28 dic 2021

DE IMPUESTOS AL TURISMO, COSAS DEL XIX… Y LA ODITOLOGÍA

  

Andaba yo documentándome al respecto de la ignominia del nuevo impuesto turístico que nos quieren encalomar[1] y me he ido[2] hasta 1910 y una ley francesa sobre balnearios (ley de 13 de abril de 1910) donde la taxe de séjour de marras se impone porque “Francia pierde -perdía- una clientela turística rica en favor de balnearios extranjeros porque la infraestructura de los centros turísticos franceses no está a la par con aquellos”. Vale, cosas de por allí; pero se habla de “clientela turística rica”, de dinero.

Pretendía la taxe recaudar fondos a costa de los turistas para reinvertirlos en nuevas infraestructuras o en el mantenimiento y mejora de las ya existentes. Y hasta ahí puedo leer… porque no pone más.

Y el buscar que les digo me ha llevado por profundidades abisales insondables, mi batiscafo baja hasta la Llosa, que evidencian que en Francia lo de los impuestos y mordidas a los turistas viene de mucho atrás. Leyendo a Luís Lavaur, Turismo napoleónico, descubro inusitados aspectos. Les cuento.

Ya en 1802, inicios pues del siglo XIX, los turistas británicos -que por aquel entonces eran los únicos turistas del mundo mundial- se quejaban -epistolar y amargamente- de los impuestos que debían satisfacer en Francia. Y más de uno señalaba de lo bizarro de las tarifas de las postas, y la cadena de fielatos[3] establecida en las carreteras para cobrar peajes destinados “a su reparación”, y -sobre todo- de las insolentes exigencias de los postillones[4]”.

Leo que nada más firmarse la Paz de Amiens[5] (1802) los tourist británicos “volvieron en masa a París”; luego ya lo hacían antes de las guerras napoleónicas. Cosas del Grand Tour por un lado y del atractivo parisino para los de la pérfida Albión[6].

Es que, en esto del Turismo, a parte de la proyección del Camino de Santiago -que constituye el ‘primer movimiento turístico de la Historia’ como sostenía don Pedro Zaragoza cada vez que podía y como hizo en la conferencia inaugural de la faceta de estudios de Turismo en el Lope de Vega de Benidorm-, el primer paso lo dan los british buscando crear un cuerpo de diplomáticos, políticos, abogados y militares bien capacitados para erigirse como epicentro de la geopolítica mundial. Así, llevaban a los jóvenes lores a conocer los logros de los estados europeos modernos y el esplendor de las antiguas civilizaciones griega y romana… pues de cultura occidental hablamos.

El Grand Tour era un trayecto entre Londres y… algún punto de la bota itálica; hasta Lecce, la Venecia del Sur, recorriendo Francia e Italia (una entelequia de país hasta que Camilo Benso, conde de Cavour, declara la unificación del Reino de Italia en 1861), con proyecciones hacia Suiza, Alemania y Austria en función del momento bélico que viviera el viejo continente; alguno, incluso, se perdía por España. Con el tiempo, el Grand Tour se prolongó hasta la India y así entraban en contacto con las civilizaciones egipcia, otomana y del oriente lejano.

El turismo, en ese momento, constituía una ciencia -oditología, según Kotzebue- en la que había que especializarse más que una actividad de ocio. Y eso que aún no estaba en marcha, como tal, la geopolítica en sí misma -ni la teoría del heartland[7], ni el concepto del lebensraum[8]- porque ni Kjellen[9], ni Mackinder[10], ni Haushofer[11] estaban maquinándola, pero el Grand Tour estaba en marcha desde mediados del XVII y en el primer cuarto del XVIII era ya algo consustancial con el abolengo británico; sir Robert Walpole, primer[12] Primer Ministro del Reino Unido de la Gran Bretaña lo apoyaba. Su hijo, el arquitecto Horatio Walpole, inauguró mediáticamente una corriente que impulsó el movimiento que no sólo siguieron los jóvenes lores y sus preceptores; muchas familias acaudaladas realizaban largos viajes por Europa.

Puntos principales de referencia en el Grand Tour y de esos viajeros británicos con séquito eran París y el lago de Como en Italia. Pero en París era donde más provecho le sacaban a las ansias de conocer mundo los bristish tourist y a sus carteras. En 1802, el año a cuya profundidad he llegado, el Musée instalado en el Palacio del Louvre ofrecía la más egregia colección de obras artísticas, fruto de la “cultura” imperialista del momento[13]. Exhibían en París los ‘trofeos’ conseguidas por los ejércitos de Napoleón en expansión por Europa[14] y los pudientes británicos, a pesar de que unos meses antes eran acérrimos enemigos, no perdían la oportunidad -en 1802, insisto- de visitar, disfrutar y demostrar que la guinea[15], su moneda, era la más fuerte del conjunto europeo y mundial. Y sabedores del poderío económico de la guinea británica, los franceses se aprovechaban de los british tourist con todo tipo de impuestos. Cesare Cantú (1804-1895), un lombardo que deambuló por Madrid y terminó académico honorario de la RAE, en su Historia de Cien Años -aunque no lo pudo vivir, pero a partir de la narrativa epistolar de la época lo compila-, da cuenta del auge del turismo británico en aquel París napoleónico y del “escándalo del dinero que se dejaban los turistas británicos en la alegre capital”. Vamos, que el turismo funcionaba en una época en que viajaban muy pocos, sin agencias ni guías. Unos años después, hacerlo con una Baedeker's[16] era signo de distinción; y viajar sin ella una osadía.

Y en este buceo por las profundidades abisales del turismo napoleónico he dado con referencias a España; la España que se abría a la curiosidad de los posibles tourist en 1800 resulta que ofrecía la infraestructura viajera “más completa” de toda Europa, lo que me ha sorprendido en grado superlativo.

Habíamos estudiado sobre lo mucho hecho y creado por el murciano Moñino, conde de Floridablanca (con el ingeniero Agustín de Betancourt y su equipo) pero con todo, he quedado sorprendido por lo escrito sobre la vieja piel de toro por el alemán Fischer[17], el de Gemälde von Valencia (1803) que fue el primero en elogiar Benidorm[18]. En su Itinerarie Fischer apostilla que “jamás España había estado tan bien” como en aquellos días de inicio del XIX: “carreteras y servicio de transportes de viajeros dignos de los elogios de los pocos que se aventuraban”.

Parece que teníamos muy buenas infraestructuras (turísticas: carreteras y alojamiento) para los muy pocos que se aventuraban a traspasar los Pirineos. Un francés, Alexandre Louis Joseph, marqués de Laborde, conde del Imperio, escritor, viajero, anticuario y político, en 1808, poco antes de que Napoleón nos invadiera, contaba que “apenas se ven viajeros por España; pocos son los extranjeros que pasan. Durante mucho tiempo España se contó en el grupo de países olvidados; como no se encuentra en el camino hacia ningún otro reino, fue dejada de lado y ni siquiera entró a formar parte de los que los ingleses llaman el Grand Tour”.

El borde de Laborde deja a las claras el problema principal del turismo de entonces hacia España: no estaba en el camino hacia ningún otro reino. Aunque el bosque de prejuicios que nos habíamos granjeado durante siglos por Europa impidiera ver lo que de verdad había.

Lo de que “África empieza en los Pirineos” es un concepto de aquellos años. Ya Nestor Luján dejó claro que la frase no era de Alejandro Dumas, pero Juan Eloy Gilabert le apunta a Henri Beyle (alias Sthendal) un dardo con curare –“Si el español fuese musulmán sería un africano completo”- que no he encontrado zagal que le replicara. Y es que estábamos pelín mal vistos; alejados de las rutas y con un sambenito[19]. Isidoro de Antillón, turolense y catedrático de Geografía en el Real Seminario de Nobles de Madrid, ya en 1808, al tiempo que Laborde, en el prólogo de sus Elementos de Geografía de España y Portugal se lamenta con amargura “de los libros de viaje por este reino que han publicado los extranjeros: ingleses, franceses, italianos y alemanes hablan de España como pudieran de algún país del interior de África”.

Es que no figurábamos en los planes turísticos de la época, pero estábamos muy bien. Pierre de Crucy, marqués de Marcillac, en 1802 no duda en destacar la calidad de las carreteras que atraviesa y “el lujo y grandeza” de las posadas. En eso llega a coincidir con George Gordon Byron[20], lord Byron, quien en una misiva abunda en ello: “Las carreteras (te lo aseguro por mi honor, pues no lo creerías) son superiores con mucho a las mejores inglesas, sin peajes ni gabelas”. Esto de los peajes -impuestos- a los ingleses, habituados a Francia, les llamaba mucho la atención.

Leyendo la referencia de Robert Semple[21], un viajero canadiense por el Madrid de 1805, me llego a preguntar si era por quijotes o por negligentes, pero Semple se muestra maravillado porque no le cobraran entrada al Real Museo -ni a él ni a “toda persona tolerablemente decente”-, lamentando que el mismo no siempre estaba abiertokk.… como el patrimonio de los pueblos que hay que esperar al que tiene la llave. Semple elogia en sus dos libros de viajes por España “las puertas carolinas de Madrid” y el Palacio Real.

En fin, que mientras en Francia, ya en el XVIII, le ponían impuestos a todo esto del incipiente turismo, en España, ya entonces, decían que no. Como conclusión, es muy light; pero estamos influenciados por el espíritu de la Navidad.

Y en esto de la Navidad voy y le leo al dramaturgo alemán August von Kotzebue[22], en una publicación de viajes de 1804, la existencia de la primera agencia de viajes en París, llamada ‘Propylée o Gabinete del Viajero’, que facilitaba información “sobre carreteras, principales curiosidades, monumentos y paisajes más hermosos, procurando incluso cartas de recomendación… incluso clases de idiomas e historia”… por un precio, claro; Francia siempre ha sido Francia.

Y también le leo a Kotzebue lo de la oditología o ciencia del viaje… y no es un cuento que tenga que ver con la celebración de hoy: santos inocentes.

Y, con la curiosidad latente, me sumerjo en otra investigación, sobre la oditología… aunque mi batiscafo no baja, ya lo dije al principio, más que a la Llosa, detrás de la Isla de Benidorm (unos 30 metros), y la oditología, palabro que leí en el texto de Lavaur hace unas horas por primera vez en mi vida y que he escrito por quinta vez (una en el título; no hay quinto -de cerveza- malo), debe andar al nivel de la Fosa de las Marianas[23].

Un reto para 2022: documentar qué eso de la o-di-to-lo-gí-a….

  

                                     Lord Byron a la albanesa (1913); retrato del original, hacia 1835

 



[1] Echarnos encima. No encontraréis ‘encalomar’ en el DRAE, pero sí en el Diccionario de Uso del Español Actual, de Seco y colaboradores, como 'endilgar, endosar', tercera acepción y siempre de uso muy coloquial. En modo jergal llega a tener significado copular que, rizando el rizo, es lo auténtico de este impuesto turístico que te lo quieren colar por donde la espalda pierde su casto/honesto nombre

[2] Múltiples referencias, pero no doy con el texto legal. Pero la página oficial impost.gouv.fr es muy clara:  Créée par une loi de 1910, la taxe de séjour est instituée à l’initiative des communes réalisant des dépenses favorisant l’accueil des touristes.  https://www.impots.gouv.fr/portail/taxe-de-sejour

[3] Oficina de cobro de los arbitrios y tasas municipales sobre el tráfico de mercancías

[4] Mozo que iba montado en una caballería de las delanteras del tiro de un carruaje, para dirigirlo, en el trayecto entre postas.

[5] Puso fin a la guerra entre Reino Unido (e Irlanda) y Francia (y España -esto de ser aliados del gallo francés nos traía de cabeza- y la República Bátava… que era prácticamente Holanda y Bélgica)

[6] Frase despectiva que Napoleón tomó del poeta Augustin Louis Marie de Ximénès (1726-1817) y popularizó.  El historiador y teólogo francés Jacques-Bénigne Bossuet fue el primero en colocarle lo de ‘pérfida’ por la oposición a la fe católica de la Gran Bretaña.

[7] La teoría del Heartland, también llamada "teoría del corazón continental" o "isla mundial", fue desarrollada por el geógrafo y político inglés Mackinder. Postula que el dominio de un área concreta del mundo permitiría su dominio. Mackinder estaba fascinado por el imperio ruso. Según Mackinder, el Heartland se encuentra en el centro de la Isla mundial (territorio entre los ríos Volga y Yangtze y desde el Himalaya hasta el océano Ártico) que controlaría más del 50 % de los recursos del mundo… Y sólo les pido que echen un ojo al planeta hoy en día. Su teoría es de 1919.

[8] El Lebensraum es el “espacio vital” alemán desde la década de 1890 hasta la de 1940. Se popularizó por primera vez hacia el 1901 y se convirtió en un objetivo político del Imperio alemán en la IGM (1914-1918) y, a pesar de la derrota, en el elemento central del Septemberprogramm de expansión territorial tras el ascenso de Adolf Hitler al poder. Fue un principio ideológico del nazismo y se convirtió en la justificación para la expansión territorial alemana en Europa Central y Europa del Este.​ Se había establecido que Alemania requería de un Lebensraum necesario para su supervivencia. Las otras naciones del Eje tenían sus propias versiones del Lebensraum: el spazio vitale de la Italia fascista y el hakkō ichiu del Imperio japonés.

[9] Johan Rudolf Kjellén (1864-1922), geógrafo, politólogo y político sueco. Acuñó el término Geopolítica (1899). Su trabajo fue influido por Friedrich Ratzel. Lanzó las bases de la geopolítica alemana, que más tarde serían aprovechadas por Karl E. Haushofer.

[10] Halford John Mackinder (1861-1947), geopolítico y geógrafo inglés que argumentó la geopolítica. Ideólogo del concepto "las islas Británicas son Europa, pero no realmente en Europa", usó la historia para ilustrar la importancia estratégica de la geografía. Autor de la Teoría del Heartland, estuvo obsesionado con Rusia.

[11] Karl Ernst Haushofer (1869-1946), político, militar, geógrafo alemán, uno de los principales ideólogos del Lebensraum. Profesor de la Academia de Guerra de Baviera y fundador del Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes (1919).

[12] Hasta Walpole, el máximo cargo político del Reino Unido de la Gran Bretaña era el de Primer Lord del Tesoro. Walpole recibió del rey Jorge I (1721) el título de Primer Ministro, que no aparecerá escrito en documento oficial internacional hasta el Tratado de Berlín (23.07.1878) con Benjamin Disraeli

[13] Imagínense, si han visto la peli The Monuments Men, lo mismo; pero con esa misión de inicio, para saqueo y en el siglo XIX. La Comisión Roberts estuvo encargada del programa en los EEUU, durante la IIGM a través del MFAA (Monuments Fine Arts and Archieve program) sobre la base previa al conflicto, desde la llegada de los nazis al poder, del American Defense Harvard Group y del American Council of Learned Societies (ACLS). Trabajaron para identificar y proteger el arte y los monumentos europeos en peligro o en peligro de saqueo nazi. Francis Henry Taylor , director del Museo Metropolitano de Arte , llevó sus preocupaciones a Washington y consiguió del presidente Franklin D. Roosevelt la creación de la Comisión Estadounidense para la Protección y Salvamento de Monumentos Artísticos e Históricos en Áreas de Guerra el 23 de junio de 1943. La Comisión Roberts siguió trabajando hasta 1951, reduciendo efectivos (de 351 a 60) que actuaron como detectives de arte.

[14] En 1796 invadió Italia y en 1797 venció en Austria. Por el Tratado de Campoformio (17.10.1797) Francia asumió el control de la mayor parte del norte de Italia, así como el de los Países Bajos y el área del Rín. Marchó contra Venecia y la ocupó. En julio de 1798 se adentró en Egipto (por el camino, ya había conquistado Malta) y aunque perdió el control del Mediterráneo (batalla naval del Nilo) se hizo con Siria. Y de paso, envió a París todo lo que pudo: lo mejor de las obras que engalanaban las iglesias de Gante, Bruselas, Brujas y Amberes, expolio extendido luego a las catedrales alemanas de la zona del Rhin y después a la iglesia Pitti y a los Uffizi, de Florencia, llevándose lo mejor de Venecia y del Vaticano, así como de Egipto y Siria.

[15] Moneda oficial inglesa entre 1663 y 1817; de oro. Aunque desaparecida físicamente desde la entrada en valor de la libra (1817, pound sterling; 20 chelines), hasta 1971 se mantuvo como referencia: 1 libra y 1 chelín

[16] En 1832, la empresa editorial de Karl Baedeker adquirió la editorial de Franz Friedrich Röhling, en Koblenz, que en 1828 había publicado ‘Manual para viajeros en movimiento’ del profesor Oyvind Vorland. Este libro proporcionó las semillas para las propias guías de viaje de Baedeker, que contenía mapas e información sobre rutas, ciudades y alojamientos; y descripciones de edificios, lugares de interés, atracciones y museos notables, escritas por especialistas. Fue tal su importancia y trascendencia que su nombre se utiliza para referirse a las guías de viaje en general.

[17] Christian August Fischer (1771-1829), escritor alemán y viajero.​ Desarrolló sus obras literarias bajo el pseudónimo Felix von Fröhlichsheim (juego de palabras entre Fexix y Fröhlichsheim que significa "Patria de la felicidad") y Christian Althing. Fischer documentó un viaje que hizo desde Ámsterdam a Madrid y Cádiz en los años 1797 y 1798.​ Dedicó igualmente una de sus obras monográficas a un viaje realizado por Valencia.​ Muchas de sus obras de viajes son tenidas en cuenta por los estudiosos de las costumbres españolas de finales del siglo XVIII.

[19] En referencia a cargar con una culpa que no corresponde o perder la reputación y ser despreciado por algún oprobio. Obviemos lo de los pecados y el posterior factor Inquisición y la prensa símbolo de infamia.

[20] George Gordon Byron (1788- 1824), sexto barón de Byron, conocido como Lord Byron. Poeta del romanticismo británico, antecedente de la figura del poeta maldito. Debido a su talento poético, su personalidad, su atractivo físico y su vida de escándalos, fue una celebridad de su época. En 1809 realizó su Grand Tour, pero con el itinerario habitual alterado por la guerra entre Inglaterra y Francia, en vez de atravesar Holanda, Alemania y Suiza hasta llegar a Italia optó por hacer su viaje por Portugal, España, Malta, Turquía y Grecia. Llegó a Sevilla en julio de 1909; España estaba en guerra contra la Francia de Napoleón y Sevilla era la sede del Gobierno español con la Junta Central establecida en los Reales Alcázares. Byron abandonó Sevilla el 28 de julio camino de Cádiz. Pasó por Alcalá de Guadaíra, Utrera y Jerez. En El Puerto de Santa María vio una corrida de toros y en Cádiz –que le pareció la ciudad ‘más bonita y limpia de Europa’– compartió una noche de ópera en el palco de una hermosa joven, hija de un almirante, de la que algunos investigadores aseguran pudo inspirarle el poema ‘The Girl of Cadiz’. En 1816 hizo un viaje a Suiza y estuvo viviendo algún tiempo junto a Percy y Mary Shelley y su médico personal John William Polidori (Byron fue muy propenso a las enfermedades y depresiones). En una tormentosa noche de verano de 1816 se reunieron los cuatro en la Villa Diodati, alquilada por Byron, y decidieron escribir relatos de terror dignos de aquella noche lúgubre. Inspirados ambos en la personalidad de Byron, Mary Shelley escribió Frankenstein y Polidori El Vampiro. 1816 fue el año sin verano. La evidencia sugiere que la anomalía fue causada por la combinación de una histórica caída en la actividad solar con un invierno volcánico provocado por una serie de importantes erupciones como la del volcán Mayon en Filipinas (1814) y coronadas por la erupción del monte Tambora en abril de 1815, en las Indias Orientales Neerlandesas (hoy Indonesia), la erupción más grande conocida en 1300 años.

[21] Comerciante y gobernador del enclave canadiense de Red River, de la Compañía de la Bahía del Hudson, publicó dos libros sobre sendas visitas a España. Su condición de canadiense le permitió viajar por territorios en ocasiones vedados a los británicos.

[22] August Friedrich Ferdinand von Kotzebue (1761-1819); dramaturgo, periodista e historiador alemán, sobrino del escritor Johann Karl August Musäus y padre del explorador Otto von Kotzebue. Muy influyente en la popularización del drama poético, en el que inculcó el sensacionalismo melodramático y el filosofar sentimental. Hizo de España uno de los principales temas de su periodismo antinapoleónico y llevó la Guerra de la Independencia a media docena de obras teatrales.

[23] La fosa de las Marianas es una depresión del fondo marino que se encuentra en el océano Pacífico occidental, a unos 200 km al este de las islas Marianas. Es el área más profunda de los océanos de la Tierra. Tiene forma de media luna y mide unos 2550 km de largo por unos 69 km de ancho. La máxima profundidad de la fosa de las Marianas es de 10.994 metros en el extremo sur de un pequeño valle en su fondo, conocido como Abismo de Challenger. Sin embargo, algunas mediciones llevan su punto más profundo hasta los 11.034 metros.​ En comparación, si el Everest, reposara sobre este punto, su cima estaría todavía a más de dos mil metros bajo el agua. En el fondo de la fosa la columna de agua ejerce una presión de 1086 bar (15 750 psi), más de mil veces la presión atmosférica normal al nivel del mar.

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