2 abr 2023

DE LA PUBLICIDAD INSTITUCIONAL: ¡Hasta los mismísimos!

  

Yo no sé ustedes, pero yo estoy ¡hasta los mismísimos! de la publicidad institucional. Llevo un comienzo de año que me tiene a punto de reventar las tragaderas.

Allá por febrero pudimos leer -los que quisimos- que el Gobierno se iba a gastar 145’9 millones del ala en puñetera publicidad institucional 2023[1], año con dos citas electorales[2]. Y a fe que lo está haciendo bajo el pomposo título de Plan de Publicidad y Comunicación institucional; un 7% menos que el año pasado (absolutamente innecesarios 158’3 millones de eurazos).

Aquí les coloco unos gráficos, de The Objetive[3] -que desde los satélites de Moncloa dicen que ha mezclado churras con merinas- y El Debate[4], que han analizado el tema ponen de manifiesto cómo se las gastan los gobiernos con la publicidad institucional.




Uno ya sabía que en Navidad llegaban las muñecas de Famosa, el calvo de la lotería y las burbujas de Freixenet; y como que ha trabajado en Medios sabe que esto ocurre y hasta es necesario. Pero sin pasarse. Y más ahora que ni van muñecas, y ni hay calvo ni burbujas para celebrar. Esto ha cambiado y mucho; y eso que no eran de publicidad institucional.

Hablando de la institucional, la publicidad que siempre impacta y se entiende es la de la DGT; cada año más sobreco0gedora y con el marchamo de imprescindible. ¿Qué quieren que les diga de la de la Renta? Pues casi lo mismo. ¿O de una campaña antidroga?; pero hasta ahí podíamos llegar. El resto es ya tocar los bemoles y la paciencia.

Hay una ley para esto: Ley 29/2005, de 29 de diciembre, de Publicidad y Comunicación Institucional. También hay normativa autonómica y una sección con todos los detalles en la web de La Moncloa[5].  Yo no insinúo -siquiera- que no se cumpla legislación con la movida de este 2023, pero es que estoy, al menos yo, hasta las narices de ciertos mensajitos y de la coletilla ‘Gobierno de España’. Como si no supiéramos quienes son capaces de orquestar estas campañas. Tanto las buenas como las terroríficas, siempre dirigidas a un público objetivo[6] que suman este año, como dije, 145’9 millones de euros, cantidad en la que no incluyo -¡atención!- los miles de euros -calculo que cientos de miles- que se llevan las campañas de Loterías del Estado y Paradores, por ejemplo, que no están ni siquiera sujetas a la Ley 29/2005 de publicidad y comunicación institucional.  

Vale que todos tienen que comer -Medios y empresas de publicidad-, pero ¡caray con las campañitas! Falta transparencia en los procesos de planificación y contratación y la distribución por Medios es hasta comprensiblemente sesgada por el nivel al que hemos llegado.

Vale que la Covid-19 también afectó a la inversión publicitaria y las instituciones tuvieron que salir al rescate de todo tipo de Medios. Un informe de IPG Mediabrands alertaba de nuevas tendencias y cambios de mercados reclamando creatividad, innovación y agilidad; pero no leí en ninguna de sus páginas lo de tocar las pelotas y sí mucho lo del marketing emocional: sentimientos y emociones más que características y beneficios racionales que promuevan -¡ojo!- indignación o compasión[7].

De publicidad institucional se puede hablar mucho y es de justicia aplicarla. En este post, insisto, me circunscribo a este puñetero marketing emocional que considero desagradable.

Y digo lo de ‘es de justicia aplicarla’ porque hay cometidos que, si no llegan desde las Administraciones, no llegan.

Esto de la publicidad institucional, leo, comenzó poco antes de la IIGM y luego fue propaganda de guerra para subir la moral y con el tiempo se ha convertido en una formula afín a sus postulados iniciales centrados en que “la publicidad de los gobiernos tiene las siguientes funciones generales: intentar cambiar actitudes; informar a los ciudadanos sobre programas, políticas y beneficios; plantear asuntos de una determinada manera; y modificar conductas[8].

Considero que la publicidad institucional tuvo su razón de ser fundamental en la transición. Y a partir de 1982 tuvo un papel activo en la construcción de la nueva sociedad democrática. Pero yo ya no me creo que siga desarrollando, en general, procesos de sensibilización activa.

Es que puedo llegar a entenderlas frente al racismo, el maltrato y la xenofobia, por citar tres ejemplos extra más allá de las drogas, la DGT y la conciencia ecosostenible, pero considero que ahora mismo están sobredimensionadas. Y saco a relucir a Adela Cortina quien plantea que “manipular emociones y sentimientos -y de eso va el marketing emocional- en la comunicación es una violación palmaria del principio ético de ‘no instrumentalización’, frente a la misión de los medios: potenciar una ‘opinión pública razonante’[9].

Tiene narices la cosa, pero hay que recordar que la Administración General del Estado es con mucha diferencia el mayor anunciante de España, por encima de cualquier empresa privada. Situación que se ha acentuado en los últimos años.

Y al margen de esto, añadamos que hay noticias que no se sabe si están manipuladas por interés económico, por convicción o por alguna filia o fobia inconfesable; que esa es otra y entraríamos en la órbita de la inyección publicitaria al Medio. Hay medios públicos que viven de los presupuestos de las distintas administraciones y medios privados dependientes en mayor o menor medida de las administraciones. Pero ha habido un tiempo que la dependencia no fue tan evidente.

He leído al director de ABC, Julián Quirós, que en esto de la publicidad institucional de las Administraciones hay una “obligación deontológica de insertar anuncios o mensajes que no compartimos, siempre que no atenten contra los derechos democráticos[10]. La Defensora del Lector del ABC, Charo Sádaba, y el columnista Juan Carlos Girauta, hablan de mensajes de publicidad institucional que hay que tratar “con guantes y mascarilla”. Y es cierto, triste y lamentable, a estas alturas, tener que tragárselos.

El problema, considero, es que más de una de estas campañas de publicidad institucional son absolutamente innecesarias. Lo que planteo es discutir sobre si la publicidad institucional es un instrumento de política pública y su utilidad como herramienta electoral. Y ahí lo dejo.

Si es que ya lo dijo Marc Bolan: “Bob Dylan sabe -y apuesto que Alan Fredd también- que hay cosas en la noche que es mejor no ver”.

Tú bailas con tus botas de piel lagarto puestas. Y tiras de las cuerdas que cambian las caras de los hombres. ¡Bruja de diamantes!, eres un gánster. John Lennon sabe tu nombre y yo lo conozco a él... Pues eso.

 


[1] Los ministerios que llevarán a cabo un número mayor de campañas serán Transición Ecológica y Reto Demográfico con 53, lo que representa un 27,46%, Cultura y Deporte con 17 campañas, el 8,81%, Interior con 12 el 6,22%, Trabajo y Economía Social con 11, un 5,7% y Sanidad con 10, un 5,18%. En cuanto al número de campañas, estos seis ministerios realizarán el 59% de las campañas de publicidad institucional. En cuanto a inversión, es el ministerio de Nadia Calviño el que más gastará: 21,6 millones de euros para publicitar los proyectos económicos del Gobierno.

[2] 28 de mayo para Autonómicas y Municipales;  y para las generales, todavía no hay una fecha establecida, pero... La ley electoral establece que el mandato de las Cortes expira automáticamente cuando se cumplen cuatro años de las anteriores elecciones (en este caso sería el 10 de noviembre de 2023) y que la disolución de las cámaras debe producirse 25 días antes (en este caso, el 16 de octubre). La misma norma fija que deben transcurrir 54 días entre el decreto de convocatoria y la cita con las urnas, lo que aboca a celebrar las elecciones, a lo más tardar, el 10 de diciembre de 2023.

[3] Periódico digital español,​ Es marca editorial de The Objective Media. Fundado en 2013 por el creativo Joel Dalmau Burn y el empresario Miguel Castellví Reus surge como fotoperiódico. En julio de 2022, la Federación de Asociaciones de Radio y Televisión de España anunció que The Objective era un periódico de tamaño medio, y su principal audiencia eran personas de entre 35 y 55 años, citando cifras de GfK

[4] Periódico digital español, sucesor de El Debate, un periódico desaparecido en 1936. Fue recuperado como periódico digital de opinión y cultura por la Asociación Católica de Propagandistas en 2016 con la misma cabecera. En octubre de 2021​ se relanzó como diario de actualidad, bajo la dirección de Bieito Rubido7, antiguo director de ABC. Entre sus columnistas están Alfonso Ussía, Luis Ventoso, Borja Sémper, Mayte Alcaraz, Florentino Portero, Gabriel Albiac y Ramón Pérez-Maura. Según datos de GfK publicados a finales de agosto de 2022, en ese mes poseía una audiencia diaria de 175 000 lectores, con una media diaria que oscila entre los 12 000 y los 20 000.

[5] https://www.lamoncloa.gob.es/serviciosdeprensa/cpci/Paginas/index.aspx

[6] De las 171 campañas que se dedicarán a público objetivo, 48 de ellas además se dirigirán a uno o más sectores específicos de la población: empresarios, trabajadores, infantil/juvenil, estudiantes, sector agrícola y ganadero, acuicultores y propietarios forestales, población rural, tercera edad, y otros grupos de población como técnicos en prevención, profesionales de diversos sectores, emprendedores, comunidad científica, comunidad universitaria, sector cultural y creativo, usuarios de Internet, colectivos vulnerables y visitantes de las Reservas de la Biosfera (según la memoria del Plan)

[7] Ignacio Arriaga. Blog Acumbamail. 2017

[8] Ángeles Feliú Albaladejo. Publicidad Institucional y Procesos Electorales en España (1999-2009); Tesis doctoral. Departamento de Comunicación y Psicología Social. Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales. Universidad de Alicante, 2013; pág. 86

[9] Adela Cortina(2004). “Ciudadanía mediática”. El País, 24 de noviembre de 2004, pp. 13-14: citada también por Marcial García López. Publicidad institucional. Una necesaria reflexión a contracorriente; Redes.com nº 4 | 2007

[10] https://www.abc.es/opinion/defensora-del-lector-charo-sadaba-hablemos-publicidad-institucional-20230402155941-nt.html

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