26 jul 2013

DEL RIESGO CERO


El riesgo es la probabilidad de algo ocurra, por lo general, con incidencia negativa. Todo en esta vida tiene riesgo; tiene probabilidad de que una amenaza potencial se haga realidad y se convierta en un desastre. En todo hay riesgo; no existe el riesgo cero.

Las personas ansían (ansiamos) la ausencia de riesgo, el riesgo cero; es una cuestión de seguridad, ansiamos vivir en un estado de seguridad permanente: no tener problemas… riesgo cero.

En esto del riesgo, como geógrafo, he trabajado en cuestiones de riesgos naturales. Un riesgo natural es la probabilidad de que un espacio geográfico -y la sociedad que lo habita- se vean afectados por episodios naturales (na-tu-ra-les) cuando alcanzan un rango exagerado y extraordinario. Así, el riesgo natural se debe a la concatenación de tres factores decisivos que multiplican efectos: peligrosidad, vulnerabilidad y exposición. Esta filosofía es aplicable a toda cuestión expuesta a riesgos; a todo.

Sobre lo que yo voy trabajando -riesgos naturales- siempre tenemos en cuenta la acción de viento (huracanes, tornados, rachas violentas, etc.), del agua (por exceso y por defecto: inundaciones y/o sequías en todas sus variantes… que son muchas), la temperatura (olas de frío y calor), la muchas veces olvidada dinámica de laderas (las formas de las vertientes, movimientos en masa, deslizamientos, etc.), los volcanes, los tsunamis y los terremotos. Aquí es la Naturaleza la que actúa y la acción de hombre, por lo general, la que agrava los acontecimientos; pocas veces los disminuye. Ni ante la Naturaleza existe el riesgo cero. Por cierto, en cuanto a terremotos y con base en la escala de Richter, el grado 10 (máximo) aún no lo hemos visto aparecer; debe ser dantesco, en grado superlativo.

En todo hay riesgo.

Y todo esto viene por lo del accidente del Alvia, camino de El Ferrol, antes de llegar a Santiago de Compostela. Parecía como que en esto de los viajes colectivos el tren era lo más seguro… Eso, lo más seguro, pero sólo lo más. La seguridad total no existe; el riesgo cero es una entelequia.

Por la red deambulan una serie de datos que no he podido contrastar fehacientemente; no ha fuerza de repetirlos consiguen ser verdad, pero son los que he podido encontrar, y tienen un viso de poder ser trasladados a este Post: 1 de cada 237 personas morirá en accidente de coche, 1 de cada 625 lo hará en un accidente peatonal, 1 de cada 1.020 en uno de moto, 1 de cada 4.910 en uno de bicicleta, de cada 104.113 en uno de autobús, 1 de cada 156.169 lo hará en un accidente de tren y 1 de cada millón de pasajeros en uno aéreo.

Con esto, en proporción (por el número de viajeros) el tren sería lo más seguro… aunque, en bruto, el avión es lo más; pero no existe el riesgo cero. Y estas cifras hay que tomarlas con precaución y aplicarles el factor del número de viajeros y el tipo de líneas (desde vuelos domésticos a transoceánicos, desde carreteras a autopistas, desde cercanías a largas distancias y alta velocidad)  para ver la posibilidad real de entrar en riesgo.

Pero hay un factor que debemos ponderar aparte: el hombre.

Cuando entra en liza el factor humano el riesgo cero empieza a temblar, por exceso o por defecto.

Para colmar este Post sobre riesgo cero, la ERA (European Railway Agency) acaba de publicar (17.07.2013) un informe sobre riesgos donde pretende unificar criterios para evaluar la seguridad ferroviaria en la UE… y con lo que ha pasado, y el factor humano, ahora peligra que nos concedan la Alta Velocidad en Brasil; los competidores atacarán por donde más nos duele ahora… por donde el factor humano entra en pugna con las balizas y la seguridad; por donde el riesgo cero pierde su honesto norte.



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