del Meliá. Fotos: Mario Ayús


Y con eso nos quedamos, con el convencimiento de la bondad de la idea que dibujó y puso en marcha otra gran mente de Benidorm, en modo alguno visionario (porque eso es sólo de quienes ven visiones) y sí comprometido con el futuro de las nuevas generaciones. La idea de don Juan Fuster Zaragoza, la retomó su hijo Vicente y ya hay tercera generación implicada en el futuro. Y una directora, Aurea González, que tuvo a bien tomarse un café con nosotros y con la que mantuvimos alerta el sentido, sin la necesidad de la cafeína salvadora muchas tardes, y conocimos más y mejor un proyecto de Benidorm por el que quien más y quien menos, en diferentes grados de personalismo, ha pasado por él, o lo han hecho los suyos.


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