8 ago 2020

DE INDOLENCIA, MÁS QUE DE RESILIENCIA

 

Singapur, un estado insular (63 islas) en el mismísimo sur de la península Malaca, comienza el lunes a  vacunar a sus convecinos contra el causante de la Covid19. La Universidad Nacional de Singapur y la farmacéutica yanqui Arcturus Therapeutics han conseguido una vacuna y la ponen en marcha ya.

Singapur, a pesar de ser un país, es como 20 veces Benidorm en extensión; su población es de algo más de 6’5 millones de habitantes. Es una república parlamentaria y su capital, Singapur (de igual nombre) es un invento de 1819 (una fundación) de la Compañía Británica de las Indias Orientales (la Honorable East Indian Company, HEIC) y el empeño personal de Thomas Stamford Raffles; todo un personaje.

Con la Arcturus Therapeutics son ya 26 las vacunas prácticamente operativas y con buenos resultados. Se suman a los 139 proyectos que aún nadan, cual espermatozoides en busca del óvulo para fecundar. Y digo nadan, y viene al caso por actualidad. Ahora nos hemos enterado que llevamos más de 300 años creyéndonos al holandés Antonie van Leeuwenhoek que mirando al microscopio esperma (no había Netflix por aquel entonces y en algo se tenía que entretener el bueno de Antonie) describió los movimientos de los espermatozoides humanos. Dijo que nadaban impulsados por su ‘cola’ que ‘se mueve como una serpiente o como las anguilas en el agua’. Bueno, pues ahora va un equipo científico (universidades de Bristol y Nacional de México) y revela que en realidad se trata de una ilusión óptica: que el movimiento de la cola es, en realidad, como el de un sacacorchos… Y sin embargo se mueve… y eso los impulsa. En fin, tres siglos que hemos estado en la inopia natatoria de los gametos.

Me disperso…

Vuelvo a Singapur y ‘ar bisho’. Singapur fue uno de los primeros países en sufrir la COVID-19 fuera de China. Allí se actuó con rapidez para contenerla, por lo que la OMS lo calificó de ‘ejemplo’. Contuvo la situación inicial pero desde finales de abril, el virus comenzó a extenderse de nuevo. Hasta el momento, se han detectado un total de 54.797 casos del SARS-CoV-2 en la próspera ciudad-Estado de 6,5 millones de habitantes, con 27 muertos…

En Singapur, por cómo han actuado, no se ha juntado una élite epidemiológica y ha escrito una carta (en The Lancet, la biblia científica) que comienza tal que así: La covid-19 ha golpeado fuertemente a España, con más de 300.000 casos, 28.498 muertes confirmadas, y un exceso de alrededor de 44.000 muertes, a 4 de agosto de 2020. Más de 50.000 trabajadores de la salud han sido infectados, y casi 20.000 muertes se dieron en residencias de ancianos

El 26 de julio, El País cifraba en 44.868 los muertos Covid19 (o sospechosos de Convid19)… mil seiscientas sesenta y una veces más que en Singapur. ¡Vaya! Con los parámetros singapureses en España deberíamos estar en cifras de poco menos de 200 muertos… ¡Rediez!

Iba a preguntarme lo de ¿qué hemos hecho mal? Y… desisto de tal empeño: no corro y soy pequeño, que decía un personaje de dibujos animados…

Los científicos españoles de la carta en The Lancet piden “un análisis para entender lo ocurrido…”… Yo, entre el ricardito[1] matinal de verano y el gin-tonic de pomada[2] de media tarde, les hago un análisis que les queda niquelao y no les cobro nada. Y como ellos plantean: “sin una búsqueda partidista de reproches políticos”. Todo lo más, les suelto que no somos un país resiliente; somo un país indolente.

¿Saben que ya hay geógrafos trabajando en la Geografía del Malestar? Anoten: Geografía del Malestar, una nueva geografía de territorios y personas, como señala Joan Romero, que no importan por igual (a veces nada) en todas las democracias liberales. Estamos también atentos a la geografías del odio y del resentimiento, ya mediatizadas; y a la Cuestión Social (expresión acuñada en el XIX) sigue vigente en el XXI.

Y aquí, además de malestar por la acción de gobierno -no queremos un gobierno que nos mienta que se dijo por la vieja piel de toro ante un acontecimiento terrible y con uno no menos terrible y más impactante tenemos toda una panoplia de mentiras, siendo la más venial la del comité (fantasma) de expertos.

Yo aún estoy esperando la efectividad del Plan de Choque que anunció el presidente el 9 de marzo, frenando las prisas de Casado. “No nos vamos a precipitar”… pues estamos a 8 de agosto… y seguimos navegando por los confines de la galaxia buscando vida gubernativa; que no sea diminuta.

Pero para mí, lo mejor de aquel día, fue lo de “El Gobierno está liderando de forma muy eficiente el desafío del coronavirus…”. Lo que tienen que aguantar el Diario de Sesiones… y mis orejas.

Y aún siendo todo esto grave, gravísimo, el que en la población española no anide la percepción del peligro y del problema es lo más descorazonador. Vale que a jinete se aprende a caídas y que no habían sufrido, desde ‘el trancazo’ del 18, una situación como esta, pero un poquito de sentido común sí que nos hace falta, junto a la mascarilla sobre nariz y boca. Y, sobre todo, pensar que si ponemos de nuestra parte, esto se lleva mejor.

Pues nada, sigamos como si la cosa no fuera con nosotros y que Yahvé nos mande el maná.

¿Tanto cuesta caer del guindo y que la neurona distraída siga funcionando? Tenemos que pasar una primavera-verano-otoño tontos para seguir; tenemos que pasar una mala racha antes de volver a vivir como antes.

Desde Rusia, con amor, dicen que el 12 de agosto (ahí mismo que está) pondrán en marcha el proceso de su vacuna que en 45 días estará para dispensar a la población… y por el mundo están Pfizer, BioNTech, Moderna, Janssen Pharmaceutical Companies (para Johnson & Johnson) AstraZeneca, Novavax, Valneva, CanSino Biologics y otras más trabajando junto a algunos de los desarrolladores de vacunas más prolíficos y experimentados del mundo como Sanofi, GlaxoSmithKline y Merck. Ellos, no paran; nosotros, tampoco a la hora de emter la pata. Ellos buscan progreso, nosotros “normalidad” aún sabiendo que hasta que ellos no atinen, nosotros no sabremos lo que es la vuelta a la normalidad.

Entonces, ¿por qué no colaboramos un poco y nos reprimimos un mucho?

 

 

 

 



[1] Un pastís (Ricard, por ejemplo; Pernord), muy rebajo y con mucho hielo.

[2] De Xoriguer; y su botella imitando un caneco antiguo

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