3 oct 2017

DE NO REPETIR LOS ERRORES




Le leí a Paul Preston que quien no conoce su historia está condenado a repetir sus errores. Es una frase que también le achacan a George Santayana-Jorge Ruíz de Santayana y Borrás (el país que no recuerda su pasado está condenado a repetirlo) e incluso a Napoleón Bonaparte (aquél que no conoce la historia está condenado a repetirla).


Hace prácticamente hace 83 años, el 6 de octubre de 1934, tuvo lugar en Barcelona la proclamación del Estado Catalán dentro de la República Federal Española por parte del presidente de la Generalidad de Cataluña, Lluís Companys. Una huelga general revolucionaria iniciada el día 5 de octubre le dio pie. Ahora conocemos aquellos días como los hechos del seis de octubre.


Para exponer esto voy a retrotraerme hasta el Pacto de San Sebastián (17.08.1930). Aquello fue la alianza de todos los grupos republicanos españoles para acabar con la Monarquía, ya herida de muerte por la dictadura de Primo de Rivera. Julio Gil dice que cada uno de los asistentes entendió lo que quiso y todos buscaron proclamar la II República. De lo que en San Sebastián se trató el diario El Sol reflejó que "el problema referente a Cataluña... quedó resuelto en el sentido de que los reunidos aceptaban la presentación a unas Cortes Constituyentes de un estatuto redactado libremente por Cataluña para regular su vida regional y sus relaciones con el Estado español".


El PSOE y la UGT se sumaron al pacto, en Madrid, en el mes de octubre y a piñón fijo en lo de organizar una huelga general acompañada de una insurrección militar que metiera "la Monarquía en los archivos de la Historia" (Manifiesto de Diciembre de 1930). Y aquel diciembre fue duro. Si bien la huelga general no llegó a declararse, sí hubo un pronunciamiento militar (previsto para el 15 de diciembre) que fracasó fundamentalmente porque los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández sublevaron la guarnición de Jaca tres días antes, 12 de diciembre, y no fueron seguidos.


En ambiente crispado comenzamos 1931 y llegamos a las elecciones municipales del 14 de abril. En Barcelona ERC obtuvo 25 concejales, frente a los 12 de la Lliga Regionalista y otros 12 de la candidatura republicana-socialista, y eso le bastó a Lluís Companys, uno de los líderes de ERC, para salir al balcón del Ayuntamiento de Barcelona, en la Plaza de San Jaime, y proclamar la República. Poco después el líder principal de ERC, Francesc Macià, se dirigió a la multitud concentrada en la plaza y proclamó, en nombre del pueblo de Cataluña, "L'Estat Català, que amb tota la cordialitat procurarem integrar a la Federació de Repúbliques Ibèriques".


Aquella proclamación fue el primer y principal problema que tuvo que afrontar el Gobierno provisional de la II República. Tres días tardó la delegación ministerial de Madrid -Fernando de los Ríos y los catalanes Marcelino Domingo y Lluís Nicolau d’Olwer- en acudir a Barcelona y convencer a Maciá: ERC renunció a la República Catalana a cambio del compromiso del Gobierno Provisional de la República de que presentaría en las futuras Cortes Constituyentes el Estatuto de Autonomía que decidiera Cataluña y del reconocimiento del gobierno catalán que dejaría de llamarse Consejo de Gobierno de la República Catalana para ser Gobierno de la Generalidad de Cataluña (abolida por los Decretos de Nueva Planta en 1714).


Trabajaron rápido y el Estatuto de Nuria fue refrendado el 3 de agosto de 1931 por una abrumadora mayoría y presentado a las Cortes Constituyentes por el presidente de la Generalitat Francesc Macià. Pero aquel Estatuto fue concebido bajo un modelo federal de Estado y la Constitución de 1931 tenía una concepción no federal. Intentaron casar Estatuto de Nuria y Constitución; voluntad no faltó, pero surgieron las dos España: grupos nacionalistas y antiseparatistas. La Comisión de las Cortes trabajó (enero-abril 1932) en la adecuación del Estatuto hasta la Sanjurjada (agosto de 1932) que aceleró el proceso y el 9 de septiembre de 1932 salió aprobado el Estatut pero sin inclusión de la parte literaria que aludía a la soberanía para Cataluña, sin fórmula federal y sin preponderancia del catalán sobre el castellano. No gustó.


En noviembre de 1932 se celebraron las primeras elecciones democráticas tras la proclamación de la II República, la restauración de la Generalitat y la aprobación del Estatut. ERC consiguió 56 de los 85 escaños y formó un gobierno monocolor. El 6 de diciembre se constituía el nuevo Parlament que elegía a Lluís Companys primer presidente.


1933 se fue pasando en el día a día político buscando solucionar lo del Estatut. Y en noviembre de 1933 se celebraron elecciones generales a nivel nacional -en las que votaron por primera vez las mujeres (6.800.000 censadas)- donde los republicanos de izquierda y los socialistas fueron derrotados: triunfó la derecha y el centro-derecha, que se presentaron unidos formando coaliciones, mientras que la izquierda lo hizo dividida. Se produjo un vuelco espectacular en el hemiciclo respecto de las Cortes Constituyentes. Dificultades.


Ralentizado, el proceso siguió su curso: acabó 1933 -y murió Macià, siendo elegido Companys para sucederle como líder- y comenzó 1934 con asunción de nuevas competencias por la Generalitat y la idea de una Reforma Agraria, el talón de Aquiles de España. Como los viejos errores de este país permanecían latentes, en Cataluña, volcada en el cultivo de la vid, existía un tipo de contrato que dependía de la vida del viñedo (a rabassa morta; Unió de Rabassaires) y se perdía sin derecho de ningún tipo. En abril de 1934 el Parlament aprobó la Ley de Contratos de Cultivo (ley de arrendamientos), que garantizaba a los rabassaires la explotación de tierras durante un mínimo de 6 años y la posibilidad de comprar las parcelas que hubieran estado cultivando durante al menos 15 años. Los terratenientes catalanes, agrupados en la Lliga (derecha catalana), socios de la CEDA, reclamaron la inconstitucionalidad de la ley por invasión de competencias estatales. El 8 de junio de 1934, el TC anuló la leyy el Parlament aprobó otra ley virtualmente idéntica que creó una grave crisis política entre Madrid y Barcelona. Los diputados de ERC se retiraron de las Cortes Españolas y surgió una considerable exacerbación nacionalista orquestada por Joventuts d'Estat Català, dirigidas por Josep Dencàs (elevado de inmediato a consejero de Gobernación), mientras los servicios de Orden Público de Cataluña se ponían en manos de Miquel Badía, de ERC, que había participado activamente en el Complot del Garraf (1925) donde se atentó (fallidamente) contra Alfonso XIII.


El lío estaba montado. En Madrid, ante el desafío, el 4 de octubre Alejandro Lerroux formaba un nuevo gobierno en el que entraban por primera vez ministros de la CEDA. Los socialistas declaraban una huelga general revolucionaria en toda España para el día siguiente que fue el enganche para la Alianza Obrera de Cataluña que paralizó Barcelona.


Y así llegamos al 6 de octubre de 1934 donde Companys, que dijo haber conocido un inminente anuncio del gobierno de Lerroux de declarar el Estado de Guerra en toda España (¿¿??), apareció en el balcón de la Generalidad acompañado de sus consejeros y proclamó el Estado Catalán de la República Federal Española.


El capitán general de Cataluña, general Domingo Batet, catalán de ideas moderadas, tras hablar con el presidente del Consejo de Ministros, Lerroux, y siguiendo sus órdenes, proclamó -ahora sí- el Estado de Guerra aplicando la Ley de Orden Público de 1933. Aparecieron las primeras barricadas: una compañía de artillería ocupó la Plaza de la República (actual Plaza de San Jaime) y una compañía de infantería y una batería del regimiento de artillería ocupó a la Rambla de Santa Mónica siendo tiroteados; hubo respuesta de artillería y fusilería. El general Batet, a pesar de tener órdenes estrictas de atacar por parte del ministro de la Guerra, y a sabiendas de que tenía la situación completamente controlada, dejó pasar el tiempo esperando reducir a los rebeldes. A las seis de la mañana del día 7 Lluís Companys comunicaba al general Batet su rendición; sobre las siete de la mañana las tropas entraron en el Palacio de la Generalidad y detuvieron a Companys y a su gobierno, a los diputados Josep Tarradellas, Antoni Xirau, Joan Casanellas, Estanislau Ruiz, y al presidente del parlamento Joan Casanovas. Acto seguido detuvieron también en el Ayuntamiento al alcalde Carles Pi i Sunyer y a los concejales de ERC que le seguían. Los apresados fueron trasladados al buque Uruguay anclado en el puerto de Barcelona y reconvertido en prisión. Aquella mañana, las calles fueron quedando vacías de gente y todo fue volviendo a la normalidad.


Hubo 47 muertos y más de 3.000 personas fueron encarceladas bajo la jurisdicción de los consejos de guerra. La autonomía catalana fue suspendida indefinidamente por una ley aprobada el 14 de diciembre a propuesta del Gobierno (la CEDA exigía la derogación del Estatuto) y la Generalidad de Cataluña fue sustituida por un Consejo de la Generalidad designado por el Gobierno y con un presidente denominado gobernador general de Cataluña. La Ley de Contratos de Cultivo fue anulada y se tramitaron casi tres mil juicios de desahucio de "rabassaires" y de aparceros. Los periódicos nacionalistas y de izquierdas fueron suspendidos.


Escribo esto porque sólo quien no conoce su historia está condenado a repetir sus errores. Y entonces, como hoy, hubo muchos.






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