9 dic 2018

DE POLÍTICA TURÍSTICA EN ESTE PAÍS (II) – De que siempre falla la financiación




El qed de ayer era un “como queríamos demostrar/lo que se quería demostrar” (del latín quod erat demonstradum) que en mis tiempos de Universidad le teníamos que poner al catedrático de matemáticas don Procopio Zoroa (con ese nombre, o catedrático de Mates o cura de censura) cuando le resolvíamos una integral (y no de muy alto grado). Pues bien, uno de mis colegas de tertulia aludidos ayer en mi post me cuenta lo de la señal de socorro en las transmisiones telegráficas antes del SOS del código morse: cqd no es lo mismo, Carlangas, que qed.

Pero vayamos, por ir, a “mi análisiscon moraleja de la política turística de este país, que es de lo que tratan estos Post. El primer post analizaba de 1905 a 1928; este segundo arranca en ese 1928 (con un guiño a 1908) y llegará a hasta que estalle la Guerra Civil.

Don Benigno había puesto el testigo muy alto. Y personajes que ayer no cité, como el aragonés Basilio Paraíso, habían hecho más por el turismo que todo el engranaje político-administrativo patrio de entonces (y casi de ahora).

Los inicios fueron para Odiseos del siglo XX que no les importara buscar la Cólquida del Turismo, pese a los peligros desconocidos. Sabían dónde estaba el Vellocino de oro.

El Congreso de Turismo de Zaragoza (1908), al que ayer aludí -por ejemplo-, se hizo atendiendo -¡agárrense los machos!- a la efemérides del primer centenario de los Sitios de Zaragoza; rememorando la Guerra del francés. Y salió. Y vivieron gabachos al congreso.

También fue don Basilio, como don Benigno, senador vitalicio, por su entrega a cambio de nada. Y ese nada, que prologa estas cuestiones, es lo que me mosquea.

Pero a lo que íbamos. El Patronato Nacional de Turismo primorriverista comenzó con ganas y creó el Servicio de Crédito Hotelero, el título de ‘Establecimiento Recomendado’ como señal de garantía hacia el turista y la Red de Paradores y Albergues de Carretera cuya primera realización fue el Parador de Gredos que ahora anda de máxima actualidad porque, además de celebrar en 2018 sus 90 años, en este parador se redactó la primera ponencia de la Constitución de 1978 -que acaba de cumplir sus primeros 40 añitos-.

Y como ahora, también entonces estaban empeñados en luchar contra la clandestinidad alojativa y los abusos -y eran otros tiempos-. Para ello creó el PNT la Cámara Oficial Hostelera donde estaban inscritos los alojamientos reglados; y los que no estaban eran ya ilegales. Y por si fuera poco, se editó una Guía Oficial de Alojamientos -y precios- para no llamarse a engaño y evitarse el timo. Y ya puestos a innovar editando, el Libro de Reclamaciones.

Las primeras “oficinas de turismo” se crearán en esta época: siete en el extranjero -París, Londres, Múnich, Roma, Gibraltar, Nueva York y Buenos Aires- y una, al menos, por provincia, como objetivo.

En materia de Turismo, la dictadura de Primo de Rivera se implicó. No olvidemos que por aquél entonces se estaba vendiendo la idea del tren Transcontinental Norte-Sur que pretendía vertebrar Europa de punta a punta y que estaba dispuesto a llegar hasta las mismísimas Columnas de Hércules desde el Cabo Norte. Y mientras aquí discutíamos, cosas de los Felices 20, si las columnas estaban en Cádiz, o no, la fiebre de ese tren vertebrador se enfrió y se congelaron los ánimos turísticos de los europeos por nosotros. Pero…

No obstante, por si llegaba ese vector, desde Fomento de la Dictadura primorriverista se mejoraron los transportes -Circuito Nacional de Firmes Especiales (carreteras asfaltadas; casi 3.000 km), red de ferrocarriles y material ferroviario de nivel, apuesta por los puertos para cruceros e incipientes aeropuertos- y se potenciaron las actividades deportivas como filón turístico: entró el golf campando a sus anchas, se popularizaron las regatas, avanzó la hípica y las carreras de motos se convirtieron en un atractivo de primera magnitud: dimos la bienvenida al turismo deportivo.

Pero esa novedad ni la veía ni la percibía la mayoría de una España agraria, con lo que tuvieron que recurrir a sacar a relucir las Fiestas Populares que entraron con la mayor dignidad en el imaginario de los viajes de turistas y aborígenes patrios: Fallas en Valencia, Semanas Santas por doquier, Romerías a tutiplén; y las capitales (Turismo urbano) Madrid, Barcelona o San Sebastián.

Todo esto se conseguía poner en marcha a base de préstamos bancarios con la esperanza de que el “famosos” impuesto ferroviario propuesto -descontados los porcentajes destinados al personal que lo cobraba, la partida al Instituto de Reeducación Profesional, el fondo de reserva para atender los siniestros que se pudieran producir (era un seguro de viaje y accidentes) y de la conveniente atención monetaria a la empresa ferroviaria de turno- pudiera aportarles algo para promocionar el turismo. Sí, les llegó algo; pero fue para atender los pagos de los intereses de los préstamos. Hay varios estudios sobre este particular.

Una vez más, mucho y buen trabajo sin que los fondos necesarios llegaran nunca y con los condes de Güell y de la Cimera, sucesores en la dirección del PNT del Duque de Santa Elena, salieran del banco más que para miccionar en vez de gestionar.

Es el sino de la política turística de esta país: los fondos económicos que la hagan posible.

Y en esto que llegó la República (1931) -2ª República-, que cesó de inmediato a la nobiliaria Junta del PNT y puso al frente del cotarro a Carlos Rodríguez Porrero, como director general de Turismo. La nueva -y efímera, ya verán- Dirección General de Turismo comenzó su labor auditando la labor de aquellos señores condes -y duque- y reorganizando la estructura de la nueva institución. Al final, dictaminaron que había un exceso de personal y mucha falta de financiación, pero que se había trabajado bien y el Patronato funcionaba.

Entonces -¡un detallazo!- le dieron carpetazo a la DGT (de Turismo) y vuelta a la estructura de Patronato Nacional de Turismo -republicano; eso sí- que aparecerá el 4 de diciembre de 1931, dependiendo de la Subsecretaría de la Presidencia del Consejo de Ministros que, en principio, le garantizaba acceso a fondos. Como siempre. Incluso se le dotó de nuevo Reglamento que contemplaba el acceso al parné, que nunca llegaba.

La etapa republicana del turismo fue tan convulsa como la social, aunque se potenció la Red de Paradores y Albergues de Carretera -hasta 15 en 1936-y se apoyó a los Sindicatos de Iniciativas y Turismo.

Los SIT tenían ya tradición en España (1908) y contaban con el apoyo de los Tourings Clubs británicos y las Sociedades Alpinas franco-suizas que deseaban la implantación del Turismo en España. Así, los SIT desarrollaron entre 1931 y 1935 el inventario de posibilidades de su zona (desde un pueblo a una comarca) en materia de explotación y promoción de la actividad turística. En algunos casos se pusieron en marcha verdaderas iniciativas dinamizadoras; pero es que estaba la iniciativa privada por en medio.

En este frente de trabajo del PNT republicano también estaban las primeras publicaciones en prensa especializada, con aguerridos periodistas que ser empecinaban en contar las ventajas y maravillas del turismo.

Pero la crisis del 29 lo lastraba todo en los inicios de la Década de los 30, aunque a España menos. Pero España y Europa se abocaban al abismo de la confrontación y eso se notó en materia de Turismo. Si echamos la vista a atrás, las expos del 29 trajeron a España 362.000 “turistas”. Se había trabajado bien. Pero en la década de los 30 ni el clima económico europeo estaba para mandarnos turistas, ni la calle en España estaba para recibirlos. Y eso que el turismo ya se movía pero ya nunca alcanzamos la barrera de los 300.000 e íbamos bajando sesenta mil año hasta que estalló el conflicto.






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