29 may 2021

DE LA AMISTAD DE MARRUECOS… Y LA INVISIBILIDAD ESPAÑOLA

Bajaba en el asiento de atrás escuchando la radio y en el trayecto he llegado a esta reflexión… 

Y cuentan los cronicones que el rey Fernando III murió “hacia la medianoche del jueves 30 de mayo de 1252 en el alcázar sevillano”. Y por cosas del siglo XVII, hoy, 29 de mayo de 2021, celebramos y mañana, 30 de mayo, conmemoramos a Fernando III El Santo como Día de las Fuerzas Armadas españolas. 

Y hoy debería ser un día muy especial. Un sencillito acto castrense en la Plaza de la Lealdad -hermosa palabra; sentimiento de respeto y fidelidad- con homenaje a los caídos, paso de la patrulla Águila y breve desfile de una fuerza terrestre representativa de los 3 Ejércitos y la Guardia Civil fue retransmitido por La 1 de TVE con la tradicional desidia y la truculenta realización del acto. 

Sonaba lejano lo de “Lo demandó el honor y obedecieron, lo requirió el deber y lo acataron… No quisieron servir a otra Bandera, no quisieron andar otro camino, no supieron vivir de otra manera”. Y rotundo el pasaje central de la canción “La muerte no es el final” –“Cuando la pena nos alcanza por un compañero perdido, cuando el adiós dolorido busca en la Fe su esperanza. En Tu palabra confiamos con la certeza que Tú ya le has devuelto a la vida, ya le has llevado a la luz”- que desde 1981 honra a los caídos, en especial de las Fuerzas Armadas. 

Pero a lo que me ha traído hoy aquí, que es otra cuestión castrense. 

 Del 7 al 18 del inminente mes de junio se van a celebrar en Marruecos las maniobras African Lion 21. Participan tropas de Marruecos, Estados Unidos, Túnez, Senegal, Reino Unido, Canadá y Brasil. También participarán países observadores como Chad, Burkina Faso, Níger, Nigeria, Dinamarca, Malta y Portugal. España no acude; el año pasado, el Covid suspendió estas maniobras en las que sí participábamos… y este año… resulta que, decidió España ‘hace varios meses’ no acudir y que ‘no ha tenido nada que ver’ que estemos en plena crisis diplomática con el primo del Sur (primo, por lo de hacer el primo siempre con ellos), tras el episodio de la avalancha de migrantes en Ceuta y la acogida en un hospital de Logroño del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali. En fin: que, ya saben, “lo decidieron hace varios meses y no tiene nada que ver”. ¡Claro que sí! 

Y nosotros, con Ghali en Logroño, no somos el dolor de cabeza alauita. 

La espada de Damocles está a días vista a través de una sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) sobre una cuestión comercial que puede rebotar y hacer añicos su estrategia para el reconocimiento a nivel internacional de su soberanía sobre el Sáhara Occidental. La Corte de Luxemburgo tendrá que determinar si la UE conculcó la ley al incluir los productos procedentes de los territorios ocupados en el acuerdo de asociación con Marruecos. Esto una patatita incandescente salida de Nyiragongo congoleño o del Etna siciliano: asuntillo de índole económico que puede resultar una carga de profundidad. 

Y Marruecos mira y suspira al amigo norteamericano. 

 Lo de las relaciones USA-Marruecos es de Freud; más bien de frenopático. A pesar de las evidencias de mala praxis alauita, cuando menos EE.UU., que siempre apoya al sultancete, nos ha pedido a nosotros, España, que trabajemos al alimón con los marroquíes para llegar a una solución. Y ya está bien. 

Vale que en 1777 el sultán Mohamed III fue el primer gobernante que reconoció a los EE. UU. como nación independiente, pero… ya me contarás lo que eso podía suponer para la nueva nación el que un trocito del norte de África les reconociera cuando el pescado se vendía entre París y Londres. Vale que Washington y Rabat están unidas desde 1786 por un tratado de amistad, el más antiguo y duradero de los que mantienen los Estados Unidos, pero esto es de cine francés de autor. 

Por cierto, el tal Mohamed III –‘el reconocedor’- se nos hizo famoso por aquí porque intentó tomar Melilla . Y fracasó. En su país lo estudian porque, además, compró y liberó (1766) a los últimos esclavos musulmanes que quedaban en España, en las ciudades de Barcelona, Sevilla y Cádiz (¡cómo éramos!). 

La pieza histórica del Sitio de Melilla quiero sacarla hoy a pasear porque permanece bastante arrinconada en la historia de nuestro país, España; que lo olvida todo. 

Fue en tiempos de Carlos III. Ante los movimientos en la frontera (más o menos como ahora mismo) se preparó la defensa las plazas de Ceuta y Orán (que menudas antenas teníamos por allí; como ahora). Pero ‘el reconocedor’ Mohamed III convenció a mercenarios argelinos de atacar conjuntamente la plaza de Melilla, que aunque se lo esperaba estaba más desguarnecida. Gran Bretaña (que hoy nos tiene en el ámbar semafórico) le vendió al sultancete la mejor artillería del momento; y hasta le puso los artilleros (porque ellos no eran capaces de operar aquellos cañones). 

En cien días de asedio cayeron sobre Melilla 12.000 proyectiles, pero la guarnición resistió -cueva viene, cueva va- al mando del brigadier Juan Sherlock quien, tras la interceptación por la flota del almirante Barceló de un convoy británico de abastecimiento de munición el 18 de marzo, salió a campo abierto al frente de sus tropas y desarboló a marroquíes y argelinos. 

En la parte vieja de Melilla, en la Cuesta de la Florentina, camino de los túneles, una gran roca del Gurugú recuerda a los defensores de la plaza: “In memoriam del mariscal de campo don Juan Sherlock…”. 

Elemental querido Watson y amables lectores; honrar la memoria de los que defendieron la plaza y dieron su vida por España. El conde de Floridablanca firmó el acuerdo de paz y comercio con el Marruecos de 1780… y todo quedó en nada. Y muy irlandés don Juan Sherlock murió, en 1794, en Sanlúcar de Barrameda, como gobernador militar.
Y a lo que iba. 

Marruecos ha vendido muy bien su reconocimiento a la República de los Estados Unidos de Norteamérica. España ha vendido muy mal su pasado americano en general y norteamericano en particular. Y ahora está el alauita muy nervioso.

Ilustrando, que es gerundio: España ayudó a las Trece Colonias con dinero, armas, munición, pertrechos, vestuario y tropas en los campos de batalla. 

Elizabeth Wise, regent (presidenta) del Capítulo Español de las Hijas de la Revolución Americana (DAR, Daughters of the American Revolution), ya contó en 2017 que “George Washington, pidió la ayuda española, porque solo con el apoyo de Francia -cinco mil soldados equipados y pertrechados, pero a los que había que pagar- no podía haber ganado la guerra”. Pero, oiga: Marruecos es Marruecos. Y yo no lo entiendo. 

Entrar en guerra contra Inglaterra por las Trece Colonias tenía su aquel para la España de Carlos III. Francia no perdía nada; pero nosotros estábamos muy expuestos. No obstante, al lío; pero con cuidado. Darle pal pelo a Inglaterra era una cosa que pedía el cuerpo (Gibraltar y Mahón ); y otra, muy distinta, que el espíritu republicano e independentista de las colonias se saliera de madre e impregnara nuestras posesiones por aquel continente. Pero aún así, ¡a por ellos! 

Comenzamos la ayuda posibilitando que los navíos americanos que hostigaban a los ingleses pudieran encontrar refugio en los puertos españoles del Golfo de México y del Mississippi. Luego estaba la parte financiera: Diego María de Gardoqui canalizó la ayuda económica y en reconocimiento acompañó a Washington, a su derecha, en el desfile del final de la contienda. Y se quedó como primer embajador ante la nueva república. 

Como la burocracia española es única, lo tenemos todo apuntado y por eso sabemos -por Pedro Pablo Abarca de Bolea y Ximénez de Urrea, Conde de Aranda, ministro y Embajador del rey Carlos III- toda la ayuda material oficial, muy considerable para la época, prestada: 30.000 mosquetes y bayonetas, 512.314 cajas de munición, 251 cañones, 300.000 libras de pólvora, 12.868 granadas, 30.000 uniformes y 4.000 tiendas de campaña; además de medicamentos, comida y “material de campaña diverso” (que vaya usted a saber lo que podía ser). Ah, y el apoyo adicional de más de 11.000 soldados. Y repito, los franceses sólo pusieron 5.000 soldados (ya venían de una guerra por allí mismo). 

Por cierto, el ejército rebelde de Horatio Gates y Benedict Arnoldt, que ganó la batalla de Saratoga (el general británico John Burgoyne rindió sus tropas… y terminó sus días de dramaturgo de cierto éxito), en 1777, estaba íntegramente equipado con el material español. 

La apertura de un segundo frente de batalla por el Sur, a cargo de Bernardo de Gálvez, debilitó militarmente la posición británica en el continente americano, y resultó vital desde el punto de vista estratégico para el inicio de las victorias de George Washington. Gálvez, gobernador de la Luisiana, entró en acción y (a pesar de la epidemia de paludismo) tomó a asalto los fuertes británicos de Bute (en Manchac), Baton Rouge, Panmura (Natchez) y Charlotte (entrada a Mobile); y posibilitó el ataque y victoria en Pensacola tras burlar el fuerte de Barrancas Coloradas, como ya hemos contado en este Blog.
Miles de españoles, especialmente los ‘vasallos libres de América” (Texas, Arizona, Colorado y Nuevo México), contribuyeron con 1 peso (nativos y mestizos) o 2 pesos (los españoles) a sostener “con vigor y decoro” la guerra contra Inglaterra. Y más de 6 millones de pesos entregó Gardoqui a Washington, que sirvieron hasta para pagar a las tropas francesas (en la batalla de Yorktown) y a la flota de De Grasse (que bloqueó la salida de las tropas del marqués de Cornwallis). Luego, por el Tratado Pickney (San Lorenzo de El Escorial, 27.10.1795) fijamos amistad, fronteras y límites de navegación. La Piedra Ellicott (10.04.1799) es el único recuerdo del Paralelo 31 que marcó la frontera entre el Reino de España y la República de los Estados Unidos de Norteamérica entre el río Misisipi, hacia el este, y el río Chattahoochee. La piedra se encuentra en el Parque Histórico Ellicott Stone, a quilómetro y medio de Bucks, Alabama, cerca del río Mobile. En el lado norte figura la inscripción “U.S. Lat. 31, 1799” y en el lado sur “Dominio De S.M. Carlos IV, Lat. 31, 1799”.
En el Capitolio de los Estados Unidos hay, en lugar preferente de la Sala de Honor de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado norteamericano, un retrato de Bernardo de Gálvez ; no he visto yo por allí retrato de marroquí alguno; aunque debo reconocer que, en el caso de Gálvez, su retrato tardó el colgarse 231 años, haciéndose efectiva, finalmente, la Resolución del Congreso de los Estados Unidos de 1783; pero ya está. Como en Florida, el 8 de mayo es el Día de Gálvez.
Y no me puedo olvidar de los Farragut. Jorge, nacido en Menorca durante la dominación británica de la isla, que terminó navegando entre La Habana y Nueva Orleans. Se unió a los revolucionarios de las Treces Colonias y sirvió como teniente en la Marina de Guerra de Carolina del Sur. Su hijo David llegó a almirante y la marina de los Estados Unidos alista un barco con el nombre ‘USS Farragut’. Y también he contado en este blog la ceremonia frente a Ciutadella de unidades de la VI Flota en la noche de San Juan. Y con todo sigo sin entender esa extraña relación de amor entre la República de los Estados Unidos y el reino dictatorial de Marruecos. Y cuando algo entiendo, me da que pensar. Es que lo vendemos todo muy mal.

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