29 dic 2020

De la 'San Lesmes'

 

Hubo un tiempo -siglos XVII y XVIII- en que las potencias europeas -entonces lo éramos- se chinchaban unas a otras con expediciones científicas que buscaban tomar posesión de toda tierra emergida en el vasto océano Pacífico. De momento, lo que molaba era cartografiar y documentar la isla para restregárselo por el morro al vecino; y si se atrevían (no siempre los aborígenes olvidaban flechas y lanzas a la hora de recibirlos), ponían pie a tierra y comenzaban a ver las posibilidades comerciales.

En estas que el capitán de Fragata Domingo de Bonechea y Andonaegi, de Getaria como Elcano, llegó en la fragata Santa María Magdalena, alias El Águila, a Tahití un 8 de noviembre de 1772, anclando delante del poblado de Tautira, localidad que, como de costumbre, rebautizó (esta vez con el nombre de Santísima Cruz, por encontrar allí una gran cruz de madera. ¡Ojo al dato!, que decía Butanito). Además, bautizó también la isla con el nombre del Virrey Amat -Isla de Manuel Amat-... como el británico Samuel Wallis había hecho antes (1767) llamándola Isla del Rey Jorge (por Jorge III) o el francés Boungaiville (1768) la había llamado Nueva Citera (por recordarle a la isla mediterránea de Citera, donde nació Venus). A Gauguin, lo cautivo la islita.

Y a lo que voy. ¿Fuimos los españoles los terceros en llegar? Parece que no.

Pedro Fernández de Quirós, en 1606, en busca de la Terra Australis Ignota llegó a Vanuatu y la bautizó como Austrialia del Espíritu Santo -sí, Austrialia, un invento de los palabros Austral y Austria (por la casa reinante en España)- y hasta fundó un asentamiento, Nueva Jerusalén. Y de ahí pasó por Tahití, con lo que fue el primero. ¿O no?

Parece que antes que Fernández de Quirós lo hizo la tripulación de la carabela San Lesmes, a la que se le adjudica la construcción de la gran cruz de madera que el capitán Bonechea descubriera en 1772. (el dato de antes)

La San Lesmes desplazaba 80 Tm. Estaba al mando Francisco de Hoces y formaba parte de la infortunada expedición de García Jofre de Loaísa (1525) a las Islas Molucas. Entrando la San Lesmes “al paso” de Magallanes para cruzar del Atlántico al Pacífico (14.01.1526), una tempestad la arrastró hasta los 55º de latitud Sur, sobrepasando el cabo de Hornos (el acabamiento de la Tierra) y situándose en que lo muchos siguen llamando el Mar de Hoces (en honor a don Francisco) y otros más llaman el paso de Drake (de Francis Drake), entre el cabo de Hornos y las Islas Shetland del Sur.

De Hoces recompuso el rumbo de la San Lesmes en cuanto amainó el temporal, desandó  el camino y se unió a la expedición de Loaísa; cruzaron por “el paso” de Magallanes y se enfrentaron al Pacífico. Al sexto día de navegación se desperdigó lo que quedaba de escuadra en medio de tempestades: el patache Santiago terminó en las costas de México; la Santa María del Parral arrumbó a las islas Célebes (con una historia fascinante de supervivencia); la Santa María de Victoria, nao capitana (en la que morirían Loaísa y Elcano), fue la única en culminar la misión (con Urdaneta al mando); y la San Lesmes, sencillamente, desapareció y de ella nunca más se supo… hasta casi dos siglos y medio después cuando Bonechea llegó a Tahití.

El marino historiador Martín Fernández de Navarrete -del que Alexander von Humboldt dijo que era autor “de uno de los monumentos históricos más grandes de todos los tiempos”, refiriéndose a su compilación de acciones de la marina castellana en los siglos XV y XVI- sacó la conclusión de que, por las referencias a la derrota reportada en su último avistamiento y las corrientes marina, y con los últimos datos del patache Santiago (que informa que De Hoces había sido relevado, por enfermedad, por su segundo Diego Alonso de Solís), se puede casi asegurar que fueron a parar a Tahití.

Y de Tahití, a Australia y Nueva Zelanda. Ahí es nada. Se trata de teorías, pero todas tienen ‘su aquel’.

Aquí entran en liza los portugueses Cristovao de Mendonça y Gomes de Sequeira y la teoría del descubrimiento portugués de Australia (para Mendonça, Java la grande) en la segunda década del XVI. Los mapamundis de Dieppe (Biblioteca Británica) contienen nombres gallegos y portugueses en la costa nordeste de Australia… Y entonces se cuenta que la San Lesmes derrotó hasta Nueva Zelanda, Tasmania y Australia hasta que se toparon con Sequeira que hundió la nave y los pasó a cuchillo antes de que informaran de sus descubrimientos. ¿los pasó a cuchillo o lograron escapar del portugués?

Tal vez la San Lesmes sufrió algún percance en la Polinesia francesa. En el atolón de Amanu, en 1919, se encontraron cuatro cañones que se aseguró eran españoles del siglo XVI. Hasta hubo quien los identificó (¿?) como pertenecientes a la San Lesmes; se perdieron y no se pudo corroborar. En 1969 aparecieron otros dos y el investigador australiano Robert Langdon -que no es el profesor de iconología y simbología religiosa en la Universidad de Harvard del Código Da Vinci & Co.- cree que, en efecto, eran de la carabela desaparecida.

Para él, la San Lesmes encalló en los arrecifes del atolón y aligerando peso de a bordo, tiraron los cañones por la borda; por lo que ya no pudo repeler después el ataque final de los barcos de Sequeira en las costas noreste de Australia.

De Amanu, la San Lesmes -parece que- consiguió seguir navegando por aquellos mares hasta Nueva Zelanda-Tasmania-Australia dejando tripulantes por aquí y por allá que dejaron su iconografía y huella genética como hicimos en Irlanda a pesar del desastre de la Invencible y que vemos reflejada en los ojos negros de la chica de Galway y todos los Black Irish[1]y[2].

El Langdon australiano (Universidad Nacional de Australia, en Camberra) afirma en dos libros -The lost travel (1975) y The Lost Travel re-explored (1988)- que los náufragos de la San Lesmes y sus descendientes ocuparon una posición preeminente en las islas donde se establecieron, y que su influencia genética[3]y[4] y cultural explicaría porque los primeros exploradores europeos se encontraron con indígenas de piel y ojos claros, pelirrojos o rubios, que explicaban la creación del mundo según el Génesis y referían confusamente el concepto de la Santísima Trinidad, le leo a Juan A. Oliveira en vadebarcos.net


Para confirmar esta teoría, se apuntan que aquellos nativos ‘españoles’ eran los únicos de aquellos archipiélagos que saludaban agitando las manos, tripulaban botes con velas latinas y realizaban construcciones similares a los hórreos gallegos en Nueva Zelanda, llamados pataka, que son utilizados por los maoríes para guardar los productos del campo y sus riquezas más preciadas.


Y para rizar el rizo, sostiene Oliveira que lo mismo pudo haber supervivientes de la San Lesmes que volvieron al solar patrio. La prueba es una semilla. Lo mismo que llevamos a América la de la cañafístula[5], de las antípodas -sin duda, porque es originaria de aquellos lares- nos pudo llegar la del ‘árbol rata’ -metrosidero- muy propio de Nueva Zelanda (aunque en Filipinas es posible encontrar una subespecie; cuestión de investigar) que prendió en un patio coruñés: “En el barrio de Monte Alto en la ciudad gallega de A Coruña, en el patio de la comisaría de la policía, se encuentra un metrosidero, un árbol originario de Nueva Zelanda que en opinión de especialistas por su forma y su tamaño podría tener entre 400 y 500 años. Quizá la semilla de este árbol la plantó un superviviente de la San Lesmes que de alguna manera consiguió completar su viaje y retornar a España tras su estancia en Nueva Zelanda”.

Algunos expedicionarios de otras empresas navales de aquella España de los siglos XV, XVI y XVII regresaron a España hasta 22 años después de partir, tras mil peripecias…

Por cierto, Mara Mulrooney, investigadora independiente en Arqueología, supervisora senior del proyecto Pacific Legacy de la Universidad de Hawaii en Manoa, colaboradora de la Universidad de Auckland, no comparte en nada las teorías del australiano, en particular lo del horreo/pataka, pero…


Pero yo cada día entiendo más el por qué le llamaron al océano Pacífico el lago español… y aún no he mentado -por ejemplo- las expediciones de Álvaro de Mendaña, Juan Fernández, Juan Jufré o Luís Váez de Torres… por no extenderme…

 

 

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