13 ago 2016

DE LA CASILLA DE PEONES CAMINEROS


Sí, en Benidorm tenemos de todo. Naturalmente que también nuestra casilla de peones camineros a su paso por la Nacional 332. Sí, ha quedado dentro del trazado urbano y adquirida por un particular en el proceso que hubo en su día. Esta mañana paré frente a ella para atarme el cordón de la zapatilla de deporte y he reparado en la trascendental importancia de los peones camineros… de aquellos días.


Este país nunca se quitará la pátina de desastre que refulge por doquier. Un ejemplo es la obra pública y más concretamente la red viaria y su conservación. Temiéndome estoy el día que acabe la concesión de la AP7 (tan ansiado momento) y su conservación pase al sistema estatal.

Y voy al tema. En el tiempo que transcurrió entre nuestra incardinación en el Imperio romano y los tiempos del rey Carlos III no se hizo nada serio en materia de obra pública y menos en la red viaria española. Fue muy avanzada la segunda mitad del XVIII -ya tocaba- cuando se ordenó la apertura de caminos “rectos y sólidos” -señala el Real Decreto de marzo de 1761-. La construcción de los caminos conllevaba además una serie de cuestiones tales como la plantación de arbolado en los márgenes, la construcción de ermitas (sí, se requería una oración, cuando menos, a San Rafael y otra San Cristóbal), la seguridad (¿policial?; ahora verán el por qué), varias fuentes y pilones de agua para abastecerse, alguna posadas donde recuperarse, varios indicadores para saber cómo de lejos del destino aún estábamos, etc. Y, lo mejor: una reglamentación para su conservación (01.11.1762) que fue la que parió la figura del peón caminero, un funcionario público al que se le encargaba el mantenimiento de una legua[1] del camino de turno… y en un principio se ordenó la construcción de “49 casillas con el objeto de que el empleado de la obra pública residiese junto con el trozo de la vía asignada, evitando costes de desplazamiento…”. Pocas casillas me parecen.

Y se dejó bien claro que “las leguas para cada camino contasen desde Madrid y desde la puerta que más en derechura se dirigiese a la línea del camino; señalándose con unas pilas altas de piedra, en cuyo frontis se esculpiera con números romanos la inscripción A Madrid tantas legua, y que las medias leguas se señalasen con pilas menores".

Tras la Guerra de Sucesión, se elaboró un plan de recuperación de caminos, para poder satisfacer los flujos mercantiles que el comercio y la agricultura demandaban. El plan consistía en el ensanchamiento de antiguas vías, en el empedrado de ciertos tramos, en el aumento de la longitud de la red e, incluso, en la creación de nuevos trazados que acortaran distancias. Así, se conformaron dos tipos de caminos: los de ruedas, sobre los que se ejecutaban obras de infraestructuras realizadas, por donde transitaban carros y carretas agilizando el transporte y aumentando el volumen de mercancías transportadas por viaje; y, los caminos de herradura, que conformaban la antigua red y que estaban porque tenían que estar y ni facilitaban ni nada: sólo comunicaban.

La nueva red se conformó, tal y como el rey Carlos III pidió que se programara, de tipo radial, centrada en Madrid, obedeciendo a una política centralizadora común a la época: la comunicación de Madrid con Andalucía, Cataluña, Valencia, Galicia, Burgos y Extremadura, dando lugar a las actuales carreteras nacionales radiales. Las grandes cadenas montañosas que rodeaban la meseta castellana constituyeron uno de los principales inconvenientes que poco a poco se salvaron.


Sostiene José Mª Menéndez Martínez que “fue Esquilache el motor del proyecto de red radial, en los cinco años posteriores a 1761, que duró su gestión”. El marqués fue nombrado Superintendente general del “Ramo de Caminos, Puentes, Edificios de Arquitectura Civil, y Canales de Riego y Navegación” del Cuerpo de Ingenieros, cuyo director era el napolitano Francisco Sabatini. Y según Santos Madrazo, a finales del siglo XVIII, se había construido 1.700 kilómetros de carreteras radiales; la mitad de los correspondientes a toda la red principal. Un hito fue salvar Despeñaperros con un puerto de montañamagnífico; uno de los más difíciles y mejor trazado de Europa”.

Y volviendo al tema que nos trae: el peón caminero y su casa. Ya no existen como tales los peones camineros, aunque persista una categoría laboral denominada así. No tienen las funciones que antes tenían ni hay necesidad de que vivan a pie de carretera o de camino, de donde les viene el nombre. En Reglamento de 1867 -seguridad policial- les llegó a considerar, además, como guardias jurados, “con carabina y cana ceñida”… con lo se dedicaban más a hacer de sheriff que a arreglar caminos. En 1873 se les desarmó y se centraron en su cometido original, aunque se les mantuvo el uniforme y la placa con el escudo del Ramo y el numeral de su legua.

Los arquitectos Lucio del Valle, Víctor Martí y Ángel Mayo diseñaron los modelos de casillas que se debían construir bajo criterios de “sanidad e higiene”. Primero se diseñaron casillas individuales de 80 m2 (79’67) y jardín/huerto de 27’90 m2. Luego, para evitar el aislamiento a que se veían sometidas las familias se orquestó el modelo pareado donde vivían, en el límite de demarcación de legua, dos familias. La nueva casa resultaba disponer de 109 m2 habitables (para dos familias de 4 miembros), compartiendo vestíbulo y huerto, que ahora llegaba a los 68’97 m2. En el patio se ubicaban el pozo y el escusado[2], existiendo también un cobertizo para almacenar leña y guardar las herramientas. La vivienda obrera con jardín (un eufemismo que se circunscribía a sala-dormitorio y cocina, con acceso a patio con escusado) fue defendida en la exposición Universal de París (1867) como un logro de nuestra civilización.


Pues uno de esos logros está hoy en medio del casco urbano. Un placer para la vista.







[1] El 16 de Enero de 1769 se determinó que cada legua tuviera ocho mil varas castellanas de Burgos (las llamadas Leguas Reales o de Carlos 111) equivalentes a veinticuatro mil pies, que suman a 6.687'24 m. Ahora se toma una legua con 5.576 m.
[2] Cubículo donde se ubicaba el retrete.

1 comentario:

  1. Me ha encantado este articulo de la casilla de peones camineros.
    Soy hijo y nieto de peones camineros, viví hasta los 13 años en una casilla. Tengo recuerdos muy felices.
    Y el destino me llevó a vivir en un piso con vistas a la casilla de Benidorm.
    Siento nostalgia por aquellos años y pienso en lo que mi padre y antes mi abuelo, lucharon para sacar a sus familias adelante, en años difíciles y de escasez.
    Me gustaría si es posible, saber cual va a ser el destino de esta casilla de Benidorm, si va a permanecer como tal o la derruirán para construir una vivienda con arquitectura actual.
    Muchas gracias

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