12 ago 2020

DE LA PERCEPCIÓN DEL RIESGO…. Y LA ALEGRE INCONSCIENCIA

 

Lo considero estulticia. Y estamos exhibiéndola hasta la irresponsabilidad. Hoy, que se celebra el Día Internacional de la Juventud vengo de hablar de ellos… ¡Vaya por Dios; que me hago mayor!-

En un meditado y calurosos paseo vespertino, mientras mi contraria -en charla con la de Carlangas- se preguntaba quién iba a acabar antes con quien (y éramos dos amigos disfrutando dos especímenes nicaragüenses de Flor de Oliva, robusto maduro… mucho sabor, porque la conversación lo requería), nosotros -Carlangas y yo- nos enzarzábamos en averiguar qué se ha hecho mal para esta demostración permanente de necedad, ignorancia y estupidez que cada dos por tres vemos en Medios, con un protagonista común: la juventud frente ar bisho. Lo que nos lleva a una primera consideración: no hay percepción del riesgo en buena parte de la nuestra sociedad; sobre todo entre los jóvenes.

La percepción del riesgo, concluimos Carlangas y yo en los prolegómenos con el cigarro en cuestión, es la habilidad de detectar, identificar y reaccionar ante una situación de riesgo; habilidad que, a la vista de los telediarios y la cifras, no hemos desarrollado mucho.

Carlangas señalaba diferencias -que él llama culturales- entre la percepción del riesgo imbuida y el proceso natural de evolución de la sociedad en la percepción del riesgo... Carlangas es así, pero es mi amigo; yo, más primitivo, ni lo comparto, ni le sigo: hay colillas, han fumado. El resto, me la trae al pairo.

Entonces, mirando el veguero le pregunté: Oye, ¿por qué un desconocido en un callejón oscuro te hace saltar, al menos, las alertas y este ‘otro’ desconocido (que ya no es tanto, porque hasta lo hemos bautizado como SARS CoV19) en el callejón oscuro de la vida no les hace saltar ni alertas, ni alarmas?

Carlangas, aspiró una larga bocanada de su Flor de Oliva y la exhaló después de forma estruendosa y en ángulo casi de 70º hacia el cielo y me soltó: la repetición día a día de una actividad hace que eliminemos la sensación de que puede haber problemas en ella. Ya sabes: siempre lo he hecho así y no ha pasado nada. Me dejó perplejo: esto, efectivamente, es nuevo. No había pasado en un ‘antes’, reciente. La última pandemia es del principios del XIX, en plena IGM; apenas si quedan supervivientes.

Vale. Estoy dispuesto a admitir que lo de los jóvenes estultos no es negligencia sino un error en la percepción del riesgo. Y voy y le digo, como especie -poniendo de manifiesto mi confianza en el género humano a la vista de lo que me rodea en cuanto salgo a la calle- no somos muy buenos detectando riesgos y tomando decisiones coherentes. Hay infinidad de detalles que nos nublan la vista y nos hacen bajar las defensas, complicando nuestra capacidad de tomar decisiones coherentes…

Y ahí, Carlangas me ha cogido del brazo y me ha dicho: Y más si están tonteando con chicas (o chicas con chicos, o lo que sea: tonteando). En nuestro ADÑ (ADN español) está el que no podamos evitar cometer errores.

En nuestro grupito de WhatsApp, el lumbreras de Monolito Ics nos ha soltado que “nuestra aparente irracionalidad en este tema es fruto de procesos innatos que operan fuera de nuestro control consciente”. Gasto unos amigos…

Y Carlangas me habla de factores emocionales y empiezo a mosquearme del sabor, intenso sabor –‘sutil sabor’, que diría algún entendido- que tiene este Flor de Oliva: ¡a nueces! Esto parece tabaco saborizado… y, de repente, mi Flor de Oliva fue perdiendo interés; no así la conversación. Carlangas era inmune al saborazo; iba a lo suyo, machaconamente…

Cuando nos confinamos en marzo, me dice, un estudio de la Universidad Europa señalaba que más del 70% de los encuestados indicaron que tenían miedo al contagio y entorno a un 50% declara que tenía temor a salir de casa. Hasta ayer mismo, 11 de agosto, la Universidad Europea tenía abierto otro estudio para ver cómo estaba cosa ahora. Habrá que esperar los resultados. Podemos esperar, me ha dicho. No citó a los jóvenes; sólo dijo encuestados. ¡Tate!

Y mientras caminábamos, una cosa -¿sólo una, Juan?- no me quedaba clara. Se trata, le expuse, de la divergencia entre lo que los expertos consideran riesgo y lo como tal percibe la sociedad y la juventud. La percepción social del riesgo, le insistí, va por barrios (nunca mejor dicho); sobre todo porque la percepción del riesgo reside en una cuestión subjetiva e individual de experiencias y juicios intuitivos. Vamos, que la hemos liado porque entre los jóvenes hay un desprecio imperante a que te recorten la forma inconformista de ser y estar. Y eso pasa…

Depende del contexto, me espetó Carlangas. La cosa reside, ha dicho ya en tono coloquial, en la forma en que el peligro se hace realidad: los jóvenes no ven el bicho de la Covid.

Pero los adultos, sí; le he replicado.

Él, me ha contraatacado: para tener miedo y actuar con precaución hay que tener muy claro el agente causante del miedo… y otros factores. Y ahí enumeró que si el control que el individuo puede ejercer ante ese peligro, el origen del peligro, la incidencia del peligro en la sociedad -que  no siempre percibimos-, la posibilidad de que el peligro nos alcance, la confianza en las autoridades e instituciones encargadas de gestionar el riesgo (que si yo no la tengo yo, ¿cómo, coño, la van a tener ellos?), la conciencia ciudadana en materia de riesgos, lo que me pueda ocurrir (relación costo-beneficio), la memoria histórica sobre episodios anteriores (que no tenemos), la permanencia del peligro en el espacio y en el tiempo (como las antiguadas oleadas de peste)… Hay que valorar todo esto para entender a los jóvenes irresponsables, me ha soltado Carlangas. Y ha añadido: los eventos raros -y llevamos dos generaciones que no se han sufrido estas pandemias- son percibidos como menos problemáticos. La posibilidad y gravedad del daño, no se contempla ahora mismo por un amplísimo sector de la sociedad.

Y extrañado por la parrafada, sabiendo lo crítico que es Carlangas con la gente joven, le suelto a bocajarro casi con la última cala del cigarro: la percepción del riesgo, Carlos, ¿puede verse influencia por el grado de formación y preparación? Y me explico (y le he explicado): creo que la inadecuada respuesta que están dado los jóvenes en general al problema, en líneas generales, evidencia que no tienen formación suficiente, madurez necesaria y en que se consideran una diana engañosa: saben que no son inmortales frente a la Covid9 pero aún no han visto que impacte sobre ellos y… ojos que no ven…

Carlangas me interrumpe: lo que los jóvenes no tienen son destrezas. Y me insiste: es tal su inconsciencia que no tienen desarrolladas las destrezas necesarias para enfrentarse a una situación como esta.

Y entonces se me pone profundo y me espeta: la Teoría Cultural, amigo Juan, te ayudaría a entender el por qué diferentes personas pueden percibir un mismo problema como diferente. Hay que comprender los comportamientos sociales porque solo así conseguiremos que los grupos obtengan una percepción real del riesgo. Carlos se me está poniendo plúmbeo; pero hace buena tarde y el sol se pone. El ocaso en Benidorm es maravilloso, también.

Mientras, he acabado mi cigarro y no sé donde tirar la colilla. Lo único que he sacado en claro ‘gracias’ a Carlangas es que la Teoría Cultural explica lo que pasa. Y lo que pasa es que como no tienen percepción del riesgo; pasan de manera irresponsable, diga lo diga el amigo Carlos.

Instantes después, Carlangas terminó su veguero… ya éramos dos buscando una papelera-cenicero. Escasean tanto como el sentido común del colectivo en que habíamos focalizado la conversación.

Se me ha puesto serio y me ha dicho: en la juventud se valoran más las recompensas que los riesgos; buscan siempre emociones fuertes, cuestionan las creencias de los mayores para reforzar su identidad, subestiman las consecuencias negativas y, en grupo, infravaloran sus consecuencias. Lo de correr riesgos va con ellos en el día a día.

Vale; tú los justificas, pero tenemos un problema, le dije…

No es de ahora, Juan; me respondió. Sobre esto, me dice, ya trató Aristóteles hace 2.300 años. Y han reflexionado sobre lo mismo legiones de pensadores y gentes del común; tantos que… mejor lo dejamos

Y lo dejamos. Nos hemos vuelto más prosaicos y hemos bajado de Serra Gelada al Paseo de Levante en busca de donde tomar unos chismes en cualquier concurrida terraza. A la que fuimos, (prácticamente) todos respetábamos las medidas de seguridad sanitaria. Viendo gestos y acciones, esta nueva realidad lleva a situaciones kafkianas; pero todo sea por la causa y que consigamos pronto la vacuna y el tratamiento efectivo.

Ya en casa, para escribir esto, he leído que en comparación con los adultos, los adolescentes usan menos las regiones del cerebro que controlan el rendimiento; las que detectan errores, planifican y mantienen la concentración. Se trata de áreas que aparentemente los adultos ponen (debería escribir ponemos, pero…) en funcionamiento de forma automática; y ellos, los jóvenes, no. Esto lo cuenta un estudio de la Universidad de Pittsburgh, que añade otro rasgo -que alcanza el máximo durante la adolescencia (y que quizá sea el que más molesta a los mayores)- como es la propensión a correr riesgos porque sí; porque percibimos el rechazo social como una amenaza para nuestra existencia y entonces vivir emociones fuertes y riesgos con amigos es más fuerte que lo que consideran exposición al riesgo. No es que no tengan percepción del riesgo; es porque no tienen percepción de la inconsciencia… lo que no sé si es peor y más grave.

Juventud, divino e inconsciente tesoro.

Me reafirmo: estulticia

 

 

DP. Los Flor de Oliva prometían mucho, pero para mí que van a ser flor de un día. Dan el pego… y aún me dura el saborazo.

 

 

 

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