En abril de 2013 contaba yo que llevábamos 50 años dando la
vara con lo del Municipio Turístico, que se promovió desde Benidorm allá por
1963, y estábamos como entonces.
Sigo trabajando el tema, buscando referencias, y he dado con
las Actas de un nuevo seminario, al que no me referí entonces porque me faltaba
la constancia de su celebración, que trató -nuevamente en Benidorm- el tema en
mayo de 1980 (entre los días 26 y 29) siendo aliados de esta nueva iniciativa
un par de representantes -así se les cita, sin nombres- de los ayuntamientos de
Capdepera (Mallorca) y de Lloret de Mar (Gerona). Todos los demás, de Benidorm,
aparecen con nombres y apellidos.
Los ponentes, leo: José Ignacio de Arrillaga, José Miguel
Iribas, Mario Gaviria, José Luis González-Belenguer, José Mario Corella y Javier
Mexía. Relator destacado del mismo, Miguel Alberto Martínez Monge.
La nueva reivindicación del Municipio Turístico surgió ante
la “preocupante
disminución del turismo en España” que exigía “replantear la política de
promoción” y como aquella España de 1980 parece que no estaba por la
labor de destinar más pesetas al tema se planteó la necesidad de que “los
municipios eminentemente turísticos acometieran tales campañas para lo que las
Administraciones (central y autonómica) proveyeran los fondos necesarios para
esa promoción y para el mantenimiento de la estructura turística que a la
postre ayudaría al conjunto general del país”. La idea era peregrina, pero
sirvió para desarrollar el seminario.
Durante el mismo Arrillaga
insistía en que “el turismo es un fenómeno social y una tarea colectiva”, se
pedía la “colaboración público-privada” y la participación de “técnicos
en la materia”, aconsejando crear “servicios específicos de estudios de turismo”.
José Miguel Iribas
y Mario Gaviria, al alimón, en su
ponencia “Sociología del Municipio Turístico” daban por sentada la “existencia
de unos municipios turísticos” muy concretos en España y que “la
estacionalidad era el mayor problema”, por lo que urgían la llegada de
fondos a determinados municipios de la geografía española que “debían
mantener los atractivos turísticos en temporada baja, lo que implicaba la
limpieza de calles, el cuidado de zonas verdes, la iluminación de viales y
otras dedicaciones que exceden el presupuesto habitual”. Además,
animaban a “crear nuevas opciones de ocio, deporte y cultura”, “mejorar
la promoción” y “planificar políticas laborales encaminadas a
minorar la estacionalidad del sector turístico”.
Este último punto era genial en el tratamiento de los años
80. Las vacaciones no sólo debían ser en verano; había que buscar alternativas
en otros momentos del año y los empleos debían permitir acceder a ellas.
En el listado de peticiones al gobierno de la nación estaban
“las
ayudas crediticias y desgravaciones fiscales a las empresas que permanezcan
abiertas todo el año en los destinos turísticos”, así como “una
política energética favorable al sector turístico”. Y, por supuesto, que
“se
reconozca la tremenda incidencia del sector turístico sobre los demás sectores
económicos y que, en consecuencia, se acometan las acciones oportunas para
conseguir revertir la estacionalidad”.
Como el Anteproyecto de la Ley del Turismo se estaba
tramitando por aquellos días, pedían que fueran tenidas en cuenta sus
propuestas sobre el Municipio Turístico y su financiación.
A este respecto piden tácitamente esta cuestión bajo una
propuesta concreta que señala “que aceptando como un hecho incuestionable
la existencia de municipios turísticos o eminentemente turísticos, se insta
ante organismo competentes la inmediata puesta en marcha de los trabajos sociológicos
pertinentes, con la participación de todos los sectores implicados, a fin de delimitar
el grado turístico de cada uno de ellos y que en base a esos estudios y
realidades se confeccione una ley que contemple la integración de esos
municipios y se les surta de los elementos y medios necesarios para solucionar
la problemática municipal que el turismo genera”.
Para ir agilizando las necesidades infraestructurales, se
planteó en el seminario benidormense que el MOPU subvencionase gran parte de
las obras necesarias y proporcionara créditos a largo plazo y mínimo interés
que, al finalizar las mismas, con unas tarifas adecuadas, los ayuntamientos pudieran
amortizar las inversiones realizadas y mantener el servicio. Se trataba de
obras de suministro de agua, depuración, residuos, reciclaje, etc.
Con el arquitecto González-Belenguer,
Iribas y Gaviria piden que los municipios turísticos sean vanguardistas y valientes:
“que
recuperen espacios urbanos y reduzcan el tráfico rodado dando protagonismo al peatón
y mejorando la cuestión medioambiental”. Y fueron transgresores: apostaron por que “los municipios turísticos ejerzan
en toda su amplitud las competencias urbanísticas en todo el término municipal”,
que “reclamen
competencias en la zona marítimo-terrestre”, que “se derogue al Ley de Costas, la
Ley de Agua y la de Zonas de Interés Turístico y sus reglamentos”. Y,
ya puestos, “que se derogue el Decreto
sobre condiciones mínimas de infraestructura de alojamientos turísticos”.
La bomba final que se pidió en aquellas jornadas
reivindicativas del Municipio Turístico en Benidorm fue la de “solicitar
la inmediata tipificación de la figura del delito urbanístico en el Código
Penal” y la “coordinación de las Administraciones en
cuanto a planes comarcales y provinciales” porque terminan afectando al
auténtico municipio turístico. Todos pueden optar al turismo, pero eminentemente
turísticos habría (hay) muy pocos.
Ante el ordenamiento jurídico, las juristas de Corella y Mexía proponían que la legislación de Régimen Local debiera atender
a estos municipios con un tratamiento legislativo propio y regulado, atendiendo
a la descompensación estacional de la prestación de servicios, el sobredimensionamiento
de sus redes y las dificultades de gestión de los servicios, para lo que “deberán
desarrollar una carta orgánica económica que recoja sus peculiaridades
acomodando la gestión de los servicios y la participación municipal en la
gestión de los impuestos indirectos teniendo en cuenta las mayores necesidades
de estos municipios”.
Fueron valientes, muy valientes. Y aquellas Actas viajaron a
Madrid… y estuvieron en la comisión del Anteproyecto de la Ley del Turismo…
pero en Madrid se quedaron… y las competencias de Turismo volaron a las
Comunidades Autónomas…
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