22 may 2014

DE LUIS ESCOBEDO GASCON; UN AMIGO


Sí, es cierto que algo se te muere en el alma cuando un amigo se va; y Luís era mucho más que un amigo. Sí, es como un hachazo invisible y homicida. Sí, ahora mismo no soy capaz de ordenar frases con emociones. Para una vez que uno quiere hacer una cosa bien, las ideas no fluyen; sólo recuerdos, buenos recuerdos.



La voz de Mario sonó quebrada al otro lado del auricular: “Juan, ha faltat Luís”. Así me lo comunicó. Sin tiempo de rehacerme, el móvil se iluminó de inmedizato mostrando un nombre de mujer: Pilar B. Entre sollozos, su hija Pilar Bárbara me confirmó la triste noticia del fallecimiento de su padre, mi amigo Luis Escobedo Gascón.

Luis, desde 1987, me tuteló siempre que pudo; me introdujo en Benidorm, en su mundo, entre sus amigos y en su familia, hasta hacerme sentir uno de ellos. Luis y Pepita, Pepita Baldó, esposa, amiga, madre y soporte vital de la familia Escobedo-Baldó, siempre han estado cerca, y los llevo en mi corazón.

Con Luis conocí un concepto muy especial de familia que llega más allá de la consanguineidad; le gustaba oficiar de pater familias y a fe que sabía, y podía, hacerlo; y lo hacía. Sus amigos son mis amigos, su familia es también parte de la mía. Compartí con él (y con Pepita) las bodas de sus hijos Pepita, Luís y Pilar; el nacimiento de sus nietos Laura y Juan Luís… y ahora, los éxitos de estos en el diseño y en el baloncesto. El reporte semanal de logros de sus nietos estaba a la orden del día.

 De Luis, nunca me faltó el consejo, la advertencia, el chiste o la reprimenda en lo bueno y en lo mejor, pues con él no se producían otras opciones. Ahora, huérfano de su amistad, resuenan en mi cabeza aquellas frases lapidarias -“Mira lo que te digo: si a tu mujer le gusta un barranco, búscatelo pequeñito”-, sus brindis -“Porque no se queden viudas nuestra mujeres”- y sus mensajes -“Juan, créeme, eso no te conviene; no te hace favor”-. Y siempre resultó que iba un poco por delante.

Lo conocí nada más llegar a Benidorm aquél verano de 1987; él, como siempre, estaba ligado al Ayuntamiento de Benidorm y, en esa etapa, al grupo que lideraba Vicente Pérez Devesa. A los pocos días comíamos en casa de Soren, aquél noruego de l’Alfàs que servía el mejor aquavit que se pueda imaginar. Soren y su esposa iniciaron la larga lista de sus amigos que llegué a conocer en Benidorm, l’Alfás y La Nucía; amigos que siguen siendo.

Luís me llevó a Utrillas, su pueblo, y a Escucha. Luís era un turolense y oficiaba de maño; de un baturro que llegó un buen día a Benidorm como funcionario municipal y aquí estuvo hasta jubilarse. Los conocía a todos y todos le conocían y respetaban. En el Gabinete de Alcaldía compartí con él casi cinco magníficos años y disfruté de su trabajo y de aquellas aventuras que se habían vivido en las Casas Consistoriales de Benidorm, en la promoción turística de la ciudad y en los muchos saraos que se montaban y se organizaban y que él, con ecuanimidad y máxima fidelidad, reproducía. Siempre atendí sus consejos que -como zorro viejo- eran muchos y siempre buenos. Nunca deje de atender sus alertas, que en un mundo con políticos siempre fueron de alcance. Carne y uña de café mañanero y que si día de la Patrona, que si acto de la Guardia Civil, que si acto con la Policía Nacional… porque Luís siempre estaba en esos quites, aunque no nos faltaron noches de fallas, hogueras y Festival de la Canción. Por mor de nuestro trabajo siempre salíamos los últimos, y siempre con la grata sensación de haberlo hecho bien. Luís era toda una institución.

Luis me hizo uno más de su familia y he sido testigo de todos los momentos de felicidad que en todos estos años se han producido: los éxitos personales que han ido jalonando sus vidas y, también, los momentos duros, que alguno hubo.

Incluso llegué a conocer a don Ponciano, su padre, secretario que fue de un buen puñado de ayuntamientos, y a su mucha familia de Utrillas; a su familia de Francia (Marino, un abrazo); a su familia de Madrid (José Luis, otro para ti y para Peggy); a su familia de… tantos y tantos sitios, porque Luis (y Pepita) cosechaba amigos por doquier. “A ver, ¿quién es el que más manda aquí?, pues con ese tenemos que hablar”. Y hablábamos y terminaba en la lista de amigos; y unos vinos por medio más, y eran casi hermanos.

Una vez me tocó, cosas de Luis, hacer un pregón taurino en Escucha porque sus amigos gustaban de toros. Una semana preparándolo y luego, con las prisas, me dejo el texto en casa. Memoria no me falta, y salimos del paso; los detalles iban saliendo, aunque salieron más en la cena. Una vez que supo de mi afición al foie, pues línea directa con Francia; aunque al terreno del champagne nunca me llevó, que yo soy de cava. Me conseguía puros, buenos cigarros siempre; me preguntaba, semana a semana, cómo me iban las cosas una vez que dejé de trabajar junto a él en el Ayuntamiento: aplaudió mis éxitos, elogió mis libros y se conmocionó con el ERE este último que cortó de cuajo mi vida profesional. Últimamente, cada viernes, con puntualidad británica, a las 16'15 h. salíamos de casa juntos para tertuliar en Los Cafés del Meliá. Cuán largo se me hará ahora el peregrinar cafetero de los viernes.

Luis (y Pepita) era ese puerto seguro que sabes que siempre está ahí, en la calma y en la tormenta. “¡Lo que necesites!”. Me vine a vivir a mi actual domicilio a finales de un mes de diciembre. La llave no la daban y se echaban encima los días. Al fin, el 31, el último día, se podía llevar a cabo y no encontrabas a nadie para la mudanza. A primera hora de la mañana se presentó en casa con su “ejército de porteadores”: él, su hijo Luis, un aspirante a yerno, etc. Hicimos el traslado y aquella noche nació su nieta. Y Luis estaba de “porteador” conmigo. Cenamos juntos -ya con la feliz abuela-, y en su casa. En la nuestra sólo había cajas y una cama a medio montar.

Luis me ha enseñado hasta a cómo tratar a los “aspirantes”; en todo, incluso eso, sigo y seguiré sus consejos.

Ahora recuerdo, con un nudo en la garganta, cuando en la terraza del Lucas (Lucca-no) me dijo. “Oye, tengo cáncer; pero esto no es nada”.  

Esta mañana, día de Santa Rita (la patrona de los funcionarios de la Administración Local), Luis ha decidido darse el día libre y nos ha dejado… un vacío terrible, imposible de llenar nos queda. Pero él ha cumplido hasta el último de sus días.




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