24 oct 2021

A PROPÓSITO DE LA ESCORRENTÍA URBANA

 

 

El otro día llovió en Benidorm… Sí, este esquivo hidrometeoro, en ocasiones se manifiesta y hasta llega a conseguir tintes de noticia. Que llueva nos llena de satisfacción ante la peregrina costumbre adquirida de beber, asearnos, cocinar y otras varias cuestiones del mundo civilizado y tal y cual.

Y leyendo lo de la lluvia en Benidorm de la semana pasada en la web y redes sociales -no estaba aquí para disfrutar la lluvia- me acordé del artículo “El devorador de arroces” y el cuentecillo -que ya hemos reflejado en este blog- de las cuatro gotas que cayeron aquel día en Alicante y de los problemas consecutivos que op0casionaron a la concurrencia tertuliana de nivel por la búsqueda del instrumento para guarecerse de la lluvia y mantener el movimiento -el paraguas- ,así como otras cuestiones sobre su uso, utilidad y manejo que determinó aquella frase ‘Alicante es la Casa de Primavera’, dicho en inmisericorde tono de coña; todo un detalle, don Wenceslao.

Bueno, pues, como decía: mediado el mes se reflejó, con alarde tipográfico y apagados destellos de pseudoironía de cronistas de pacotilla, que cayeron cuatro gotas (o treinta y dos; que no daba tiempo a contarlas en tan poco tiempo [15’2 litros/m2 en tan solo una hora]) y más de uno/una salió a la palestra con aquello de que “no funcionaron” los sistemas de evacuación de pluviales por la sencilla razón de que el agua discurría en superficie a modo “de ríos tempestuosos”. Y, claro, profusión de imágenes por aquí y por allá en Redes Sociales y recordatorios onomástico-familiares al responsable (político) de turno y del ramo, evidenciando que al escribiente/a la neurona le naufragaba en la procelosa riada; tanto, tanto, como en la vida real que es mucho más seca.

Aquí, en este post, no va uno de bengador gusticiero (¡gracias Forges!, por aquel auto sacramental filmado en la toledana Borox), pero sí que sería interesante que hagamos bailar la nuestra (la neurona, claro) al ritmo de la lluvia (que yo prefiero la versión de Sylvie Vartan a la de los HH, sin menospreciar la de los Sleepers que va más acorde con la original de The Cascades) y de la escorrentía urbana y dejemos escrito por aquí lo que pensamos de los de allá.

Ya de por sí, el apellido de la escorrentía, “urbana”, identifica el agua en superficie que no discurre sobre suelo natural humectable; lo hace sobre uno artificial e impermeabilizado. Y a partir de aquí ya sobraría todo este post, como sobraron opiniones sobre la misma evidenciando que alguno/a aún lleva boina enroscada hasta las orejas; y capada.

En la ciudades y áreas urbanas nos ha dado, mire usted, por sustituir el suelo natural por superficies impermeables. Y esto lo hemos hecho, más que nada, para que cuando llueva no se nos forme un barrizal y se nos líe una gorda por aquello de los charcos y el andar chapoteando, cruzar los barrizales en que se convierten las calles, meter el barro en casa a través de zapatos y ropa, dejar aquello lleno de surcos de rodadura, tener los vehículos para llevarlos al lavadero, etc., etc., y otras zarandajas que nos hemos ido añadiendo en el proceso de civilización y confortabilidad. Es que somos… ¡Con lo que bien que se vivía el medievo!

Puede que incluso se viviera, no digo que no; hemos llegado hasta aquí superando calamidades, pero todo era un asquito. Y eso que, bastante antes, a algunas civilizaciones antiguas les dio por pavimentar sus calles (impermeabilizarlas), con lo que el agua de lluvia discurría cuesta abajo. Eran listos aquellos antiguos e imprimían pendientes para ello. Incluso diseñaron sistemas de evacuación por el subsuelo. Seguro que más de uno estará pensando en Roma; pero ye me he ido incluso más atrás porque, sin desmerecer, los romanos, por ejemplo, en esto copiaron de los etruscos[1], oiga. El que el agua pudiera discurrir por calles empedradas o pavimentadas originó el diseño de una estructura más alta que el nivel del pavimento de la calle, las aceras, que permitía que esos laterales estuvieran secos y sirvieran, además, para transitar a golpe de calceus y para encauzar el posible caudal que correría por la calzada. También idearon pasos (a nivel de acera; y ahora nos quejamos de los “guardias tumbaos”) para cruzar de una acera a otra que, a su vez, podían ser atravesados sin problemas por los sistemas de carros. Es más, imitando las madrigueras de los conejos -y por eso se les llamó cunículi- diseñaron las primeras galerías subterráneas para estos y otros cometidos. Al hilo de todo esto, contrales que le han colocado un medallón como un piano a un tal Lucio Tarquinio Prisco por su sistema que sirvió más para avenar las tierras que para el cometido sanitario que luego le hemos otorgado; pero eso es otra historia… de saneamiento.

Pero volvamos a las lluvias octubre en Benidorm y el caso que nos trae con el agua de escorrentía urbana.

Resulta que nos da por poner asfalto o cemento en los suelos en lugar de permitir que el agua de lluvia se infiltre en el terreno como es su natural quehacer. Entonces, se nos queda o discurre en superficie buscando siempre un lugar más bajo donde embalsarse o desaguar o evaporarse (je, je). Y también es verdad que si esto hacemos -impermeabilizar-, entonces cortamos aportes naturales al subsuelo de cara a otra importante cuestión como lo del nivel freático… y hasta podemos vernos ante problemas de inundaciones superficiales. Todo tiene pros y contras.

En un suelo natural, y esto depende de muchos factores, al capítulo escorrentía puede ir a parar del orden de un 10% de la precipitación; y agua abajo va. Y en un suelo que esté impermeabilizado resulta que el agua irá cuesta abajo y sin frenos, sin infiltración en el subsuelo. En el primer caso la cosa se complica con lo de tener en cuenta el nivel de saturación del terreno en cuestión; y a partir de ahí ya va el agua, a pajera abierta, buscando su meta. En una superficie impermeabilizada resulta que el agua no percola y toda la que no pueda tragar el sistema de evacuación y drenaje de pluviales tiene que ir a alguna parte: y esa es la que conforma el capítulo escorrentía urbana.

De cajón, ¿no? Pues parece que no, a la vista de los comentarios en Redes Sociales el día de autos lluviosos de octubre donde hay una cantidad de personajes que no lo tienen tan claro.

Es que hay tantos factores que entran en esta ecuación del agua de lluvia en las ciudades que les doy, por magnanimidad, el minibeneficio de la duda. Puede quedar afectada la cuestión por el mantenimiento de la red de pluviales y su citada capacidad -es que funcionan por gravedad-, atendiendo, además, al criterio de diseño de redes y a la vista de ciertos parámetros que van desde la velocidad de deposición (por sólidos arrastrados; es que hay que tener siempre limpias las ciudades y eso se consigue también ensuciando menos), a diámetros de conducciones y pendientes, sin olvidar tener muy, pero que muy, en cuenta -¡atención al detallazo!- la duración de los eventos de lluvia, los volúmenes de precipitación y tiempo entre ellos. Por lo general, estamos hablando de caudales altos de ocurrencia episódica en nuestro particular emplazamiento.

En todo esto hay detalles geniales. A saber: en ciudades con precipitaciones medias superiores a los 1.000 mm al año, que no es el caso de Benidorm ni por asomo, el número de horas de lluvia al año es del orden del 8% del total de horas anuales. Saquen pues la regla de cálculo y hagan los deberes para un Benidorm que computa sobre los 300-400 mm al año que cuando se consiguen es como que te toque la lotería (acuática); aunque te caigan en sólo dos días. Y luego está lo de que no llueve “donde tiene que llover”, que es una frase que hace referencia pseudogeográfica al lugar donde sí podemos aprovechar esa bendición del cielo, porque la que cae cerca del mar, termina en el mar.

© WeatherSpark.com

Que aquí en Benidorm, en todo el mes de octubre sumemos 41 mm está en los cálculos y si siguen en el meollo de la cuestión se pueden hacer una idea de la necesidad y coste de una inversión económica para desarrollar una red eficaz de pluviales, sobre la realidad topográfica y freática de esta ciudad. Red hay, traga el volumen para el que se diseñó y el resto es de lo más natural: escorrentía urbana que está para lo que está y que es lo de limpiar calles y conducir esas aguas a su lugar de millones de años: a desembocar al mar, playa por medio.


© WeatherSpark.com

Sí, las redes de pluviales se diseñan en función de lo que llueve en el lugar y su posibilidad: han de ser inversiones rentables. Menos de una hora después del episodio de lluvias, la red de pluviales se queda a verlas venir por un montonazo de días. Vamos que es una inversión que cuesta amortizar. Aquí llegados, un tirón de orejas a quienes vierten el cubo de fregar su parcela de acera del retranqueo a la red de pluviales: por falta de caudal ese mínimo vertido no tiene más trayectoria. El contenido de ese cubo debe ir al retrete y a la red de aguas a tratar.

Todo esto de la escorrentía urbana, en realidad, es bastante más complejo que estas líneras, pero a grandes rasgos va tal que así tras caracterizar estadísticamente la lluvia, calcular el caudal a evacuar y aplicarle la ley SQRT-ETmax[2] con sus exponenciales y raíces cuadradas que aburrirían a los fáciles de dedo criticando absurdamente el trabajo ajeno en RRSS por puro -y natural- desconocimiento.

A mí me gusta -cosas del vicio por el hobby de la climatología y los riesgos naturales- lo de la caracterización estadística de la lluvia y sus cuestiones de intensidad, duración y período de retorno, junto a criterios hidráulicos en el subsuelo de un suelo impermeabilizado bien con asfalto, pavimento y cemento, o con adoquines. Siempre hay un algo que te cambia la cosa. Y no veas si por el camino te pilla un mínimo de suelo ajardinado, porque la cuenca vertiente es muy importante.

Simplificando: con solo mirar las calles -y su disposición- ya te puedas imaginar si el imbornal -incluso el arbellón (en referencia a donde viven algunos entusiastas de darle a la tecla)- va a tragar o no todo lo que le pueda llegar. Y para lo demás, ¡katiuskas[3]!

Es escorrentía urbana el agua que se pierde aquí. Para evitarlo, hay ya operativos bastantes sistemas que se van añadiendo al diseño de las redes para evitar que los episodios de lluvias intensas colapsen las redes de evacuación de pluviales y que podamos almacenar ese bien tan preciado. Hay tanques de tormenta[4], jardines de lluvia[5], áreas de biorretención[6] y hasta pavimientos permeables[7]. Aquí tenemos de todo; pero también es cuestión de dónde nos caiga el chaparrón (recuerden: ¡que caiga donde debe de caer! y siempre, ¡limpia y clara!). Hay veces que ha caído en El Rincón y en el Centro ni se han enterado; no te digo en Poniente o en La Cala.

En fin, que los hay de gatillo fácil, dedo ligero y neurona en estado patológico que nunca se paran a medir el alcance de la estulticia que alegre e inconscientemente ponen de manifiesto públicamente. En esta caso se topan con la cruel realidad en la que el umbral de escorrentía está ya tabulado para las superficies más habituales (asfaltos, cementos, adoquines, jardines y áreas urbanas, residenciales e industriales) y calculados los coeficientes de escorrentía para periodos de retorno de entre 2 y 25 años, con lo que lo tenemos ya todo clarinete. Y hay que tener en cuenta que hay que optimizar el coste de la red; que esa es otra: euros.

El Patricova[8], para áreas urbanas de más de 20 hectáreas, plantea el diseño de la red con un nivel de protección de un periodo de retorno de 15 años que, en el caso de Benidorm, de acuerdo con los datos pluviométricos disponibles, la precipitación máxima diaria para una lluvia de PR 15 años es de 132,49 mm y a partir de ahí se calcula el caudal punta atendiendo al área, la longitud y la pendiente, las cuestiones de precipitación y el umbral de escorrentía con los llegamos a determinar, con el Método Racional de la 5.2 IC[9], un caudal de avenida que nos indicará el caudal máximo que es capaz de evacuar la tubería que se haya dispuesto para ese cometido y que para el caso de una tubería de 800 mm (estándar) sería de 2’67 m3/seg… y si te caen más, pues… escorrentía urbana; es que no hay otra.

 

 

 

 



[1] Los etruscos, llamados tirrenos por los griegos (aunque ellos se llamaban a sí mismos rasenas) y etrusci por los romanos, fueron un pueblo de la Antigüedad cuyo núcleo geográfico fue la Toscana, el Lacio y la Umbria (Italia), a la cual llamaron Etruria. Llegaron a ser una gran potencia naval en el Mediterráneo occidental. En cierto modo, fueron predecesores de Roma y herederos del mundo helénico.

[2] Función de Distribución propuesta por la Dirección General de Carreteras del Ministerio de Fomento y el CEDEX (Centro de Estudios Hidrográficos del Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas) del mismo Ministerio

[3] En el mundo anglosajón las botas de agua las popularizó el duque de Wellington, hacia 1817; y por eso las llaman popularmente “Wellies”. Más de un siglo después, a raíz del éxito de una opereta estrenada en el Teatro Victoria de Barcelona -‘Katiuska, la mujer rusa’ (1931)- en la vieja piel de toro comenzamos a llamarlas “Katiuskas”.

[4] Infraestructura del alcantarillado consistente en un depósito dedicado a capturar y retener el agua de lluvia transportada hasta él por los colectores, especialmente cuando hay precipitaciones muy intensas, para disminuir la posibilidad de inundaciones. Una de sus funciones claves es la de laminar los caudales máximos de una avenida en áreas donde se ha producido una impermeabilización importante de su cuenca vertiente.

[5] Los Rain Gardens son un invento norteamericano de los años 90 considerado como Sistema de Drenaje Sostenible (SuDs). Se trata de una actuación sobre una depresión ajardinada (con plantas nativas y adecuadas al terreno) poco profunda (de unos 15 a 45cm) que incorpora muchos mecanismos de eliminación de contaminantes mediante las capas de suelos que los componen. Operan recogiendo el agua que fluye por las distintas superficies impermeables, carreteras y calles; los retienen un periodo de tiempo, en torno a 24 y 48 horas, y dejan que el agua vaya filtrándose en el terreno o al propio alcantarillado, poco a poco, en lugar de hacerlo en el momento de la torrencialidad. Esta agua puede ser recuperada y tratada.

[6] Se trata de técnicas de drenaje urbano diseñadas principalmente para el control de la calidad del agua antes de su vertido al medio, ya que su capacidad para el control de caudal es bastante reducida. Son

zonas algo deprimidas del terreno donde se facilita la infiltración del agua colocando un suelo muy permeable bajo una capa de mulch o filtro orgánico y un dren colector de arena o gravilla. Cuentan con presencia de vegetación. Para un perfecto funcionamiento de estas técnicas se precisa de un sistema de pretratamiento como una zanja vegetal de infiltración y un dren filtrante perimetral de arena. También es aconsejable la colocación de un desagüe de emergencia.

[7] Los pavimentos permeables son una infraestructura de SUDS (Sistemas Urbanos de Drenaje Sostenible) que contribuyen a reducir la escorrentía superficial en entornos urbanos, incrementando así la recarga de aguas subterráneas.Controlan la producción de escorrentía en origen, reducen los impactos negativos en los sistemas de alcantarillado y favorecen la infiltración de agua en el suelo, cuya calidad es mucho mejor que la generada en un pavimento impermeable

[8] Plan de Acción Territorial de Carácter Sectorial sobre la Prevención del Riesgo de Inundación en la Comunitat Valenciana

[9] Norma de drenaje superficial, método racional modificado que tiene en cuenta el Factor de intensidad a partir del Índice de torrencialidad y la relación de intensidades y las curvas IDF

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