20 feb 2014

DEL CEMENTERIO DE ÁRBOLES DE BENIDORM: MONUMENTO A LA ESTULTICIA MEDIOAMBIENTAL MUNICIPAL


Sí, de piedra me he quedado cuando me he dado de bruces con el “cementerio de árboles” de Benidorm en una esquinita de la Zona Escolar del Salt de l’Aigua.

El círculo amarillo enmarca el triángulo
rojo que ocupa el "cementerio"
Una vez, allá por 2010 (un 27 de febrero, y lo conté en el blog un 5 de mayo, lunes), en una tertulia radiofónica vespertina (Radio Benidorm que fue)  ya critiqué que se intentaran recuperar unos árboles que se “arrancaban” de su hábitat “natural” urbano de la avenida de Jaime I cuando la remodelaban. HOSBEC, la patronal hotelera de Benidorm, ya había salido a la palestra denunciando la tala de los árboles y criticando tanto al Ayuntamiento como a los llamados “grupos ecologistas” que no había puesto el grito en el cielo. El concejal de turno nos dijo que se iban a recuperar replantándolos.

Yo exploté. Ante una foto que apareció en la mesa yo escribía: “En la tertulia del jueves Pepe Marcet me enseñaba la foto de una empalizada… los árboles de esa avenida (Jaime I) han terminados “plantados” en un terreno por l’Aigüera, creo. Parecía el paso previo a levantar, por el 7º de Michigan, un fuerte Comansi de los que hacen época. Un monumento a la muerte arbórea; unos junto a otros –ignoro el marco de plantación- trasplantados para mal morir. Me pareció un bosque ya petrificado…” como el de Lesbos, Grecia.  (03.05.2010).

El caso es que hoy los he visto el triste cementerio.

Ya, en su día, le dije al político que regía en temas de Medio Ambiente que aquello fracasaría. Hoy he encontrado “aquellos árboles” en un deambular vespertino, apurando un Partagás de enjundia, y, tristemente, he comprobado que no sobrevivieron: naturaleza muerta. Y no se trata de un bodegón.

Bueno, la verdad es que es patético el conjunto. Ya sólo son madera inerte; faltos de vida están, inútiles. Es que no sirven ni para leña.

Eso sí, tienen “intacta” su instalación de riego por goteo en superficie. Y destaca cual negro manchurrón -en níveo pendón- sobre un terreno casi tan blanco como el citado pabellón. ¿De dónde les llegaría agua?; ¿quizás del inmediato IES l’Almadrava? Terrible. ¿Cómo se les ocurrió plantarlos allí? Aquél suelo parece ser un batidos de cascotes y arena de obra.

Pero más terrible es aún el “marco de plantación” al que yo aludía en 2010: dos palmos por cuatro palmos. Sí, la unidad de medida aplicada parece que es el palmo. Aunque no sé si se trata del palmo hispano de 20’873 cm (vamos, una cuarta (21 cm) de toda la vida -y no sé de qué-, que antaño también se decía) o el palmus romano de 7,3926 cm que era el equivalente a 4 digitus… y 1 dígitus, cuentan, equivalía 18’4 mm.

Todo esto para decir que están tan cerca unos de otros que, naturalmente, era inviable que arraigaran y sobrevivieran a su extrañamiento.

¿Cómo alguien de Medio Ambiente fue capaz de permitir ese monumento a la muerte de unos árboles que a nadie molestaban en su emplazamiento de Jaime I? Y lo que aún es más grave: con “un par” nos vendió -y le compramos- que era para recuperar los árboles.

Hoy he visto cómo los “plantaron”. Es increíble que nadie protestara sacando los pies del tiesto. Viendo lo visto hoy me parece tal el cumulo de despropósitos que no lo enmiendan ni con mil Días del Árbol que ahora tanto se afanan en celebrar. Y no es por el medio centenar de troncos que inhiestos apuntan al cielo; es por la mala baba de hacerlo así.

En fin, que como un monumento a la estulticia medioambiental ahí siguen. Están junto a algunos ejemplares de maceteros de esos que diseñó Bofil para el parque de l’Aiguera y que debieron costar parte del riñón que no nos extirparon para mediopagar el parquecito de marras que tiene menos verde de porte que el jardín de los Pin y Pon.

Con cosas así se entiende que nuestras playas (arena) tengan la consideración de parque urbano. Esa medida está muy bien… aunque choque frontalmente con el concepto de parque: prados, jardines y arbolado.

Aquí, lo que nos falta son árboles… aunque tengamos un catálogo de árboles singulares. Vamos, que “a falta de pan, buenas son tortas”; o que “a falta de faisán, buenos son rábanos con pan”.

Es que aquí tenemos como árboles singulares un pino piñonero y un almez (lledoner, en valencià) lindando con l’Alfàs del Pi, una morera en la Finca “Mon Bresol” (18 m), un algarrobo en el Barranco de Lliriet (del Lliriet dels frares), de tortuoso tronco, un eucalipto rojo en “El Tossalet” (20 m), un olmo en la Partida del Barranco de Coves, el ficus de la Plaza Triangular (6 metros de diámetro de tronco), algunas yucas, un minúsculo y raquítico tejo en la Avda. de Europa, un taray en la Avenida Tamarindos, el famoso pino piñonero de la Cruz, las seis araucarias de la Avda. de la Comunitat Valenciana, la chopera del barranco del Lliriet y la pinada del barranco del Murtal… y algunas palmeras y unos pocos arbolillos más en alguna calle cuyas aceras lo permiten… y poco más que algunos reductos de pinada nada cuidada.


Casi todos los árboles singulares están en propiedades privadas. ¡Menos mal!





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