24 sept 2011

DEL TURISMO, ANTE EL DÍA MUNDIAL DEL TURISMO… Y LAS COSAS DE BENIDORM



Cuando yo era pequeño y veraneaba, el turista era aquél/aquella que cada tarde vestía raro y estrafalario por el Paseo de las Rocas, o las familias inglesas y francesas que ocupaban los toldos de la Playa del Cura. Nosotros éramos ve-ra-ne-an-tes, esa extraña categoría que discurría del 1º de junio y el 15 de septiembre… por lo menos. Los años me fueron aclarando las cosas y la facultad universitaria y la Universidad turística que es Benidorm me pusieron las cosas en su sitio: Turismo son las actividades de los turistas, y turista es el que viene (o va) a un sitio como Benidorm (o como Almendralejo) y usa y disfruta de lo que le viene en gana (previo pago, que esto va de negocio) en ese sitio en plan lúdico, contemplativo, cultural, indiferente o lo que sea, e incluso se aloja y pernocta, que lo de dormir es otra cosa. Si no utiliza el catre ni para sestear es un visitante… le falta un grado para ser turista. La industria turística ya es más grande: vamos, todo lo que puede envolver al turista desde el consabido hotel (que le otorga el grado de “turista” al visitante) al sistema de transporte, ocio, restauración, comercio… la vida, vamos.

Luego vi que desde 1961 comenzamos a interesarnos en España por el Turismo en plan estudioso, y a tenor de lo publicado en “Estudios Geográficos” sin detectar el verdadero y trascendental valor que iba a tener en los años posteriores. Yo vi pasar delante de mí la aproximación conceptual a la Geografía del Turismo que luego me enseñó Benidorm y me corroboró la Facultad y profesores como Fernando Vera. De él entendí lo del derecho al ocio turístico y el paso del concepto aristocrático al universal, cuando se reinventa el litoral como espacio turístico.

Bueno, pues así llegamos a que el martes es el Día Mundial del Turismo, un invento de la Asamblea General de las Naciones Unidas para que en 1980 celebráramos la paz y la comprensión mutua, amparándonos en el legado de la paz. ¡Qué ironía!, “Turismo y acercamiento de las culturas” es el lema de este 2011: vamos, el papel del turismo en el encuentro entre culturas del mundo a través de los viajes. La base es sólida y la filosofía ciertamente aceptable: “el turismo puede ayudar a construir en todo el mundo la tolerancia y la comprensión sirviendo como agente catalizador para la comunicación y el intercambio entre las diferentes culturas”. Como planteamiento, nada que objetar: todas mis bendiciones. El turismo es el turismo y la economía… manda… ¡manda huevos!

En fin, que el turismo es algo más complejo.

Ayer tarde salía yo del Meliá Benidorm, de la tertulia “Los cafés del Meliá”, donde Francisco García, de la cadena Magic Costablanca, nos contó sus cosas y proyectos, cuando de repente me sorprendí ante la profusión de cartelillos que con una fascinante maleta -de las de antes- anuncia, a palo seco, para el 27 de septiembre el Día Mundial del Turismo. Así, sin más. Y yo me pregunté por el significado del cartelillo (42 x 30) y el objetivo del mismo, amén de la insinuación “oficial” de que lo coloquen bien visible las instalaciones turísticas de la localidad. ¿? (¿?).

En visitbenidorm.es está todo. Yo me quedo como los premios Turismo “Ciudad de Benidorm” a las ciudades de Alcoy y Madrid. Oiga, eso lo entiendo; es verdad y han invitado a sus alcaldes.

Pero el tercer galardón es…  ¡¡al pueblo alemán!!… por una guía publicada en 1803 y en alemán por un tal Chrétien August Fischer (¿el tal Christian-August Fischer (1771-1829), de Liepzig, alemán de toda la vida, viajero y profesor de literatura en Dresde?).

Hombre, lo de Fischer no está mal pero… me sé más argumentos para lo de la elección de “al pueblo alemán” para tal premio. No sé, lo de que algunos alemanes que se dejaron caer por aquí -provincia de Alicante- casi coincidiendo con la irrupción del nazismo y lo de algunos otros más, post IIGM, implicados en el desarrollo del Benidorm actual (y no entro en detalles jondos).

Pero si para el premio se refieren al Fischer éste, dénselo por elogiarnos como pescadores de atún con almadraba. Aunque también nos recomienda para 3 o 4 días de asueto.

Resulta que el Fischer éste publicó un libro sobre un viaje Amsterdam-Cádiz, pasando por Madrid (Fischer, Chrétien Auguste; “Voyage en Espagne”), y otro, “Descripción de Valencia…” donde habla de usos, costumbres, producciones y habitantes de estas tierras y que, por cierto, no ha mucho se reeditó y se puede leer en lengua patria española -Cuadro de Valencia (Gemälde von Valencia), edición de Berta Raposo y grupo “Oswald”), Biblioteca Valenciana, Valencia 2007- donde nos elogia, como digo, por lo de la almadraba. Hip, hip, ¡hurra!

Descubría a este Fischer para un libro de las almadrabas que escribí (“Almadrabas. El milenario arte de la pesca del atún”, Depósito legal A-113-2010) y que tuvo a bien publicarme la Diputación de Alicante para un algo de la Asociación Española de Ciudades de la Pesca. No obstante y para dejar patente que además de decir que somos los mejores –bueno, ¿y qué?- con lo de la almadraba, deja claro el maravilloso Benidorm de 1798 y hace una “propuesta turística”: “Aparte de esta pesca de atún, los habitantes de Benidorm se dedican también a la pesca de sardinas. También ésta tiene sus propios encantos y se hace aún más interesante con miles de pequeños detalles. Los forasteros amantes de estas tareas podrán entretenerse tres, cuatro días estupendamente en Benidorm. Por lo demás, lo que merece algo de atención en el pueblo mismo es la laboriosidad de las mujeres que se encargan de las tareas del campo y son campesinas extremadamente lozanas[1].”.

Vean si no:

Benidorm. Pequeño lugar costero bien construido y densamente poblado, cuyos habitantes pueden considerarse fácilmente los mejores pescadores de toda la provincia de Valencia. Especialmente famosa es su habilidad en la gran pesca de atún, razón por la que se les suele buscar preferentemente en las almadrabas anuales desde Tortosa a Cartagena. El atún es conocido, al menos se encuentran ilustraciones y descripciones de ellos en todos los tratados. Recuérdese que es uno de los llamados peces migratorios que nada siempre en grandes bancos y que, especialmente en la época del desove, se mantiene cerca de la orilla. Este instinto migratorio de los atunes ha llevado a la invención de las almadrabas, en cuya disposición son nuestros expertos pescadores de Benidorm auténticos maestros. Una  almadraba consiste en un cerco de grandes redes que se suele hacer a unas doscientas brazas de la costa. La almadraba más pequeña debe tener como mínimo ciento treinta brazas de largo y de dieciocho a treinta brazas de ancho; debe, así mismo, estar hecha con las mejores y más fuertes redes de esparto[2].
A continuación se la subdivide en las llamadas cámaras que son cada vez más pequeñas y están unidas por aberturas apropiadas. De éstas es la postrera, la llamada cámara de la muerte, la más angosta e importante. Se ve con facilidad que se trata de atraer los atunes a la trampa, algo que se puede hacer sencillamente con una así llamada pared. Ésta consiste en una red estrecha que se extiende desde la orilla hasta la entrada de la almadraba y se fuerza a los atunes a entrar en ella por medio de barcas estacionadas, cebos, etc.
Así entran, pues, los atunes, a menudo quinientos, seiscientos o más, primero en el paso y desde ahí en la almadraba, donde, estrechando progresivamente la trampa, se les lleva de una cámara a otra. Esto, sin embargo, ha de hacerse con gran cuidado, hasta que finalmente se los ha aprisionado por completo en la última cámara, la llamada cámara de la muerte, que también tiene el fondo cubierto con redes resistentes.
Ahora se les deja salir uno tras otro por una pequeña abertura y se los mata con habilidad de un golpe de manera que puedan aprovechar su propio impulso para saltar al barco.
Éstas son las almadrabas, un arte para el que se prefiere a nuestros pescadores de Benidorm antes que al resto de sus paisanos. Se les paga tan bien por ello que hasta el más simple peón tras cuatro o cinco meses de temporada[3] se lleva a casa como mínimo seiscientos reales.
Es fácil encontrar ocasión de ver una pesca de este tipo. Depende sólo de una carta de recomendación del comisario de Marina o incluso de una propina de algunas piastras al  arráez o capitán de un barco. Quien entonces se provea de media docena de botellas de vino y refrigerios similares, estará completamente satisfecho con sus días.
Y de hecho la vista de una almadraba es un espectáculo interesante y vivo. Todos los barcos se sitúan alrededor de la pared, todas las manos están ocupadas con las redes, de todos lados se oyen órdenes y gritos de alegría.
En vivos círculos, con saltos constantes van los grandes peces tumultuosamente hacia la almadraba y, cada vez más estrechos, llenan enseguida por completo el espacio interior con sus tremendas aletas.
Así saltan y nadan con exuberancia ligera entre ellos hasta que finalmente la almadraba se estrecha al máximo y llega el momento decisivo de la pesca.
Los barcos se sitúan en la parte posterior de la red, donde se ve a los peces nadando en círculos unos sobre otros. En este momento, el timonel da la señal, se abre la trampilla de la red, el arráez blande su hachuela y golpe a golpe, como elevados por una fuerza mágica, van saltando los peces uno tras otro al barco que se balancea.
El mar ondea refulgente bajo el sol y de las olas amables emana un suave frescor.
Todo está vivo, todo está en movimiento, hasta donde llega la mirada se ve el mar cubierto de hombres. Pero, ¿qué sentido tiene hacer una descripción cuando el inmortal Vernet[4] ya nos ha dado un grabado magnífico (La pêche du thon)?
Aparte de esta pesca de atún, los habitantes de Benidorm se dedican también a la pesca de sardinas. También ésta tiene sus propios encantos y se hace aún más interesante con miles de pequeños detalles. Los forasteros amantes de estas tareas podrán entretenerse tres, cuatro días estupendamente en Benidorm.
Por lo demás, lo que merece algo de atención en el pueblo mismo es la laboriosidad de las mujeres que se encargan de las tareas del campo y son campesinas extremadamente lozanas.





[1] SALUD Y BUEN ASPECTO, NO ME SEAN MAL PENSADOS
[2] Estas redes se hunden en el agua con grandes piedras a entre veinte y veinticinco brazas de profundidad, se anclan y se mantienen a flote mediante balsas de corcho.
[3] De abril a septiembre
[4] N. del T.: Vernet, Joseph (1714-1789). Miembro de una importante familia francesa de pintores. Paisajista de corte clásico, especializado en marinas y vistas portuarias

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