2 abr 2021

POR EL ISTMO DE SUEZ (I)

  

Lo del MV Ever Given en el Canal de Suez de la semana pasada me ha provocado una mirada atrás sobre esta infraestructura que para los egipcios es básica y fundamental… y que hasta les saca su vena más nacionalista.

Hasta donde yo voy a llegar -y voy a transitar esta historia hasta, al menos, Evelyn Baring (que a pesar del nombre -Evelyn- era varón y conde de Cromer)-, esto de un canal navegable entre mares es una quimera egipciaca desde, por lo menos, el siglo XIX… ¡antes de Cristo!, que no se materializará “de forma permanente” hasta el siglo XIX, después de Cristo.

Desde que el delta tuvo vida y actividad entró esa conectividad entre mares en los parámetros de todo pueblo que hasta allí se llegara. Lo de conectar el Mediterráneo con el Océano Índico a través del Golfo de Suez y el Mar Rojo ha sido una constante identitaria que inició un tal Senusert II/Sesostris II, cuarto faraón de la Dinastía XII, alrededor del 1880 aC.

El Neylos de los griegos, el Nilo, baja desde la región de los Grandes Lagos africanos, desde Burundi, siempre hacia el Norte hasta desvanecerse en el Mediterráneo. En el Nilo hay dos partes principales: las fuentes y el Delta.

Este río es el heredero del Eonilo que fluyó en el Mioceno y sucumbió en la crisis salina de Messiniense, cuando el Mediterráneo casi se evaporó (hace +/- 5’5 millones de años). Tras aquel episodio, el entorno del Macizo Etíope se agrieta y por alguna de aquellas grietas surge el nuevo río cuyas fuentes resultaron ser otra quimera por el entramado hídrico que sustenta su origen. Agatárquidas de Cnido relató la aventura de la expedición que envió Tolomeo II (285-246 aC) en su búsqueda… aunque será un jesuita español, misionero por Etiopía en 1618, Pedro Páez Jaramillo, el que ‘descubra’ las fuentes del Nilo. Tal vez algunos me podrán por aquí lo del ‘Dr. Livingston, supongo’, pero no: Pedro Páez y punto… aunque aún hoy tenemos dudas puntillosas sobre el nacimiento del Nilo que, al final, me lo ubican en el río Kagera, principal tributario del Lago Victoria, que se forma de las aguas del Nyabarongo (que nace en las inmediaciones del lago Tanganica) y del Ruvubu que nos lleva al norte de Burundi (donde quería yo llegar para situarlas).

Vamos, un río largo, pero largo-largo, de más de 6.800 kilómetros (drena una cuenca de 3’4 millones de kilómetros cuadrados; el 10% del continente africano), que fue capaz de alumbrar una civilización -la egipcia- más que un país: Egipto, al que costó dar forma y sentido. Las pocas tierras inundables y fértiles por el limo transportado en las avenidas del Nilo posibilitaron una forma y estilo de vida en torno a él. El resto eran desheret (tierras rojas, desierto), yermas e infecundas que han dado nombre a un bioma de clima árido y condiciones extremas.

El Nilo era venerado: tenía un dios propio, Hapi. Y Hapi les proporcionaba inundación anual, agua, pesca, zonas lacustres con papiro, avifauna, agricultura y un vector de transporte: realidad física con vertiente mitológica representada por la figura de un hombre desnudo, barbudo y barrigón, con pechos nutricios de mujer, que marcaba la vida y los ritmos de la franja irrigada; que se llegaba hasta el Mediterráneo, abriéndose en un fértil y muy poblado delta formado durante milenios, que es la clave (lateral) de esta historia.

El delta del Nilo es la región más importante de aquel territorio y es por dónde arrancamos la historia de este canal. El delta era conocido como Ta-Mehu, ‘la tierra del papiro’, y los geógrafos griegos lo contaron todo de él. Dividido en nomos, gobernados por nomarcas -gobernador con un poder casi similar al del faraón en muchas etapas del Imperio-, el delta que nos ocupa estuvo surcado por hasta siete brazos del río Nilo (de W a E: Canopic, Bolbitina, Sebenítico, Phatnitico, Mendesio, Tánico y Pelusíaco), de los que ahora solo perduran dos (el paso del tiempo y la presa de Asuán han hecho su mella): el brazo Bolbitina, que ahora llamamos Rosetta; y el Phatnitico, que llamamos Damietta.

Y a lo que íbamos: conseguir un camino fluvial y navegable entre el Mediterráneo y el Índico, a través de Mar Rojo, que era la quimera de los egipcios.

Como señalamos, Senusert II/Sesostris II fue el primero -que tengamos noticias- que se empeñó, desde el oasis de El Fallum, en desarrollar un sistema de irrigación en torno al lago Birket Qarum con una triple finalidad: irrigación, navegación y defensa. Necao II o Ramsés I también abrieron sus canales para llegar al Mar Rojo.

Se habla del canal de los faraones (varios) como un sistema de canales que arrancan con el viejo canal de Sesostris y suma tramos y estructuras como el Canal de los Antiguos, el Canal de Necao -que continuó el persa Darío a través de los lagos de Timsah y Amers (Grandes Lagos Amargos) cuando Egipto fue una satrapía más de su imperio, por lo que se le llama Canal de Darío-; el Canal de Ptolomeo, el Canal de Trajano -porque los romanos entendieron la idoneidad de la vía y potenciaron los puertos del mar Rojo como el de Cleopatris/Arsinoe-, el Canal del Emir de los Creyentes -cuando los árabes lo arreglaron porque creyeron en su utilidad-, el Canal de al-akam o el Canal de la Perla- cuya referencia escrita más antigua es del siglo VI aC y la más moderna, del siglo VIII dC, cuando la arena los ciega y ya no son capaces de volverlos a recuperar… hasta que Lesseps decide imitarles pero por el istmo de Suez.

En azul, los brazos navegables del Nilo; en rojo, los canales excavados


Pero no adelantemos acontecimientos y marquemos una línea del tiempo.

Comenzaremos cuando el Egipto irrigado por el Nilo se convierte en provincia romana -que se quedará en el Imperio Romano de Oriente- y se empeñan en llevar hasta allí su política de obras públicas que tan bien les vendrán a los persas cuando dominen el territorio (618). Y, por supuesto, cuando la expansión del islam, que irrumpe en el 634. El territorio que nos ocupa pasará a depender entonces del califa de Damasco. Y por allí pasarán omeyas, fatimíes, abasíes y mamelucos, hasta que en el siglo XVI por allí se asienta el imperio otomano (1517) cuyo sultán les permitirá una brevísima etapa de autogobierno (1766) que dilapidan en tan sólo una década de inoperancia. Desde Istambul no quieren perder mucho el tiempo con el país del Nilo, lo que posibilita la influencia, primero, de Gran Bretaña (a partir de 1775) -que estaba empeñada en Sudán y organizaba un camino hacia sus dominios en la India- y, luego, de Francia (1798), cuando Napoleón Bonaparte puso a su ejército en las ardientes arenas, con el visto bueno de los otomanos, que no querían dejar de señalar que aquello, en el fondo, era suyo.

El iniciarse el XIX entramos en la etapa del ‘Egipto Colonial’ que transforma la agricultura -algodón, arroz y caña de azúcar- y les inicia en lo que podemos llamar una etapa proto-industrial (a partir de la caña de azúcar y una elemental industria textil sobre la base del algodón). Y como el textil lo dominaban desde Inglaterra, a partir de 1838 será el Reino Unido de la Gran Bretaña el haga y deshaga en la zona por sus “buenas” relaciones con los otomanos y el control que hace de la Rusia zarista. Con Londres tomando las riendas del territorio llegará el primer ferrocarril Alejandría-El Cairo (1856) y se iniciará la búsqueda del camino para llegar al mar Rojo como etapa hacia la meta de acercar la India Británica, la joya de la Corona, a Londres. La Honourable East India Company, bendecida con Carta Real desde 1600, había conseguido controlar por aquellos días el 50% del comercio mundial y llegó a ostentar (1858) la soberanía territorial de la India; entonces la cedió a la Corona.

Para ir a la India había que darle la vuelta a África en barco o utilizar los ferrocarriles europeos (Francia-Suiza-Italia) para embarcar en Brindisi hasta Alejandría, llegar a El Cairo y desde allí una salida a algún puerto del Golfo de Suez para embarcarse de nuevo hacia la india. Se hacía tanto este itinerario que se bautizó como Indian Mail y lo seguían funcionarios, militares y los primeros tourists. ¿Y si consiguiéramos llegar sin bajarnos del barco? Ahí estaba la clave del Canal de Suez. ¿Y si pudiéramos transportar mercancías por él?

Esto estaba en la mente de los británicos. Pero los franceses también jugaban la partida, tenían la misma idea y habían sido los primeros en poner un pie militar en Egipto (cosas de Napoleón) y -dice la leyenda que- dispararle a la nariz de la esfinge de Giza… olvidando que ya Frederic Lewis Norden la dibujará (1737) con la nariz en el estado actual (ausente). Y Francia estaba por un canal por el istmo de Suez, pero los  hermanos Lepère (Jacques-Marie y Gratien; ingeniero y topógrafo, que habían participado en la Campaña de Egipto) erraron un cálculo: obtuvieron una diferencia de nivel de agua de 9 metros entre ambos mares (y a favor del Rojo, en 1799). Esto, sólo hacía viable un canal con exclusas, lo que complicaba y encarecía la construcción de la infraestructura, pues sólo en el tramos sur la base es rocosa (desértica en el medio y pantanosa en el norte).


En 1847 el ingeniero civil y topógrafo Paul Adrien Bourdaloue, a petición de Lilant de Bellefonds, realizó la nivelación del área del delta y descubrió el error de los Lepère. La diferencia era de sólo 94 centímetros y el canal era viable: los lagos regularían los caudales. A partir de ahí, le encargaron a Bourdaloue la nivelación general de la Francia continental (saber a qué altura está cada punto del país; lo que veíamos antes en las estaciones de ferrocarril y hoy lo hacemos en el smartphone con una App).

El caso es que a pesar del dominio británico del concepto Egipto, el equipo  de confianza del jedive Mehmet Alí (1769-1849) era francés. Alí era un albanés otomanizado, nacido en Macedonia, que -cosas del destino-, resulta ser fundador del Egipto moderno. La dinastía que instauró aguantó hasta 1952, cuando el golpe de Naguib y Nasser al rey Faruk. Y con Mehmet Alí entran en esta historia los Lesseps: el padre, Mathieu, como Comisario General de Francia en Egipto; el hijo, Ferdinand Marie, por haber sido preceptor de Mehmet Said, hijo de Mehmet Alí. Por eso, cuando Ferdinand se plantó con la idea del canal, la aceptaron. Pero eso es otra historia que dejamos para mañana.

Pero antes de dejarlo por hoy me gustaría meter a España en la ecuación del canal. ¡Con calzador, sí; pero meterla! Pasión gitana, sangre española y el mundo en una caracola, si quieren. La abuela de Ferdinand era española: la malagueña Antonia Gallegos Delgado. Y en la Comisión Internacional del Canal de Suez, la que consignó la viabilidad estuvo el ingeniero civil valentino (de Valencia de Alcántara, Cáceres) don Cipriano-Segundo Montesino y Estrada. El informe de la Comisión es de gozosa lectura; lo recomiendo.

Ahí se quedan con esto, que mañana andaremos de puyitas franco-británicas por conseguir el canal. ¿Pero esto no iba de egipcios?

 

 

PD.- El MV Ever Given aún sigue en el Canal, en el Gran Lago Amargo; aún no ha salido al Mediterráneo. El lío, ahora, es a ver quién corre con la factura del retraso; el atasco es aún “minino”. Egipto vive del canal…



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