13 may 2010

Del cohecho impropio y de la solución yankee

Dice Esteban González Pons que “regalar unos trajes de Milano a Camps no es causa suficiente para empapelarlo”. No digo ni que sí, ni que no; pero la cosa chirría. ¿Aceptamos traje como regalo impropio? Aquí alguien, por no salir al paso, ha dejado que ruede la bola y el alud final ha hecho estragos mediáticos. Hace año y pico que El País citaba detalles, como el de la trabilla que tuvieron que “importar” de Italia para ceñir por detrás, y los zapatos de Crockett & Jones que estaban de oferta. Si ya entonces se hubiera salido con esto, pues a lo mejor no estaríamos en estas. Es más, les propongo a todos los presidentes, de mayor y menos rango, que apliquen el sistema americano. Yanquilandia nos gusta a todos. Al tal Obama sólo le falta llamar para arreglar lo del TC y el Estatut.

Lo del cohecho impropio tiene narices; será la primera vez que se juzgue en nuestro país. Decía el catedrático Gimbernat (emérito de Derecho Penal de la Complutense, Diario de Derecho Iustel, 15.07.2009) que se trata de un “delito de encuentro”, de los que requieren dos o más personas, que se resume como un “acto injusto, pero no delictivo” tipificado en el Código Penal; en concreto, en el 426. Y recuerden que Rita Barberá ya colocó en esta tipología las anchoas de Revilla. Y aquí llegados, me declaro receptor, al menos una vez, de las espléndidas anchoas del presidente Cántabro, en un FITUR. Mi buen amigo “A”, que no está el monte para dar el orégano de su nombre, se las pidió y el mismísimo Revilla me las dio. Y mi caso no es cohecho de ningún tipo, creo yo y no obstante lo expongo, porque don Miguel Ángel y yo no tenemos relación alguna. Sólo si yo hubiera hecho el regalo podríamos entrar en disquisiciones.

Luego está lo que Pedro Cuartango expuso en julio de 2009, en El Mundo, “la cuantía del regalo está en el límite de los dudoso” y lo que ya Flors señaló en su momento: que no hay indicios de favor hacia la trama.

Esperanza Aguirre devuelve todos los regalos que recibe, y ese debiera ser el credo político.

Otra cosa es, como escribió José Antonio Vera en La Razón (ocho de julio de 2009), que “lo impropio es calificar de cohecho algo que todo el mundo hace con absoluta normalidad”, por ejemplo, por Navidad.

Aquí, lo más grave, es que estamos a las puertas de asistir a la posibilidad de que por primera vez en España se juzgue la figura del cohecho impropio. Y está por ver, porque lo que se ha dicho, por unanimidad, es que se investigue lo que quedó a medio hacer y, sobre todo -digo yo-, que se acote este acto injusto y no delictivo porque los tenemos a todos en entredicho. En puridad técnico-jurídica, lo mismo imputa una lata de anchoas que un Jaguar; por eso conviene acotar, o anular cualquier forma y fórmula de regalo a funcionario.

Al final reconocemos la cosa de los trajes y… ¿no ha pasado nada? No es cosa de honorabilidad; ha sido marear la perdiz.

Luego vendrán los eufemismos jurídicos sobre la bribonería o sobre si se coloca a un político al borde del banquillo; porque no es más que eso, la posibilidad del banquillo. Otra cosa es que se llegue a sala y se estudie si hay delito. Antonio Casado (elcondidencial.com) ya contó que la cosa tiene poco recorrido jurídico, pero el efecto mediático es demoledor. La cosa está en que los juristas dirimirán el posible alcance delictivo y la sociedad, mediatizada por los medios, la cuestión de si mintió o no. Vamos, que de Guatemala a guatepeor. Y al final, aparece el presidente provincial del PP de Alicante y dice que “conscientemente” ayer no acudió a Valencia. ¡Dos tazones!

Mientras tanto, yo me debato en un mar de dudas. Hubo una vez que me quedé -ya van dos; soy reincidente- un queso -por una simple cuestión de caducidad- que una Miss trajo a Benidorm y que un alcalde no quiso aceptar. Los regalos de las mises… ¿puntúan para lo del cohechito impropio éste?

Otro sí, digo: ¿El vestido que regaló Clinton a la Lewinsky es también cohechito de éste? Miren,en la Casa Blanca yankee funciona la Gerencia y Unidad de Regalos, dependiente de la Oficina del Jefe de Protocolo. La gerencia ésta sugiere los regalos oficiales que se deben dar y abre el oportuno expediente de los regalos que se reciben y que anualmente traslada al Congreso. Y ¿dónde van a parar los regalos que reciben?: pues a la Red de Bibliotecas Presidenciales de los EEUU, dependiente de la Administración Nacional de Archivos y Documentos, que no es más que una red de pequeños edificios, en el pueblo natal del interfecto, convertidos en depósito de papeles, expedientes, colecciones y materiales históricos de cada presidente(desde Herbert Hoover) expuestos al público. Y en el capítulo de materiales históricos entran los regalos. La "Biblioteca" de G W Bush está aún en construcción, en Dallas, pero la de W J Clinton está en Little Rock (Arkansas) y la de G H W Bush (padre) en Collage Station (Texas). Y hay muchas más. ¿Estará en la de Little Rock el vestidito aquél?

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