14 oct 2017

DEL RUIDO Y DEL RUMOR… ASÍ ES BENIDORM




Desde que Benidorm se metió en esto del turismo una constante obsesión ha sido la del ruido -o del rumor- que ha degenerado en más de una diatriba de uno u otro bando. Yo mismo, en agosto de 2014, me pronuncié al respecto -Del ruido… y Benidorm- en medio de una nueva ofensiva local en la que incluso se llegó a plantear la tolerancia cero con el ruido y el turismo. Ni que decir tiene que no pasó de un vago intento… que se repite año tras año y cuesta controlar. Pero es vida.

Yo, que he oído el silencio en una zona boscosa inmediata a Praga… y no lo considero agradable, disfruto del rumor de Benidorm; es como el rumor -ruido continuado, agradable son- del mar. No considero ruido lo de Benidorm. Pero ese soy yo. Otros habrá que no podrán dormir en las noches de la canícula.

Hace nada y menos, en la labor prospectiva que acometo (BND WH), me he encontrado con un artículo de los años 60, que firman unas iniciales -L. N.- planteando para aquel Benidorm de 1961 la necesidad del silencio: “El silencio es oro”. Es más, afirma LN que “el ruido es la ruina”. Sin desmentir la primera cuestión habrá que alcanzar una postura intermedia que no nos lleve a la segunda.

¿Cómo va a ser ruina la vida? La vida tiene su banda sonora.

LN se ampara en una encuesta del diario francés Le Figaro para el Salón de Vacaciones de París de 1961 -Viajeros, turistas, veraneantes- en la que se destaca el aprecio de todos los encuestados por el silencio (93’4%) en esa etapa de descanso ocioso que suponían (y tal vez ahora también supongan) las vacaciones. Asegura el tal LN, con un amplio argumentario, que “la mayoría -de aquellos turistas de 1961- no quiere ruido”. Y deja caer posiciones como que “la necesidad de silencio es total hoy en día” (¡y comenzaban los 60!); o que “el silencio -en la encuesta- es más valorado que la comodidad y la higiene”, lo que me da que pensar sobre los franceses y el tal LN.

Viene a terminar con la imprescindibilidad de “los momentos de calma” -que una cosa es el ruido y otro la tranquilidad- y concluye con un “¡Ay de Benidorm si no recobra su silencio que es la esencia de su razón de ser!

Suena a amenaza. ¿Tan desmadrado andaba ya Benidorm en 1961?; ¿tan delicados eran los tímpanos de LN?

Un boletín municipal recogía el artículo del tal LN y el siguiente boletín contenía una respuesta editorialista que venía a justificar el rumor -para mí; ruido para otros- de Benidorm. Me gusta cuando le replican a LN con un “si no hubiera turismo habría menos vida y, seguramente, más silencio”. En la respuesta al artículo de LN se le dice a las claras que “nosotros -Benidorm- preferimos la vida”, y se le explica que “lo que la gente busca es cambiar las circunstancias, solazarse” (demadrarse), concluyendo que “preferimos la vida en Benidorm”, aunque matizando que lo que se quiere es “un Benidorm con silencio si es posible, pero con vida”.

Compaginar vida y silencio ya era delicado en 1961

El objetivo de Benidorm estaba claro desde que se aprobó el Plan General; incluso antes, cuando en la terraza de casino Ronda se planteara por Pedro, don Pedro, la disyuntiva: “o Turismo, o nada”. La frase, lapidaria, debería estar cincelada en mármol: “Benidorm se transformará en lo que todos soñamos: un gran espacio vital de intenso sabor mediterráneo para el turismo de todo el mundo”.

Y un espacio vital es sonoro, incluso trepidante. La vida es explosión. Y aquí se buscó la intensidad.

Recuerden: el mundo se sobrecogió cuando se publicó “Silent Sprint” (1962), donde Rachel Carson contaba en qué mundo silente nos meteríamos sin el ruido -vivo ruido- de las aves en primavera. Se actuó contra el DDT y se creó la primera agencia de protección ambiental (vale, en USA; y nos duele). El mundo fue consciente de que necesitaba ruido de vida, al menos en la Primavera.

Lo nuestro es el ruido; en fin, rumor de vida; porque la vida es alegría sonora.

Ahora bien, reconozcamos que es necesario evitar el desmadre acústico y en ello Benidorm ha sido pionera desde siempre en este tema en apartado “descanso”. Se ha sido, incluso, beligerante.

Benidorm restringió -ya en 1959- mediante Bandos de Alcaldía la circulación de motos y velocípedos con motor entre las 24 horas y las 6 de la madrugada, el uso de señales acústicas (el pito de los vehículos; el claxon, para los más modernos) en el caso urbano, el uso atenuado de la radio a partir de las 23 horas; los altavoces de espectáculos, que debían amortiguarse a partir de las doce; y los talleres se abstendrían de perturbar el descanso (vespertino)… En los accesos a Benidorm se recordaba esta cuestión, pero, al mismo tiempo, se alentaba la vida conscientes como eran de que sin ella este espacio vital se quedaría sin vida.

El ruido se puede gestionar: se identifican las fuentes y los caminos de propagación que evidencian la exposición al ruido por la estructura urbana; se analizan los efectos (incluso sobre la salud); se realiza el análisis de costos y beneficios de la actuación; se valora y pondera y se establecen las medidas oportunas que, ¡ojo!, pueden suponer cambios en las infraestructuras y en los comportamientos de todos. La gestión del ruido es compleja y la actuación sobre las ZAS (zonas acústicas saturadas) aplicando el PAC (plan de acción comercial) que es el que permite las actividades.

Ahora bien: el ruido de la calle, el de las personas… es sólo cuestión de concienciación, de civilización y conciencia; de sentido común, que es el menos común de los sentidos. ¿Quién no se ha arrancado una noche -estando tan a gustito- por un palo del flamenco… sin saber lo que se hacía?

Y siempre tendremos que la vida es tan cruel que los gatos de tu callejón te aullarán a gritos esta, o cualquier otra, canción.


Es rumor; lo de Benidorm es rumor… Preferimos, como entonces, la vida; Benidorm con vida, vitalista y real. Primavera constante.



  



Nota: mi agradecimiento a Paco Bou. Siempre tiene las fotos que necesito. Yo también, pero archivadas de forma que nunca las encuentro.








No hay comentarios:

Publicar un comentario