21 jun 2011

DE OTRA MÁS DE VIRIATO, HISTORIAS DE LA RADIO… Y BUENA GENTE



En mi ya acendrado odio a la serie Hispania, por verdulera y mentirosa, hoy estoy de enhorabuena. Ayer buceé en el trastero en busca de un certificado de un curso de la UIMP, de 1999, y no sólo dí con él, sino que encontré una carpeta de los años 80 (81 y 82) de colaboraciones radiofónicas para un programa de Joaquín Navarro, “Cabalgata”. ¿Qué será del murcianico de Llano de Brujas?

Y no sólo eso; también una foto donde estábamos todos. Desde la inquieta y frágil Piti Corella, que anda triunfando por Extremadura, a la no menos turbadora y contundente Elisa Follana. Jopé; hasta Manolo Aroca con pelo. Y Pepe Sáez, y Antonio Cuenca, y Pepe Ruiz, y Juan José Sánchez, y Mari-Gracia, y Paco Escudero, y Baldomero y Javier Giménez, y Baldomero Ruiz y Antonio Gracia, y Joaquinete, y Evaristo Duréndez, y Julián Sáez, y Manolo Riquelme (el que más me ha costado recordar de nombre) … y, cómo no, a Emilio Manzanequegoitia Machimbarrena; ¿cómo se me va a olvidar ese nombre? Era “Manzaneque” para todos; un tipo amable y jovial.

Bueno, a Viriato.

Contaba yo el viernes 2 de abril de 1982, después de dar la noticia del asalto a las Malvinas (que dice la pauta-guión; cómo era la radio de entonces) que “Viriato era un pastor que por hambre se metió a bandolero, uno de tantos, a las órdenes de Púnico”. En un enfrentamiento, Púnico murió y Césaros tomó el mando. Derrotaron a los romanos y se firmó una paz que “duró tanto como la cosecha del año siguiente”. De nuevo el hambre les echó al monte. Y ahí entra en liza Galba que los invita a comer y los masacra, pero se le escapa Viriato, que pasa a liderar la revuelta que intenta frenar Lúculo por todo el valle del Betis, la serranía de Ronda, las Alpujarras granadinas y el valle del Tajo. Porque aquél Viriato se movía que no veas.

No sabemos si en realidad se llamaba Viriato. “Viriato” significa “hombre del brazalete” y en las referencias romanas de la época, desde el siciliano Diodoro de Sículo (I aC) al paduano Tito Livio (I dC), se dice que era de “oscuro linaje”, que “vestía armadura férrea, era buen estratega y hablaba a sus gentes mediante parábolas”. Uniformó a sus hombres con armas cortas y jabalinas, les impuso cascos y escudos y les instruyó en las artes de la guerra. Vamos, que les enseñó a dar golpes de mano en vez de enfrentarse en campo abierto. Le llamaron “Dux Lusitanorum”, líder de los lusitanos. Sexto Julio Frontino (I dC) le distingue en su “Estrategemata”, un compendio de tácticas militares, donde le señala como “jefe de los bandidos”. Normal, ¿qué iba a decir un romano de un enemigo? Pero lo importante es que es uno de los pocos con nombre propio en su libro.

En el 141 aC firmó la paz con los romanos y se retiró al estuario del Sado, por la zona de Setúbal, en Portugal. Fue traicionado y de nuevo se levantó en armas terminando sus días por Osuna, provincia de Sevilla, donde le asesinaron los suyos (139 aC). Táutalo fue su sucesor y siguió guerreando hasta que no tuvieron más remedio que firmar la paz y terminaron sus días confinados en Valentia Edetanorum; vamos, en Valencia, para asentarlos entre la isla del Júcar y la línea de costa, muy lejos de las tierras de sus primeras correrías.

Pues no que me sigue gustando más lo que contó un tal Luis Jordana (que no pongo quién era en “la papela”) el primero de abril de 1982, jueves, y que yo reflejé para Cabalgata a la mañana siguiente, que lo que cuenta la “superproducción” (¿?) esa de Antena 3. Bueno, la han grabado en tierras extremeñas y eso tiene su aquél. A ver si se me van al Salor y descubren la entrada del inframundo. Y se meten por ella.



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